CAPÍTULO XVI

EL CADILLAC de Lorenzo, con la familia al completo en el interior, se detuvo dentro del magnífico condominio situado en Hollywood Boulevard, al final de la calle, cerca del canal intracostal y muy cerca de Ocean Walk, en Hollywood, Florida.

Lorenzo casi se lanzó al letrero aún en el jardín que decía: For sale.

—Esto ya no está for sale, está sold—. Pisoteó el letrero. Lo hizo trozos y lo dejó esparcido por la acera.

—A ver si nos van a multar —dijo Carmen.

—¿Y a mí qué? —respondió Lorenzo.

Lentamente, pasó frente a la casa una patrulla de policía. Lorenzo, disimuladamente, agarró los pedazos y fingió estar limpiando...

—De acuerdo. No podemos botar basura, pero la casa es nuestra —y los cuatro corrieron al interior.

Pasaron días muy ajetreados, en los que estuvieron recibiendo muebles y enseres domésticos. Finalmente, el nuevo hogar, una magnífica casa con piscina, quedó listo.

Ese día dejaron a los niños en la guardería y marcharon los dos hacia Miami Beach, donde se detuvieron ante un magnífico local.

Descendieron del auto y miraron orgullosos el gran letrero que estaban colgando los obreros: “Lorenzo’s restaurants-Number 3”.

—Vamos cumpliendo nuestros objetivos, Carmen. Uno para nosotros y otro para cada uno de los patojos.

—Sí, mi amor —respondió Carmen, que por las noches soñaba con Guatemala.

—Claro que —dijo Lorenzo—, para cuando tengan edad de trabajar, habrá muchos más restaurantes.