30

 

Laplace se dispuso a agarrar de nuevo a Lady por el cuello para rematarla a la vez que Enki y sus criados apuntaban con sus manos hacia Jack para lanzarle una letal descarga eléctrica, arma que venía integrada en sus negras y avanzadas armaduras, cuando de repente un flash enorme de luz dorada como el sol rompió la oscuridad de la vieja y ancha callejuela dejando cegados tanto a Jack y a Lady, como a todos los reptilianos allí presentes durante unos segundos, momento crucial que Jack, aprovechó para coger la mochila con la preciada reliquia. Unos instantes más tarde, los cuatro pleyadianos vestidos con túnicas blancas aparecieron en escena, dándole la vuelta a la desventajosa situación.

–¡Detente, Enki! ¡Mis hijos y yo, no dejaremos que despiertes al mal sobre la tierra! Antes tendrías que vencernos a todos nosotros. Y creo que eso, a pesar de vuestra tecnología, vuestra fuerza y vuestra velocidad, no os va a resultar tan fácil. Jack, ¿recuerdas cuando activamos tu ADN?

Jack asintió con la cabeza.

–Pues si concentras bajo tus pies la fuerza telequinética, después de estar convertido en pleyadiano, con un mínimo esfuerzo podrás desafiar la gravedad. Algo que Laplace no podrá hacer, lo cual te otorgará cierta ventaja en la batalla.

–Bien. –Respondió enfurecido mientras giró la vista hacia Laplace tras observar a Lady en el suelo–. Pero a pesar de que estoy cabreado, y de que él es la persona que más odio en este momento, me gusta jugar limpio. Eso pondrá el destino de mi parte.

Bajando su vista de nuevo, Jack observó a Lady intentar levantarse y tras ayudarla, advirtió que estaba sangrando por la boca y la nariz. Ella, dándose cuenta de que ni con pistola podría apenas hacer nada, cogió su mochila, la cual tenía su arma y el resto de las legendarias reliquias de Nostradamus, y cuando trató de alejarse asustada de aquella tensa situación, que a todas luces se notaba que era como un enorme barril de pólvora encendida a punto de estallar, pensó que solo sería un estorbo en la batalla. Laplace la miró. En aquel momento, se dio cuenta de que si hería de gravedad aquella chica humana utilizando su velocidad y su fuerza, provocaría a su adversario, haciéndole estallar en ira, por lo que en un segundo corrió hacia ella, sacó una daga que tenía en su bolsillo y se la clavó en su abdomen hiriéndola de gravedad. Ella, se quedó en shock y cayó redonda al suelo. Luego, éste miró a Jack con risa demoníaca y adoptando la actitud de un psicópata, comenzó a lamer la hoja ensangrentada. Jack, ciego de ira gritó a la vez que empezó a transformarse.

–¡No, no puedo soportarlo! ¡Pagarás muy caro el mal que nos has hecho, maldito!

Y fue entonces cuando su pelo se volvió dorado, su tercer ojo en forma de pirámide se iluminaba en su frente, las llamas doradas envolvían su cuerpo y los electrolitos cargados de energía universal de sus cadenas de ADN, hacían que rayos eléctricos sonasen como corto circuitos por su alrededor.

–¡Esta vez te has pasado de la raya, maldito lagarto del demonio. Te destruiré juro por lo más sagrado que morirás esta noche! ¡En guardia a ellos, y tú Laplace, enfréntate a mí!

Puesto que se igualaban en número, los criados de Enki, iban a pelear contra los arcángeles andróginos, Jack con Laplace, y Jesús contra Mabus en forma reptil. Todo estaba a punto de estallar, mientras la pobre Lady, se tapaba con la mano su herida, manchando el empedrado suelo, con su sangre roja y brillante. Todos subieron la guardia, y la batalla de iguales estaba a punto de comenzar.

–Híbrido. –Dijo Enki mirándole–. Aunque no tengas armadura, nosotros también conocimos la fuerza cósmica hace siglos y nuestro ADN también tiene el poder de absorber esa energía. Concéntrate y también podrás usarla, solo mientras estés en reptil.

–Gracias Maestro. Ahora. ¡Morirás por insultar mi linaje, pleyadiano!

Así la batalla de iguales comenzó, y aquello parecía a todas luces una película de ciencia ficción. Jack peleaba acaloradamente con golpes rápidos y sagaces con Laplace, en plan película de artes marciales, Yavhé desprendiendo fuerza cósmica trataba de dañar la sólida estructura de la vetusta armadura de Enki, Jesús atacó con energía cósmica a Mabus y éste esquivaba con precisión los ataques, y Gabriel y Samael, se daban golpes enérgicos con los criados de Enki, también reptilianos puros.

Durante la feroz batalla, entre aquellos seres tan poderosos y sobrehumanos, hubo secuelas hasta en el escenario. Los rayos dañaron el suelo, y los duros golpes que Laplace y Jack se cruzaban, si golpeaban en ladrillos o muros de edificios por ser esquivados, éstos se hacían añicos en el acto, y si impactaban de lleno en el cuerpo del adversario, éste volaba tan fuerte que llegaba a dañar o a traspasar en un caso extremo, paredes y ladrillos. Por suerte, la parte donde estaban era un casco histórico, y todos los edificios colindantes, no estaban habitados, lo que evitó la alarma social. Tras media hora batallando, después de rayos, golpes, y edificios dañados. Tanto Jack, como Laplace, notaban como sus cuerpos híbridos iban cansándose, debido a que, a pesar de que su modificada sangre no, sus células sí que eran humanas, y éstas no eran capaces de aguantar la presión de la energía cósmica, que fluía entre ellas, para llegar hasta el interior de la sangre, y acumularse en las cadenas. Así que cuando ambos cruzaron rápidos golpes, que parecían hechos a cámara rápida, Jack, le propinó una agresiva patada en el pecho, haciendo a Laplace volar por los aires hasta parar en seco, con una tapia cercana. Se tomaron un respiro. El resto de los batallantes, también se alejaron unos de otros y la batalla en aquel momento, estaba equilibrada.

Jack respiró hondo. Su adversario, aunque estaba a unos 20 metros de él, pudo oír como jadeaba, y fingiendo no estar cansado, le dijo.

–¿Solo media hora de combate, y ya te fallan las fuerzas? Vamos, reconoce que mi linaje reptil ha vencido, y te recompensaré con una muerte rápida. A ti, y a tu chica humanoide, aunque si no te das prisa, morirá pronto de todas formas, ja, ja, ja, ja… Lleva un rato sangrando lentamente.

Pese al cansancio, el ver así a su amada, le hizo víctima de su furia. De modo que juntó sus manos, estirando sus brazos hacia su enemigo y dijo, mientras apuntaba a él juntando los laterales de sus índices y las puntas de sus pulgares, formando con sus manos una pirámide.

–¡Tú lo has querido gusano! No sé si el cansancio me destruirá en el intento, pero concentraré lo más que pueda la energía cósmica y lanzaré un letal ataque contra ti. ¡Prepárate, seguro que no tienes agallas de enfrentarte a esto! ¡Vamos, lagarto asqueroso, te reto a hacer lo mismo, y que gane el mejor!

Puesto que le gustaban los retos, Laplace estiró los brazos, juntó sus puños apuntando hacia Jack y también comenzó a concentrar energía. En el caso de Jack, el aura dorada que rodeaba su cuerpo pasó de ser un simple haz de luz a dar la impresión de que estaba ardiendo. En el caso del reptil, puesto que su energía era negativa, dada la oscura intención de su espíritu y su corazón, la energía, en lugar de dorada, se tornaba morada oscura. El color de la muerte, de la podredumbre. Un rato más tarde, cuando ambos tenían cargadas sus cadenas de ADN hasta el punto de que si seguían podían reventar en pedazos. Jack disparó un enorme rayo de dorada energía, a la vez que su enemigo hizo lo mismo. Ambas fuerzas se cruzaron en el medio y chocaron entre sí.

Reteniéndose una a la otra. El resto de los batallantes, nunca vieron nada semejante y se quedaron paralizados, observando aquellos potentes chorros de energía.

–¡No puedes conmigo Jack! –Dijo Laplace en posición inmóvil e intentando enviar más fuerza a su rayo–. Estás cediendo.

El rayo morado avanzaba lentamente y Jack se notaba cansado.

–¡Yo también puedo concentrarme, maldito! –Dijo mientras volvió a estabilizar la situación.

Aprovechando que ambos bandos bajaron la guardia viendo aquel impresionante choque de poderes, Lord Mabus utilizó su enorme velocidad, se colocó al lado de Laplace y le puso la mano en el hombro, para apoyarlo pasándole parte de su energía. Jack no podía con los dos a la vez y el rayo morado comenzó a ganar terreno progresivamente. Él, se esforzó como podía por evitar su avance, ya que probablemente si toda esa energía llegase lo mataría en el acto. De modo, que cuando se sintió vencido, ya que el rayo morado estaba a cinco metros de distancia, estuvo a punto de rendirse cuando, Yavhé cogió la Semilla del Edén, y la alzó deseando que Jack recibiese ayuda. Entonces, ocurrió un milagro; ésta se iluminó en dorada, y liberó del más allá al espíritu de Jean Paul. En cuanto apareció, él se puso a su lado tocando su hombro, y dándole toda la fuerza del cosmos. Por lo que, el rayo dorado, se alzó de repente eliminando la energía negativa a gran velocidad.

A Laplace no le dio tiempo reaccionar, pero el otro, en cuanto vio que el potente rayo de energía cósmica iba a ser un impacto demoledor, utilizó su rapidez y sus reflejos en apartarse justo cuando el rayo atravesó a su siervo, destrozando parte de su cuerpo en el acto. A él también, la onda expansiva le hizo una quemadura en el brazo, dejándole achicharrado desde el hombro hasta los dedos, una grave herida.

Unos segundos después, la enorme explosión creo una oscura cortina de humo y, bajo ella, se pudo ver a todas luces una escena dantesca. Por un lado, Jack seguía en pie, jadeante y con sus manos en la misma posición que cuando soltó aquel potente rayo, pero al momento, puesto que estaba exhausto, su pelo se volvió normal, las llamas doradas se desvanecieron y sus ojos también cambiaron a humanos. Después de eso, cayó de rodillas y dijo antes de quedarse inconsciente.

–¡Pleyadianos, salvad a Lady, no la dejéis morir… no puedo!

En cuanto quedó inconsciente, Mabus, miró a su alrededor y tras notar el dolor insoportable que le daba la enorme quemadura, y el cadáver encharcado en sangre de Laplace, con sus entrañas desparramadas y sus ojos de dragón abiertos, se dio cuenta de que una vez más los reptilianos fueron derrotados. Sintiendo miedo por primera vez en su vida, miró a Enki y este no temblaba, simplemente estaba mirando hacia el cielo, y al momento la sombra de la nave en forma de cigarro camuflada se posó sobre los allí presentes.

–¡Padre! ¿Qué haremos ahora? Tienen la Semilla, retirada, o todos seremos muertos.

–No te preocupes –dijo encogiendo sus ojos–. He colocado un dispositivo de fuga en la nave y con mi chip telequinético he dado la orden a la nave, ahora va a recogernos y llevarnos a Nibiru.

Dos segundos más tarde, un enorme rayo lila que por un momento cegó a los pleyadianos recogió a Enki, a sus criados y a Mabus herido, que, en cuanto notó como el poder de la nave lo elevaba hacia arriba, dándole la seguridad de escapar, dijo.

–¡Volveremos a vernos, pleyadianos, hay más formas de hacer volver a mi amo!

En el momento siguiente, hubo un flash y Yavhé vio la nave salir disparada muy lejos.

El secreto de Nostradamus
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