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Saliendo del ascensor Otis con su compañero, y cruzando el pasillo que llevaba hacia la salida del hospital, que estaba a unos metros del aparcamiento exterior donde yacía aparcado en batería su pequeño Smart, a Márquez le sonó la sutil melodía de su Smartphone. Ella, estresada, sacó el moderno teléfono del bolsillo de su gabardina, y sin mirar quien la llamaba, pulsó descolgar y se colocó el auricular en la oreja.

–¿Sí? –preguntó Márquez pensando que no tiene tiempo para chorradas.

–Lady, soy Clarice, te llamaba para…

Creyéndose que iba a darle la charla sobre la discusión que ambas tuvieron algún tiempo atrás sobre si debía volver a ser pareja de Petit, Márquez la interrumpió antes de dejarle hablar diciendo que ahora estaba ocupada y que no tenía tiempo para esas tonterías. Clarice se sintió impotente y mientras oía como su amiga le echaba la acalorada charla, diciendo que eso no tiene vuelta de hoja, que es el pasado y que no disponía de tiempo suficiente en aquel momento para oír sus gilipolleces, ella trataba de decirle el astral mensaje que acababa de recibir, pero Márquez la interrumpía una y otra vez. No la dejaba hablar, y Clarice, desesperada le contratacó con un grito:

–¡Joder Lady, que no te he llamado para eso, solo llamé para avisarte de que corres un gran peligro! He consultado al tarot, y me ha dicho en seis cartas, que te mudaste por una fuerza grande, que tienes una vida ajetreada y que en futuro próximo, conocerías, o puede que ya le hayas conocido recientemente a un hombre, el cual sería muy importante en tu vida… Pero hay más.

Márquez se mostró escéptica.

–¿A sí? ¿Y qué más hay? ¿Viene esta noche el ratoncito Pérez? Vamos, yo no creo mucho en esas chorradas, pero lo que tenga que ser, será.

La tristeza y la impotencia enmudecieron a Clarice por un momento y tras una breve pausa prosiguió hablando lento:

–La última carta es El Diablo. Por lo visto, en tu futuro próximo, aparecerá un hombre oscuro, con propósitos oscuros y con maldad que tratará de hacerte daño. Puede que ese malintencionado ser, tenga relación con el de la anterior carta, ya sabes, el que va a ser algo importante en tu vida.

Márquez se paró a pensar por un momento aplicando su realidad a la malvada profecía. 

–Pero eso de las seis cartas… ¿En qué consiste?

–Pues dos del pasado, dos del presente y dos del futuro cercano.

–Bien, y dime, ¿cuáles dices que salieron exactamente?

Clarice recordó con su memoria fotográfica y respondió:

–Verás, tu pasado eran Los Enamorados y El Carro, para tu presente, me salieron La Muerte y El Loco, y de futuro, El Colgado y El Diablo.

Haciendo una breve pausa para meditarlo, Márquez se quedó pensativa y alzando la vista vio a su compañero hacerle una señal con el dedo, subir a su coche y salir racheando hacia el laboratorio anatómico de la Policía  Científica, donde la forense y un compañero de la misma llevaron el destrozado traje de Jack, y los restos mortales del pobre Jean Paul, que tuvo su fatídico y desgraciado final, justo después de haberse licenciado.

Ella subió a su Smart, arrancó, siguió al coche de su compañero, que estaba parado en un semáforo cercano. Se paró a su lado y aprovechó para conectar el sistema integrado de manos libres para seguir la conversación durante el camino hasta el laboratorio.

Mirándole de reojo, Lady echó a su compañero una pícara sonrisa a la vez que el semáforo se puso en verde y él, pensando que quería picarse, dio un acelerón con su potente coche dejándola atrás. A ella no le importó. De hecho, de antemano se esperaba esa reacción, pero ella iba a un ritmo más tranquilo para saber lo que quería decirle Clarice, que ya llevaba unos minutos diciendo al teléfono que respondiese. Ella respondió y le dijo:

–Perdona, estaba liada con todo esto. –Hizo una pausa breve antes de inquirir–: ¿Qué significan a tu juicio mis cartas?

–Pues todo apunta a que Los Enamorados son tus padres, El Carro es el traslado lejano de tu país de origen hasta aquí y el cambio de haber sido adoptada en Francia. La Muerte es el trauma y el infierno interno en el que vives inmersa por no haber superado del todo ese gran cambio, El Loco, expresa que tu vida actualmente es ajetreada por tu trabajo. –Hizo una pausa para respirar hondo y hacerse la interesante antes de contar lo último–. El Colgado, es un hombre joven e inteligente que has podido conocer, o que conocerás en breve y se hará importante en tu vida, ahora que recuerdo, puede ser incluso un hombre que esté impedido o herido, ya que esa carta salió invertida. En último lugar, salió El Diablo. Esta carta si me preocupa, porque representa a otro hombre, que aparecerá algo más tarde, a mi juicio, puede ser que tenga algo que ver con el hombre anterior. Y es malvado, tiene una intención oscura, y sea quien sea, irá con alevosía cruel anteponiendo sus intereses a todo y a todos. Alguien con un egocentrismo y sed de poder ilimitados, solo se arrodilla ante su propia imagen reflejada en el espejo. Y esto Lady, es todo. Yo solo quise avisarte, porque sabes que llevo varios años con mi tienda de esoterismo y solo quiero que tengas cuidado por favor.

Cuando oyó lo del colgado invertido, lo relacionó con Jack, y empezó a creerla, pero aún estaba confusa y algo escéptica.

–Bueno Clarice, gracias por el aviso, ahora tengo que dejarte, ya estoy llegando al laboratorio y tengo que investigar un asesinato. Perdona por haberte hablado así. Adiós.

–Adiós –dijo Clarice algo más calmada.

Márquez guardó su Smartphone en el bolsillo de su gabardina a la vez que cruzaba el oscuro umbral del amplio garaje del gris edificio de la Científica y tras avanzar unos metros advirtió a su compañero saliendo de su coche, que estaba aparcado en cordón junto a la vetusta pared lateral. Él estaba masticando chicle, por lo que, ella dedujo que ya llevaba como unos minutos esperándola. Márquez aparcó su discreto Smart en cordón justo detrás y tras bajarse, él la miró de arriba abajo con una pícara sonrisa.

–Compañera, sí que te distraes, un poco más y me salen arrugas.

Márquez le miró levantando la ceja, y sin mediar palabra le metió una mano en el bolsillo interior de la chaqueta donde ella sabía que siempre guardaba un paquete de chicles de menta extrafuerte y le chequeó unos cuantos para metérselos en la boca como uno solo.

Él se quedó quieto, siguiéndole con la mirada y pensando que iba a meterle mano, besarle o recordar viejos tiempos y cuando vio que ella se limitó a meterse los chicles en la boca como uno solo, mascarlos e inquirirle que a que planta hay que subir se quedó estupefacto. Le respondió que había que ir a la segunda planta, que se lo dijo el compañero de la científica cuando le llamó al móvil mientras esperaba en los incómodos asientos de la sala del hospital.

Ambos agentes anduvieron cruzando entre columnas de hormigón y coches aparcados y tras cruzar unas puertas dobles se encontraron con un ascensor Otis con las compuertas a punto de cerrarse, entraron ajustadamente antes de que éstas se cerraran y al verse tan pegados el uno al otro se miraron a la cara, se sonrieron dulcemente y tras incorporarse, él pulsó el botón de la planta segunda planta.

El secreto de Nostradamus
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