17

 

Aunque en el plano físico el cuerpo de Jack quedó tan inmóvil como inerte, en el plano universal, él se encontró volando entre luz de la mano del arcángel Samael, como si de un viaje astral se tratara. Este le miró y le dijo:

–Jack, he aquí tu revelación. Lo que tienes que buscar es un objeto que contiene la tecnología de Lemuria donde el Arquitecto Universal, introdujo su poder. Este artefacto tiene el poder milenario de la creación de la vida, y la manipulación de átomos dimensionales e interdimensionales a voluntad de quien lo posea. Muchos siglos después de la guerra entre los reinos de la Atlántida y Lemuria, cuando el hombre ya habitaba engañado por los reptilianos en Egipto, este poderoso artilugio fue entregado a un pueblo sometido por ellos. El pueblo se llamaba Israel, y el hombre que recibió el artefacto de mano de nuestro rey Yavhé personificado, se llamaba Moisés. Nuestro rey, haciéndole ver con tecnología una zarza ardiente que le hablaba, le entregó el objeto, que tiene forma de cuenco o cáliz que se le ilumina y le dijo como utilizarlo. Fue en el monte Sinaí. Aquel hombre, que aunque era un simple humano, fue ayudado por la luz de nuestra sabiduría, como lo fueron otros muchos, utilizó el artefacto para hacer el bien y liberar a su pueblo de la tiranía del imperio egipcio, que era controlado por reptilianos descendientes de Enki, creadores de Babilonia. Ellos crearon al hombre manipulando el ADN del Homo Sapiens, e hibridizando un óvulo de una homínida manipulada, con un esperma de Enki. Sin embargo, la ciudad tecnológica del Edén, que estaba en el centro de la región de África, fue creada con el poder de este artefacto siglos antes, pues era la capital de Lemuria. La ciudad estaba hecha de acero y cristal, sin casi esfuerzos gracias al poder de este artilugio. Por este motivo, este objeto se llama La Semilla del Edén. Sè que a tu modo de ver todo esto resulta incomprensible, pero en cuanto toque tu hombro, vás a tener otra visión.

–¿Volveré a cambiar de dimensión? ¿Y qué vas a mostrarme ahora?

–Voy a mostrarte cómo este poderoso artilugio neutral fue pasando de mano en mano hasta donde lo escondió tu antepasado, el profeta Nostradamus. En cuanto me gire y toque tu hombro, podrás ser testigo de la verdad oculta en los textos religiosos. La religión es una adaptación mental que tuvimos que insertar en las sencillas mentes de los primeros hombres. Solo es verdad en parte. Ahora, estate atento ésta es tu señal.

El ente de luz tocó el hombro de Jack, y su campo de visión se llenó de tinieblas por unos segundos. Acto seguido, la vista cambió y de repente él pudo ver a un hombre con un báculo de madera. El hombre, que portaba una extensa barba blanca, e iba vestido con unas sandalias de piel de cordero, una polvorienta túnica roja y negra y un turbante gris en la cabeza, se encontraba cuesta arriba escalando el vetusto monte Sinaí, hecho principalmente de piedra caliza. Agotado y sucio, llegó a una polvorienta pared de piedra y tras sentarse a descansar sobre una roca redonda y sacar la bota de piel que portaba en su zurrón paró a beber un poco de agua. Un instante más tarde, un rayo de luz cayó ante él y una zarza que parecía que estaba ardiendo en llamas pero que no se consumía comenzó a hablarle.

–Moisés descalza tus pies, estás en un lugar sagrado. Yo soy el dios de tus padres, el dios de Abraham, el dios de Isaac y el Arquitecto Universal.

El hombre descalzó sus pies y se arrodilló creyendo que estaba ante Dios.

–Señor, si sabes el dolor que sufren los esclavos del imperio egipcio. ¿Por qué no escuchas el llanto de tus hijos que están esperando tu ayuda contra la tiranía?

–He visto el dolor que sufren mis hijos por sus propios hermanos, y ahora tú les darás con la advertencia de mi poder.

–Pero Señor, si voy a librarlos en tu nombre, me preguntarán ¿Cuál es su nombre? ¿Y entonces qué les podré contestar?

–Yo soy el Arquitecto Universal, la luz del espíritu eterno. Mi nombre es Yahvé, pero tú debes considerarme como el que soy, y tú dirás al faraón Ramsés: El que es, me envía a vosotros. Y con este artefacto que desciende de mi luz divina, liberarás a tu pueblo.

Jack miró hacia arriba y advirtió que, además de un rayo azul y blanquecino del que descendía lo que parecía ser un cuenco de madera con inscripciones de una escritura que él desconocía completamente, el rayo descendía a su vez de un disco giratorio en el cielo. Más tarde, cuando Moisés tomó el cuenco colocándolo sobre las palmas de sus manos y observó su extraña inscripción, ésta comenzó a iluminarse.

La zarza ardiente, comenzó a quemar la vetusta pared de piedra caliza con fuego, como si de un soplete se tratase y creó las tablas con los diez mandamientos. Las famosas lecciones bíblicas que limpian la conciencia del hombre.

Moisés, tras varias horas practicando el poder del artefacto. Su supuesto dios todopoderoso, le dijo que lo presentase a su pueblo como el árbol de la vida, y que metiese el artilugio en lo que ellos llamarán el Arca de la Alianza.

Él asintió con la cabeza y tras recoger las tablillas y guardar el legendario objeto en su zurrón, Moisés hizo todo lo que su supuesto dios le dijo y durante horas, Jack fue testigo del increíble poder que el cuenco tenía. Pudo ver como liberó a su pueblo, pudo observar, cómo convirtió su bastón en serpiente ante el faraón, como creó una tormenta de granizo en fuego, como convirtió en sangre las aguas del río Nilo y cómo abrió en canal el mar rojo sin el menor esfuerzo. Él, solo tenía que tener fe y desearlo, y cuando el sofisticado artefacto editaba los átomos de la materia a la que apuntaba, los supuestos «milagros del inmenso poder del Señor» ocurrían al instante, a voluntad de Moisés en este caso.

Un tiempo después de liberar a su pueblo, los descendientes de las doce tribus de Israel encabezados por Moisés guardaron el artefacto junto a las tablas de su ley, el famosísimo pan del maná y el bastón de Aarón, el cual fue más tarde manipulado por «su dios», que mantuvo el contacto con ellos en el Arca de la Alianza. Ésta, en los siglos siguientes, cuando su pueblo creó el país de Israel, fue cambiando de región por todo Canaán hasta que uno de sus reyes ungidos, llamado Josías de Judá, en el año décimo octavo de su reinado, fue avisado por Gabriel y mandó a los guardianes abrir el arca, extraer el llamado por ellos «Árbol de la Vida» y guardarlo en Jerusalén, donde, unos años más tarde, el rey Nabuconodosor II de Babilonia, tras ser avisado por su amo a través de una efigie, redujo la ciudad a cenizas, saqueó el templo y se llevó el arca, esperando encontrar la Semilla en su interior. Pero, puesto que Josías fue avisado, los pleyadianos se adelantaron a su jugada. Enki en persona, cuando observó que lo que él buscaba no estaba, su represalia fue destruir el arca y su contenido hasta reducirla a polvo.

El campo de visión de Jack volvió a oscurecerse. Él se extrañó mucho y cuando Samael volvió a aparecer solo le miró y le dijo.

–Espera, ¿qué es lo que ocurrió con la Semilla, adónde fue a parar?

–Jack, no te preocupes, puesto que tu espíritu está viajando por el tiempo, la razón por la que tu vista se ha llenado de tinieblas es porque ahora hay que cambiar de época.

–Pero. ¿Todo lo que he visto es real?

Samael asintió con la cabeza.

–En efecto, Jack, todo lo que has visto desde que Selena utilizó las esferas canalizadoras  de energía universal, la cual los humanos llamáis cábala, es real. Es la verdadera historia los milenarios textos de vuestros antepasados. Puesto que no disponíais de la tecnología necesaria, ni vuestras mentes eran capaces de explicar lo que estaba realmente sucediendo, cada uno sostuvo una versión distinta. Esto que te estoy revelando, es la absoluta verdad de lo que ocurrió en ese tiempo y espacio. Ahora, vas a  ir a una época más adelantada, cuando los descendientes de Josías y sus sacerdotes fueron avisados por mi hermano Gabriel, estos guardaron bien la Semilla, hasta que nuestro rey, pensó que con los siervos de la serpiente al acecho, debió conseguir guardianes fiables. Toca mi mano Jack, ahora voy a mostrarte la verdadera historia del Mesías.

–Un segundo un segundo. ¿Gabriel es tu hermano?

–Sí. Todos somos hermanos, Jack, venimos de un primer átomo. Somos polvo de estrellas recuérdalo.

Jack tocó su mano y su campo de visión volvió a cambiar de nuevo. Esta vez estaba en la ciudadela de Nazaret, siglo I. Miró a su alrededor.

Observó que al parecer estaba viendo a pocas luces el interior de una de las humildes casas de adobe durante la noche, y vio a una muchacha que estaba profundamente dormida en un humilde pesebre.

La humanoide figura iluminada que se le apareció a Jack en el patio de la universidad, volvió a aparecer en el centro del humilde hogar de la joven, despertándola. Ella, se levantó y tras acercarse se arrodilló quedando a los iluminados pies del impresionante ente alado. Creyendo que era un ángel, en base a su programación mental religiosa, María, cayó de rodillas ante sus pies y dijo:

–He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra.

El iluminado ente miró hacia abajo y tras ponerle la mano en la cabeza le dijo.

–Oh María, tú has sido elegida por el Señor, para concebir un hijo que será padre de naciones, será un niño varón, y le llamarás Jesús. Ven, coge mi mano y haré que tu espíritu viaje.

La joven cogió su mano y el ente utilizó sus conocimientos para adormecerla con una espora subcutánea a modo de anestesia. La hermosa joven nazarí cerró sus ojos y casi al instante cayó inconsciente a sus pies. Gabriel, la tomó en brazos y tras salir de la humilde casa de adobe, miró hacia el cielo. Hizo una señal y unos segundos más tarde, la misma circunferencia giratoria iluminada con pequeñas luces en el borde apareció entre las nubes.

El supuesto arcángel asintió con la cabeza y cuando el centro del disco giratorio desprendió un rayo color violeta que iluminó a ambos, los dos comenzaron a subir y acabaron cruzando el centro del disco. Aquello era una nave nodriza.

Observó el interior. Todo parecía ser muy tecnológico y bastante avanzado para estar en el siglo I. Miró de nuevo a Gabriel. Éste tumbó a la muchacha y otros dos que estaban en el interior de la nave, parecidos a él, también altos y alados se acercaron a él. Ellos, tras preguntarle a Gabriel en un idioma que Jack no comprendió ataron los pies y manos de la joven y pusieron lo que parecía ser un brazo robot ante ella. Este brazo robot, tenía lo que parecía ser una aguja con un líquido verde fluorescente.

Jack se quedó estupefacto y cuando uno de los seres pulsó uno de los múltiples botones de lo que parecía ser la centralita de la nave, la finísima aguja traspasó la barriga de la joven por debajo de su obligo e inyectó una buena dosis de aquel líquido verde. Estaba siendo inseminada, sin que ella se entere de nada.

Luego, para que ella pudiera explicarlo todo a las sencillas mentes de sus congéneres utilizaron unos extraños y avanzados electrodos para manipular su mente, haciéndole creer como una paloma que en base a su programación ella tomaría como el Espíritu Santo, pasó ante ella y con un milagro la hizo quedar embarazada.

La bajaron a la tierra. Jack observó cómo los otros humanos incluyendo a su esposo José dudaron de su historia de que fue embarazada por Dios y estuvieron a punto de lapidarla por adúltera. Pero por suerte, su esposo José la creyó, de modo que paró el castigo a última hora, y se quedó con ella.

Treinta años más tarde, cuando su hijo Jesús ya sorprendía a los miembros del Sanedrín leyendo las escrituras y expresándose como un profeta, uno de estos sabios maestros, descendiente del sumo sacerdote del rey Josías que extrajo La Semilla del mismísimo Arca de la Alianza, estaba durmiendo una noche cuando Gabriel se le manifestó diciéndole que le diera a ese niño el artefacto, que era el mesías prometido en las escrituras y que él hará mucho bien con su poder.

El maestro Nicodemo, tomó el artefacto y se lo dio a Jesús, y cuando él miró su inscripción le dijo.

–No digas nada. Ya fui avisado por mi padre, cuando medito en el monte y él y sus ángeles me llevan al cielo en una nube. Ésta es la Semilla del Edén, con la cual la sagrada ciudad fue construida. Debo presentarla ante mis seguidores como el cáliz de mi sangre, que representa la alianza divina y eterna entre los dos mundos. El humano, y el divino. Mi reino no es de este mundo.

Nicodemo asintió con la cabeza y dijo.

–Sin duda el arcángel Gabriel no me mintió, tú eres el salvador de las sagradas profecías.

Jack continuó observando cómo Jesús llevaba al monte el supuesto santo grial de la alianza con sus discípulos y utilizaba su poder para curar a gente, haciendo cientos de milagros. A pesar de que él también fue engañado por su padre, ya que le dijo ser un dios, y que cuando meditaba en el monte, éste hizo pasar por una nube la misma nave en la que fue concebido y su planeta natal en la constelación de Orión como el paraíso prometido en la Biblia, la intención de estos seres de luz era buena. Y es que a veces una mentira piadosa, resultaba a todas luces la panacea y la solución de muchos problemas del ser humano, pues en aquella ocasión, se podía decir que no hay mal que por bien no venga.

Tres años más tarde, Enki y los suyos conspiraron de nuevo. Esta vez, gracias a sus exploradores del imperio romano que como ocurrió con Babilonia y Egipto estaba controlado por ellos, le llegaron rumores de un supuesto salvador prometido en antiguas  escrituras israelitas que hacía ciertos milagros con una especie de cáliz de madera. Enki, tras oír aquellos rumores, se olió la tostada de que el rey de sus enemigos andaría detrás de aquellas sencillas mentes humanas, y mandó a su nuevo aliado, conocido como Pilatos a investigar el asunto.

Por suerte, Jesús fue de nuevo abducido en la «nube» de su padre y, con el don de predecir el futuro que los pleyadianos tenían gracias a su avanzado ADN, pudo ver cómo sería crucificado. Él lo vio todo desde la nave y cuando su padre le dio una espora subcutánea le dijo:

–Hijo mío, ésta espora de luz te protegerá del dolor. Cuando veas a los mandados por los infernales demonios de las tinieblas venir a arrestarte, debido a la traición de Judas, debes clavártela en el brazo. Te hagan lo que te hagan no sentirás nada, y cuando paralice la alcalinización de tu organismo, te darán por muerto y yo mismo te recogeré ante todos y te llevaré a nuestro mundo de luz, donde solo hallaras la paz y la armonía de nuestra inteligencia superior. La Semilla del Edén, debes entregársela a los maestros cabalistas enseñados por nosotros, que son de nuestra absoluta confianza. Son Nicodemo y José de Arimatea. Una vez estés a salvo. Gabriel les dará instrucciones del lugar donde deben depositarla.

Jesús tomó la espora y asintió con la cabeza. Luego cuando bajó, tuvo dos días más tarde la famosa Última Cena con sus doce apóstoles, con su pan y su cáliz, anunció la traición de Judas, tal y como ocurrió en las sagradas escrituras. Jack fue testigo indirecto de todo. Como todo buen maestro, licenciado en arqueología prestó una milimétrica atención y se percató de ciertas diferencias que no venían en los archiconocidos textos religiosos. Esos importantes detalles entre las Sagradas Escrituras, y la realidad, era que María Magdalena no era una prostituta, como dice la Biblia católica, sino que era su esposa y que al acabar la cena, José de Arimatea estaba allí y fue quien se llevó La Semilla.

Al día siguiente, traicionado por Judas, Jesús vio a los lejos a Judas con los guardas y tras inyectarse a escondidas la espora en la vena del brazo derecho fue detenido, arrestado, maltratado, llevado ante Caifás y más tarde ante Pilatos tras haber sido azotado cruelmente por los guardias. Éste, al verle de pie encadenado y ensangrentado, dio una palmada que resonó con gran eco en la oquedad del espacio y mandó a los guardias desalojar la sala. Hablaba latín, pero por suerte, Jesús consiguió comprenderlo.

–Ecce Hommo. No me andaré con rodeos. Dime dónde está la fuente de tus milagros y te perdonaré la vida. También he sido bendecido con el conocimiento de los verdaderos dioses. Y hay que liberar al gran amo, el auténtico emperador necesita ese cuenco que tú usabas para curar a aquellos desgraciados. Así que si no hablas, yo haré que hables. ¿No sabes que estás viendo al hombre con el poder para perdonarte o para crucificarte? ¿Tienes idea de la enorme cantidad de dolor que te haré pasar si no me entregas la reliquia de Moisés?

Jesús, sin sentir el menor dolor anduvo encadenado y flagelado y tras caer al suelo debido a un corte profundo que uno de los latigazos provocó en su gemelo izquierdo, se acercó como pudo a él y dijo.

–Mi reino no es de este mundo. Si estuvieran aquí, mis ángeles me defenderían, pero estate atento, oh pobre ignorante. Pues mi nombre y el de mi padre, serán inmortales, y recordados por los siglos de los siglos.

Pilatos apretó los dientes y tras dar otra palmada que hizo un gran eco en la oquedad del espacio, las vetustas compuertas de la gigantesca sala se abrieron de nuevo, pero esta vez no entró ningún soldado, ni centinela, ni mensajero. En lugar de eso, solo entró lo que parecía ser un ser humanoide, alto y encapuchado que, cuando Jesús alzó su vista, pudo observar que fuese lo que fuese aquel ser no era un simple ser humano, sino que a su modo de ver, era un demonio del inframundo, un mensajero de las tinieblas que quería utilizar el poder de La Semilla para cumplir con los designios infernales de su amo, que no era otro que el hombre de iniquidad, Satanás, el dragón…, la gran serpiente maligna que según le contó su padre, quería hacerse con el reinado del mundo terrenal y divino, para maldecir y torturar todas las almas eternamente. Lo miró de abajo arriba. El demoníaco ser que parecía una especie de hombre dragón portaba lo que parecía ser una  oscura armadura babilónica y una negra túnica de piel curtida y una capucha de seda teñida en negra que ocultaba su rostro pero, sin duda el detalle que a todas luces era más llamativo es que tanto sus pies como sus manos iban desnudas y eran verdes, escamosas y con afiladas garras de color negro en lugar de uñas. Tras levantarse como pudo, ya que la lesión de su gemelo izquierdo que anteriormente le hizo inclinarse a pesar de no recibir dolor alguno, le impedía mantenerse en pie debidamente, Jesús alzó la vista hacia el rostro de aquel demonio y observó que bajo su oscura capucha, el diabólico ser abrió la boca y en lugar de nariz tenía un hocico alargado, dientes de sierra parecidos a los de un cocodrilo y ojos con corneas amarillas e iluminadas en la oscuridad, con pupilas verticales y oscuras.

Con una de sus afiladas zarpas que le hacían de mano, cogió a Jesús del cuello y lo levantó del suelo, de tal forma que sus ojos azules y grandes quedaron a la altura de los suyos, pues este ser, medía 2,3 metros de altitud, y tenía la fuerza de diez hombres humanos.

–¿Sabes quién soy, estúpido humano inmundo? Solo oler tu sangre, me dan ganas de dejarte seco. Yo soy Enki. Maestro de ingeniería genética de Nibiru, mi planeta natal. Yo soy un siervo de Baal, nuestro rey multidimensional que fue emperador de la Atlántida siglos antes de que en este planeta hubiera vida humana. Está claro que tú eres solo un ignorante engañado y manipulado por tus supuestos maestros de la luz. No sabes nada, pero lo cierto es que no existen ni el bien, ni el mal. Solo existe el poder, y aquellos que sean capaces de llevarlo, serán los más favorecidos. Mira a tu alrededor, Jesús, nuestra raza suprema, clave en la evolución de tus antepasados homínidos estamos venciendo la batalla por el control de la raza humana. Para nosotros esto es solo una prisión o granja de reos humanos, nosotros somos los guardias, y dentro de los presos, lo que llamáis pobres y ricos, son los que tienen privilegios y los que no. Este lugar ha perdido su utilidad…, al igual que tú, por lo que si no colaboras, serás ejecutado. Pilatos.

–¿Si mi señor?

–Que tenga una muerte lenta, este hablará, o morirá –acerca su alargado hocico al oído de su siervo–. Más bien ambas cosas. Me retiro a mis aposentos. Debo partir a Roma, a informar a mi lugarteniente, el césar.

Enki se agachó y acercó su rostro demoniaco hacia la ensangrentada cara de Jesús que esbozaba una maquiavélica sonrisa.

–¿De qué te ríes estúpida alimaña?

Jesús sacó la espora inyectable vacía de un pequeño bolsillo que portaba su destrozada túnica roja a sabiendas que el demonio reconocería enseguida que él tenía la «protección angelical».

Enki se enfureció al ver que era una espora que paralizaría todos los nervios del dolor. Salió de allí sin decir nada, ya que supo que las retrógradas programaciones mentales de sus esclavos humanos no lo comprenderían por lo que se subió a meditar a su «morada celestial».

En los días siguientes, Jesús a pesar de que se le evitó el dolor de sus heridas físicas, fue humillado en público, cargando con su propia cruz e insultado y escupido por los guardias, por toda la ciudadela, hasta que fue crucificado en el monte Gólgota.

La nave nodriza de los Pleyadianos estuvo observándolo todo camuflada entre las nubes y cuando ya pasó todo el evento, el efecto de la fuerte inyección de la espora, sumado a las constantes hemorragias del cuerpo de Jesús, hicieron que su corazón latiese mucho más lentamente, lo justo para conseguir el oxígeno ajustado para sobrevivir. Al ser el cincuenta por ciento de su ADN Pleyadiano, su resistencia era mucho más sólida y su sistema inmunológico mucho más evolucionado, aportándole unos sistemas de defensa del organismo y una cicatrización y taponamiento de las heridas muchísimo más efectivo que el de cualquier ser humano convencional. Una vez lo dieron por muerto, los guardias de Pilatos, lo bajaron con telas y una escalera de mano de la enorme cruz, y lo sepultaron en el cementerio hebreo de la ciudadela, sellando la tumba con una gran piedra. La nave de su verdadero padre siguió la pista del cuerpo desde el cielo.

En el interior de la nave, El rey pleyadiano utilizó uno de los escáneres de temperatura que ésta tenía integrados y tras ver de color rojo los seres vivos, se dio cuenta de que el mutilado cuerpo de su hijo estaba de ese color, por lo que el efecto del sofisticado sedante, mezclado con la avanzada cadena de doce núcleos que contenía su ADN, hizo que a pesar de estar casi muerto, sobreviviera a duras penas. Esperaron a que los guardias abandonasen el lugar y acto seguido, Yavhé se levantó de su sillón y tocó el hombro a Gabriel, uno de sus hijos andróginos.

–Rápido, Gabriel, baja, aparta la roca y súbelo a la nave. Lo curaremos con nuestra tecnología, y adaptaremos las mentes de la gente que él ha curado, para que mucha gente a través de creer en él, hagan el bien con sus congéneres. No necesitan esclavizar a los suyos para poder vivir bien.

La avanzada puerta de luz de la nave se abrió y cuando Gabriel descendió lentamente sobre la tierra hizo un boquete en la enorme piedra con un pequeño láser. Entró en el sepulcro y tras desnudar y recoger el ensangrentado cuerpo de su hermanastro humanoide, volvió a la luz, asintió con la cabeza y ambos subieron a la «morada celestial». En el interior del sepulcro solo quedaron la sábana y la túnica, totalmente ensangrentadas.

Gabriel colocó el cuerpo desnudo de Jesús sobre la misma mesa donde años antes fue inseminada María y tras aplicarle un láser regenerador de átomos, fabricado con la misma tecnología que La Semilla del Edén en aquellas heridas tan peligrosas como profundas, el potente láser regenerador de células escaneó todo su cuerpo e hizo que sus células trabajasen durante unos minutos 100 veces más rápido, cicatrizando todas las enormes heridas y reponiendo parcialmente la sangre vertida por ellas, ya que excepto el corazón y los pulmones, todo lo demás incluyendo sus médulas óseas regeneraron los tejidos dañados y fabricaron nuevas células, rebosantes de vida. Jesús abrió los ojos. Vomitó la sustancia que se inyectó en la vena del brazo cuando los guardias venían a por él y tras abrazar a su padre y sus hermanastros andróginos, éstos, le dieron una túnica larga de lino blanco para que se vistiese y luego permaneció durante dos días y dos noches en la nave comiendo y recuperándose, pues el agotamiento y el trauma de las duras experiencias recién vividas, es algo que no pasarían tan rápido.

Para mantener la leyenda de ser un dios en las sencillas mentes, y en los ilusorios corazones de los humanos. El verdadero padre de Jesús mandó dar una «señal divina a las tres mujeres que recogieron su cuerpo supuestamente sin vida». Ellas, se encontraban en el extenso camino entre la ciudadela de Belén y el cementerio. Llevaban todo el día caminando, caía ya la noche y tras cruzarse con un guardia que les dejó pasar cuando explicaron que iban a ungir el cuerpo del carpintero de Galilea, las tristes mujeres iban andando cuando Gabriel apareció en escena y les cortó el paso.

–¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?

Una de las tres mujeres dio un paso al frente y dijo.

–Lamento decirlo, pero te equivocas. Yo soy María Magdalena, su viuda, y ellas son Juana, y María la de Santiago. Yo le vi morir.

Gabriel miró a las tres entristecidas mujeres y tras esbozar una sonrisa inquirió:

–Buenas mujeres. ¿Es que habéis olvidado la promesa que él os hizo cuando estuvo en Galilea? Es necesario que el hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite.

Las mujeres recordaron las palabras de Jesús y tras mirar los iluminados y enormes ojos de Gabriel, que con aquel reflejo parecían zafiros, María Magdalena, se acercó a él tras esbozar una sonrisa y dijo:

–Oh ángel de luz. Guíanos con la luz de tu sabiduría y dinos que debemos hacer, si sabes dónde está, ¿cuál es la voluntad de él y de su padre?

–Debéis avisar a sus fieles discípulos, de que mañana al mediodía él estará en el monte, pues va a despedirse de vosotros, porque va a ir vivo con su padre al cielo en una nube. Pero siempre estará con vosotros. Y quien crea en él, no morirá.

Las tres mujeres fueron inmediatamente a la casa donde los discípulos de Jesús estaban reunidos para contar todo lo que les había sucedido. Debido a las enormes dimensiones de su fe, los discípulos creyeron su historia cuando Simón el pescador, fue al sepulcro y comprobó que allí solo estaba la sábana, y que la piedra que sellaba la entrada estaba con un corte parcial y limpio. Señal de que fue cortada con láser, aunque ellos, humanos que no estaban a la altura en desarrollo tecnológico como para siquiera imaginarlo, al ver aquel corte limpio, consideraron que lo hizo Dios Todopoderoso. Tras volver a la casa donde se reunían, los fieles discípulos fueron al monte, donde estaba camuflada la «morada celestial».

Desde el monitor central al día siguiente, cuando la luz del sol abrasador ya cubría todo el extenso valle de Galilea, Jesús vio como los seguidores y miles de fieles llegaban hacia allí, por lo que se levantó y pidió a los suyos que le hiciesen descender por la avanzada puerta de luz.

Cuando descendió se quedó en la cima del monte y cuando los fieles le vieron Jesús no dijo nada. Solo se levantó la túnica, y mostró sus pies y sus manos, donde las cicatrices de las heridas estaban aún curtidas y marcadas. Los allí presentes se arrodillaron excepto Pedro, que se acercó y dijo:

–Eres sin duda el mesías, el hijo de Dios.

Jesús señaló a Pedro y le dijo:

–Simón, a partir de ahora no serás Simón pescador de peces, te llamarás Pedro, y serás pescador de hombres. Debes emprender un largo viaje hasta Roma, y predicar a los fieles al señor todo lo que has sido testigo. El resto, no os preocupéis, porque siempre estaré con vosotros. Tengo también otro mandamiento que os doy. Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado. Ahora, debo volver al cielo para estar a la derecha de mi padre. Tened fe, porque siempre estaré con vosotros.

Jesús asintió con la cabeza y su padre comenzó a elevarlo con la puerta de fotones de la nave hacia el interior. Los fieles, al ver las luces azules y blanquecinas que los potentes focos halógenos desprendían lo tomaron, como una «nube que los llevaría al cielo».

Mientras ascendía, la voz de Dios resonó con gran eco siendo en realidad Yavhé desde el micro de la nave y dijo:

–José de Arimatea tiene que hacer algo más por mí. Ha de llevar el Cáliz Sagrado al Sanctasantorum. La sala del templo de Salomón donde él se reunía con su pueblo y conmigo. Adiós.

La nave salió disparada ante los ojos de aquellos fieles y luego ellos dieron la palabra del señor extendiéndola al mundo. El campo de visión de Jack, de nuevo se volvió negro. Jack se extrañó y Samael apareció iluminado de nuevo a su lado, para tocar de nuevo su hombro.

–¿Así que esa es la verdadera historia de Jesús? Fascinante, pero dime, luego. ¿Qué que fue de la Semilla? Porque, según la visión, ¿José la tenía no?

–Sí, ahora estamos cambiando de nuevo la época. Vamos al medievo. Al año del Señor 1099, recientemente finalizada la primera cruzada. Aquí hay algo más que debes saber. Algo que no viene en tus libros de historia. Como has podido ver, José de Arimatea, guardó La Semilla del Edén en el interior del templo de Salomón. Pero, mil años después de que llevásemos a nuestro planeta natal a Jesús. Y le contásemos la verdad, de que somos seres multidimensionales, guardianes del universo y prácticamente inmortales, observamos cómo el ser humano, dominado por su naturaleza territorial y destructiva, dio un mal uso de los valores que nosotros les ofrecimos tratando de imponer su cultura y sus creencias a humanos que tienen otras teorías y lo que es peor. Utilizándolas de excusa para controlar el comercio y el territorio.

Samael le puso a Jack la mano sobre su hombro y su campo de visión cambió de nuevo. Esta vez el ser multidimensional le hizo ver una ciudadela medieval sembrada de cadáveres. La pestilencia del paso de la muerte se hizo notar en el estado en el que estaba la ciudad: Casas quemadas y destruidas, sangre en las calles que han sido tomadas y mujeres y niños llorando, pues sus hombres, el ejército del rey musulmán fueron cruelmente masacrados por las hordas de cruzados cristianos, enviados por el Papa Urbano II cuatro años antes, en el concilio de Clermont. Refugiados bajo el pretexto de querer liberar tierra santa de los musulmanes paganos y sus esclavos, las verdaderas razones por la que crearon ese mortal ambiente de caos y destrucción, era solo para controlar el territorio y el comercio asiático, en favor de los intereses del papado, de la nobleza occidental y de las monarquías absolutistas del occidente de Europa.

Los reptilianos estaban detrás. Esta vez, los nuevos títeres de Enki y nuevos miembros de la Hermandad de Babilonia, como ya lo fueron imperios anteriores, eran algunos de los monarcas europeos descendientes del linaje reptil, conocido como el linaje de la «sangre azul» creado por él y varios hermanos suyos milenios antes, y el propio Papa, al que Enki recibió en privado, horas después de que su verdadero maestro, les dijese a través de una efigie que La Semilla estaba en Jerusalén. Le dijo, haz una guerra contra esos paganos de Jerusalén, y salvo el Santo Grial, el cual yo sé que está en algún lugar de la ciudad sagrada, podrás quedarte con todo lo demás.

El papa hizo caso y cuando mandó aquellas hordas de soldados a la «Guerra Santa» por el bien del Sacro Imperio Romano, los manipuló y motivó con el pretexto de que sus pecados serán perdonados en el caso de que murieran en la sagrada misión. Lógicamente, eran solo borregos del despótico poder de la Iglesia, aquellos soldados, fueron a la Guerra Santa pensando que hacían lo correcto, liberando la Tierra Santa de los paganos. Títeres que no pensaban por sí mismos.

Envueltos en el poder de la religión, haciendo en nombre de su Dios toda clase de crímenes, vejaciones, atrocidades y asesinatos, la guerra hizo mucha mella en la ciudad, destrozándola. La Tierra Santa, fue a todas luces mancillada, teñida en sangre, profanada y destrozada.

Arrepentido por ver como sus enemigos hicieron que el hombre diera un mal uso de las lecciones que diseñó para limpiar sus conciencias, Yavhé decidió intervenir para impedir que Enki consiguiese La Semilla del Edén y una noche, mientras el corpulento jefe militar de la primera cruzada conocido como Godofredo de Bouillón dormía en su campamento después de un duro día de trabajo, el rey de los pleyadianos, utilizó su poder cabalístico para canalizar energía y entrar en su mente, penetrando su fase rem. Godofredo soñó con él y dado a su programación cristiana, vio lo mismo que Moisés: una zarza ardiente que le hablaba entre un enorme y pintoresco valle de luz.

–¿Quién eres? –Inquirió Godofredo confuso.

–Yo soy el dios de tus padres, el dios de Abraham, el dios de Isaac, el dios de Israel y el dios de Moisés. Y ahora vengo a darte una revelación divina, Godofredo.

–Y dime Señor. ¿Cuál es esa revelación? Estamos luchando por liberar la tierra santa de los paganos. ¿No es suficiente ofrenda para ti Señor?, el Papa nos dijo que nos absolverían de todos los pecados cometidos durante la cruzada. ¿Es que acaso no es cierto?

  La Iglesia ha malinterpretado mis enseñanzas Godofredo. De hecho, la profecía de mi hijo Jesús se ha cumplido. La Iglesia a día de hoy, es un nido de víboras que se esconden tras un sepulcro blanco y limpio por fuera. Godofredo, habéis sido engañados por gente que habla en mi nombre. El papado y las monarquías occidentales, tienen mi poder sí, pero lo utilizaron en su propio beneficio, pensaron solo en sus razones egoístas, y no en los demás, como mi propio hijo quiso enseñaros dejándose hace mil años la vida en ello. Hay algo que yo, tu Dios, quiero que hagas por mí, y por el bien de la humanidad. ¿Estarías dispuesto a poner tu espada a mi servicio?

Aunque sabía que no estaba del todo bien. El rey pleyadiano tuvo que utilizar las teorías y las costumbres de aquella sencilla mente humana para manipularla y persuadirla: cuando dijo que los reyes y el papado tienen su poder, Yavhé pensó que los humanos de ese momento, pensaban que los reyes y papas, estaban ahí «por la gracia de Dios». A su modo de ver, persuadir a Godofredo de que empiece a actuar contra aquellos que le mandaron cometer aquellas atrocidades, era lo mejor que podía hacer en ese momento.

–De acuerdo. Pero Señor, dime. ¿Si obedezco tu voluntad, conseguiré la salvación de mi alma, la de mis hombres y las de mis seres queridos?

Yavhé recordó los pasajes de la Biblia que él mismo mandó diseñar a sus elegidos humanos y respondió.

–Yo soy el camino, la verdad y la vida. Y quien crea en mí tendrá vida eterna en el paraíso. Yo he mirado en tu corazón, he notado la duda, y a ti Godofredo de Bouillón, matar si no es necesario es algo que no ves correcto. Mi mandato es el siguiente. Reúne de inmediato a tus mejores hombres, en secreto. Y diles que has soñado que Dios te ha ordenado crear una hermandad, guardiana de una reliquia. Y porta contigo una maza, pues has de romper algún ladrillo esta noche.

–¿Qué? ¡Pero en ese caso creerán que estoy loco!

–No. Porque esa reliquia es el Santo Grial, donde mi hijo Jesús tuvo la cena con sus apóstoles. Yo te diré la ubicación exacta del objeto sagrado. Ten cuidado al cogerlo. Tiene el vetusto poder de controlar los elementos de la tierra. Cuando tus hombres lleguen hasta él a través de ti, te creerán, y obedecerán ciegamente. El nombre que pondrás a los caballeros que conocerán tu nuevo secreto, y que tendrán que jurar protegerlo con sus propias vidas, será El Priorato de Sion. Debes de llevar el Grial a Francia, y hacer que nadie más sepa la verdad de esto. ¿Podrás hacerlo?

Godofredo asintió con la cabeza.

–Sí, Señor. Podré cumplir con tu mandato. Ahora despertaré y reuniré a mis generales. ¿En qué punto de la ciudad encontraré el Grial?

–Godofredo, el Grial se encuentra en el subsuelo, entre el muro de las lamentaciones y el templo del rey Salomón. Reúne a tus hombres, y cuando despiertes, seguiré enviando mensajes por telepatía, seguirás oyendo mi voz. Y te llevaré hasta él.

Godofredo despertó en el interior de la tienda de campaña, y tras quitarse la manta, se puso su túnica, y su armadura. Cogió su espada y fue a las tiendas de sus generales, les despertó durante la noche y en unos minutos ya estaban fuera. Reunidos.

–Señor, díganos que necesita.

–Os he reunido esta noche, para mandaros una misión que tendréis que llevar en el más estricto secreto. Vosotros que me  habéis jurado fidelidad, os debéis a mí mandato. Así que coged los caballos y esperadme en la campiña que hay a la salida del campamento. Debemos ir a la otra punta de la ciudadela. Al muro de las lamentaciones. Justo en la entrada de las ruinas del templo del rey Salomón. Es una larga historia. ¿Estáis conmigo cruzados?

Todos asintieron con la cabeza y uno de ellos dijo.

–Hicimos un juramento, señor, sabes que te seguiremos hasta el infierno. Si hemos llegado hasta aquí, y luchado contra las hordas paganas. Sabes que tienes la seguridad de que defenderemos tu mandato con nuestras vidas.

–Bien. Coged los caballos y esperadme allí. Nadie debe de saber nada de esto.

Los generales cumplieron su cometido. Cogieron los caballos y cruzaron la destrozada ciudadela, protegidos por el oscuro manto de la noche y resguardados en la sugestión de ser fieles a su juramento, a ellos mismos y a su rey.

Tras cabalgar casi dos horas al trote, llegaron al muro. Godofredo paró su caballo e hizo una pausa.

–Señor. ¿Y ahora?

–Shhh. Sé que os sonará extraño. Pero estamos buscando el Santo Grial. Esta noche mientras dormía, tuve una visión. Dios en persona, me dijo que estaba por aquí y me aseguró que oiría su voz en mi mente. Señor. Ya que estamos aquí, dime donde está la santa reliquia.

Utilizando de nuevo el don que le otorga la cábala, Yavhé volvió a entrar en su mente y le dijo:

–Enciende una antorcha, entra por el pórtico subterráneo y avanza hasta ver un sólido muro. Entonces gira a la derecha y haré que veas un reflejo. Coge la maza que tienes en la alforja de tu caballo. La necesitarás.

Desde su tecnológica nave, Yavhé pulsó un botón. Tras abrirse una pequeña compuerta en el lateral, salió un pequeño círculo metálico iluminado, que portaba una cámara de precisión. Se trataba de un nano robot, manejado desde allí por control remoto.

El nano robot descendió hasta el muro de las lamentaciones y puesto que el túnel estaba oscuro y húmedo, la blanquecina luz que portaba resultaba a todas luces divina para las sencillas y primitivas mentes, de aquellos cruzados medievales.

El sofisticado robot pasó delante de ellos. Yavhé estaba viendo desde el monitor de la nave aquellos ladrillos y tras pulsar otro botón el sofisticado robot utilizó un escáner, que transparentaba las superficies opacas. En el lateral, apareció la forma del cuenco, envuelto en un pañuelo que ya estaba ennegrecido por la humedad y por los mil años que llevaba envolviendo y protegiendo el poderoso objeto. Dejó el robot quieto y luego volvió a concentrarse. Para hablar por telepatía a Godofredo.

–Noble cruzado, mira y aprende. Cuando entres con tus hombres, sigue a la luz divina que he enviado desde el cielo. Donde está parada la luz, rompe ese ladrillo. Ahí encontrarás el Grial.

Sin pensarlo, hizo una señal a sus hombres, y cuando con la maza dio un golpe seco en el ladrillo iluminado metió la mano y a pesar de que el sudor del metálico guante le impedía parcialmente el tacto de sus vetustas manos, él notó algo con forma de cuenco y lo sacó envuelto en el trapo. Abrió el trapo y cuando vio la inscripción del cuenco, se quedó entusiasmado. Salió fuera. Sus hombres se consideraban afortunados por poder ver de primera mano una reliquia tan legendaria y cuando Godofredo la guardó en la alforja de su caballo se subió a él y dijo.

–Desde ahora ya no seréis mis hombres. Sino mis guardianes. Seremos una hermandad  y nos llamaremos El Priorato de Sion. Guardar el Grial y otros secretos, será nuestra prioridad. Nadie tiene porque saber que lo tenemos oculto, ni el rey, ni papa, nadie, salvo nosotros. En el caso de que me pase algo, debéis reuniros y elegir por votación al nuevo Gran Maestre. Y si alguno intenta traicionar nuestros secretos, será ejecutado por la logia. ¿Está claro?

Todos asintieron con la cabeza.

–Bien, ahora, volvamos al campamento. Yo guardaré el Grial, ya que al oír la voz divina, soy el portador de la Orden.

Junto a sus generales, tomó el camino de vuelta y se fue a dormir al campamento. Cogió el Grial, y al llevarlo al interior de su tienda de campaña, se tumbó para mirar su inscripción preguntándose qué significaba. «¿Qué poder tendrá el Cáliz de Jesucristo?» Se preguntó mientras lo observaba.

En los días siguientes, él fue nombrado Abogado del Santo Sepulcro, durante su corto reinado tuvo que defender su nuevo reino de un ataque de los Fatimitas de Egipto, pero luchó fieramente con una brillante victoria en la batalla de Ascalón en agosto del año 1099. Murió atravesado por una flecha un año después. Por suerte, su hermano Balduino, uno de los militantes de la Orden, recogió el Grial y tras reunirse con la Hermandad en secreto tomaron una decisión importante. Lo esconderían en las catacumbas de Roma, el lugar donde en base a sus creencias, sería a todas luces donde debería estar. De modo que cuando acabaron el asedio, y enviaron una misiva al Papado, alegando que consiguieron controlar todo el comercio asiático, expandieron la logia y dejaron caer pistas falsas de la ubicación del Grial por catedrales y templos de Inglaterra, Francia, España e Italia. Lo escondieron junto a los huesos de San Pedro.

La visión de Jack se oscureció de nuevo, y como en las veces anteriores, Samael apareció de nuevo iluminado a su lado.

Esta vez Jack ya tenía la certeza de que están cambiando de época y al girarse, miró al iluminado Ente, le dijo.

–¿Por qué estamos de nuevo cambiando de época?

Samael le miró y le dijo:

–Jack, no puedo mostrarte siglos enteros debido a que los humanos vivís poco tiempo y olvidáis con rapidez. Tenéis cinco sentidos, nosotros seis, por fuerza mayor no pudimos otorgaros nuestros avanzados conocimientos, ya que los utilizaríais para matar, conquistar y oprimir a vuestros congéneres. Sabes, a veces Yavhé nuestro padre andrógino, guardián del universo y rey de Lemuria, piensa que cometió un error en tratar de protegeros de vuestros creadores. Según sus teorías, la sangre reptil que os hizo evolucionar de ser unos ignorantes y primitivos homínidos que cazaban para cubrir necesidades básicas, al mezclarse con vuestro instinto cazador que había en vuestro sencillo ADN, creó una hostil y sombría raza cruel, de inteligentes bestias humanoides y malvadas, programadas para mirar solo por vosotros mismos, sin importaros nada ni nadie. Solo mira y aprende. Debes encontrar cuanto antes La Semilla del Edén y entregársela a los Guardianes del Shambala. Ya casi he acabado de mostrarte tu revelación. Estate atento a las señales. De tu fracaso o tu triunfo, dependerá el futuro rumbo de la raza humana. Mira hacia adelante Jack, has de ver, como hay un importante enlace en todas tus revelaciones. Una de las mentes más brillantes de todo el renacimiento, también fue ayudado por nuestro poder. Ahora vamos a Roma, en el siglo XVI de vuestra era.

El ente usó de nuevo su poder y Jack observó cómo dos hombres encapuchados y vestidos de blanco se colaban en las catacumbas que había bajo el Vaticano durante la noche.

Uno de ellos portaba una barra de acero y el otro una antorcha. Tras detenerse ante  el ataúd de San Pedro, resquebrajaron la pútrida madera, profanaron su ataúd y recogieron el tesoro de la logia, que yacía entre la túnica y los huesos del muerto envuelto en un pañuelo, tal y como lo dejaron unos siglos antes.

Los dos huaqueros caminaron casi una hora por uno de los túneles subterráneos que conectaban toda la ciudad y salieron por una alcantarilla con el portentoso tesoro. Llegaron al centro de Roma y tras llamar a la puerta de un taller un hombre con perilla, pelo largo y vestido con un atuendo de artista antiguo con boina incluida les abrió con un pincel en la mano. Se trataba del mítico Leonardo Da Vinci.

El artista hizo una señal con la mirada y tras entrar cerraron la puerta. En el interior del taller, descubrieron el cuadro de una mujer sin sonrisa. Jack reconoció que se trataba de la Mona Lisa.

–¿Lo tenéis?

–Sí Gran Maestre. Encontramos el Grial entre los huesos de San Pedro.

  Bien. Aquí tenéis vuestra recompensa.

Leonardo sacó de un cajón con llave dos bolsas con quinientos florines cada una y se las lanzó a los dos enviados. Ellos, tras cogerlas al vuelo y comprobar que era realmente el peculio prometido, se fueron tras dar las gracias.

El maestro estaba ocupado. Tras dejar a la Gioconda sin sonrisa, le quitó un momento el paño de seda que cubría el Grial y tras observar los extraños símbolos que tenía grabados en el lateral, tiró de un candelabro dorado que había en la pared.

Se abrió una escalera secreta. Bajó al oscuro pasaje inferior donde se reunía en secreto con la logia y allí estaba solo Gabriel, esperando encapuchado.

–¿Lo han traído ya?

Leonardo asintió con la cabeza.

–Maestro Gabriel. ¿Qué debo hacer con un objeto tan avanzado?

–Leonardo, tú has sido elegido por el Arquitecto Universal para ser el guardián de nuestros secretos, pero los humanos sois débiles y tu salud ya flaquea. Vas a hacer lo siguiente. Sin que nadie sepa nada de que tienes el Grial, debes emprender un viaje a Francia, a la región de Amboise. Allí debes pedir audiencia con el rey Francisco I en privado, y decirle que entregue el artefacto a la familia que llevamos siglos protegiendo. Los descendientes vivos de Godofredo de Bouillón.

–Fascinante. A pesar de que soy ateo y hombre de ciencia. Dime. Si tú eres un ángel y estás aquí y ahora es que existes. ¿Es verdadera la historia de Jesús? ¿Cuál es la verdad absoluta?

–La verdad está más allá de tu alcance. Cien años podría estar explicándotela y aun así no la entenderías. Solo puedo decirte que el creador de la Orden, Godofredo de Bouillón, es descendiente del Hijo de Dios y María Magdalena. El resto es una larga historia que estaría más allá del alcance de tu entendimiento humano. Ahora ve, dile al rey de Francia que entregue el Grial a Emilio el maestro de cábala judío, abuelo del linaje que estamos protegiendo para que éste lo guarde, hasta el día en que su nieto Michel, tenga 18 años y se inicie en la Orden. Él es el iluminado.

–No lo entiendo. ¿Cómo que el iluminado?

–El elegido. Uno de los pocos que sabrá cómo sacar partido a los múltiples poderes del Grial, en cuanto su sangre, su Santa Sangre se enlace con él al tocarlo. Pues son a su vez descendientes vivos de Godofredo, y de Dios. Por eso los protegemos desde la dinastía Merovingia, porque son descendientes del linaje divino.

–Pues si esa es la verdad, Gabriel, cumpliré el mandato y lo llevaré ante el rey. Partiré mañana al amanecer.

Gabriel levantó la mano para irrumpirle.

–Y Leonardo… Cuídate de los Borgia, los guardias y el sistema, acaparan el poder porque hicieron un trato con demonios infernales. No hables con nadie que no sea el rey.

Así lo hizo. Cuando Gabriel salió de allí y volvió a la nave para informar a su padre, Leonardo hizo su equipaje aquella noche.

A la mañana siguiente, junto a su fiel discípulo Salai a quien legó todas sus posesiones, partió a Francia.

Unos meses más tarde, cuando llegó a la región de Amboise, pidió audiencia con el rey y éste, ya avisado por Gabriel en sueños, con el mismo método que lo fue Godofredo siglos antes, dejó sus asuntos para recibirle en privado en cuanto el mensajero de palacio le dijo que el maestro Da Vinci quería recibirle. Francisco, se encontraba en ese momento en una fiesta con la alta sociedad de Francia, miembros de la corte, músicos, comida y sirvientes. Pero cuando recibió la noticia, se levantó del trono para acercarse a él y le dijo:

–Leonardo Da Vinci. ¡Que honor tenerte entre nosotros! Por favor, toma asiento y disfruta de la fiesta.

Leonardo hizo un gesto de reverencia.

–Con el debido respeto Majestad, debo reunirme con vos en privado. Es un asunto urgente. Tenemos que hablar. Por cierto. ¿Qué se celebra?

El rey soltó una breve carcajada.

–Tú siempre tan trabajador. Relájate Leonardo, ahora estamos de fiesta, estoy celebrando mi victoria.

Leonardo le miró extrañado

–¿Victoria? ¿A que os referís Majestad?

–Se nota que acabas de llegar Leonardo. Me cuesta creer que en tu paso por la ciudad no hayas oído a los heraldos dando la noticia.

Leonardo se encogió de hombros.

–Vaya, bueno no te preocupes, tenemos tiempo para comer, beber y charlar, verás mi victoria ha sido sobre la batalla de Marignan. Estamos celebrando que ahora Milán está bajo mi control. Y ahora que estamos reunidos viejo amigo, quiero que tú y tu joven discípulo. Hagáis algo por mí.

Leonardo hizo un gesto a Salai y ambos se inclinaron en señal de reverencia.

–Puede contar con nosotros Majestad.

El rey dio una palmada y levantó los brazos para que todos los asistentes prestasen atención.

–¡Silencio! Yo, ahora además de rey de Francia señor de Milán, alzo mi copa en honor a mi recién llegado Primer pintor, Primer ingeniero y Primer Arquitecto. Leonardo Da Vinci. Aquí delante de todos. Te ofrezco estos títulos, una pensión de diez mil escudos y un salario de ingeniero para tu ayudante. ¿Aceptáis ser parte de la corte?

Los dos asintieron con la cabeza.

–Lo aceptamos. Será un honor.

–¡Pues no se hable más! Desde este momento, tú y tu ayudante trabajaréis para mí. ¡Que continúe la fiesta hasta que caiga la noche!

Tras un extenso aplauso que resonó en todo el palacio, Leonardo y su ayudante comieron, bebieron y descansaron hasta el anochecer. Cuando la fiesta acabó y ambos se instalaron en dos de las muchas habitaciones de invitados que tenía el vetusto y lujoso palacio, un lacayo llegó a la habitación de Leonardo y le dijo.

–Monsieur Da Vinci. Su Majestad ordena que vayáis a verle a su aposento de inmediato.

Leonardo asintió con la cabeza.

–Quedaos ahí, enseguida salgo.

El lacayo se quedó en la puerta y Leonardo buscó entre sus cosas el Grial para entregárselo. Cuando miró en sus maletas ordenadas, advirtió que el preciado tesoro no estaba, y que el maletón estaba abierto. Alguien lo había cogido. «Demonios. ¿Cómo le digo al rey que he perdido el Santo Grial? Bueno, improvisaré algo».

Preocupado, se levantó, salió de un sobresalto y siguió al joven lacayo, que portando un quinqué, le hizo de guía por los enormes y oscuros pasillos de palacio.

Cuando llegaron a la alcoba del rey, éste estando ya con su atuendo de dormir, se levantó de su cama y le hizo un gesto con la mano para que entrara.

Leonardo se acercó y el lacayo cerró la enorme puerta, quedándose fuera.

–Bueno, aquí estamos. ¿Qué era eso tan urgente que tenías que decirme?

–Majestad, disculpadme, yo… no sé cómo deciros esto pero…, el caso es que junto a mi fiel discípulo, emprendí este largo viaje desde Roma porque tenía un mensaje divino que daros.

Sin mediar palabra, y con una irónica sonrisa, Francisco se levantó del lateral de la cama y abrió un cajón de una pequeña mesa de noche, de donde sacó el Grial envuelto en el pañuelo.

–¿Era esto lo que querías entregarme, Leonardo? Un rey, debe saber sacar provecho de toda situación. Y yo, no soy menos. Ya fui avisado por «los que estuvieron antes», de tu llegada. Decidme, ¿Qué debo de hacer con algo tan legendario? Gabriel me dijo, que tú me informarías de ello. Mandé a mi lacayo cogerlo de tu maletón durante la fiesta. Una pequeña broma, pero se ve que te has asustado un poco.

–Majestad menos mal, me lleve un susto de muerte. Bueno, cuando yo lo vi. Gabriel me dijo que debéis entregarle el Cáliz, en una reunión secreta de la logia a Emilio, el abuelo hebreo experto en cábala, para que lo guarde hasta el día en que su nieto, un joven conocido como Michel de Notre Dame, cumpla dieciocho años y se inicie en la hermandad. Me dijo que él es el elegido del linaje Merovingio, que nosotros llevamos siglos protegiendo mi señor. También me dijo algo que vos debéis saber.

Asombrado, el rey miró a los ojos de Leonardo.

–¿Qué más te dijo el ente?

–Pues me dijo que mi salud flaqueaba, que se me acababa el tiempo y que el creador del Priorato de Sión, Godofredo de Bouillón, fue elegido por Yavhé y la Familia de la Luz porque tanto él, como el linaje Merovingio que estamos protegiendo, son descendientes de Jesucristo, y María Magdalena. Majestad, ahora que sabéis el mayor secreto de esta hermandad, quiero que a mi muerte, vos seáis quien sea el nuevo Gran Maestre de la orden. Y además, que cuando Michel se inicie sea su ascenso preparado, para que cuando vos faltéis, sea él, el nuevo Gran Maestre, y guardián de nuestros secretos. De la sangre real, y del Grial. Gabriel me dijo que Michel, será capaz de utilizar el poder oculto de este artilugio. Ni siquiera a mí, me enseñaron cómo utilizarlo. Solo sé que brilla al levantarlo con ambas manos. Nada más.

Impresionado por lo que estaba oyendo, el rey retiró el pañuelo a la reliquia y tras observar las extrañas inscripciones de los laterales lo levantó con ambas manos y cuando observó el brillo y la magia que lo rodeaba solo dijo.

–¡Sí! Puedo sentir su poder. Este es sin duda el Grial del Rey de Reyes y Señor de Señores. Leonardo, somos afortunados e iluminados por conocer el secreto mejor guardado de la historia. Haré lo que me has dicho, reuniré a los altos miembros del Priorato, y allí entregaré el Grial a Emilio el cabalista para que lo examine. Pero como Gran Maestre que eres, quiero que estés en la reunión de la entrega. Serás tú quien se lo entregue.

–Bien Majestad. Guardadlo vos. Yo voy a dormir y mañana, me hablaréis del encargo que tienes para mí y mi discípulo.

El rey asintió con la cabeza.

–Bien Leonardo.

Con ayuda del joven lacayo, Leonardo regresó a su alcoba.

El campo de visión de Jack cambió de nuevo y la voz de Samael volvía a sonar con mucho eco entre la eterna oscuridad multidimensional.

–Te acabo de mostrar la verdad. Ahora, debes despertar. Busca la Semilla, detén a los asesinos de tu mejor amigo de la infancia, y sé el nuevo Gran Maestre, de los Guardianes del Shambala, que es el nuevo nombre, de la Orden del Priorato de Sión.

–Espera Samael, has olvidado un importante detalle. ¿Qué pasó con la Semilla? ¿Dónde la escondió Michel de Notredame, mi antepasado del renacimiento?

–Eso es algo que deberás averiguar tú mismo. Solo podemos ofrecerte un mensajero, un emisario, que va a resultar tu ángel de la guarda. Jean Paul. Solo será salvo en la luz si no fracasas en tu misión. Puesto que vendió su alma al lado oscuro. Debe enmendar su error, y de tu propio triunfo, depende el suyo. Su destino y el futuro de la humanidad, depende de ti. Suerte, elegido.

Samael tocó su mano y cuando Jack notó un frío cosquilleo que paralizó todo su cuerpo despertó tras una violenta convulsión que hizo rebotar. El viaje astral, había terminado.

El secreto de Nostradamus
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