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Con la visión borrosa, confuso y preguntándose como llegó hasta allí, Jack despertó con un fuerte dolor de cabeza que iba y venía a modo de insoportables punzadas. Aquella molesta sensación, era como si sus sesos fuesen violentamente martilleados con fuerza. Aparte, un ligero y a todas luces molesto zumbido en los oídos y un malestar que recorría todo su cuerpo a modo de violentos calambres, le tenían paralizado. No podía pensar ni actuar, estaba totalmente bloqueado. Le fastidiaba todo y en definitiva, se sentía muy mal en aquel momento.
Antes de poder mirar a su alrededor, abrió los ojos con fuerza en un intento de espabilarse, pero lo único que consiguió fue que la cegadora, resplandeciente y primaveral luz solar que, a pesar de la temprana hora ya entraba con fuerza por la enorme ventana corrediza de la vetusta habitación, le molestara la vista aún más haciéndole cerrar los ojos. Intentó relajarse. Con los ojos cerrados y el malestar que en aquel instante dominaba todo su organismo, Jack intentó dormir un poco más con la esperanza de que aquel dolor se cortase más tarde, cuando volviese a despertar. Esta vez se concentró. Consiguió utilizando la profunda meditación, la cual el practicaba tiempo atrás junto a las artes marciales, serenarse. Comenzó a respirar lenta y profundamente y, conforme se concentraba, aquello comenzó a amainar poco a poco, las punzadas de la cabeza comenzaron a ser algo más suaves, los calambres dejaron de ser tan violentos y el molesto zumbido en los oídos desapareció. A ciencia cierta, Jack en aquel instante, no sabría exactamente determinar si el dolor iba menguando debido a aquella técnica de meditación profunda, al efecto de los fuertes sedantes, a algún poder divino y protector o a la mezcla de todo ello a la vez. Y es que hay cosas en esta vida, que nunca se podrán explicar.
Siguió tranquilizándose. Aquella desazón siguió amainando poco a poco y justo en el momento en el que iba a quedarse dormido, oyó el sonido de la puerta de la habitación abrirse. A pesar de que eso interrumpió la meditación que supuestamente iba reduciendo el malestar de su cuerpo, su organismo era joven y estaba sano, por lo que curaba deprisa. Esos factores, hicieron que aquello se mantuviese reducido y estático, desde el momento en que la blanca puerta de metal se abrió, por lo que ya estaba lo bastante estable como para ser interrogado. Aquella doctora que criticó a Petit, no se equivocó.
Sintiéndose mejorado, Jack miró hacia la puerta y vio entrar a la exuberante Inspectora Márquez, con su esbelto cuerpo latino y su bellísima piel morena. Se quedó maravillado y pensó por un segundo que estaba en el paraíso. «Eso si que es un ángel bello y no el fantasmón que me habló en el Pub Bandalus». Pensó mientras su vista poco a poco recuperaba la total compostura.
Márquez se sentó en una de las dos sillas. La enfermera que les acompañó a ella y a su compañero hasta la puerta de la habitación comentándole que Jack tuvo algunos delirios durante la noche, salió para seguir con su trabajo y cuando Jack giró la vista siguiendo a Márquez hasta la silla, que estaba a su otro lado, entre su cama y la ventana corrediza, vio a Petit entrar con cara de pocos amigos y se asustó, dando un pequeño sobresalto. Su rostro serio, el cual encogió los ojos por un segundo mimetizando casualmente a la perfección el gesto de aquel cruel sicario justo antes de que huyera, le hizo recordarlo en flash por un segundo, haciéndole dar otro sobresalto, algo más fuerte que el anterior.
Márquez lo notó. Juzgó la reacción de Jack y se dio cuenta de que no debían alterarle ni asustarle lo más mínimo, por lo que le hizo con la mirada una señal a su compañero. Éste sin rechistar, captó al instante el mensaje de la seria mirada de su compañera y salió de la habitación. Se sentó fuera, en los incómodos asientos de plástico que en ese momento yacían solitarios en el pasillo.
Márquez le miró unos segundos. Pensó que parecía buen chico y su juicio, su aguda intuición y su amplia experiencia de trato con chulos, delincuentes y camellos de toda la ciudad, le decían que estaba harto difícil que él, aquel chico que le miraba a los ojos con mirada perdida y tenue sonrisa, tendido y herido en aquella cama…, fuera el asesino de aquel muchacho, a pesar de que las pruebas encontradas en el lugar del crimen apuntaran al sentido contrario.
Jack siguió pensando que la chica que se sentó era muy bella, pero aún seguía preguntándose como llegó hasta ahí. Hizo un gesto alzando ligeramente la mirada, marcando una ligera sonrisa y ella, tras ponerle la mano en la frente le dijo:
–¿Cómo te encuentras, muchacho?
–He estado mejor. –Respondió manteniendo su leve sonrisa–. Mi nombre es Jack. ¿Cuál es el tuyo y cómo he llegado hasta aquí? –inquirió el joven algo confuso.
Para ganarse su confianza, Lady no le dijo de golpe quien era en realidad, así que decidió persuadirle en principio sin presionarle demasiado, ya que no acababa de tragarse que tuviera ante sus ojos a un asesino, herido por su víctima la cual intentó defenderse de su mortal agresión.
–Mi nombre es Lady. Simplemente te vi así y me paré a verte.
Jack no acababa de creérselo, le echó una mirada pícara levantando una ceja y le dijo:
–No bromees. Una chica como tú, ¿por qué iba a querer verme? Vamos, dime de una vez quien eres, qué haces aquí y sobre todo cómo llegué hasta aquí. –Exigió Jack borrando su sonrisa y poniendo un semblante más serio.
Lady, siguió con su trama y su inocente sonrisa tratando de ocultar su auténtica intención y tras contarle a Jack la treta de que su abuela materna estaba ingresada en la planta de arriba y que vino a curiosear porque en el hospital oyó casualmente la conversación entre dos enfermeras, diciendo que un chico muy guapo estaba justo en la habitación situada justo debajo de donde estaba ella, y que fue encontrado malherido e inconsciente junto a un cadáver vino a curiosear.
Jack no se lo tragaba, pero puesto que a pesar de la agudeza de ella, él era aún más audaz e inteligente, fingió creerla y le siguió el juego para ver si realmente podía sacarle quien era en realidad. Para ver si ella bajaba la guardia en algún momento y se delataba sola, sin darse cuenta, de modo que le dijo que vale, y le volvió a mirar. Ella, que también era inteligente, dudaba de que tan rápido bajase la guardia, así que ambos desconfiaban el uno del otro. Aquella situación era un crisol de ironía, que en ese momento, no se sabe cómo acabaría. Siguieron hablando relajados y mirándose raramente ya que ambos desconfiaban entre sí, y la conversación siguió:
–Bueno Jack, veo que a pesar de que llevamos un buen rato hablando aquí, eres un chico desconfiado eh, dime. ¿Qué recuerdas exactamente de anoche? –inquirió Márquez mirándole a los ojos.
–Pues verás…, aún estoy dolorido y no recuerdo muy bien, no sé por dónde empezar.
–Jack, relájate –dijo poniéndole la mano en la frente–. Se ve que has sufrido mucho querido. Dime, qué te ocurrió. Empieza…, por el principio, pero no te bloquees, solo relájate e intenta recordar.
–Pues…, –Jack suspiró hondo al ver que la mirada de ella cambió de nuevo al decirle que no se bloquee y leyó en sus ojos. Detectó en aquel momento que la lástima que sentía de verle tumbado y herido en aquella gran cama de hospital era bastante sincera, o al menos lo parecía. Y Jack no solía equivocarse al leer miradas, tenía un don para eso llamado «ladrón de almas» que no solía fallar. Siempre confió mucho en su aguda y locuaz intuición y aquella mañana soleada, solo le dijo que fuese quien fuese aquella morenaza que vino a verle, tenía una intención justa a pesar de ocultar su verdadera intención, de seguro que casi, tendría una buena razón para ello–. Verás, ayer fue un día de lo más extraño. Todo comenzó cuando salí de la universidad, de la entrega de títulos, y me dieron el mío con matrícula de honor.
–¿Universidad? –interrumpió Márquez haciéndose la impresionada–. No sabía eso… ¿Qué título sacaste?
–Soy arqueólogo. Siempre me gustó todo lo relacionado con las civilizaciones antiguas. Y puesto que era lo que más me gustaba, decidí estudiarlo. Bueno, como te iba contando…, yo salí del acto de entrega de los títulos de la universidad, junto a mi mejor amigo, que también recibió conmigo su título. El resto son flashes, recuerdos a trozos no se, aún estoy algo confuso. Por eso te pregunté cómo llegué hasta aquí, desperté asustado, dolorido y confuso.
«A lo peor ese amigo es el cadáver, bueno, lo dejaré que siga hablando». Pensó callada mientras se llevó en un acto reflejo la mano derecha a su boca entreabierta y a su nariz algo achatada.
–Sí. –Interrumpió Márquez a la vez que en su pensamiento anotaba lo que él iba diciendo–. Verás ese mejor amigo tuyo, ¿puede ser el muerto del que hablaban aquellas dos enfermeras? –inquirió Márquez pícaramente levantando una ceja y esperando alguna reacción extraña.
La mirada de Jack cambió. Aquellas palabras habían estimulado un punto sensible de sus violentos y traumáticos recuerdos. Él realmente recordaba más de lo que le estaba diciendo a ella, ya que a pesar de que su intuición le decía que ella no era mala, aun así, desconfiaba. Aquel estímulo, aquellas palabras que referían a su mejor amigo como «el muerto del que hablaban aquellas dos enfermeras», le sentaron tan mal como una patada en la entrepierna, y a la vez le hicieron tener otro flash, el cual duró unos segundos. Esta vez, recordó como su amigo le dio aquel vetusto anillo de oro macizo y eso le enfadó mucho. De modo que, ya exaltado y furioso, hizo añicos el jarrón que había en la mesita de noche que estaba a su derecha de un golpe con el antebrazo, abandonó su coartada y decidió por la fuerza decirle la verdad entre dientes:
–Oye, ¡Que sea la última jodida vez que te diriges hacia mi mejor amigo como el muerto del que hablaron las dos malditas enfermeras vale! Y déjate de zarandajas. ¿Eres policía o algo así verdad? Deja a un lado las gilipolleces porque lo estoy pasando muy mal. Mi mejor amigo ha muerto por mi culpa así que déjate de historias, ¿quieres?
Bajo una mirada de vidrio, Márquez se quedó helada y sin saber como continuar, borró la sonrisa de su cara y dijo:
–Está bien, Jack. No soy policía común exactamente. Mi nombre es Lady Marlene Márquez y soy inspectora de homicidios de la DCPJ. Verás, la realidad es que el hombre que entró antes en la habitación, el cual te hizo dar un sobresalto su fría mirada es mi compañero. Vas a estar vigilado hasta que te recuperes y declares.
–Significa eso que estoy… ¿Detenido?
–No. –Replicó la inspectora con serio semblante–. Pero por lo que sabemos hasta el momento, eres el principal sospechoso. Verás, no estoy autorizada a decírtelo, y normalmente no suelo saltarme jamás las normas ni los códices de mi trabajo, pero por tus reacciones, algo me dice que tú no mataste a aquel chico así que haré una excepción. Jack, estás muy jodido. Cuando te encontraron tenías el cadáver de tu supuesto mejor amigo encima, tenías el arma homicida en la mano, hay un supuesto testimonio de un testigo ocular que te vio peleando con tu supuesta víctima, y las pruebas van en contra tuya. Si realmente eres inocente, no tendrás mucho tiempo para demostrármelo. Venga, dime todo lo que recuerdas, pues al decirte esto, me estoy jugando el puesto guapito.
–Bravo –respondió Jack mirándola irónicamente, sacando a relucir que aún seguía enfadado–. ¿Lo has deducido tú solita?
–Intuición femenina… –respondió cruzando los brazos y levantando la ceja de nuevo–. Recuerda, delante de mis compañeros hazte el dormido o que no sabes nada.
Pese a las bravatas, ambos al final se cayeron bien, decidieron colaborar y Jack, tras contarle a ella que vio una extraña limusina con demonios que emergieron de ella, luego que estuvo en el Pub Bandalus, que volvió a su urbanización porque tuvo un presentimiento en el cual supo que su mejor amigo estaba en peligro, que había una tercera persona allí que asesinó a su amigo ante él y que aquel hombre causó sus heridas y huyó de la escena del crimen, ella se sentía confusa. No sabía si Jack se drogó en aquel pub, si realmente estaba loco y deliraba, o si por el contrario, el joven estaba diciendo la verdad. Lo único que en aquel momento le rondaba la cabeza, es que decidió pararse a investigarlo, de modo que tomó nota de todo en su Smartphone y luego, miró a Jack desconcertada.
–Bueno Jack, antes de que me vaya a investigar el asunto a fondo, y a analizar minuciosamente las pruebas, dime. ¿Tienes algo que pueda probar tu inocencia?
Jack se quedó en blanco. A su torturada mente por la reciente presión recibida le llegó de nuevo la escena del anillo y tras levantar su pulgar derecho la miró y le dijo:
–Aún puedo hacer un último truco.
–¿Un último truco? –dijo Márquez muy sorprendida.
–Sí –dijo Jack esbozando una sonrisa– mira en el bolsillo izquierdo del estropeado traje que llevaba, allí verás la única pista que hay, aparte del arma del crimen.
Ella lo anotó para ver si era verdad y puesto que al fondo ya oía los sollozos la madre de Jack, que venía alterada porque acababa de ser avisada por el equipo médico junto a su padre que trataba de decirle a ella que se calmase, se despidió de él y fue a investigar las pruebas tras cruzarse con ellos por el pasillo. Petit estaba fuera hablando por su móvil y tras colgar la miró.
–Compañera, nos han llamado del laboratorio. Hay novedades sobre las pruebas.