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Tras pulular casi veinticuatro horas seguidas por el Barrio Latino de París, preguntando a la gente, e investigando como si de dos agentes de la policía secreta se trataran, Laplace y Snake estaban en el interior de un Mercedes Benz negro donde hablaban para evitar el inevitable sueño pesado y el agotamiento que aquello conllevaba. Su extensa búsqueda, después de haber preguntado en bares, negocios, y a viandantes que pululaban por las ancianas calles del casco antiguo, les llevó a la puerta del bloque donde Márquez vivía con su mejor amiga.
El cansancio era sublime. La reflectante luz de la mañana ya molestaba los ojos de ambos, y cuando iban a darse por vencidos y regresar uno a casa con su mujer y el otro a la lujosa suite del Du Louvre, ocurrió el tan ansiado milagro de la aparición de sus objetivos. Los siguieron en coche. Esperaron a que llegaran al discreto Smart de Márquez, que se encontraba estacionado calle abajo y les siguieron a lo lejos desde el Mercedes, que aunque era propiedad de Snake, éste se sintió cansado, y pidió a Laplace que condujese, así que era él, quien estaba al volante. Llegaron a la carretera. El discreto Smart negro comenzó a acelerar y ellos también pero siempre procurando que sus objetivos no se percataran, cuando a Laplace le invade una sensación de euforia. A su modo de ver, la situación parecía sacada de una de esas violentas películas de acción que invadieron toda su infancia. Snake seguía sin quitar ojo al Smart de Márquez y a Laplace le sonó el móvil. Era Dragonetti.
–¿Sí?
–Laplace. No me has llamado desde que ayer saliste de la mansión para quedar con mi «amigo» Snake. Infórmame. ¿Va todo bien?
–Claro Maestro. Estamos ahora mismo por la Rue de Rívoli y parece como si nos dirigiésemos a la universidad de París. Parece ser que nuestro amiguito se ha ido recuperando de las heridas de la pelea, y a juzgar por cómo iba con la chica, parece ser que van a averiguar algo.
–Bien Laplace, mantenme informado de todo. Pero recuerda, que no debemos de atacar a nuestro amiguito. Según nuestros cálculos, si les seguimos nos llevará hasta lo que queremos. Luego podremos acabar con él. Limpiamente, como llevamos haciendo desde antaño. Mantenme informado y llámame en cuanto sepas algo. Yo estaré en la mansión.
–Bien. Le enviare una foto de la calle donde ellos paren, para que usted sepa que están ahí.
–Estoy ansioso. En cuanto reciba la imagen te llamo.
Laplace colgó el teléfono emocionado y durante media hora estuvieron siguiéndolos hasta que el Smart tomó la salía del distrito conocido como Ìle de la Cite. Jack tuvo un presentimiento y al entrar en lo que parecía ser un polígono industrial hizo a Márquez una señal para que se detuviera por un segundo. Tenía el augurio de que les iban siguiendo.
–¿Qué ocurre Jack? ¿No recuerdas bien el camino?
–Shhh. Tal vez sea el trauma, pero creo que un coche nos viene siguiendo desde hace rato por la carretera ancha. Es un coche negro.
Lady no sabía que pensar.
–Bien pues nos paramos aquí y si salen de la misma entrada saldremos corriendo.
Jack miró el retrovisor central tras hacer que apunte justo a la salida y esbozó una sonrisa al ver el coche en el que ambos criminales iban salir de la autovía.
–Cuando conoces las necesidades de tu enemigo, sabes de lo que es capaz. Pero no salgas corriendo o se percatarán de que notamos su presencia.
–De acuerdo, daremos varias vueltas por aquí. Como si no nos hubiéramos coscado de nada y si tras callejear un buen rato, seguimos viendo el coche a lo lejos, haré que los paren y entonces iremos a ver a Monsieur Richelieu. ¿De acuerdo? Sabremos que ocultan estos cabrones.
Jack asintió con la cabeza. Recorrieron el enorme distrito callejeando y parándose en semáforos y el Mercedes a cada rato aparecía ahí. Snake comenzó a sospechar algo.
–Socio. ¿Te das cuenta de que llevamos callejeando un buen rato y hemos pasado como dos veces por la misma zona? Creo que están sospechando algo, no te parece?
–Sí. Puede ser, ese maldito Jack es muy astuto, sabes tío, yo ya me peleé con él en una ocasión.
–Oh vaya, suena interesante, ¿Qué pasó?
–Pues nos pegamos a medias, yo gané de chiripa, pero es jodidamente bueno. Debemos estar alerta. Mejor deberíamos de irnos.
–Espera –interrumpió Snake–. Quizá estén buscando alguna dirección en concreto.
Siguieron por otra zona del distrito y al haber visto que es real que el coche les seguía Lady agarró su móvil y llamó a su compañero Petit desde su Smartphone conectado al sistema bluetooth de su pequeño vehículo. Este descolgó al instante.
–Petit, ¿dónde estás ahora?
–¡Lady menuda jeta tienes! ¿Cómo se te ocurre estar dos días sin llamarme siquiera eh? ¿Y más investigando un caso de homicidio? No te llamé porque tenía la esperanza de que lo hicieras antes. Además he estado patrullando estos días, en fin pocas novedades.
–Ahora no tengo tiempo para chorradas, Petit. Escúchame, ¿dónde estás ahora?
–Pues yo estoy ahora repostando con un compañero en un coche oficial, en una gasolinera del Ìle de la Cite. ¿Qué ocurre?
–Necesito que de inmediato detengas a un Mercedes Benz negro que circula por esa zona. Van dos tipos en él. Solo debes pararlos y no detenerlos veas lo que veas ¿de acuerdo? Me están siguiendo. Ahora no puedo explicártelo, estoy en una investigación. Están a la altura de la catedral de Notre Dame. Pídeles la documentación y haz algo que les lleve un buen rato. Tienes que ayudarme somos compañeros, si no lo haces por eso hazlo…, por lo que fuimos en un ayer lejano. Adiós.
–Espera espe…
Colgó el teléfono. El joven empleado de la gasolinera colgó la manguera tras acabar de repostar y Petit, tras hacerle una señal a su compañero de que había que salir corriendo de ahí le soltó un billete de 100 euros y le dijo que se quedara el cambio.
Salió racheando de allí y tras cruzar varias calles antiguas y anchas como avenidas vio el coche de su compañera cruzar ante sus ojos. Se quedó en la esquina unos segundos para tratar de divisar a escondidas los supuestos perseguidores y tras ver el vistoso Mercedes negro con aquellos dos tipos puso la alarma en el lateral y los persiguió.
Snake oyó la alarma y se puso nervioso.
–¡Mierda Laplace, la pasma la pasma! Acelera joder, no te pares.
–Vale, pero perderemos a los objetivos.
–¡A la mierda los objetivos. Acelera y trata de escapar!
Acostumbrado a conducir motos de enorme cilindrada y limusinas que a decir verdad ocupaban media calle, Laplace asintió con la cabeza y tras un violento acelerón que hizo sufrir a los vetustos neumáticos traseros contra la dañada y vieja carretera de gravilla, dejó de perseguir a Jack y a Lady para centrarse en el escapismo de la tensa situación. Pensó por un momento que no debe comprometer jamás a la Hermandad y tras callejear delante de la mística Notre Dame girando noventa grados frente a unos turistas españoles que iban contemplando las enormes torres de la enmudecida catedral, se metió en una calle ancha a contra mano para desviar a Petit. Éste trató de seguirle el ritmo, pero Laplace, tras cruzar varias bocacalles arriesgando su propia vida y la de su nuevo amigo, se cruzó delante de un tráiler girando de nuevo noventa grados tirando del freno de mano por un momento. El coche de Petit le pisaba los talones, esquivó con gran precisión todos los obstáculos pero cuando Snake reaccionó, abrió la guantera del lujoso vehículo y sacó una pistola de 9 milímetros.
–¡Ya no aguanto más a este capullo! –Gritó mientras bajaba la ventanilla. –Iros al infierno malditos polis.
Snake disparó contra el coche y casualmente una de las balas impactó sobre el neumático delantero derecho, que debido a la inercia de la velocidad reventó al instante haciendo al coche dar agresivas vueltas de campana, destrozándose en el acto y quedando boca abajo. Los criminales consiguieron escapar.
Malherido, Petit miró a su lado y vio a su compañero inconsciente con toda la cabeza ensangrentada. El airbag tuvo un fallo mecánico y su cabeza impactó violentamente con el parabrisas. Haciendo un sobrehumano esfuerzo, él arrastró el cuerpo de su amigo hacia su puerta, que quedó arrancada y lo empujó como pudo. Lo sacó a rastras del deformado habitáculo y cuando llegó a una de las aceras ayudado por algunos valientes viandantes que se acercaron corriendo al lugar del violento accidente el coche explotó en mil pedazos, Petit se quedó inconsciente en el suelo ya que tenía una profunda herida en el brazo izquierdo, chorreando de sangre roja y brillante. La ambulancia no tardó en venir y ambos policías acabaron en el hospital.