18
Jack botó de la cama. Despertó en una enorme habitación de la casa de su maestro, contigua a la de los símbolos donde lo durmieron. Nervioso, y con una fuerte sensación de hambre, bajó la escalera a grandes zancadas y encontró a su maestro, a sus padres a la experta en cábala y a algunos más en el salón de la casa. Todos ellos estaban esperando su despertar del trance.
Su profesor se acercó. Su madre le dio un abrazo y le dijo.
–Hijo, ¿ya has acabado de verlo todo? Tú eres el séptimo descendiente de Nostradamus. Eres el elegido para detener a los siervos de Enki. No hemos podido decírtelo antes.
–Estoy confuso. Decidme, ¿Qué tiempo he estado viajando por el cosmos? ¿Dónde está la inspectora Márquez?
El maestro se acercó y dijo:
–Márquez se fue al hospital y a trabajar. Recibió una llamada urgente, por lo visto hubo un accidente donde un compañero suyo murió en la explosión de un coche y otro estaba hospitalizado. Nos dijo que en cuanto te sintieses capaz, fueras a su piso, en el Barrio Latino, para seguir con la investigación del caso. Llevas así dos días y medio.
En aquel instante, se acordó de la persecución de aquellos hombres y relacionó a los sicarios con la mortal explosión.
–¡Rápido, que alguien me deje un vehículo, debo ir allí ya, Lady está es peligro!
El maestro le prestó las llaves de un discreto Renault negro.
–¡Coge el mío, está aparcado al lado del jardín! Buena suerte Jack.
–¡Gracias!
Apresurado, hambriento y sin comer nada, Jack condujo directamente al hospital nervioso, preocupado y saltándose todas las reglas tanto humanas como divinas. Llegó al enorme garaje, aparcó y se fijó: Resulta que justo al lado del discreto Smart de Lady estaba aparcado el Mercedes Benz negro de aquellos sicarios. Tenía que darse prisa, pues el hecho de que el coche de los sicarios estuviera allí solo podría significar una cosa: Lady estaba en peligro.
Llegó a recepción corriendo alterado. La rechoncha muchacha que estaba tras el mostrador vestida de negro iba a decir algo, pero Jack se le adelantó:
–Disculpe, ¿el policía herido en la explosión de un coche, dónde está? –Inquirió preso de sus nervios.
–Pues verá está al fondo y a la derecha, en vigilancia intensiva, presenta quemaduras graves y dos doctores acaban de ir para examinarle…
–¡Gracias! –Interrumpió mientras salió corriendo.
La chica se quedó sin saber qué decir y pasó del tema pensando que era un familiar del paciente. Jack, como alma que lleva el diablo, llegó corriendo a la enorme sala de vigilancia intensiva y allí vio a Lady de pie, junto a Laplace y Snake vestidos de médicos justo cuando éste le estaba inyectando un veneno mortal a través de la vía que tenía en su brazo izquierdo. Jack reconoció al asesino de su mejor amigo.
–¡Tu! –Gritó a la vez que agarró a Laplace–. Tú mataste a mi mejor amigo, maldito hijo de puta.
Mientras forcejeaban violentamente, Lady sacó un arma del bolsillo de su gabardina y apuntó a la cabeza de Snake.
–¡Suelta esa jeringa o le vuelo la cabeza a tu amigo! Ahora estáis detenidos por homicidio e intento de asesinato de un agente de la DCPJ. Andando.
Mientras Lady agarró a Snake, Laplace soltó la jeringuilla y levantó las manos permitiendo que Jack le luxe un brazo en señal de que se rendía…, pero solo era una estrategia. Los cuatro salieron de vigilancia intensiva, y anduvieron hasta el garaje. Por la estrecha escalera interior. A medida que se acercaban a la pared de hormigón del fondo, donde estaban aparcados los vehículos, Laplace le dijo a Jack:
–No podrás salvarle.
Jack se paró y le dobló el brazo con más fuerza
–¿Qué has dicho? –Inquirió Jack entre dientes.
–Pues que antes de que me detuvieras, me dio tiempo de cumplir el encargo. Inyecté parte del arsénico en la vía del policía. A estas horas debe de estar sufriendo un paro cardíaco. Prometí al maestro que cumpliría mi cometido.
–¡Nooooo!
En aquel instante, Laplace emitió una risa diabólica y se transformó a su forma reptil: sus córneas se volvieron amarillas con pupilas verticales y oscuras, su fuerza y su velocidad se multiplicaron por diez y con eso consiguió zafarse, propinando una fuerte patada que empujó a su adversario varios metros atrás.
Lady soltó a Snake y giró su arma hacia Laplace pero cuando vio sus amarillos «ojos de dragón», se quedó paralizada por un momento ya que en su mente recordó la misma mirada que el asesino de sus padres. Snake aprovechó la ocasión y le propinó un puñetazo tirándola al suelo. Laplace volvió a su forma humana a la vez que un cosquilleo frío recorrió su cuerpo, que en realidad no era más que su propia sangre. Pues debido a su nuevo ADN, al cambiar a su forma reptil, su sangre bajaba de temperatura, y volvía a subir al volver a su forma humana.
Lady cayó boca abajo en el suelo. Jack, aún paralizado, intentaba levantarse pero, el fuerte dolor en el abdomen provocado por la brutal patada se lo impedía. Los dos sicarios subieron al Mercedes y salieron racheando intentando atropellar a Jack, que a pesar de estar dolorido pudo girarse a un lado y esquivarlo de milagro. Ella disparó varias veces y una de las balas reventó el cristal del portón, cosa que no impidió que los asesinos escaparan. Luego, tras bajar su arma, anduvo tambaleándose hasta Jack, cayó de rodillas en el suelo y comenzó a llorar con un fuerte llanto soltando su arma reglamentaria en el suelo. Jack, ayudándose con los brazos, la abrazó y la calmó siseándole al oído.
Unos minutos más tarde, llorando sobre su hombro, ella comenzó a balbucearle al oído.
–Los ojos del dragón, la misma mirada.., ojos del dragón…, ojos del dragón.
Jack no alcanzaba a entender como una agente de la DCPJ que se veía a todas luces una mujer sana, fuerte e independiente, acostumbrada a ver casi de todo debido a su impactante trabajo, podría llorar de rodillas como una niña demente y traumatizada, repitiendo esa frase.
Para hacerla reaccionar él la levantó volvió a abrazarla con mucho mimo y comenzó a susurrarle al oído.
–Cálmate Lady, ya pasó, tú…, tu eres una agente fuerte y valiente y no dejaré que te hagan daño, si lo intentan, tendrán que matarnos a los dos. Y ahora suéltalo. –Jack elevó las manos de su aún dolorido abdomen y las puso en su aniñado y moreno rostro, a la vez que clavó sus penetrantes ojos azules, en los llorosos e inocentes ojos de ella–. Suéltalo todo.
Ella puso la cabeza sobre su hombro y volvió a gritar y a llorar con un sollozo violento. Unos segundos más tarde, trató de respirar hondo varias veces, se calmó un poco y cuando él comenzó a limpiarle las lágrimas de su moreno y angelical rostro, con sus manos, ella comenzó a razonar y a expresar lo que sentía:
–Jack, debemos subir a ver a mi compañero, si vamos a llegar al fondo de la investigación, si vamos a confiar el uno en el otro, no debemos de tener secretos entre nosotros. Verás mi mente ha recordado que aquellos ojos de dragón aquella demoníaca mirada, era la misma que… la del asesino de mis padres. Sean lo que sean esos seres, no son de este mundo. Debemos parar a esos demonios, y lo haremos juntos Jack. A estas alturas ambos sabemos que no son gilipolleces. Pero estamos solos, pues no dejan huella, nadie creerá que existen.
Al verla repuesta, Jack dio un paso atrás y tras cruzar sus brazos dijo:
–Te equivocas. No estamos solos.
Lady no se lo tragaba.
–Demonios Jack. ¿Y quién demonios crees que va a creernos mis compañeros de comisaría?
–No. Verás, voy a contarte la verdad, pero te parecerá una locura. Desde pequeño veo a entes angelicales que me siguen. Cuando me durmieron en la casa de mi maestro, utilizando el poder de la cábala que es un portal multidimensional, tuve un viaje astral y me habló el arcángel Samael. Apareció a mi lado y me mostró una serie de verdades.
–Joder, esto es de locos… Explícate Jack. ¿Qué verdades?
–Es una larga historia. Al parecer soy pieza clave en una guerra milenaria. Pero no entiendo muy bien por qué. Vamos, debemos ver a tu compañero. Es posible que aun siga vivo.
Lady asintió con la cabeza y ambos subieron de nuevo al hospital. Subieron por la escalera interior y cuando se acercaban a la sala de vigilancia intensiva pudieron observar a Petit rodeado de médicos nerviosos que trataban de reanimarlo con un desfibrilador. A juzgar por la posición del cuerpo, la rígida expresión y palidez de su rostro, casi podía presentirse que no lo conseguiría, y también que tuvo fuertes convulsiones momentos antes, mientras luchó por su vida.
Lady trató de acercarse más, y cuando llegó a la puerta observó a los médicos tapar su cabeza con la sábana y apagar la máquina. Jack se acercó a preguntar y los médicos le dijeron que ha muerto tras unas violentas convulsiones.
Salió de la sala. La miró serio y negó con la cabeza, en un claro mensaje de que él había muerto. Lady, a pesar de ser fuerte, simplemente abrazó a Jack y desesperada, le balbuceó en el oído que Petit fue su expareja y que se sentía sola porque aun lo amaba. Él la cogió de los hombros, y tras mirar sus brillantes y oscuros ojos cogió con suavidad sus manos y le susurró.
–Lady, no estás sola mientras yo viva. Yo…
Una extraña y cálida sensación se apoderó de ambos, y casi por arte de magia, el miedo y la tensión desaparecieron en el momento en que los sensuales labios de Lady chocaron apasionadamente la boca de Jack, interrumpiendo lo que iba a decir. Aquello desembocó en un apasionado beso con lengua que duró casi un minuto, entre el cual hacían pequeñas paradas, susurrando te amo.
Luego, algo más repuestos, fueron en el discreto Smart a la comisaría central para dar parte de lo sucedido, y archivar el caso de los dos policías muertos como: Asesinados en acto de servicio.
Lady, por un lado, declaró que dos hombres les persiguieron, debido a que Jack vio el asesinato de Jean Paul, nombrando a Jack como un testigo protegido, en lugar de un sospechoso. Jack, aparte, declaró durante horas que reconoció que uno de ellos era el asesino de su mejor amigo, y que no entiende porqué le mataron. Los dos ocultaron información a la policía de París. Ninguno de ellos habló de la Hermandad de Babilonia, ni de la daga, ni del anillo. Solo se dio la orden de búsqueda de los dos hombres. Snake tenía antecedentes, pero de Laplace solo se dio la descripción.
Tras declarar durante horas salieron de allí cansados. Volvieron al Barrio Latino y cuando llegaron al apartamento, solo estaban las gatas y había una nota en la mesa del salón.
«Lady, no voy a volver hasta mañana, porque esta noche me voy al cine con mi chico y duermo en su casa, cambia la tierra y cuida de mis niñas, firmado Yuthisa».
–Genial. Jack ¿te importaría cambiar la tierra a las gatas? Es que yo estoy cansada y voy a darme una ducha.
Jack asintió con la cabeza y se puso a ello. Ella, se fue a su habitación a soltar la gabardina y el arma reglamentaria y tras coger una cómoda camiseta larga, un tanga limpio y un pantalón corto que utilizaba a modo de pijama se dio un relajante baño con hidromasaje, y gel aromático que duró casi una hora.
Luego despertó relajada, ya que se quedó dormida del cansancio que tenía y en cuanto salió del baño se secó con la toalla, se puso una bata rosa y al mirarse en el espejo del baño se dio cuenta de que debido al cruel puñetazo que le propinó aquel cabrón que tenía la serpiente tatuada, tenía el pómulo hinchado con un moratón.
–Malditos cabrones… pero ahora voy a ser feliz. –Susurró en voz baja mientras se puso una toalla en la cabeza a modo de turbante.
Salió del baño. Jack se encontraba en el salón comiendo unos donuts que cogió de la nevera tras haber atendido a las gatas tal y como ella le dijo y estaba en el sofá casi dormido. Lady, por su parte, algo más relajada después del baño, comió los tres donuts que Jack dejó en la caja y tras sentirse algo mejor se colocó frente a él solo con la bata. Acarició su cara y le despertó con un beso apasionado. Él reaccionó besando su cuello y metiéndole mano.
Excitadísimos, ambos comenzaron a arder en las llamas de la pasión, pues al unísono que ella dejó caer su bata sobre el sofá, desnudando su moreno y escultural cuerpo latino, él comenzó a ser dominado por una dolorosa erección que abultaba sus pantalones. Aquello caldeó el ambiente y justo antes de ser preso de sus más bajos instintos, Jack alejó su boca de los sensuales labios de ella. Ella se extrañó.
–Lady espera. ¿Qué nos está pasando? Tu ex ha muerto hace unas horas. ¿Por qué haces esto inspectora, no te da nada?
Ella hizo el sensual y cálido gesto de sisear con los labios mientras colocó el dedo índice sobre su boca en señal de que callara y tras volver a acercar su rostro al suyo le susurró.
–Mañana puede que estemos muertos Jack, deja que fluya y no pienses en nada. Vamos a mi habitación, tengo una cama de matrimonio.
Ya del todo dominado por la situación, Jack colocó las palmas de sus manos sobre sus nalgas y comenzó a besarla con lengua repetida y apasionadamente. Luego, se levantaron sin dejar de darse cálidos besos, avanzaron tambaleándose por el estrecho pasillo y en un abrir y cerrar de ojos los dos estaban en la cómoda cama de matrimonio desnudos, excitados y devorándose mutuamente con besos por todo el cuerpo. Ella se abalanzó sobre él como una felina en celo, de modo que la cosa acabó con toda una noche de sexo duro y amor carnal que duró hasta el amanecer.