19
En el trascurso del día, donde Jack vivió su más mágica experiencia con el mejor sexo de su vida, Laplace y Snake, tampoco perdieron el tiempo: Tras escapar del hospital, Snake le dijo a Laplace que debían de deshacerse de las pruebas y éste, a sabiendas de que está amparado por la inmensa fortuna del maestro Dragonetti decidió guiar a su compañero hacia el vetusto cuartel general, que es a su vez mansión del maestro. Condujeron hacia el sur. El tráfico no era denso y la carretera estaba libre, por lo que en poco menos de una hora llegaron a la enorme entrada de la mansión.
La puerta estaba cerrada. Snake llamó al timbre, la exuberante criada pelirroja abrió y tras ver a Laplace de nuevo no pudo evitar acercarse a él echándole una mirada morbosa y decirle.
–¿Vienes a repetir, chico malo, quién es tu amigo?
–Excuse moi mademoiselle Dars. –Le dijo en fino francés pensando que su sensual acento le ponía cachondo–. Pero esta vez vengo por asuntos de trabajo y no puedo quedarme a comer. ¿Dónde está el maestro?
La chica puso morritos fingiendo una cara triste y dijo:
–Pasad, el maestro está dentro meditando.
Entraron en la mansión. La criada cerró la vetusta puerta y cuando entraron en el lujoso y gigantesco salón, encontraron a Lord Dragonetti, ahora conocido como Lord Mabus, sentado en un carísimo sillón de piel con el mando de su equipo de música. De fondo, se oía una pieza de Tartini conocida como el Violín del Diablo.
Laplace se acercó a él, y tras bajar la música casi al mínimo, el Maestro los miró fijamente.
–Bueno, ¿Cómo ha ido, habéis cumplido el encargo verdad?
Laplace asintió con la cabeza.
–Efectivamente maestro. Los dos policías de la persecución están muertos como ordenaste. Pero, cuando fuimos a acabar con la vida del que sobrevivió a la explosión, disfrazados de médicos con las batas que nos dio su contacto, la inspectora estaba allí. Ella pensó en principio que éramos médicos pero luego, nuestro querido amiguito apareció en escena y lo jodió todo. Tuve que emplearme a fondo para vencerle señor. Pero escapamos y ambos están vivos.
Con la ayuda de su bastón, se levantó, cortó la música en seco con el mando a distancia y miró a Laplace con cierta seriedad.
–Snake, ¿Te importaría esperar fuera a que comente a mi hombre de confianza, un par de cosas en privado? No tardaré nada, y en cuanto acabe os daré el próximo movimiento del plan.
Snake asintió con la cabeza, salió al inmenso jardín y se metió en el coche donde ambos huyeron de la escena del crimen a esperar el veredicto del jefe.
–Laplace, explícame con pelos y señales qué ha ocurrido antes de que me ponga nervioso.
–Pues verá, yo estaba inyectando el veneno en la vía del policía, Snake entró conmigo y allí estaba aquella agente. Ella pensó que éramos médicos, pero luego apareció aquel tipo con el que pelee tras acabar con Jean Paul, y me reconoció. Luego, cuando estábamos forcejeando, la chica sacó su arma y apuntó a Snake a la cabeza. Así que tras cogernos nos llevaron hacia el garaje del hospital y tuve que utilizar el poder del ojo del dragón para vencerle. Snake no se dio cuenta, aunque creo que Jack y esa chica sí.
Lord Mabus se levantó de su carísimo sillón apoyándose en su bastón y aprovechando que estaban solos le miró cambiando sus ojos a su forma reptil.
–El ojo del dragón, el oculto linaje de nuestra sangre, es el secreto mejor guardado de la historia. Solo la alta cúpula, iluminada con el conocimiento supremo de Baal, tiene el honor de portar la sangre azul de los dioses de Babilonia. Eres afortunado, pero si un día Snake, que es un simple humano, se entera de esto sin mi consentimiento, debes acabar con él, ya sabes que nosotros no dejamos huella nunca. Ahora, tengo algunos regalos para vosotros. ¿A qué más has venido, Laplace?
–Verá maestro, yo venía a por un vehículo nuevo, porque si nuestros enemigos sobrevivieron, este ya lo estarán buscando. Imagino que usted, con su fortuna, podrá darme alguno no registrado, que tenga falso el número de bastidor.
Mabus volvió a sus ojos humanos y sacó del bolsillo interior de su chaqueta la llave de un coche, que tenía un caballo grabado.
–Toma, coged el Ferrari Spider que hay aparcado en el jardín, justo tras la casa. La mansión es enorme, así que tendréis que caminar un poco. Para eliminar vuestro anterior vehículo, en la primera planta de la mansión tengo un buen arsenal de armas. Coged el lanzacohetes, y volad el coche en el jardín. El desguace de uno de mis contactos, magnate en ese negocio, recogerá los restos y jamás habrá pruebas de nada. Oh, casi lo olvido. –El maestro sacó de un bolsillo una chequera y una elegante pluma estilográfica recubierta de oro auténtico–. Aquí tenéis vuestros honorarios por haber cumplido vuestro deber. Son dos cheques de cien mil euros al portador cada uno. Tomaos el resto del día libre, os recomiendo el famoso cabaret Moulin Rouge. Está controlado por nosotros y el espectáculo es bueno, decid al portero que vais de mi parte, os pondrá en la zona vip.
Laplace asintió con la cabeza. Salió fuera. Snake estaba sentado en el interior del Mercedes negro y él se sentó a su lado.
–Bien. ¿Qué te ha dicho?
–Pues de momento, que tenemos el resto del día libre, pero primero debemos hacer algo. Toma, también me ha dado esto.
Snake cogió su cheque y cuando vio la cantidad se quedó estupefacto.
–Gracias. Dile a Dragonetti que es un placer hacer negocios con vosotros. ¿Qué debemos hacer ahora compañero? –Quiso saber el otro.
–Nada importante, solo debemos de volar este coche. El maestro me ha dado también las llaves de un Ferrari Spider, para nosotros. Yo voy más en moto así que será para ti. Acabemos y descansemos por hoy.
Snake asintió con la cabeza y cuando cogieron el lanzacohetes del gran arsenal de armas que tenía el maestro en la primera planta de la mansión llevaron el coche al inmenso jardín y lo reventaron en pedazos de un solo disparo. Luego, los dos cogieron el Ferrari y tras sacar 8 mil euros de un cajero, fueron a relajarse, para celebrar que esta vez salió bien. En primer lugar cambiaron de peinado, comieron en un buen restaurante, se compraron ropa lujosa y tras acabar, cuando ya caía el bello atardecer parisino, Laplace le dijo a Snake, mientras este conducía el portentoso Ferrari.
–Hay que relajarse socio, aún nos quedan 4800 euros en efectivo. ¿Qué tal si esta noche nos vamos al mejor cabaret de la ciudad? Verás el maestro me ha dicho, que el Moulin Rouge está controlado por nosotros. Nos darán el mejor sitio si decimos que vamos de su parte. ¿Qué te parece?
–¡Me cago en la puta! Tío este abuelo tiene contactos en todos sitios y más pasta que un restaurante italiano. ¡Claro, vámonos de fiesta joder!
Apurando el potente y deportivo acabado del Ferrari, tomaron la vía más directa dando acelerones, sin importarles nada, todo era perfecto, relax y diversión sin peros.
Llegaron en un santiamén. Situado en el Boulevard de Clichy número 82, dentro del enorme distrito de Montmatre donde yacía aquel vetusto molino rojo que iluminaba toda la calle, resultando a todas luces uno de los puntos más emblemáticos de la noche parisina, estaba abarrotado de gente, sobre todo extranjera, que de camino también se paraba a observar los negocios de los alrededores, que aprovechaban la fama del portentoso cabaret para ofrecer desde café aromático en sus veladores, hasta juguetes sexuales aprovechando el tirón de la relación psicológica del cabaret con el erotismo. Puesto que esa noche había un anunciado espectáculo, todo estaba atestado de gente. Se pusieron a la cola. Los dos porteros que estaban vestidos de negro estaban cobrando entrada y cuando Laplace le hizo a Snake una señal avanzaron y uno de ellos los paró mirándolos con cara de pocos amigos.
–Disculpad chicos, pero os he observado y acabáis de llegar. ¿Es que no veis la cola, o estáis ciegos? Venga, atrás.
Laplace esbozó una maléfica sonrisa y le puso al maromo un billete de 500 euros en la pechera de la camisa mientras acercó la boca a su oído.
–Venimos de parte de monsieur Dragonetti. Vamos a la zona VIP.
El portero hizo una señal a su compañero para que siguiese cobrando entradas a la enfilada manada de personas que esperaba pacientemente en la cola y le dijo a los dos.
–Venid por aquí.
Los hizo entrar por la puerta central. Impresionados, los dos sicarios avanzaron al interior, donde los empleados de uniforme estaban concluyendo los últimos retoques para el comienzo del espectáculo. Todo el suelo y la decoración era color rojo pasión principalmente. Puesto que era la primera vez que entraban, se sorprendieron cuando el portero les hizo subir a una planta superior.
Allí había una sala con un palco, pequeñas mesas con variada comida y dos chicas morenas, gemelas y sonrientes, que hacían de damas de compañía y portaban vestidos idénticos y elegantes, solo que una iba de blanco, y otra de negro. El portero señaló hacia los cómodos asientos tapizados, dio una palmada y dijo.
–Bien chicos, esta es la zona VIP que fue construida solo hace un par de años por Víctor Dragonetti. Como podéis observar, tiene unas hermosas vistas justo frente al escenario, y un par de chicas que os servirán lo que queráis de comer y beber, si necesitáis algo. Bueno, tengo que volver, mi compañero me está llamando por el pinganillo.
El educado portero se despidió dando la mano a ambos y unos minutos más tarde, antes de que comenzara el iluminado e ilustre espectáculo, a Laplace le sonó el móvil.
–¿Diga?
–¿Has visto lo que me he autoconstruido? Si tienes dinero logras lo que quieres, chico. Dime. ¿Te has instalado ya, qué te parecen las dos camareras?
Laplace esbozó una sonrisa pícara.
–¿También les diste un extra para que sean amables con nosotros?, es todo un detalle, maestro.
Mabus soltó una risa maléfica.
–Por esta vez no. Solo son dos camareras, con salario común, si esta vez ligáis, yo no tengo nada que ver, chicos. Por cierto, mañana por la tarde llámame, que tengo otro trabajito. ¿No todo va a ser juego y diversión no? Disfrutad por hoy, la noche promete. Adiós.
–Adiós.
Laplace colgó y el espectáculo empezaba. Se sentó junto a su compañero y las dos amables hermanas gemelas tras servirles un par de copas, se sentaron junto a ellos.
–Perdonad, me ha dicho Dragonetti que sois camareras, ¿cómo es que solo os sentáis con nosotros.
Una de las amables y finas hermanas gemelas los miró a ambos y dijo.
–Oh, es que nosotras fuimos contratadas para trabajar solo con los clientes de la zona VIP y darles lo que pidan, la comida disponible y lo que quieran de beber. Por cierto. Yo soy Anna, y ella es Marie. ¿Cómo se llaman Monsieurs?
Los dos se levantaron educadamente y se cruzaron dos besos con las chicas.
–Pues yo soy Snake, y él es mi compañero Laplace.
La otra chica, idéntica a su hermana se fijó en que ambos eran fuertes y dijo:
–Oh, pues sabes, las dos estamos solteras y sois muy guapos eh, casi siempre en esta zona vienen ancianitos y gente adinerada. Bueno, ¿a qué os dedicáis guapísimos? –Inquirió clavando los ojos en Snake.
–Somos guardaespaldas. Ya que comienza el espectáculo, sentaos con nosotros y os tomáis algo.
Las dos chicas se sentaron y tras cogerse unas bebidas isotónicas, contemplaron el recién iniciado espectáculo.
La noche fue mágica. Durante el musical espectáculo en el que hombres y mujeres, contrastados por focos, luces variadas y exuberantes ropajes teatreros y antiguos, los dos sicarios hablaron con aquellas chicas, comieron, bebieron, disfrutaron y horas más tarde, cuando el iluminado espectáculo acabó con una despedida en la que a la estrella del espectáculo, una mujer albina y con ojos azules descuelgan de unos cables, descendiendo lentamente hacia el escenario, como si fuera un ángel. Según el show, le decían el diamante indio.
Cuando comenzaron a recoger tras el inesperado cierre de aquella mujer angelical, las chicas limpiaron las mesas, se despidieron de ellos y justo cuando se iban, Laplace tocó el hombro de una de ellas y ésta se dio la vuelta esbozando una sonrisa.
–¿Si? –Inquirió la chica dándose la vuelta.
–Veréis estaba pensando. ¿Venís a dormir a mi suite del hotel Du Louvre? Vamos en un Ferrari Spider. Eso sí, tenéis que ir sentadas sobre nosotros debido a que es un biplaza. ¿Os apuntáis?
La chica esbozó una sonrisa y dijo a su hermana que si se apuntaba a hacer locuras en un Ferrari y a dormir en una suite lujosa.
La otra respondió positivamente y cuando salieron del famoso cabaret, las dos chicas iban sobre ellos en el portentoso deportivo, donde se divirtieron dando una vuelta entre la iluminada noche parisina, ellos pusieron música y ellas gritaban como locas, cuando a Snake le dio por bajar el techo descapotable. Luego, cuando llegaron al garaje del hotel, las dos subieron a la lujosa suite, se tomaron varias copas, pusieron algo de música y puesto que eran dos parejas, Laplace acabó teniendo sexo con Anna y Snake con Marie, pero, como solo había una enorme cama de agua, Snake lo hizo en el hidromasaje. Entonces, los cuatro durmieron en la enorme cama hasta el amanecer.