28

 

Cruzando de nuevo el patio cuadrado donde Nostradamus se reunió con la reina de Francia en su día, Lady y Jack advirtieron un nuevo obstáculo no esperado.

La negra y enorme puerta que lleva hacia el ambiguo hogar y los aposentos de Nostradamus, se encontraba, con una gran cadena en su viejo pestillo, de la que colgaba un enorme candado de hierro. Lady, al verlo, dio un paso atrás, sacó el arma reglamentaria y dijo:

–¡Mierda! ¡Atrás Jack, voy a volarla de un tiro!

–¡Espera!, si disparas ahora, llamarás demasiado la atención, es de noche, y debemos ser más cautos.

Lady frunció el ceño.

–¡Pues ya me dirás qué coño hacemos para subir arriba.

–Tengo una idea. ¿Recuerdas que querías ver mi poder?

–¿Crees que puedes eliminar el candado?

Jack asintió con la cabeza.

–Voy a preguntar a los lemurianos. Samael, ¿puedes oírme?

Samael respondió al momento.

–Te oigo perfectamente. ¿Qué ocurre?

–Verás, la puerta que debo cruzar para llegar al laboratorio de Nostradamus tiene un enorme candado de hierro, que cuelga de una cadena. ¿Cómo podría usar mi poder para eliminarlo?

–¡Debes usar la energía cósmica para fundirlo y para ello has de activar tu sangre pleyadiana y tu tercer ojo! Pon ambas manos alrededor del candado, luego cierra los ojos y concéntrate.

–Ya.

–Bien, ahora debes desear como parte de la infinita energía del universo es absorbida por tus cadenas de ADN, cuando sientas una sensación electrizante, debes sentir como fluye a través de tu cuerpo. De ahí, llegará a los puntos psíquicos de tu médula y a tu cerebro. Luego, cuando abras los ojos, desprenderás una luz dorada. Eso significará que tu tercer ojo está activado. Una vez activado, proyecta a tus manos la energía, y te aseguro que el candado se fundirá.

Jack respiró hondo y tras unos segundos tuvo la visión de cómo sus cadenas de ADN de doce núcleos se llenaban de energía. Luego, cuando abrió los ojos, un triángulo de luz le apareció en la frente, una gran llama dorada envolvía su cuerpo, su pelo se volvió dorado, y sus pupilas se dilataron en verde agua, camuflando sus iris. Se había transformado en pleyadiano.

Lady se quedó boquiabierta.

–¡Jack! No pareces tú. Ojalá pudieras verte estás increíble. ¿Qué sientes?

–Siento una sensación de poder inimaginable. Siento que mi fuerza y mi velocidad se han multiplicado, y me siento capaz de derribar bosques y montañas con un solo movimiento. Me siento invencible, y siento cómo la energía del universo penetra en mí, como puedo manipularla a mi antojo. Gracias Samael.

–De nada. Ahora, acaba con el candado. Pero antes recuerda, tus núcleos de ADN hacen de almacén de energía toroidal. Mientras hay algo de energía en ellos, podrás cambiar a tu forma pleyadiana al instante, lo digo por si surge algún peligro.

–Sí.

Jack sintió de repente que podía controlar a su antojo esa energía y en cuanto deseó que se concentrase entre sus manos una bola de fuego surgió y derritió el candado en el acto, este cayó al suelo derretido, humeante y hecho pedazos. Luego, se relajó y casi al momento, volvió a su estado normal.

Lady siguió estupefacta, y cuando volvió a ver a Jack en su estado normal, le dijo lentamente.

–¿Cómo coño has hecho eso? –inquirió pensando que aquello era una mera alucinación.

–¿Querías ver mi poder no? Pues esto es lo que es capaz de hacer el ADN de los Pleyadianos. Vamos, es tarde. Aunque es la primera vez, que llego a este estado sabes. Hasta ahora solo pude mover objetos con la mente y poco más.

–Bien.

Tras quitar la parte de la enorme cadena que quedó colgada y acto seguido abrir el vetusto pestillo de la puerta y percatarse que todo estaba oscuro y apagado, los dos cruzaron de nuevo hacia la sala de los escritos y más tarde, con la ayuda del móvil de Lady, que a todas luces hizo de linterna por las enormes y oscuras pasarelas, llegaron hasta la parte de arriba, donde aquellas alcobas donde dormían el profeta, su esposa y sus hijos yacían intactas, con los mismos muebles, los mismos objetos y los mismos retratos de la familia. Todo igual. Inmunes al paso del tiempo. Estáticas como un cuadro.

Justo frente a la habitación con la cama de matrimonio. Lady iluminó de nuevo con su teléfono móvil y cuando encontró el hueco dijo.

–Está aquí, coge el astrolabio.

–Bien.

Con la ayuda de la pequeña luz del móvil, Jack abrió la mochila donde estaba también el arma de Lady, y cuando sacó el astrolabio de Emilio, colocándolo en el hueco de la única forma en la que cabía, aquel artefacto comenzó a brillar con unas líneas de luz que iluminaban la pared, y que llegaban a la escalera secreta. Jack las siguió con la mirada y cuando la trampilla del techo se deslizó hacia abajo abriendo la escalera, se dio cuenta de que aquellas líneas eran como circuitos instalados en la pared. Parecía algo futurista. A todas luces, se notaba que esa tecnología no era del Antiguo Régimen sino que aquel laboratorio, fue diseñado con la ayuda y la tecnología de los Lemurianos.

Jack esbozó una sonrisa. Por un momento, se sintió afortunado y casualmente, cuando comenzó a subir la escalera, advirtió que a medida que subía cada peldaño, éstos iban iluminándose en color dorado. Lady, fascinada por averiguar que en el pasado hubo tecnología subió tras él y en cuanto llegaron a aquel laboratorio, que llevaba siglos oscuro y sombrío, este se iluminó completamente. Parecía algo mágico. Aquello era fascinante, pues pese a la ostentación de la avanzada tecnología de las luces, el pasado hizo su aparición al destacarse que tanto el resto del mobiliario, como los libros, los pergaminos, los anaqueles y los estantes, sí eran antiguos y estaban polvorientos y llenos de telarañas. Una perfecta simbiosis entre ayer y mañana, pasado y futuro, algo maravilloso a decir verdad.

En una de las grandes mesas, había una colección de monedas de oro, que Nostradamus fue coleccionando en vida a lo largo de sus viajes por toda Europa, entre otras reliquias apreciables: como es el caso de su escritorio en madera de roble, su silla de bronce mencionada en sus primeras cuartetas, y su famoso libro perdido, el cual estaba posado sobre un polvoriento y viejo atril, lleno de telarañas.

Fascinados por todo el tesoro que estaban viendo, ambos empezaron a curiosear. Por un lado, Jack, se quedó mirando los viejos pergaminos, y las monedas antiguas. Lady, se acercó al famoso «libro secreto de Nostradamus» y tras darle un soplido fuerte, que desprendió una nube de polvo, miró la portada forrada en cuero y tras darle un toque a Jack en el hombro dijo.

–Santo cielo mira esto. Creo que es el libro perdido de Nostradamus. Jack, ¿sabes qué es ese símbolo?

 

Jack miró la portada. Tenía un extraño símbolo, que era como un círculo con una especie de hexágono con pequeños círculos que se cruzaban ligeramente entre ellos. Debajo de ellos, un grabado que decía en francés: mes visions cachés

–En efecto. La leyenda decía que tenía un libro de dibujos en el que ilustraba todas sus visiones descifradas. Mira la portada, tiene un extraño símbolo con un círculo lleno de círculos que forman un hexágono a la vez que se cruzan entre ellos. Creo que el símbolo representa a un toroide. La energía universal, limpia e infinita que utilizan los pleyadianos, y la que hace que yo tenga este poder. Mira el relieve dice mes visions cachés.

–Mis visiones ocultas…

Lady ojeó varias páginas observando desde el principio, y se dio cuenta de que, bajo las ilustraciones dibujadas a mano por el propio Michel de Notre Dame, algunas tenían los códigos de las cuartetas a las que pertenecía cada visión y otras, contenían pequeños textos, explícitos. En las primeras páginas, dedicadas al pasado según los pequeños textos de las ilustraciones, había imágenes del imperio de Lemuria; ciudades tecnológicas donde los pleyadianos eran prósperos y pacíficos, luego, imágenes de la Atlántida, y de la guerra nuclear que hubo en la Tierra entre ambos imperios hace quinientos mil años. En las siguientes páginas dedicadas al presente, el libro mostraba ilustraciones relativas a la época de Nostradamus. La más conocida, que tanto Lady, como Jack reconocieron al instante, fue la aplicada al rey Enrique II que murió en un accidente durante una justa amistosa con el Conde de Montgomery, en la que Nostradamus dijo que un león viejo sería vencido por uno joven, después de que sus ojos le saltasen en una jaula de oro, seguido de muerte cruel.

Debido a que el casco que éste portaba era de oro puro, todos se dieron cuenta de que el profeta llevaba razón.

Puesto que pensó que no debían distraerse mucho, Lady buscó en las del futuro, y en cuanto, no se sabe si por casualidad, o porque era su destino, ella abrió una de esas páginas vio un retrato de Jack de perfil, transformado en pleyadiano y debajo un texto que decía en francés: «El séptimo descendiente de mi hijo César, detendrá a Babilonia con ayuda de la ciencia divina, y su nombre será, Jack Mool de Notredame».

Los dos se quedaron atónitos. Cuando vieron aquella ilustración, Jack, actuando por instinto y a su vez algo de miedo, cerró la página del libro perdido y tras sacarlo del podrido atril de madera, lo guardó en la mochila de Lady.

–Jack, ¡eso es una reliquia! ¡Legalmente no debes tocarlo, déjalo ahí!

Jack frunció el ceño y se puso sarcástico.

–Oh, disculpe, Agente Márquez. Ya había olvidado lo enserio que se toma usted su trabajo. Pero le recuerdo yo a usted, señorita, que nadie más sabe que ésta sala existe, sin mencionar que según la ley, quien lo encuentra se lo queda. Además, le recuerdo, que no tenemos mucho tiempo, que todo lo que hay en ésta sala pertenece a mí antepasado, que aún debemos encontrar la Semilla, y que debemos de salir de aquí antes de que nadie se cosque de nada.

Ella no sabía que decirle y entristeció su mirada.

–De acuerdo, era tu antepasado así que llévate ese libro e investígalo. Y ahora que hemos registrado este sitio, ¿dónde estará la Semilla Del Edén?

Jack miró cada cajón, entre los libros, los atriles y los viejos estantes y unos segundos más tarde recordó.

–Espera. El astrolabio de Emilio, ¿qué decía?

–Pues… Si mal no recuerdo, decía en latín, la cruz que mira hacia el cielo. Pero no recuerdo cómo era.

–La cruz que mira hacia el cielo… ¡Claro!, verás la carta escrita por Nostradamus en el pergamino que nos mostró mi maestro, dijo que dejó la ubicación, grabada en el astrolabio de Emilio. ¡Es la llave, todo encaja!

Lady encogió los ojos y le miró confusa.

–¿Dónde quieres llegar, Jack?

–Observa. –Tomó aire para hablar con convicción en voz alta–. Si transierit ad solem caeli.

Simultáneamente cuando el suelo empezó a temblar, unas líneas doradas, idénticas a las de la entrada al laboratorio empezaron a iluminar las polvorientas y viejas losas, formando lo que parece ser una cruz templaria. La losa circular que formaba el centro de la misma, se giró hacia un lado y de repente un rayo de luz vertical color dorado ascendió hasta el techo iluminando todo el laboratorio. Unos segundos más tarde, el preciado objeto, envuelto en un polvoriento pañuelo de seda color escarlata, ascendió despacio, hasta la altura del pecho de Jack y se quedó inmóvil y estático a la espera de ser recogido. Él, sin miedo a nada, puso las manos sobre el pañuelo y lo cogió.

Se sintió extraño al verlo. En cuanto tocó el preciado objeto, sintió una sensación de cosquilleo por todo su cuerpo y el rayo de luz y las líneas del suelo se apagaron. Después, la losa volvió a su lugar.

–Yavhé, ya la tenemos, estaos atentos porque ahora bajamos a la entrada.

–Recibido, nosotros bajaremos a ayudaros y recordad, que ellos también esperan.

Jack guardó el Tesoro de Lemuria en la mochila de Lady junto al libro oculto de Nostradamus y dejando allí lo demás salieron, bajaron las escaleras, sacaron el astrolabio del hueco y lo guardaron también en la mochila.

Lady tocó su hombro y dijo:

–¿Y bien?

–Los pleyadianos nos esperarán abajo. Pero me han dicho que Dragonetti y los suyos están cerca. Debemos de bajar con cuidado.

Lady asintió con la cabeza.

–Vamos.

El secreto de Nostradamus
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