29

 

Tras hablar con Jack, y saber a ciencia cierta que su elegido bajaba con las reliquias, poniendo en peligro tanto su vida como la de su amada, Yavhé activó la entrada para bajar la plataforma de la nave, a casi 400 metros de la posición de Enki, y mientras bajaban, se dirigió a sus hijos andróginos.

–Como ya os he dicho antes…, los anillos que nos hemos puesto controlan los elementos de la tierra, si deseáis que la luz no se refleje sobre vosotros, un manto espejo de electrolitos rodeará vuestro cuerpo haciéndoos invisibles a cualquier ojo, tanto humano como reptil, aunque sí que podemos vernos entre nosotros. Solo tenéis que desearlo, y el avanzado sistema de los anillos hará el resto. Pero cuidado, hijos míos, los reptilianos tienen un olfato y un oído muy desarrollados así que a pesar de todo, debemos ser muy cautos. Pues aunque ellos no nos vean, pueden olernos oírnos y sentirnos. Las armaduras que ellos tienen, agudizan sus sentidos, a través de avanzados chips conectados a sus cerebros, así que cuando estemos a su lado, no habléis, si habláis hacedlo con la mente, no os acerquéis demasiado, ni tampoco respiréis fuerte. Recordad que ellos no deben detectarnos, hasta que Jack y Lady aparezcan en escena. Entonces, quitaremos los camuflajes y les ayudaremos. ¿Alguna duda antes de acercarnos?

Todos negaron con la cabeza.

–Bien, concentraos y os volveréis invisibles. Por cierto, esto también puede hacer aparecer agua de la tierra y que caiga electricidad y fuego sobre nuestros enemigos. Que el destino binomio, decida.

Cuando se concentraron, la avanzada tecnología les volvió invisibles. Un instante más tarde, la plataforma de la nave se quedó levitando a unos centímetros del suelo.

Ellos se bajaron. Tras avanzar calle abajo entre aquel ambiente medieval, oscurecido en penumbra por la escasez de luces que se fundía junto al oscuro manto de la noche, divisaron a lo lejos a Lord Mabus, con los tres reptilianos, observando emocionados el receptor de las cámaras. Cuando Gabriel quiso acercarse, Yavhé le agarró del brazo, negando con la cabeza.

–Espera. Este anillo también puede hacer túneles con presión de aire, aprended de mí, hijos míos. Primero, observamos a nuestros objetivos, ahora deseamos que el aire se comprima creando un túnel sólido desde nuestra posición hasta la suya y…, listo.  El eco hará que podamos oír lo que dicen y avisar a Jack desde aquí. Dame un segundo.

Gabriel y los otros dos asintieron con la cabeza.

Yavhé apuntó con su anillo hacia ellos y éste se iluminó. Unos segundos más tarde, los manipulados átomos de aire crearon un túnel transparente rodeando a Enki y a los suyos, y todo lo que decían se oía claramente, aunque con algo de eco.

Con sus ojos de dragón en activo, Mabus y los otros estaban observando los movimientos de Jack, que ya bajaba de la pasarela superior de la casa museo con las reliquias en la mochila de Lady, y, en un momento que éste consideraba glorioso, sacó su móvil del bolsillo y llamó a Laplace.

–Laplace, ¿dónde estás ahora?

–Estoy en la entrada de la casa museo, maestro sin lugar a dudas han entrado por aquí porque el candado de la puerta está en el suelo derretido y desecho. ¿Qué sugiere que haga?

–Verás, estoy viendo aquí en el receptor que Jack y La Inspectora Márquez están aún en la parte superior de la casa-museo. Tienen…, La Semilla. Vas a hacer lo siguiente, pasando el patio cuadrado donde Nostradamus se reunió con la reina de Francia, hay una escalera de caracol enorme donde están escritas en las paredes las profecías de Nostradamus. Quiero que avances hasta allí, y te escondas en el lateral. En cuanto bajen, corre hacia la criminóloga, tómala de rehén y haz que Jack salga aquí. En cuanto nos entreguen La Semilla, los mataremos a ambos, y los subiremos a la nave de Enki. Nadie sabrá jamás lo que ha ocurrido esta noche. La Hermandad de Babilonia, jamás deja huella.

–Bien maestro. Avanzaré hasta la escalera y los esperaré abajo.

–Laplace. No me falles.

–No lo haré.

Satisfecho como nunca, Mabus colgó el teléfono.

–Y bien –dijo Enki–. ¿Qué te ha dicho el híbrido?

–Va a reunirse con nuestros enemigos. Lo veremos todo desde aquí.

A unos metros atrás, Jesús, Yavhé, Gabriel y Samael, se preocuparon.

–Padre, tenemos que avisarlo.

Yavhé asintió con la cabeza.

–Jack, Jack, escúchame. Antes de que bajes por la escalera donde las profecías de tu ancestro están grabadas en las paredes, te sugiero que vayas tú delante. No hagas gestos como que me estás oyendo, sigue andando despacio. Nuestros enemigos, te están observando con tecnología. Saben que tienes las reliquias y van a por ti.

–De acuerdo –dijo Jack con su mente sin hacer el menor gesto para que sus enemigos no se percaten de que está siendo informado–. ¿Quién está abajo?

–Laplace. Ve tú delante, porque quieren secuestrar a tu amada. Creo que saben que tienes nuestro poder. Ten cuidado y mantenme informado.

–Bien.

Con la única luz del Smartphone de Lady, Jack comenzó a andar delante de su amada y ambos avanzaron por el enorme pasillo que llevaba a la parte superior de la vetusta y oscura escalera de caracol, que debido a que cuando cerraban la casa museo, cada noche cortaban la luz en todo el recinto, aquello permanecía en oscura penumbra y oscuridad, pareciendo a todas luces que el reino de las tinieblas se ciñese sobre toda la oquedad del espacio.

Laplace fue inteligente. Entre tanta penumbra, donde sus adversarios apenas veían con la escasa luz de un móvil, la cual fue artífice para delatar su posición…, tras divisarlos desde abajo, se dio cuenta que transformado en reptiliano, además de fuerza, velocidad y agudeza en sus sentidos, también era capaz de ver en la oscuridad y de trepar por cualquier superficie lisa casi sin esfuerzo, debido a que la piel de sus manos se volvió escamosa y adherente. Puesto que estaba excitado y nervioso pensando en el reencuentro con su viejo enemigo, con el que tenía una cuenta pendiente que saldar, él no podía evitar estar transformado, y tras varios minutos, notaba como la fría sangre reptil helaba su organismo humano.

Adherido a una de las ovaladas paredes donde estaban grabadas las centurias de Nostradamus. Laplace aguardó en silencio, estático, como un camaleón justo antes de cazar a su víctima. Solo sus ojos de dragón, se movían, para seguir la escasa luz del móvil de Lady.

Jack, que ya de por sí era inteligente, esperaba la emboscada y antes de llegar a la parte baja de la escalera dijo para picar a su adversario.

–¡Veo que me tienes miedo eh Laplace! ¿Eh? ¡Vamos no seas cobarde, maldito lagarto! ¡Da la cara, enfréntate a mí si te atreves! ¡Esto es un asunto entre tú y yo, nadie más debe de resultar herido!

Pero Laplace no tomó riesgos y fue práctico y cobarde. Mientras Jack trató que su enemigo mostrase su posición en la enorme y oscura sala, éste, con método ruin y traidor, utilizó sus habilidades, y su velocidad para trepar silenciosamente hasta estar a la altura de la espalda de Lady, se abalanzó sobre ella desde tres metros de altura y la agarró del cuello con fuerza, tomándola como rehén. Ella, dio un quejido y Jack se dio la vuelta, de manera que la luz del móvil iluminó el demoníaco rostro de Laplace, con sus amarillos ojos de dragón.

–¡Sorpresa, Jack!

–¡Eres un cobarde! ¿Te ha enseñado esos métodos tu amo reptil?

–No. –Respondió de forma infame–. En realidad podría vencerte sin llegar a esto, ¿o es que ya no recuerdas aquella patada en el garaje del hospital?

De la tensión del momento, Jack empezó a ponerse furioso, y no pudo evitar comenzar a transformarse, de modo que sus pupilas cubrieron sus iris y se llenaron en verde, y la dorada energía del cosmos empezó a rodear su cuerpo, con algún que otro rayo de electricidad estática, sonando como corto circuitos.

–¡Mucho ha llovido desde entonces, maldito! ¡No eres tú el único que ha cambiado!

Cuando Laplace se coscó de que su adversario también fue manipulado y que el combate habría sido a medias, le dijo.

–¡No tan rápido amiguito! Si cambias, ella morirá. Mmm, que bien huele, es tan sensual… disfrutaría devorándola como reptil, pero aún más podría disfrutarla como humano. Mira su suave cuello…, –le pasó la punta de la lengua por su yugular y a su vez ella soltó una lágrima callada que bajó por una de sus mejillas–, sería una lástima, hacer que crujiese como una ramita. Andando, baja despacio delante de mí, y no intentes ninguna chorrada, si quieres que ella lo cuente.

A pesar de la enorme tensión que le provocaba ver a su amada en peligro, Jack respiró hondo, se controló aunque fue un enorme esfuerzo y unos segundos después sus ojos se volvieron normales, y la luz dorada se esfumó.

–¡Maldición! De acuerdo, te daré las reliquias de Lemuria, pero no le hagas daño. Está todo en su bolsa.

–Bien. Tú delante, camina hasta la puerta con el candado derretido, cruzando el patio cuadrado de fuera. Sin trucos. Sabes que voy enserio.

Jack asintió con la cabeza y pensó que por el momento era mejor obedecer. Mientras cruzó el patio, avisó mentalmente a los lemurianos, de que estén atentos, porque, pese al aviso que éstos le dieron, Laplace fue demasiado listo, cogió a Lady como rehén y si no obedece, la matará. Los lemurianos no perdieron el tiempo y tras cortar el túnel de aire comprimido, que les ayudó a espiar a sus enemigos, se acercaron sigilosamente hasta ellos, mientras Jack, con una horrible sensación de impotencia, rabia, y culpabilidad, obedecía impotente.

Debido a que tanto los sentimientos negativos, como la energía negativa, alimentaban el ego de los reptilianos, cuando Enki y los suyos observaban por el receptor del avanzado sistema de espionaje el dolor en el rostro del elegido de sus adversarios, reían con maldad, se excitaban, se sentían poderosos, y triunfadores. Al modo de ver de aquel malvado clan, estaban a punto de vencer al bien para siempre, de triunfar una contienda que duró siglos.

Unos minutos más tarde, Jack llegó a la puerta donde el destrozado candado yacía en el suelo y Laplace le dijo que se detuviese. Jack lo hizo.

–¿Y ahora? –Inquirió Jack entre dientes con cierta inquina–. ¿Qué demonios quieres, lagarto?

Laplace se lo tomó como una ofensa y con enorme arrogancia y maldad, le dobló la muñeca a Lady hasta que le crujió, haciéndola sentir un enorme aunque momentáneo dolor, acto seguido se la soltó a modo de advertencia. Ella, solo soltó un quejido y una lágrima seca. Pues a pesar de la peliaguda situación, no le gustaba mostrar debilidad.

–¿Cómo te atreves? ¡Ten más respeto por mi linaje, chico. Otro insulto más y le parto el cuello estúpido! Ahora, avanza calle abajo, y verás a mis jefes. Le darás la mochila a Lord Mabus, y en cuanto él compruebe que la Semilla del Edén está dentro, soltaré a tu chica. No intentes nada, lemuriano.

Avanzaron calle abajo despacio. Mientras Jack caminaba tratando de ahogar la furia que le haría cambiar a pleyadiano en un segundo, a lo lejos divisaron a Mabus y a los reptilianos. Debido a la excitación del momento, Mabus estaba transformado en su forma reptil. Jack se detuvo ante él, dejó caer la mochila con los secretos de Nostradamus y éste le puso una mueca aterradora. Puesto que en su caso, el cincuenta por ciento de su ADN era reptil, a Mabus también le cambiaba el rostro y los dientes además de los ojos.

–Una encantadora…, reunión. ¿No os parece? –Inquirió irónicamente mirando a todos los allí presentes y parando su vista sobre los ojos de Laplace.

–Sí maestro. ¿Qué hago con esta arpía humanoide?

Mabus la miró con diabólica mueca.

–Laplace, suéltala, y ten más respeto. Estás ante una criminóloga, hija de un gran arqueólogo, mira mi rostro, muchacha…, estoy seguro de que recuerdas…, cómo me hice esta cicatriz…

Laplace la soltó bruscamente y ella cayó al suelo tosiendo, debido a que aún sentía presión en el cuello, luego, miró a los ojos de Mabus y dijo:

–Tú sabrás…, no estoy ahora para acertijos.

–Oh, me decepcionas, Lady. Tal vez, si te dijese que yo antes me llamaba Lord Víctor Dragonetti, supieras de lo que te hablo. Hace años tu padre dirigía una excavación y descubrió unas calaveras de cristal, con una tecnología avanzada. Le dije que me las entregase y cuando se negó tuve que darle una lección.

Lady perdió su mirada a la vez que sus pupilas se encogieron.

–¡Maldito bastardo! ¡Tú mataste a mis padres, tú asesinaste a mi familia! ¡Te mataré hijo de puta, acabaré contigo!

Lady se levantó para atacarle, pero por desgracia su arma reglamentaria estaba en la mochila junto a las reliquias de los lemurianos, por lo que Mabus, la esquivó y de un contragolpe en la boca la hizo caer al suelo. Jack, no podía soportar más su ira, pero en vez de intervenir él solo, dijo por telepatía.

–¡Tenéis que ayudarme!

Lady, cuando estaba en el suelo sangrando por la boca del fuerte revés que Mabus le propinó, dijo que acabe de una vez, y éste para divertirse, cogió la mochila con las reliquias, comprobó que eran auténticas y dijo:

–Padre, ayudantes, Laplace. Había olvidado que la hermandad no deja huella. Matadlos a los dos.

Todos asintieron con la cabeza.

–Será un placer, maestro.

El secreto de Nostradamus
titlepage.xhtml
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split0.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split1.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split3.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split4.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split2.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split5.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split6.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split7.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split8.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split9.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split10.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split11.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split12.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split13.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split14.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split15.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split16.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split17.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split18.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split19.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split20.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split21.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split22.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split23.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split24.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split25.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split26.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split27.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split28.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split29.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split30.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split31.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split32.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split33.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split34.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split35.html
CR!T1925WBGVH46ZDNQFDBKTG17QFXK_split_000_split36.html