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Con aquel mal augurio en el cuerpo de que aquella nocturna llamada era casi seguro portadora de nefastas noticias, «La Amazona» descolgó aquel oscuro teléfono y se acercó el auricular a la oreja derecha aún con la mala espina.
–¿Diga? –Respondió La Amazona con voz firme, sin que su temor se le notase ni un ápice–. Al habla Márquez de la DCPJ. ¿Ha ocurrido algo grave?
Al otro lado del teléfono, la voz de su compañero Sasha, al cual conocían en su unidad como Petit, hablaba con nervios y gran preocupación.
–¡Márquez compañera, soy yo! Sasha, escucha, deja todo lo que estés haciendo.
–¿Por qué? Sash. ¿Qué ha ocurrido? –Preguntó ella colocándose bien el cinturón con su arma reglamentaria y cogiendo las llaves de su coche.
–Verás, hoy a las 5:02 de la noche recibimos una llamada urgente sobre un supuesto asesinato, al llegar allí solo encontré a dos hombres en la entrada de una casa, uno estaba inconsciente y el otro muerto. Lo curioso es que la víctima yacía muerta y desangrada sobre el primero. Todo esto es muy extraño. Hay aún falta de información pero todo apunta a que a menos que haya una tercera persona, el presunto asesino es quien apareció herido e inconsciente junto a la víctima, ya que el arma homicida, un extraño puñal ovalado y cubierto de sangre, estaba apoyado en su mano derecha. Tienes que venir de inmediato. Todo esto es muy extraño.
–De acuerdo, dime la ubicación exacta del lugar de los hechos y estaré allí en un santiamén. ¿Dónde estás ahora, Petit?
–No. No hay dirección concreta Lady, estoy en el hospital Pitié Salpêrierè donde mandé trasladar a los dos hombres. El muerto ha sido enviado al mortuorio del mismo, el sospechoso inconsciente esta vigilado en la uci, tiene heridas múltiples y será interrogado en cuanto despierte y esté en condiciones. Ven a la entrada del hospital, allí nos vemos y te cuento sobre el tema. Adiós.
–Adiós. –Dijo colgando el teléfono.
Tras levantarse de la silla donde se encontraba sentada, Lady salió de la sala. Bajó a grandes zancadas las escaleras que estaban junto al ascensor Otis y tras salir del emblemático edificio subió a su coche, un discreto Smart negro.
Respiró hondo un par de veces antes de arrancar su pequeño vehículo y salió del aparcamiento rechinando, de manera que desde dentro, ella pudo apreciar como los neumáticos sufrían contra la gravilla. Un rato más tarde, aparcó en el aparcamiento exterior tras conducir dando tumbos y algún que otro acelerón. Ante la puerta electrónica y con un pie apoyado en la pared, allí yacía Petit, esperándola.
Se paró frente a él. Se miraron mutuamente mientras ella dio un leve suspiro. Petit tenía el pelo de pincho y medía un metro sesenta. Le sentaba bien el pelo pincho a su rostro, por lo que siempre iba con el mismo look: pelo engominado y totalmente puntiagudo, cejas morenas casi desprovistas de pelo, y ojos negros que a decir verdad, le venían bien a su rostro fino. Petit siempre vestía muy bien. Aquella noche, iba con unos caros y elegantes mocasines marrones, un pantalón negro que a primera vista daba la impresión de ser de alta costura, una camisa negra de seda con una franja blanca en uno de los laterales, una cara gabardina de Versace que le hacía parecer más ancho de lo que ya era su robusto cuerpo, el cual estaba esculpido por su adicción al gimnasio, y unas oscuras gafas de sol Carrera, redondas, pequeñas, elegantes y con patillas de auténtico oro fino. Debido a sus complejos de ser ancho y bajito, procuraba tener siempre mucho estilo con todo, a pesar de que en ello, se le iba buena parte de su salario de subinspector de la DCPJ.
–Buenas noches, Petit, cuéntame el caso a grandes rangos, ¿qué a ocurrido compañero?
–Pues verás Lady no he dormido en toda la noche. Resulta, que recibí una llamada de lo que parecía ser una anciana invidente identificada como la señora Fens, alegando que entre la tormenta de anoche vio a dos hombres matándose el uno al otro frente a su casa, pero como la pobre no ve ni oye muy bien, debido a sus avanzados 92 años de edad su declaración no es muy fiable. Cuando llegué al lugar a la pobre señora, le dio una subida de tensión y el mismo equipo médico que vino con la ambulancia tuvo que darle una pastilla para que se relajase.
–Pero entonces, no se puede decir que el superviviente sea el asesino, ¿no es así? –inquirió su compañera levantando una ceja irónicamente.
–Bueno, de momento no, pero déjame acabar.
A Lady le disgustó eso. No le gustaba nunca señalar a nadie sin que hubiera una prueba fehaciente de ello, ya que en una ocasión vio como la policía de París confundió a un inmigrante colombiano con un violador, y después de estar seis meses en la cárcel se demostró que no fue él, y tuvieron que indemnizarle con una buena suma. Suma que para nada compensaba los abusos que sufrió ahí dentro debido a que pensaban que abusó de su supuesta víctima, una pequeña niña de hospicio que solo tenía siete años. Lady le miró y le dijo.
–Acaba Petit, sorpréndeme. –Le exclamó a su compañero bajo una irónica y brillante sonrisa.
–Bien, como te iba diciendo…, por lo que sabemos, la señora solo alega que se levantó para ir al baño y que el ladrido de su perro, un precioso labrador negro que al parecer se llama Rocky, le hizo que se asomase al porche. Tras abrir un poco la puerta con la cadena dejándola entreabierta echó una mirada y vio como como el inconsciente se estaba peleando con otro hombre. Pero como no distinguió bien se asustó, cerró la puerta y nos llamó. Quince minutos más tarde, cuando llegué, encontré al inconsciente con el arma homicida en la mano, y el cadáver del otro chico con la cabeza apoyada en su abdomen y piernas. El cadáver tenía una herida en la espalda, hecha al parecer con la misma daga que portaba el supuesto agresor en la mano y, que por otro lado como te mencioné antes, también es extraña y ovalada. –Petit se mete la mano en uno de los bolsillos de su elegante gabardina y saca unas fotos instantáneas que estaban liadas en una gomilla–. Mira esto compañera, éstas son las fotos que hicimos como prueba antes de retirar los cuerpos ni tocar nada. Como puedes ver, en toda la escena del crimen hay restos de sangre y señales de lucha, y si miras en la siguiente foto, podrás ver la posición en la que ambos estaban.
Márquez miró las fotos con detenimiento. Pudo observar que, tal y como dijo su compañero, el hombre inconsciente tenía claras señales de lucha: ropa destrozada, cortes y heridas leves. La posición de ambos cuerpos en la fotografía también era exactamente como dijo su compañero: el chico inconsciente tenía la espalda apoyada sobre la pared del porche de la casa que había a sus espaldas y el otro chico muerto yacía sobre sus piernas y abdomen. Pero a ella había algo que no acababa de cuadrarle. Su feroz y aguda intuición le decía que había algo más, que le decía de alguna forma, que estaba difícil que el chico inconsciente fuera el asesino. Por desgracia, la anciana que fue testigo parcial del brutal asesinato no pudo ver bien ni aclarar si la víctima era quien peleaba contra su supuesto agresor o si realmente, había alguien más en la escena del crimen.
Pasó a la siguiente foto con sus estilizados dedos y lo que vio entrecortó por un segundo su aliento. Se quedó boquiabierta. Vio una foto del arma homicida y se dio cuenta de que aquella daga ovalada tenía un extraño símbolo en la empuñadura. Resulta, que no podía recordar dónde, pero su subconsciente reconoció al instante aquel extraño signo, era una especie de sol o estrella antigua. Iba a decirle a su compañero que sin poder recordar donde exactamente, ella, juraría haber visto aquel extraño grabado antes en alguna parte cuando de repente, a éste le sonó con fuerza el pitido de su teléfono móvil. Petit hizo un gesto con la mano en un instante al observar que ella iba a decirle algo y descolgó. Tras decir varias cosas en francés y hacerle a ella un gesto con la mirada señalando al hospital y claramente queriendo decir que ambos tenían que entrar, ella, se guardó aquellas fotos y tras entrar, le siguió pasillo abajo hacia la entrada, donde, tras un recibidor, se encontraban una recepcionista a la cual le tocó hacer el turno de noche y un guardia de seguridad, con porra y uniforme.
Márquez y Petit cruzaron la pasarela andando deprisa y cuando la recepcionista y el guardia hicieron un leve movimiento para detenerlos, Márquez mostró su placa que la identificaba claramente como inspectora de la DCPJ. Automáticamente, ambos se quedaron estáticos donde estaban, y, tras cruzar el largo y ancho pasillo del hospital, subieron al ascensor Otis, que estaba casualmente abierto en aquel momento.
Cuando Sasha colgó su móvil, le dio a la tercera planta pulsando el tercer botón de la botonera digital que tenía el moderno ascensor y su compañera le miró seria.
–Petit. ¿Qué ocurre, que te han dicho los de la científica? –Le dijo Lady presintiendo que hubo novedades en el asunto que en aquel tenso momento estaban investigando–. ¿Eran ellos verdad? –Le inquirió La Amazona segura de sí misma.
–En efecto, eran ellos compañera. Parece ser que nuestro amiguito hace diez minutos que está consciente. Al parecer aún está sedado, dolido y desconcertado. Ahora mismo vamos a ver cómo está y estaremos cerca de él hasta que podamos interrogarlo.
Lady asintió con la cabeza y la puerta del ascensor se abrió. Salieron.
Tras cruzar el iluminado pasillo central, cruzaron hacia el ala derecha de la planta, para ir a la habitación de cuidados intensivos donde sus compañeros de la científica le dijeron que su sospechoso estaba ingresado. Esa habitación no era otra que la habitación 333.
La habitación 333 era enorme. Curiosamente, era la dedicada a cuidados intensivos de aquella planta, ya que había una habitación como esa en cada planta del enorme, preparado y vetusto hospital. Todas ellas, eran del mismo tamaño y estaban equipadas con máquinas para asistir adecuadamente a pacientes graves, desde un desfibrilador, que yacía lleno de polvo en una de las esquinas, hasta una máquina de respiración asistida, que, por suerte, con Jack no tuvieron que utilizar ya que a pesar de que tenía varias contusiones graves, sin saber a ciencia cierta si había alguna grave hemorragia interna o rotura de órganos, era fuerte, joven, fornido y sano. Esa precisamente fue la razón por lo que los médicos pensaron tras comprobar que no tenía roturas ni fracturas demasiado graves con radiografías que no le hizo falta una máquina así, ya que a pesar de todo las heridas, eran más bien leves y eso, a alguien de su juventud y forma física le curaría más bien rápido.
Márquez y su compañero, llegaron a la puerta de la equipada y enorme habitación y justo cuando iban a abrirla, una enfermera que salía de dentro les miró con seriedad y les impidió el paso. Sasha, que ya estaba estresado por la situación, le enfadó la seria mirada que la enfermera le echó a ambos para impedir que entraran en la vetusta habitación, e iba a responderle de mala manera. Respondió con una mirada agresiva y un gesto que mostraba su indignación acercándose rápidamente a ella levantando las manos y los hombros. Su compañera, que a todas luces era más inteligente, coherente y perspicaz que él, le paró los pies poniéndose en medio y echándole una seria mirada. Supuso, que con lo respetado que era el cuerpo de la DCPJ en París, si aquella enfermera les impidió el paso sabiendo quiénes eran, es que algo más ocurría con el joven sospechoso.
La enfermera siguió mirándoles seria unos segundos y Lady, tras parar a su compañero le cogió de sus fuertes y anchas manos, le llevó a unos asientos de plástico que había un par de metros a su izquierda y le dijo que se calmara. Él se disculpó, se sentó, respiró hondo un par de veces y Márquez volvió a mirar hacia la puerta, donde la enfermera seguía ahí quieta como estatua de piedra. Claramente, esperaba que Márquez le hablara. Márquez se acercó y le dijo:
–Perdone a mi compañero doctora, pero el paciente que está en esa habitación es sospechoso en un caso de asesinato y esto es un asunto oficial, por lo que mi compañero necesita interrogarle para aclarar ciertas dudas. Ha habido un asesinato, de un chico joven y universitario por lo que sabemos, entienda que nuestro trabajo es evitar que este tipo de cosas ocurran. Le ruego discúlpeme, diga. ¿Cómo se encuentra el joven?
La enfermera siguió mirando seria y le dijo:
–Para empezar, a usted se le ve mejor persona que a su compañero, y, bueno, todos tenemos problemas y no hay que tratar así a la gente. ¿Quién demonios se ha creído que es? Bien, como le iba contando, acabo de hacer un informe de este paciente.
–¿Y? –quiso saber la bella inspectora.
–Tiene cardenales y algunas contusiones. La más grave en su rodilla izquierda. Pero no tiene nada serio ni mortal.
–Cuénteme, es una investigación importante, se lo ruego.
–Bien, le explicaré lo que se sobre este muchacho en resumidas cuentas. Él llegó al hospital hace unas horas. Lo primero que hicimos fue lavarlo y cambiarle de ropa, ya que llevaba un precioso traje, pero estaba embarrado y destrozado. Lo siguiente fue hacerle radiografías, una resonancia magnética y tras comprobar que no tenía fracturas graves, salvo una ligera conmoción cerebral lo subimos a esta habitación donde la policía nos dijo que no lo moviésemos y que les llamemos si despertaba o surgía algo. Hace un rato se despertó, y casualmente, yo estaba dentro en aquel momento. Estaba confuso, preguntaba donde estaba, dijo que estaba luchando y que por favor le dejaran dormir, pero como estaba bajo el efecto de fuertes sedantes, pensé que eran delirios. Así que, esperé que se durmiera y luego llamé a sus compañeros.
–De acuerdo. ¿Qué hicieron con el traje que llevaba puesto? –quiso saber la inspectora–. Bien podría tener alguna pista.
–Pues creo que lo tiramos a la basura. –Alegó la doctora sarcásticamente para ver como Márquez le miraba asustada consiguiendo su objetivo–. No, es broma. Como el asunto fue de un homicidio, un compañero suyo de la policía científica, la forense y su ayudante, se lo llevaron al laboratorio de pruebas, junto al cuerpo del otro chico.
–Tengo una última pregunta que hacerle.
La enfermera asintió con la cabeza.
–¿Por qué ha impedido que entremos en la habitación?
–Pues verá, lo hice porque está dormido bajo el efecto de fuertes sedantes, y puesto que a eso hay que añadirle que tiene una fuerte conmoción cerebral, les aseguro que despertarle ahora solo le alterará, les dirá balbuceos incomprensibles, y a todas luces eso solo iba a empeorar la situación. Más o menos según mis cálculos, me temo que este paciente no podrá responder a sus preguntas hasta al menos… las 11 de la mañana. Lo suyo es que hasta que despierte y se le dé un desayuno decente, no se le interrogue, ni se le presione. Y una cosa más si hay que elegir, prefiero que sea usted quien le interrogue y no su cruel compañero, pues no sería bueno para el paciente ese tono agresivo que su compañero posee. Mire, le propongo algo. Puesto que se ha hecho corta la noche y son ya casi las 8 menos cuarto de la mañana. Baje con su compañero a la cafetería del hospital, y tómense un buen desayuno. No se preocupen por el chico, en cuanto esté en condiciones, les avisaremos.
Márquez asintió con la cabeza. Se dio cuenta de que efectivamente, aquella seria enfermera hizo un buen trabajo impidiéndoles el paso en aquel tenso instante. Miró a Petit, que estaba sentado en aquel incómodo asiento de plástico, agobiado y llevándose las manos a la cabeza pensando que no pudo impedir el asesinato de aquel joven, y tras ver que su rostro estaba bastante pálido, decidió conociéndole mejor que nadie en la unidad, que lo mejor era llevarlo a tomar un desayuno y aprovechar para ir al laboratorio de sus compañeros de la científica, el cual estaba situado en la planta baja del mismo edificio donde estaba la comisaría central a recoger el traje, para buscar más pistas.
Tras despedirse de la enfermera, le hizo un ligero gesto a Sasha y éste se levantó algo más calmado. Ella caminó hacia él y se miraron a la cara mutuamente esbozando una sonrisa al unísono.
Bajaron por el moderno y vanguardista ascensor Otis y unos minutos más tarde salieron del hospital cruzando de nuevo el amplio e iluminado pasillo central de la planta baja que llevaba hacia la entrada, donde la recepcionista y el guarda de seguridad estaban ya recogiendo debido a que en unos minutos, concluían a la vez su turno de trabajo.
Les saludaron al pasar. Salieron y tras llegar a la cafetería del hospital, que estaba situada en el mismo edificio del hospital, entraron por la elegante puerta de cristal. La decoración de la cafetería era muy moderna. Mesas triangulares, sillas grises y pequeñas, una pantalla LG en la que se mostraban las noticias y el fútbol a ratos y un par de bellas camareras rubias, con camiseta y pantalones cortos.
Petit y Lady se sentaron en la mesa que estaba más cercana a la puerta y él dio un suspiro. Se le veía mal, estaba desesperanzado.
Márquez iba a decirle algo llevándole las manos al rostro y justo antes de que abriera la boca, una de las chicas le interrumpió. La joven camarera hablaba en francés.
–Hey. Qu'est-ce messieurs vont prendre?
–Bonjour mademoiselle. Deux tartines beurrées et deux cafés. –Respondió Márquez en un perfecto acento francés parisino.
La chica anotó y asintió con la cabeza. Se fue a la barra y Petit miró a Márquez sin decir nada.
Ella, presintió que él quería disculparse y anticipándose le dijo que no pasaba nada, que a pesar del pasado, son amigos y compañeros desde hacía años. Puesto que en el pasado ambos fueron algo más, ella le conocía mejor que nadie en la unidad. Sabía que Petit tuvo un duro pasado debido a que su padre era alcohólico y a veces, debido a la ansiedad que eso le daba, quitaba de comer a él y a su madre para beberse la paga en el bar. Eso le hizo ser fuerte. Un niño sin infancia que quiso impedir que a otros también les ocurriese lo mismo.
Recordando el triste pasado, terminaron el suculento desayuno y de repente, sonó el móvil de ella. Márquez descolgó el móvil y se levantó nerviosa. Su compañero dedujo al instante que se trataba del sospechoso hospitalizado, de modo que pagaron la cuenta dejando un billete de 5 euros sobre la mesa, volvieron y se encaminaron a la habitación. Parece que Jack ya está despertando.