14

 

En el interior del discreto Smart negro, Jack, pese a que las heridas aún le provocaban leves molestias, se encontraba cómodo en el impecable asiento del copiloto, con Márquez como pilota. Acababa de llamar a su madre desde el Smartphone de ella, y tras decirle que iba a estar unos días en casa de una amiga, ella le dijo que estuviese atento, él miró su dulce rostro de piel morena y ella le dijo:

–Jack, presta atención a lo que voy a decirte, ahora voy a llevarte a mi apartamento, vivo en el centro del Barrio Latino, el piso tiene tres habitaciones y tengo dos gatitas. ¿Tienes alguna duda o algo que quieras preguntarme?

Jack puso una mueca seria.

–Sí. Sí que la tengo. Hay… ¿vives con alguien más?

Se pararon en el semáforo antes de incorporarse a la autovía y ella le miró seria.

–¿Cómo que si hay alguien màs? Bueno, vivo con Yuthisa, mi compañera de piso. ¿Por qué lo preguntas?

–Pues… alguien más… ya sabes, si hay algún chico.

Ella dio un acelerón mirando al frente y frunció el ceño.

–Sí. Lo había…, pero por suerte para ti es agua pasada, no es más que el pasado ¿entendido?

Jack asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa. El hecho de que no hubiera ningún hombre con ella le daba la posibilidad de llegar a ser «algo más que amigos». Recordó todo lo ocurrido en su vida desde que conoció a Lady y de paso también se acordó de los momentos entrañables que vivió en el hospital. Se relajó durante el viaje y unos diez minutos más tarde, tras aparcar en una calle céntrica del Barrio Latino, le dijo a Jack que se bajara mientras ella salió por la puerta del piloto. Jack se bajó tras cerrar la ventanilla eléctrica y coger la bolsa donde había algo de ropa que su madre le dejó en el hospital. Lady le hizo una señal para que andando le siguiera y en vez de entrar en la puerta de su bloque, que era donde Jack pensaba que entrarían, entraron en una tienda de ropa que había justo al lado. Lady saludó a la dependienta con su afinado francés y le dijo:

Mlle s'excuser. Quel mode masculine ont ici pour mon partenaire?

La chica le señaló al fondo de la tienda señalándole con el dedo sin mediar palabra y ella tras coger a Jack de la mano le llevó hasta la sección masculina. La ropa que había allí era extravagante y poco ortodoxa: camisetas de colores llamativos con tribales, clásicos vaqueros ajustados y oscuros chándales. Eso sí, también era de bajo coste.

Para que pudiera cambiarse sin necesidad de ir a casa a por sus ropas, y pensando que Jack estaría varios días en su casa como testigo protegido, Márquez le preguntó por su talla de ropa interior. Él tras mirarla serio, soltó una carcajada larga y guasona pensando que le preguntaba por el tamaño de su miembro y cuando ella se percató de lo que él estaba pensando, frunció el ceño, le dio un manotazo en el hombro y le dijo:

–¡Oh no! ¡No seas malpensado solo me refería a tu talla de slips y de calcetines para comprarte un pack de cada uno, no para lo que tú crees niñato engreído!

–Vale. Puesto que soy alto es la XL, pero… ¿nunca has oído que el tamaño del pene es en proporción al del resto del cuerpo?

Sin dejar de fruncir el ceño, ella se cruzó de brazos, sarcásticamente y levantó una ceja para soltarle entre dientes.

–En efecto nene… como también he oído la leyenda de que los chicos musculosos y esculpidos en el gimnasio, tienden a tenerla más pequeña. A ser poco más que unos bocazas pichulines que se las dan de machotes bien dotados, granujas de medio pelo que vacilan de ser fieras en la cama tirándose a todo lo que se mueve, pero luego no son más que unos gatitos maulladores, que han tenido más bien poco o nada de sexo en sus patéticas vidas.

Aunque no era precisamente su caso,  Jack se quedó sonrojado y enmudecido pensando que ella era una chica inteligente y cortante. Le gustó eso, a su modo de ver le encantó que aquella joven criminóloga utilizara su carácter fuerte para escudar tras éste un corazón tierno y unos frágiles sentimientos que, aunque ella negaría hasta la saciedad, estaba claro que eran fruto del trauma que ella ocultaba. Una miseria interna que en algún momento, estallaría en llanto, en enfado o en un ardiente arrebato de pasión con aquel que consiga llegar hasta su corazón con algún acontecimiento que pudiera hacer de detonante, ya sea un cálido abrazo o unas palabras de sosiego en la intimidad. A juzgar por su cuerpo, sus raíces latinas, y la pasión de su fuerte carácter, una mujer como ella debía ser una bomba sexual en la cama, una mezcla de salvaje pasión y ternura, una perfecta combinación de dos sentimientos completamente contradictorios, justo lo que Jack buscaba, una mujer fuerte e irónica, pero a la vez dulce y cálida…, aquel carácter binomio, difícil de entender, resultaba a todas luces perfecto para un joven adicto a los misterios y estudioso de los enigmas de esta vida. Su aguda intuición le decía que acabarían teniendo algo. Pues pese a todo, para Jack aquella chica resultaba a todas luces bastante fácil de entender.

Tras terminar de seleccionar la ropa, Jack cogió las bolsas y Márquez pagó en metálico. Anduvieron unos pasos cuesta arriba por la céntrica calle y tras pararse en el portal 6 ella abrió la estrecha puerta con su llave. Cruzaron el pasillo y subieron al ascensor. Mientras él se colocó en el lado derecho, ella se puso en el izquierdo y apretó el sexto botón. El estrecho ascensor comenzó a subir y mirándole fijamente ella le preguntó:

–Jack. ¿Te gustan los animales?

El asintió con la cabeza.

–Mucho. ¿Por qué?

–Verás es que mis gatas son un poco ariscas con los recién llegados, por cierto, si al entrar en  casa te encuentras una despampanante mulata ligera de ropa, es mi mejor amiga y compañera de piso, se llama Yuthisa López. Es dominicana, puede que te ponga cachondo su acento… Pichulín.

Jack esbozó una sonrisa pensando que era otra cosa lo que le atraía mientras ella abrió la puerta del piso. Entraron y lo que hallaron aparte de la vanguardista decoración, fue a su compañera que se encontraba con un pijama de rayas amarillas y blancas con una jirafa dibujada. Estaba viendo la televisión cómodamente mientras devoraba un enorme bocadillo de carne con mayonesa.

Lady se sentó a su lado y ella miró a Jack y dijo:

–¡Hermana por fin te traes un tío a casa! ¿Es tu ligue? Oh vaya es muy mono.

Lady puso cara de póquer. Yuthisa se levantó y dejando el carcomido y enorme bocadillo sobre un pequeño plato que había en la pequeña mesa de cristal le dio dos besos a Jack.

–Hola, mi nombre es Yuthisa, Lady para mí es como una hermana, y bueno, cuéntame, ¿cómo os conocisteis?

–Hablas demasiado, yo no soy tan disparada como tú, y para empezar no es mi ligue, está aquí por un asunto de mi trabajo.

Yuthisa se extrañó.

–¿De tu trabajo? Eso te ha quedado muy técnico. –Puntualizó–. ¿Qué es un testigo de algo quizá?

–Sí. –Interrumpió Jack haciéndose el interesante–. Soy sospechoso de asesinato, pero la realidad, es que solo soy testigo. El muerto era mi mejor amigo y yo peleé contra el agresor por salvar su vida. Aún no sabemos nada de porqué lo mató, ni tenemos ninguna pista. Bueno…, en realidad sí que tenemos un par. Por cierto, mi nombre es Jack.

Yuthisa se mostró escéptica y se quedó sorprendida. Realmente, le costó trabajo creer que su avispada e inteligente amiga, siendo criminóloga como es, se trajera a un desconocido y sospechoso de asesinato a dormir a su apartamento con ellas sin tener una certeza, o garantía de que era claramente inocente.

–Ya, un par. Jack, ¿podrías contarme qué te sucedió exactamente?

Jack entristeció su mirada borrando la sonrisa de su cara.

–Pues verás, a pesar de todo, sigo traumatizado por lo sucedido… lo cierto es que… me encontraron inconsciente junto al cadáver de mi vecino y mejor amigo. Al principio, cuando desperté en el hospital, mi mente torturada no quiso recordar, pero lo cierto es que fui testigo de todo, e incluso me peleé a vida o muerte con el asesino. ¿Razones? Todavía las desconozco, pero de momento tenemos dos pistas, la daga con la que lo mataron, y un anillo de oro, que él mismo me dio antes de morir.

Yuthisa se llevó la mano a la boca en señal de estar sorprendida.

–Y…, ¿te dijo algo?, ¿te dijo quién le mató?

–No. Solo me dio el anillo y me dijo en su último suspiro Hermandad de B…

–Quisiera unirme, me gustan los misterios. ¿Puedo ver las pistas?

Lady sacó la daga y el anillo y Yuthisa estaba impresionada.

–Fascinante, realmente increíble. A juzgar por los relieves parece ser que es una especie de sociedad secreta o de orden antigua. El león alado del anillo, con esa escritura, el sol que tiene la daga. Apunta a ello. ¿Sabéis algo más?

Lady miró seria a su mejor amiga.

–Pues solo sé que estamos tan expuestas como él.

–¿A qué te refieres, Lady?

–Pues que Jack aún está con heridas leves después de cuarenta y ocho horas de hospital… traduciendo, lo traje aquí por temor a que el asesino de Jean Paul venga a acabar con su vida y por el momento, no sabemos dónde encontrar respuestas. ¿Alguna idea?

Los tres se sentaron en el sofá a pensar. Yuthisa se terminó de comer lo que quedaba del enorme aunque ya carcomido bocadillo a grandes boqueadas, Lady pidió una pizza familiar por teléfono para cenar allí más tarde y Jack simplemente puso sobre la mesa la daga y el vetusto anillo de oro macizo para tratar de averiguar algo más.

–¿Lady, tienes algún dispositivo con Internet?

–Coge mi portátil si quieres –interrumpió Yuthisa–. ¿Supongo que vas a buscar información, no?

Jack asintió con la cabeza y Lady le puso el portátil en la pequeña mesa de cristal donde Yuthisa se comió su bocadillo. Tras abrir un buscador online, él, se puso a buscar información sobre el tema, poniendo león alado, león antiguo… probó con todo.

Unas horas después, cuando la noche dejó caer su extenso y oscuro manto de estrellas sobre París, Jack y las chicas cenaron la pizza que trajo el repartidor, se ducharon y se tomaron un descanso. Él se tumbó en el sofá cama, que no era demasiado cómodo y tras quedarse dormido dejando el portátil de Yuthisa cerrado sobre la mesa de cristal, que estaba entre el sofá y la televisión de plasma, comenzó a soñar que estaba en lo que parecía ser una dimensión diferente. De nuevo, el infinito valle de luz resurgía ante sus ojos cegando su vista.

Aquella molestia le hizo ponerse los antebrazos delante de su cara a la vez que cerró momentáneamente los ojos y cuando éstos comenzaron a asimilar la excesiva luz de aquel inmenso valle, una voz de hombre empezó a resonar con eco en su interior.

–Jack, Jack, soy yo.

–¿Quién eres?

–Soy yo, Jean Paul.

Repentinamente, la luz empezó a convertirse en lo que parecía ser una isla virtual y paradisíaca, con zonas verdes, animales, césped natural, y un riachuelo de agua dulce de manantial, que desembocaba a lo lejos en un mar que parecía ser de cristal diamantado y cristalino. Jean Paul apareció ante él con la espalda sangrante, los ojos completamente negros, como si fuesen de cristal oscuro y la piel de su rostro pálida, curtida y carcomida. Daba miedo. Las facciones curtidas de su cuerpo y la oscura oquedad de sus ojos, reflejaban que era un recuerdo, un espectro, un alma en pena que condenada a vagar a encadenado a las puertas del cielo, no descansará hasta que arregle sus asuntos pendientes.

Jack miró su tétrico aspecto y sentía tristeza al verlo.

–Jean Paul, ¿qué te ha pasado? ¿Por qué estamos aquí que es esto?

–Esto es el limbo, amigo mío. Mi alma está encadenada entre la dimensión de la luz, y la de la llama eterna. Aún no puedo ser juzgado.

–Cuéntame. ¿Qué está pasando? ¿Por qué te mató aquel tipo? Dímelo Jean, estoy confuso y sé que lo sabes. ¿Qué hay detrás del anillo y la daga?

–Se me ha prohibido hablar directamente del asunto, ya que según el protocolo divino, tú mismo debes de descubrir y completar tu destino. Mi alma y la vida de muchas buenas personas dependen de ello. De tu éxito, o tu fracaso. Yo solo puedo darte pistas. Estoy aquí para ese fin. Pon tu mano en mi hombro, hermano y tendrás un enlace a mis últimos recuerdos.

Jack asintió con la cabeza y tras poner la mano en el hombro de Jean Paul, éste le hizo ver en primera persona como se metió en la limusina, con Lord Dragonetti y Laplace. Fue llevado a la mansión Dragonetti. Durante el camino, ya que lo estaba viendo todo como el que ve una película en el cine, pudo observar como llamaba tío a Dragonetti, y cómo éste, le decía que se acercaban a una lujosa fiesta de «inauguración como miembro de la hermandad». Se quedó con esos datos. Jack continuó observando durante varias horas del camino como conversaban los tres en la parte trasera de la lujosa limusina y cuando llegaron a la mansión, entraron en el enorme salón principal y efectivamente en principio lo que hubo allí era una lujosa fiesta con criados poniendo canapés considerados manjares exquisitos, e invitados famosos lujosamente vestidos.

Todo era de lo más normal hasta que más tarde, cuando la mayoría de los siervos se retiraron a sus alcobas tras recoger y casi todos los invitaros se fueron, Jean Paul pensaba que era hora de dormir, pero no.

Dragonetti le hizo una señal al joven. Jean se acercó y éste le dijo:

–Bueno sobrino, ¿te ha gustado la fiesta?

–Claro que si tío Dragonetti. Tú me lo has dado todo, has pagado mis estudios, me has dado cosas que he ido necesitando, y ahora me has hecho unirme a esta especie de club de millonarios aunque no lo soy. ¿Ahora es tiempo de dormir, la fiesta ya ha concluido no?

Dragonetti esbozó una maléfica sonrisa.

–Esa ha sido buena muchacho. La fiesta solo acaba de empezar.

Jean puso cara de póquer y miró a Dragonetti desconcertado.

–¿De empezar?

–Sí. Verás, en primer lugar yo no soy tu tío genético, solo soy tu padrino y ya que tienes una cierta edad, tienes que empezar a saber, que es hora de que devuelvas el favor…, de todo lo que mi club selecto como tú lo llamas ha puesto a tu alcance. Si te apadriné es porque yo tengo un cierto don… Bueno, yo solo te apadriné y pague tus estudios, gracias a que tu padre lleva años de interno, cuidando de mis jardines. Es una tradición que tengo, siempre pago los estudios y asesoro a los hijos de mis empleados… pero tú… eres diferente.

Dragonetti dio una palmada pequeña y dos de sus criadas trajeron una caja roja y morada que tenía grabado el famosísimo ojo masón en hilo de oro. Cogió la caja y la abrió. Dentro estaba el vetusto anillo de oro macizo con el león alado grabado.

–¿Qué tengo yo que no tengan ellos? ¿Ese anillo es para mí? Pues debe de valer una fortuna. –Exclamó mientras se lo puso. 

–Pues que tú, por órdenes de mi Señor al cual conocerás pronto, vas a asistir a una iniciación vip en la que se te dará dinero, y se te otorgarán secretos comerciales. Ah, y lo olvidaba, tendrás que beber la sangre de una efigie en una calavera humana sacrificada a nuestro señor para renacer como uno de los nuestros. Normalmente ningún hijo de empleado, ni ellos mismos, salvo algunas de las doncellas de mi salón, mi mayordomo y mi ama de llaves saben de estos secretos, pero sé que cuando mi Señor me ordena algo es siempre por alguna razón, ya que él predice el futuro. –Uno de los hombres de negro le trajo una túnica blanca de iniciación y le dijo que se la pusiera–. Debes ponerte esta ropa y acompañarnos al Templo de la Noche Eterna, que está situado justo debajo de este gran salón. Todo ha sido ya preparado, puesto que aceptaste, sobra decir que ya no podrás negarte. –Dijo antes de soltar una carcajada maléfica y hacer que sus ojos se volviesen de dragón por un segundo.

Jean Paul puso cara de póquer y comenzó a sentir una sensación de preocupación y miedo al ver que cada vez había menos gente en el enorme salón que mirándole seriamente comenzaron a rodearlo. El miedo le paralizó momentáneamente y tras respirar lento un par de veces se percató de que iban a forzarle y de que aquello ya no era una invitación sino una de esas sectas de locos que le habían secuestrado con un engaño construido con premeditación y alevosía. Tras mirar a su alrededor se agachó para fingir que iba a ponerse la druídica y blanca túnica de iniciado, y cuando todos pensaron que iba a aceptarlo. Jean lanzó la túnica blanca druídica sobre los dos guardaespaldas que estaban a su espalda y comenzó a correr desesperado hacia la puerta tras empujarlos violentamente. Saltó el sofá y algunos muebles que se cruzaron en su camino. Llegó al inmenso y pintoresco jardín, cuando oyó a Dragonetti dar un grito:

–¡Matadle. Sabe demasiado, si sale con vida puede causarnos problemas y os aseguro que desearéis no haber nacido!

Desesperado, Jean miró a su alrededor y se percató de la limusina estaba abierta y aparcada. Subió corriendo a ella saltándose el techo y para su suerte, los sicarios de la hermandad ese día fueron confiados de que en aquel jardín enorme nadie iba a robar los lujosos vehículos del maestro. Las llaves estaban puestas.

Arrancó. Salió disparado jardín arriba y huyó rompiendo todo lo que se le puso delante, que no eran más que antiquísimas estatuas de antiguas civilizaciones de incalculable valor. Por suerte para él, la oscura y vetusta limusina tenía un blindaje lo suficientemente espeso como para destrozarlas sin apenas hacerse rasguños.

Perseguido por aquellos sicarios en moto, Jean continuó huyendo hasta llegar a la autovía que llevaba hacia París dirección norte, y desesperado pensó en su mejor amigo para pedirle ayuda, justo antes del momento que coincide con la visión anterior, en el que en una maniobra maestra, Jean acabó con la vida de uno de sus perseguidores.

Desorientado, Jack pidió al desconcertante ente de su mejor amigo que detenga la visión. Que ya conocía el resto y que no quería revivirlo. El espíritu de Jean dio una palmada y ambos se vieron entre eterna oscuridad. Jack solo podía verse a sí mismo y a su amigo con el macabro rostro, de ojos totalmente cristalizados en negro, y de piel casi curtida.

Volvieron a la imagen de la isla paradisíaca. El ente de Jean Paul miró a Jack a la cara. Él soltó una lágrima.

–Te lo suplico Jean, explícame que he de hacer. Aún estoy traumatizado. Yo te vi morir compañero, fuimos amigos desde que éramos muy pequeños, dime que he de hacer porque cuando pienso en que tu asesino me vendrá a buscar, me doy cuenta de que puedo acabar asesinado como tú, en un problema en el que me veo envuelto sin comerlo no beberlo. Si no eres un maldito escotoma, o una jodida alucinación de mi subconsciente torturado, tienes que decirme que tengo que hacer para evitar acabar así, o para liberar tu alma, tu fantasma, o lo que quiera que seas. A juzgar por tu aspecto, se ve que te estás pudriendo al unísono de tu cadáver.

El ente dio un paso atrás.

–Jack, siempre fuiste para mí como un hermano, pero de momento, se me ha prohibido darte información de primera mano. Solo puedo darte pistas y solo puedo aparecer mientras duermes. ¿Ves esta isla paradisíaca llena de luz?

Jack asintió con la cabeza.

–Bien, pues es la entrada al reino de la familia de la luz. Ve hacia el agua del lago que desemboca en el lejano mar de cristal diamantado y trata de observar tu reflejo fijamente durante unos segundos… comenzarás a entender cuán importante es tu destino.

Sin decir una sola palabra, Jack se acercó al cristalino lago que había justo antes de desembocar en el bellísimo mar cristalino y tras mirar su reflejo unos segundos, el lugar cambió de cuajo: el cielo se volvió humo negro y contaminante, el olor se volvió nauseabundo a carne chamuscada y pútrida, el mar diamantado y cristalino, se convirtió en un enorme océano de llamas, fuego y azufre, donde miles de almas condenadas gritaban al unísono mientras la lava les devoraba las entrañas unas y otra vez. No había nada, solo dolor, gritos y desolación de unos espectros que lloraban eternamente llenos de miseria.

Jack comenzó a sentir un paralizante miedo y cuando se percató de lo que estaba a su alrededor, vio que el lago se convirtió en un río de sangre hirviendo entre negra y roja oscura. Él quiso apartarse y cuando iba a dar un brinco hacia atrás una mano verdosa, con escamas y afiladas garras salió del ardiente río de sangre agarrándole el antebrazo con fuerza, Jack hizo uso de sus excelentes reflejos y para desprenderse de la situación, utilizó la mano que le quedaba libre para agarrar una piedra y golpear agresiva y repetidas veces a la diabólica mano, que al momento se abrió y se metió de nuevo en el rio de sangre. Se miró el dolorido antebrazo, miró hacia arriba y vio al espectro de Jean de pie justo delante de él, extendiéndole la mano derecha, en un amable gesto como para ayudarle a levantarse. Él se agarró a la curtida mano del espectro de su amigo y antes de levantarle le dijo:

–Esto es solo un fragmento del reino de la llama eterna, y es donde acabaré si fracasas. He aquí lo que debes hacer: Ve a casa de Monsieur Richelieu, nuestro catedrático de historia con la daga y el anillo y pregúntale sobre la Hermandad de Babilonia. Él te dirá qué debes hacer.

Jack asintió con la cabeza superando su miedo y cuando Jean le dio un gran impulso, él despertó de nuevo en el sofá cama del salón del apartamento de Lady. Aún sentía molestia en el antebrazo. Se lo miró y observó que tenía la marca de las garras de la demoníaca mano a modo de sombra, como si fuese una especie de tatuaje, una marca que tendría de por vida a menos que perdiese el brazo literalmente. Se levantó del sofá y miró por la ventana que había a su derecha. La luz del sol ya entraba con gran resplandor a través de ella. Miró el reloj y eran las 9 de la mañana.

Lady estaba ya levantada. Llevaba puesta una camiseta escotada y unos pantalones cortos. Hacía calor. Jack la miró y pensó que ligera de ropa era aún más atractiva, ella fingió no percatarse y esbozo una sonrisa. Le miró de arriba abajo y luego ella se quedó boquiabierta cuando vio la demoníaca garra en su brazo.

–Jack, tu brazo. Ayer ese tatuaje no estaba. ¿Cómo ha llegado ahí? Parece la mano de un demonio.

Jack le miró a los ojos y le dijo levantándose.

–Inspectora, yo estoy tan perplejo como tú. No lo parece, lo es. Tuve una visión, bueno. Las tengo desde pequeño.

Lady estaba sorprendida y no acababa de tragárselo.

–¿Qué viste? ¿El fantasma de Jean Paul en el infierno? –inquirió ella con tono sarcástico.

Jack entristeció su mirada.

–Pues sí, empezaba a estar pútrido y curtido, sus ojos estaban llenos de oscuridad y no está exactamente en el infierno, está entre la luz y la llama, en el limbo. Me dijo…

Lady comenzó a escucharle más enserio al ver como sus ojos se entristecían por momentos, como la expresión de su mirada se perdía en una profunda congoja entre tristeza y miedo. Al ver aquello, ella también comenzó a sentir lo mismo.

–Oh Jack, ¿qué te dijo exactamente?

–Me dio información privilegiada sobre la daga y el anillo, me dijo que tenía un destino importante para la humanidad, y me hizo ver sus últimos recuerdos. Son horribles.

Lady se sentó a su lado en el sofá cama y le agarró las manos tiernamente.

–¿Qué más te dijo? Sabes que estamos juntos en esto y que prometí ayudarte.

–Me dijo que buscase a Monsieur Richelieu, que era nuestro profesor de historia en la universidad. Y que el anillo y la daga, pertenecen a la Hermandad de Babilonia, debo llevárselos a nuestro maestro. Según Jean Paul, él nos asesorará… También tuve pistas al ver sus últimos recuerdos. Ellos le mataron.

–¿Oíste algún nombre? Es decir, durante la visión que compartiste de los últimos recuerdos de Jean, ¿oíste o te dijo algo más aparte de que la daga y el anillo perteneciesen a la Hermandad de Babilonia?

–Sí. Vi como hablaba con un hombre que tiene una cicatriz en la cara y una barba blanca, pequeña y puntiaguda. Lo llamaba Tío Dragonetti. Fue él en persona quien le entregó el anillo, alegando que era su inauguración como miembro de la hermandad.

Lady cogió de nuevo el anillo y comenzó a bucear en los recuerdos más lejanos, profundos y prohibidos de su mente. Todos tenemos cosas en la vida que por variadas razones no queremos o nos cuesta recordar. Ella, tras estar unos minutos mirando el vetusto anillo de oro macizo, preguntándose dónde lo había visto antes, cayó en la cuenta de aquello que no quería recordar, pero a forzadas, su mente reconstruyó, tuvo un acto reflejo en el que abrió la boca y las manos, debido al sorprendente impacto que le chocó al oír aquel nombre. El anillo se le cayó e impactó contra el suelo tras rebotar en la esquina de la mesa de cristal.

–¡Eso es! Jack tus visiones son absolutamente reales, a partir de ahora te creeré casi ciegamente.

–¿Por qué dice eso inspectora? Yo siempre vi cosas desde años atrás, pero nunca fueron tan eficientes.

Lady rompió a llorar y abrazó a Jack con fuerza.

–Porque Lord Víctor Dragonetti asesinó a mis padres cuando yo era pequeña, yo fui testigo del shock me quedé paralizada, pero supongo que pensó que no lo contaría, por lo que salió corriendo del sitio. La descripción es la misma.

Jack se quedó sin palabras y cuando ella se incorporó prosiguió.

–Mi padre era arqueólogo, estaba investigando unas pirámides Aztecas y en una de las cámaras funerarias descubrió unas calaveras que eran mucho más largas de lo normal. Según las tablillas eran restos de unos dioses que vinieron del cielo, además de eso, encontró unas bellas esferas de color azul brillante, las cuales se iluminaban al cogerlas. Yo también vi una de ellas, parecía de zafiro. Según me contó mi padre, tienen la capacidad de manipular las mentes humanas, y de elevar grandes objetos sin esfuerzo. Las tablillas encontradas, decían que aquellas esferas mágicas fueron entregadas por los dioses a los primeros humanos, para construir aquellas pirámides. Las llamaban las calaveras del cristal.

Jack se quedó estupefacto, entonces la interrumpió.

–Un segundo un segundo –la detuvo poniéndole los dedos en sus labios y secando con los pulgares las lágrimas de sus mejillas–. Dices que tu padre descubrió que los Aztecas tenían dioses de carne y hueso, a los cuales tenían como altos cargos en su civilización y que ellos utilizaron la tecnología para manipularlos y construir sus ciudades.

Lady asintió con la cabeza.

–¿Y qué tiene que ver eso?, o sea. ¿Por qué Dragonetti acabó matando a tus padres?

–Verás, creo que él ya suponía que el hallazgo estaba ahí. Además de ser el asesino de mi padre, también era el magnate multimillonario que financió las excavaciones. Lo recuerdo bien. Mi padre me mostró una de esas esferas y unos días después ese hombre vino a almorzar con nosotros para hablar de negocios. Durante la comida, mi padre discutió con él cuando dijo que quería mostrar el increíble hallazgo al mundo y a la prensa, y éste exigió que le entregara los cráneos, las tablillas y las esferas. Al no querer ocultar la verdad, mi padre se enfrentó a ese indeseable, que tras sacar de un bolsillo una daga idéntica a la que mató a Jean Paul lo apuñaló en el corazón. Mi madre, gritó desesperada y le hirió en la cara lanzándole un vaso de cristal, pero ese cabrón saltó sobre ella y la degolló con la misma daga. Yo era solo una niña, que cuando vio aquello se quedó paralizada. Él… supongo que no tuvo malicia para matarme o simplemente pensó que yo no hablaría. De modo, que solo se limitó a hacerme el gesto de ponerse el dedo en los labios y salir de ahí corriendo. Yo, del susto me oriné encima y me quedé inconsciente. Me llevaron al orfanato y más tarde fui adoptada por este matrimonio con posibles de Francia. Estuve un año sin hablar del trauma, por mi mente rota que no quería recordar. Y eso fue todo. Ahora ha vuelto a matar. Jack, debemos parar a ese hombre y a los suyos. Vayamos a ver a Monsieur Richelieu. ¿Sabes dónde vive?

Jack asintió con la cabeza mientras ella se aseguró de que tenía el anillo y la daga en el bolso.

–Bien, pues levántate, y vayamos a verle.

El secreto de Nostradamus
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