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Los falsos amigos y la falacia del mundo justo en el que cada uno recibe lo que merece

Es conocido el celo que ponen todos los perseguidores por hacer “confesar” a sus víctimas.

Sin embargo, las víctimas de relaciones psicopáticas observan perplejas cómo, en ese celo, termina participando todo el mundo a su alrededor, incluidos sus amigos, los miembros de su familia, sus propios médicos, psicólogos, terapeutas, etc., en definitiva, TODOS.

El mundo entero parece conspirar para pedirle que confiese que la que se ha equivocado y la que merece lo que le ocurre es la propia víctima.

A esto contribuyen todos los falsos amigos de las víctimas que animan a todas los víctimas de este mundo a hacer examen de conciencia y a descubrir en ellas lo que han hecho mal, en que se han equivocado, etc...

En definitiva se trata siempre de animar a las víctima a descubrir los inextricables modos por los que (una vez más no podía ser de otro modo), en todo el universo opera una mera justicia retributiva dentro un mundo comprensible y predecible por ser justo.

En el mundo de los “falsos amigos de las víctimas”, todo resulta racional y explicable pues, según ellos, cada uno recibe el justo premio o castigo a sus obras.

De este modo toda víctima que lo sea no sería en verdad una víctima, sino un consentidor necesario; alguien responsable, imputable y culpable de su propio mal.

Entre esos falsos amigos solemos encontrarnos a los profesionales sanitarios, médicos y psicólogos que tienden a evidenciar en los diagnósticos sobre las víctimas no tanto un efecto en forma de daño, sino la existencia (que suele presumir la pre existencia) de trastornos o patologías de la personalidad que la victimizan secundariamente.

Algo anda mal –dicen– en la mente de las víctimas de maltrato y manipulación. De este modo se invierte la lógica del proceso de victimización y se pretende dar como causa lo que en verdad es el efecto del perverso abuso en las víctimas en forma de desestabilización emocional.

Esta inversión de causa y efecto resulta habitual en casi todos los procesos de victimización que hemos estudiado en los últimos años, ya sea en el acoso laboral, escolar, vecinal, doméstico, etc... Las víctimas, ya se sabe, algo tienen.

De lo contrario no serían víctimas.

En cualquier entrevista televisiva o radiofónica sobre el mobbing se me pregunta recurrentemente por el “perfil de las víctimas”. Con ello se asume tan natural como falsamente que lo que precipita el proceso de acoso está oculto dentro de las víctimas, en sus rasgos, patologías, personalidad o actitudes.

Todo ello forma parte del mito central en el abuso emocional: el de buscar en la víctima la razón por la que resulta victimizada. Esa razón no es posible encontrarla ahí, por lo que todo intento de entender el proceso queda falseado por el mito.

Contra este mito extendido por doquier y que domina la esfera de la representación, está lo que yo llamo “la verdad de las víctimas”, es decir, el hecho irrefutable e incontestable de que éstas son, técnicamente hablando, inocentes.

En nuestra sociedad complaciente y narcisista se encuentran muy pocos abogados de las víctimas o jedis que asuman esta verdad incómoda, por que resulta muy peligroso para quien la sostiene.

Por eso repetimos frecuentemente que la verdad más revolucionaria, que nadie quiere aceptar por la amenaza que comporta, es la que revela al mundo entero que las víctimas del abuso y el maltrato son inocentes.

Esta última inversión paradigmática en materia de acoso y abuso emocional y psicológico se ha de operar todavía en nuestras ciencias sociales. Esta inversión resulta amenazante para un orden científico-social construido también sobre las espaldas aún sangrientas de nuestros chivos expiatorios.

De ahí la proliferación de los gurús de la culpabilidad.

Amor zero
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