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La elección de la peor manera posible para romper
Pudiendo hacerlo bien, tu pareja psicópata elige hacerlo mal y del peor modo posible para ti.
No es que no sepa, sino que decide deliberadamente hacerte daño en la ruptura mediante la ostentación de su poder, mediante la triangulación y la traición.
Si existe un modo peor de cortar todos los puentes contigo, no dudes que lo aplicará.
Antiguamente, la propaganda del día de San Valentín decía: dígaselo con flores. Los psicópatas, para decir las cosas más importantes, utilizan el dolor y el sufrimiento.
A veces usan la técnica de los hechos consumados como una de las formas más crueles de romper con alguien, aprovechando la distancia o un viaje...
Entre los posibles modos eligen el modo más impersonal, casual, distante y frío. Un mensaje de texto, un e-mail, el Watsapp, el Skype o el chat, haciendo ver con la elección de ese método que no le importa un pimiento su pareja.
En otros casos, prefieren dejarse sorprender triangulando o flirteando por internet con terceras personas, cuando no que los descubra su pareja en la cama con su nueva víctima de adquisición.
Todo eso les produce un pico de adrenalina: en el riesgo de ser descubiertos en relaciones sexuales, citas a ciegas, flirteos desde el Watsapp o hacerse fotos indiscretas o explícitas y colocarlas en el Facebook.
La trampa lleva la marca de la casa de todo buen psicópata.
Es la modalidad más genuina y habitual del proceso de ruptura, traición y descarte del psicópata.
Si no hay hechos consumados, engaños o triangulación a la vista, puede usar de otros medios también crueles y traicioneros para causar el máximo dolor en el abandono.
Al cortar, y mientras se comunica con la víctima, ésta tiene la sensación de que estuviera hablando de otra cosa o de otra persona, tan grande puede ser su desafectación, frialdad o cinismo. En esos momentos la víctima experimenta la desrealización: la sensación de no estar ya psicológicamente anclada en la realidad.
El psicópata rompe relaciones con una frialdad pasmosa. Tanta frialdad asusta y confunde a la víctima.
Por supuesto, en su ensaladilla verbal habitual habla solo de sí mismo: de sus sentimientos, de sus supuestas reflexiones y razones... Una ensaladilla rusa verbal con la que pretende envolverse, una vez más, para despistar y confundir a la víctima.
En esa charleta nunca se refiere a las personas con las que está triangulando, transicionando o directamente se ha enganchado ya. Eso queda oculto o minimizado.
Nada de eso es revelado o admitido por un psicópata. Aún menos esperable será que pida disculpas por ello.
Solo si la víctima tiene conocimiento de primera mano sabe todo lo que está pasando realmente en ese momento.
Envuelto en verborrea y una ensalada verbal aderezada de palabrería vana totalmente desprovista de emoción, le imputa a la víctima lo mucho que ha cambiado, cómo se ha perdido la chispa del amor, o le acusa de aspectos físicos o psicológicos por los que, al parecer, ya no resulta del menor interés.
Lo más destructivo para la víctima es observar que en ese momento no hay ninguna emoción. No le cuesta nada hacerlo y la víctima lo percibe. La crueldad resulta patente y se añade al daño psíquico que toda la situación genera.
En la elección del momento para escenificar el abandono o consumar la traición, suele existir también un gran coeficiente de maldad.
Suele elegir el momento de mayor vulnerabilidad o debilidad personal o profesional de su víctima. Todo consiste en rematarla lo mejor posible con el menor riesgo posible de retaliación o confrontación.
La hace en el peor momento posible sin hacerse el menor problema.
Todo se hace según conveniencia y con la mayor brutalidad.
La sensación de las víctimas ante su fría y cínica forma de descarte es la de que algo dentro de ellas ha muerto.
Se quedan inconsolables, confusas, vacías.
Para el psicópata, es todo lo contrario.
Ver a su pareja sufrir de ese modo supone para un psicópata la parte importante de la fiesta.
Disfruta sádicamente de verla así.
No puede evitarlo.
No tiene alma.