Epílogo
Baden se sentó en una butaca junto al fuego con un vaso de Whisky en una mano. Katarina estaba enseñándoles a los niños de Maddox a jugar adecuadamente con los perros del infierno. Todo el grupo se había mudado a la nueva fortaleza, que estaba situada en Budapest, como la anterior, pero en una cota más alta de las montañas, oculta por un bosque.
Torin había pagado a los antiguos propietarios una fortuna para que se marcharan a toda prisa.
Los Señores ya estaban creando recuerdos allí.
La noche anterior, Katarina había bañado a toda la manada de perros del infierno. Los animales habían protestado airadamente, pero ella les había dicho que no podían vivir en una casa hasta que no estuvieran limpios y sin pulgas. Se había situado en el patio con una manguera, y todos los perros le habían permitido que los lavara.
Baden nunca había visto nada más gracioso. Unos perros a los que temía el mundo entero por su fuerza y por su destreza para comerse a sus enemigos, temblando mientras una mujer menuda les enjabonaba con champú.
Su vida era más de lo que nunca hubiera imaginado, aunque no todo iba a la perfección. En el inframundo continuaba la guerra, que se recrudecía por momentos. No sabían nada de Cameo. William no había regresado a la fortaleza, y se rumoreaba que había seguido a Puck hasta su tierra.
El hermano de Katarina había sobrevivido al síndrome de abstinencia y había empezado a desintoxicarse. Le pidió perdón por todas las cosas que le había hecho, y Baden supo que ella había sentido esperanza. Sin embargo, en cuanto lo habían dejado en libertad, se había escapado a comprar heroína. Katarina le había pedido a uno de los perros del infierno que lo siguiera para protegerlo, pero, en el fondo, se había despedido de él.
Después de liberarse de sus propias bandas, Pandora había decidido quedarse en el inframundo para construir su reino allí. Baden se preguntaba si se había quedado por afecto hacia su nuevo padre… o por atracción hacia uno de los reyes. Ella tenía secretos que no iba a compartir con él, con su hermano.
¿Se acostumbraría alguna vez a aquella palabra?
Maddox se dejó caer en una butaca, junto a él.
–Bueno, amigo mío. Parece que has aprendido la lección. Por muy negro que sea el presente, el futuro puede ser luminoso. Solo hay que resistir.
–Este no es momento de discursitos –le dijo Baden–. Por muy calmado que sea el presente, el futuro puede ser tormentoso.
Su amigo se puso serio y asintió.
–Hades y Lucifer están reclutando a sus aliados.
–Solo es cuestión de tiempo que terminen y comience el verdadero combate.
–Nuestro bando ganará. Entonces, te ayudaremos a castigar a Hades por su batalla con Katarina.
A Baden se le encogió el pecho.
–Eres mejor amigo de lo que me merezco.
–He aprendido del mejor –respondió Maddox.
Por un momento, Baden volvió a los días de su vida en los cielos. Un ejército de titanes les había tendido una emboscada a ellos, la guardia de Zeus.
A Maddox lo habían alcanzado al instante, y un millar de lanzas y flechas se le habían clavado en el pecho. Baden podría haberse puesto a cubierto, pero había corrido hacia Maddox para llevárselo a un lugar seguro.
–Hemos recuperado los artefactos –dijo Maddox–. Seguiremos buscando a Cameo, a Viola, la caja y la Estrella de la Mañana.
Era la única forma de que sus amigos y él pudieran librarse de los demonios. El objetivo final.
Galen entró en la habitación y miró a Baden.
–¿Acaso piensas que puedes librarte de cumplir tu parte del trato, idiota? –le preguntó sin preámbulos. Sus alas eran mucho más grandes que antes, y se arqueaban por encima de sus hombros. Eran blancas como la nieve–. Quiero mi cita.
–¿Le has prometido que ibas a salir con él? –preguntó Maddox–. Buena suerte, pero creo que Katarina va a protestar.
Baden lo ignoró y se puso en pie. No le sorprendía que Galen hubiera aparecido. Solo le sorprendía que no hubiera aparecido con Fox. La chica le había enviado muchas preguntas sobre Desconfianza y, aquella misma mañana, a petición de Katarina, él había aceptado ser su mentor.
–Ven a dar un paseo conmigo –le dijo a Galen y, cuando salieron de la habitación y estuvieron a solas, añadió–: Aeron se niega a decirme dónde está Legion en este momento.
–¿Y qué?
–Que –dijo Baden–, casualmente, mi mujer es la líder de los perros del infierno.
–Ya lo sé, ya lo sé. Es maravillosa y tú eres el inmortal más afortunado de la historia del universo. ¿Y qué tiene que ver eso con mi situación?
–Que los perros han dado con Legion.
Galen se detuvo bruscamente y lo tomó por los hombros.
–Dime.
–Antes necesito que me jures que no vas a hacerle daño…
–No vuelvas a insultarme. Yo nunca le haría daño. Para mí, ella es como Katarina para ti.
Baden lo creyó. Galen estaba completamente enamorado.
Entonces, Baden le dio la dirección, y Galen dio un salto en el aire. No volvió a posar los pies en el suelo. Sus alas lo llevaron hacia las nubes.
Biscuit y Gravy se le acercaron corriendo desde un rincón y saltaron sobre él. Si hubiera sido más débil, se habría caído. Katarina se acercó corriendo tras ellos, riéndose.
–No querían que estuvieras desprotegido –le dijo, mientras él la tomaba en brazos.
–¿Ahora les caigo bien?
–Ni un poco. Pero me quieren.
–Como yo.
Mientras los cachorros movían la cola y corrían a su alrededor, Destrucción se frotaba contra el cráneo de Baden, desesperado por acariciar a Katarina.
–Y como la bestia.
Ella le acarició las sienes.
–¿Me necesita?
–Los dos te necesitamos –respondió él, y se echó a Katarina al hombro–. Y te vamos a tener. Tal vez te hagamos gritar un poco.
Ella se estuvo riendo durante todo el camino hasta el dormitorio, pero, cuando él la tendió sobre el colchón, estaba jadeando.
–Normalmente, mis sesiones de adiestramiento son cortas y agradables –le dijo–. Pero, con mi dulce Baduction… Creo que voy a dedicarle varias horas.
–Oh, no, krásavica. Vas a dedicarnos la eternidad. No aceptaremos ninguna otra cosa.