NOTA FINAL DEL TRADUCTOR

Teodorico murió el penúltimo día del año 1279 de la fundación de Roma —el 30 de agosto del 526 de la era cristiana— apagándose con él el último resplandor de lo que había sido el imperio romano de Occidente. Al faltar él, el reino godo se vio, al cabo de treinta años, fragmentado en pequeños estados. Y al faltar la influencia civilizadora de ese reino, Europa entera se vio abocada durante siglos a la desdicha, la desesperación, la superstición, la ignorancia y el letargo, la era denominada Edades Bárbaras.

El mausoleo de mármol de Teodorico aún sigue en pie en Ravena; pero durante esa era, la ciudad sufrió varias veces expolios, saqueos, sublevaciones, hambrunas, peste y miseria. Y en cierto momento —no se sabe cuándo— el mausoleo fue violado y profanado por ladrones de tumbas; el cadáver embalsamado, revestido de armadura y casco de oro, fue extraído para despojarle de las valiosas alhajas y se perdió. Los ladrones se llevaron también la espada serpentina, el escudo, los emblemas del cargo y todos los objetos de la sepultura. Salvo el manuscrito de su mariscal Thorn, recientemente descubierto, ninguno de esos tesoros se han conservado.

Los otros libros que Thorn menciona como depositarios de la historia, tradiciones y hazañas de los godos —el Biuhtjos jah Anabusteis af Gutam, el Saggwasteis af Gut Thiudam, De Origine Actibusque Getarum de Ablabio e incluso la Historia Gothorum de Casiodoro— fueron todos condenados, prohibidos y destruidos por los sucesivos gobernantes y los obispos cristianos. Esos libros, igual que el reino godo, los cristianos arrianos y los propios godos, hace siglos que desaparecieron del mundo.

G. J.