7

ESPÍRITU ANIMAL

‹Te buscan›.

—Al menos me buscas tú, gran insecto —dijo Toby para ocultar su sorpresa—. ¿La gente te ha causado problemas mientras venías hacia aquí?

‹Llevaba prisa, así que no lo he notado›.

—Con el tamaño que tienes, supongo que no puedes fijarte en todos los lugares por donde pasas. Pero creo que aquí ni el mismo diablo con zancos causaría asombro.

‹No me han detenido›. Quath se sentó, haciendo crujir las piernas, y Toby supo que hablaba en serio. Puso la gran cabeza bajo una rama de sauce. ‹Me sabe mal no haber podido visitarte en tu celda›.

—No habrías pasado por la puerta —dijo Toby con una fingida ligereza.

‹He concluido con el interrogatorio que ellos solicitaban›.

—¿Qué querían saber? Es decir, después de leer nuestros Legados —dijo Toby con amargura.

‹Hicieron muchas preguntas sobre las Crónicas de las Miriapodia. Les hablé de nuestras armas, nuestras victorias y de lo que sabemos sobre los mecánicos. Esto último fue lo que más les interesó›.

—¿Se lo contaste?

‹Las Filósofas lo permiten. Este es un momento crucial del largo conflicto con los mecánicos›.

—¿Los mecs se meten aquí con frecuencia?

‹Tienen sus defensas, al igual que las miriapodia›.

—Espero que sean buenas. —A Toby le agradaba el exuberante verdor del parque, pero echaba de menos el entorno apacible y soñoliento, según él recordaba, de Ciudadela Bishop. Esta ciudad tampoco tenía aquellas recónditas y encantadoras avenidas donde él había aprendido a caminar de la mano de su madre. Y sabía que no encontraría lugares como esos en ninguna parte.

‹Querían información sobre el trabajo de los mecánicos con la antimateria›.

—¿Con la qué?

Quath emitió un chirrido metálico, una carcajada en apariencia, aunque Toby jamás había podido precisarlo. Emitía el mismo sonido en situaciones que, al menos para Toby, no eran ni remotamente graciosas. Cuando el chirrido cesó, Quath le dijo que la materia tenía su opuesto y que, si se encontraban ambas partes, las dos desaparecían en un fogonazo.

—Parece peligroso jugar con eso —dijo Toby.

‹Están estudiando las partículas pequeñas que transmiten corrientes, los electrones, y especialmente sus contrarios, los positrones. Crean nubes de esos pares haciendo girar pequeñas estrellas, las estrellas de neutrones. Los mecánicos estudian intensamente en esos lugares›.

Toby sacudió la cabeza.

—Yo quiero entender este lugar, Quath… no me llenes la cabeza con cuentos de estrellas.

‹Intentaba mantener lo que una vez definiste como una charla intrascendente, antes de pasar a una conversación seria›.

—¿Eso es una charla intrascendente? —Toby se paseó por el bosquecillo, escuchando el murmullo de la gente y del comercio a una manzana de distancia. Aquel fragmento de naturaleza, unos cuantos árboles y arbustos, bastaba para hacerle comprender cuánto la había echado de menos—. Creo que sé lo que te propones, sin embargo. Mi padre quiere que regrese con el rabo entre las piernas, ¿verdad?

‹Usas metáforas de animales para decir las cosas; una típica habilidad de los primates›.

—Pero ¿he acertado?

‹Hay más. Killeen ha concluido sus negociaciones. Para obtener lo que desea, debe entregar a cambio algunas cosas de la nave›.

—Que lo haga. Si ya ha usado los Legados como instrumento de cambio, ¿para qué preocuparse?

‹Los mercaderes de aquí desean información sobre la indumentaria y la joyería de los viejos Bishop. Sobre su arte tradicional›.

—La moda, ¿eh?

‹Parece ser una preocupación de los primates. Adornaros con bagatelas›.

—Oye, tú te insertas un ojo o pata adicional con tanta frecuencia como yo me cambio de camisa.

‹Rara vez te la cambias›.

—Sí, claro, pero…

‹No es lo mismo›.

Toby no entendía por qué, pero algo en el comportamiento de Quath lo ponía nervioso.

—¿Para qué has venido a buscarme, madre de las cucarachas?

‹Tu padre ha terminado sus trueques. Ahora, para lograr sus fines, necesita una cosa más›.

Toby pateó una rama caída.

—¿Qué me importa? Por mí que venda la dentadura.

‹Una pieza importante que sólo tú tienes›.

—¿Yo? Yo no tengo nada.

‹Tú llevas una Personalidad›.

—Claro, pero… oye, ¿con eso está negociando mi padre?

‹Aquí tienen un modo diferente de morir. Una institución conocida como el Restaurador, o la Máquina de Preservar. Con una muestra de tejido y una reserva de memoria, puede recrear a cualquier persona que haya vivido›.

Toby sintió frío, horror.

—Shibo.

‹Sí›.

—No me gusta eso.

‹Creo que es algo que debe resolver la interesada›.

Toby se sonrojó. Vaciló, sintió mareo, se sentó. Veía puntos blancos en el aire. Respiraba entrecortadamente. Intuía que lo que Killeen quería estaba mal, pero no sabía cómo argumentarlo.

—No sé.

‹Si hay que usar la Personalidad Shibo para reconstruir a la persona viva, me imagino que es necesaria su cooperación›.

—Hablarán con ella.

‹Eso creo. Pero una Personalidad en un chip no puede hablar›.

—Claro que no. Tendrá que ser a través de mí.

La cabeza le palpitaba y se apretó las manos, que sentía extrañamente frías, pero se obligó a pensar. Con volcar su atención hacia su interior la Personalidad Shibo afloró como una cuña inflexible en su mente.

Es tentador regresar a todo eso. Tendré que pensar en ello.

—¿Qué? —preguntó Toby en silencio—. ¡Estamos tan cerca! Apenas he empezado a saber cómo eres. Amo tus recuerdos.

Son polvo digital.

—Son tan reales como esta hierba, estos árboles.

Tú no crees eso. ¿Recuerdas a los que luchaban contra los seudoanimales? Preferían lo simulado a lo real. Tú te reías de ellos.

—Pero tu yo durará para siempre si está almacenado en un chip. —El argumento era un poco forzado, y esperaba que ella no cayera en la cuenta.

Nada reemplaza la vida. Aun así, aquí hay ciertos sabores que tú no sientes. Difíciles de describir, fríos, grises y tranquilizadores.

Astutamente, Toby dijo:

—Resolvamos este problema, luego hablemos del Restaurador.

Tiene cierto sentido, lo admito.

—Bien, déjame hablar con mi padre, sólo tú y yo, y…

He estado pensando. Semejante transformación quizá no nos traiga felicidad, ni a mí ni a Killeen. Está cambiado. Se ha endurecido.

—Así es.

Me agrada este distanciamiento. Aquí estoy a salvo de lo tosco y lo efímero, de penas y necesidades.

Toby detectó un aroma de espacios claros, extrañamente delicioso, de superficies tersas fluyendo en un lugar atemporal.

—Entiendo.

No puedes. Pero te agradezco que lo intentes.

Tragó saliva, con las manos trémulas, y miró desafiante la cabeza de Quath.

—Yo… no permitiré que Killeen tenga el chip.

‹Él es el capitán. Lo tomará›.

—¡Tengo derechos!

‹No el de retener una Personalidad. Él argumentará que, de existir la posibilidad, una Personalidad debe ser liberada›.

—¡No es la costumbre de la Familia! —protestó Toby.

‹Tu Familia nunca antes tuvo la tecnología necesaria para lograrlo. Para tu especie, la costumbre se adapta a las posibilidades›.

—La humanidad ya debía tener esto hace mucho tiempo, de lo contrario esta gente no lo tendría. Pero nuestras costumbres son antiguas… y no encierran nada acerca de traer de vuelta una Personalidad.

‹Esta, pues, es la prueba de cuánto habéis decaído›.

Nada cabía replicar a una afirmación tan cruda.

—Aun así, no la entregaré.

‹Él la tomará. Aduce que necesita las aptitudes de Shibo para explorar este lugar›.

—¿Explorar?

Toby no podía apartar la mente de la perspectiva que le aguardaba. Y algo más le secó la boca, le cerró la garganta: las extrañas corrientes que avanzaban como riachuelos abrasadores cuando pensaba en Shibo.

‹Para buscar a Abraham. Y creo que algo más›.

—Necesito reflexionar. —Toby se levantó temblando. No era propiamente Shibo quien causaba aquel tumulto en su interior. Era algo relacionado con él y con Shibo, pero que no atinaba a expresar. Cada vez que lo intentaba sentía un mareo, un remolino de náusea.

‹He venido a prevenirte. Killeen ha ordenado que te busquen›.

—No regresaré.

—Claro que regresarás —dijo su padre.

Toby giró sobre los talones.

—¡No!

Killeen y Cermo salieron de la arboleda cercana, en traje completo. El rostro de su padre estaba arrugado y contraído, como si no hubiera dormido en todos aquellos días.

—Sabía que Quath sería mejor que nosotros para buscarte —dijo con una sonrisa forzada—. Redujiste tanto tu sistema sensorial que no podíamos detectarte.

—Papá, no hagas esto.

—Es necesario.

—Yo llevo el chip, así que según la ley de la Familia yo decido por la Personalidad.

—Excepto cuando la supervivencia de la Familia exige otra cosa. La ley también dice eso.

Toby pensó deprisa. Nunca había prestado demasiada atención a las complicaciones de la ley y las costumbres de la Familia, el parloteo y los alardes de los adultos, y ahora lo lamentaba.

—Aquí estamos seguros. Nada amenaza nuestra supervivencia.

—No lo creas. Pero mira, hijo, quiero que Shibo vuelva. Creo que entiendes por qué.

—No creo que sea para mejor.

—Tonterías. Estaremos juntos de nuevo, los tres, como una verdadera familia.

Toby sacudió la cabeza.

—No será lo mismo.

—Claro que sí. Shibo, en persona… piénsalo. —Por primera vez en mucho tiempo, el rostro de Killeen se iluminó.

—No vinimos aquí para esto, papá, y además… —Se interrumpió—. Ah… al contrario, para esto vinimos precisamente, ¿verdad?

La cautela acabó con la fugaz alegría de Killeen.

—No era esta la razón principal, pero… sí, supuse que aquí habría algo parecido al Restaurador. El mensaje de ese Candelero, ¿recuerdas? Y otros viejos dichos y mitos. ¡Deberías ver la realidad, hijo! Magnífica, enorme. Vidrio y metal flexibles y transparentes. La tecnología capaz de restaurar a cualquiera, si se tienen los datos necesarios…

—Ahora no la necesitas, papá. Tal vez más tarde, cuando hayamos encontrado a Abraham…

—¡Abraham! —Killeen recobró la alegría—. Tengo su mensaje. Nos ha enviado las coordenadas de su posición. No son fiables, dice Andro, pero nos acercarán a él. Abraham está vivo, aquí. De algún modo logró salir de la Ciudadela. Dijo que te llevara a ti, por cierto, y…

—Lo de Shibo puede esperar; es una cuestión personal, papá. Abraham y lo demás es cuestión de la Familia Bishop, y por tanto lo primero que debes resolver.

—Hay más cosas por descubrir, lo presiento. Necesito a Shibo. Ella era mi… centro, hijo. Sé que no puedes entenderlo, pero…

En el rostro de Killeen, la inquietud y la incertidumbre amenazaban su máscara de capitán. Toby comprendió de pronto hasta qué punto aquella imagen suya tranquila y resuelta había sido una máscara durante años.

—La necesito. Quiero recobrarla antes de que salgamos en busca de Abraham. Es una emergencia, así que dejaré de lado las costumbres de la Familia…

—¡Estamos seguros! Aquí ni siquiera hay mecs. Puedes invocar una…

—Ya lo he hecho. —Killeen había recompuesto su máscara por culpa de los exabruptos de Toby, y la ventana abierta entre ambos se cerró de golpe.

Killeen y Cermo permanecían juntos, altos y firmes; la posición de los codos y rodillas del robusto Cermo denotaba su aprensión. Las arrugas del rostro de Killeen eran profundas, sombrías, como si ocultaran algo; pero su voz era serena, cada vez más tranquila. Toby le había oído usar el mismo tono con un tripulante que se había insolentado y a quien quería meter en cintura.

Toby aspiró profundamente, se humedeció los labios. Sirviéndose de sus Aspectos echó mano del lenguaje jurídico, una jerga que apenas entendía.

—¿Dejar de lado las costumbres? ¿Cómo puedes hacerlo? El Consejo de Familias ni siquiera me ha informado sobre esto. Primero tienes que…

—Convoqué un consejo extraordinario. Como habías abandonado el Argo sin autorización del oficial de guardia, permitieron que se llegara a un veredicto sin informarte.

Toby quedó anonadado. Debió haber sospechado que la fuga le resultaba demasiado fácil.

—Tú permitiste que me fuera.

—Yo di órdenes de que te quedaras en la nave.

—Claro, sabiendo que podrías sacar provecho de ello…

—La Familia exige esto.

—¿La Familia? ¡Ja! Eres tú quien lo quiere.

—Me abstuve de intervenir en las deliberaciones.

Toby soltó una exclamación de desprecio. Su padre sabía que varios días de encierro lo afectarían hasta el punto de hacerle abandonar la nave. Así que el capitán había preparado sus argumentos, cerrado el trato, aguardado a que Toby escapara. Se sorprendió de que pudieran manipularlo con tanta facilidad, calculando sus impulsos; fue como recibir una ducha de agua helada.

Dominó la voz y dijo con voz calma:

—Papá, Shibo no quiere que la restauren.

Killeen rio secamente.

—Estupideces. Todo Aspecto quiere salir.

—Ella es una Personalidad… es mayor, más amplia… —Toby se esforzó para decir lo que sentía—. Tú no llevas una, y no sabes cómo es. Está por encima de todo esto, de los vaivenes de la cólera, de la necesidad y el miedo que sentimos. Le gusta ser como es.

Killeen aún sonreía, meneando la cabeza.

—No esperarás que alguien se crea eso.

—Claro que sí. Ninguna Personalidad de esta Familia ha tenido jamás la oportunidad de regresar. Nadie se lo ha preguntado.

—Bien, podemos hacerlo —dijo Cermo cuidadosamente—. Haz que ella se manifieste ante el Consejo.

—No —dijo Killeen abruptamente, apretando los dientes—. Yo zanjaré esta cuestión. Haz que se manifieste ahora, aquí.

—¿Qué? —Toby procuró calmarse. Imágenes violentas bullían en su mente. La náusea le quemaba la garganta.

—Vamos, haz que hable.

—¡No!

… Piel febril, de suave resistencia, un pecho rosado…

—También tendrías que hacerlo ante el Consejo —señaló Cermo.

—Yo podré disuadirla de toda objeción que presente —dijo Killeen afablemente—. Vamos hijo.

… una lengua lamiendo huecos húmedos, recovecos secretos…

—¡No!

La sonrisa de Killeen se petrificó.

—Sí, ahora.

Shibo intervino:

Si estos son los resultados, lo pensaré de nuevo. No quiero que vosotros dos…

¡No!, exclamó Toby interiormente. No.

Killeen torció la boca.

—Ahora. Y va en serio.

Toby echó a correr hacia la izquierda. No tenía muchas esperanzas pero lo intentó, ajustando los servos de las rodillas al máximo, sintiendo el gemido creciente bajo la piel.

Gritos a sus espaldas. Tal vez pudieran alcanzarlo, pero al menos les daría trabajo. Se apresuró, respirando agitadamente.

Luego los gritos se volvieron roncos y estridentes. Miró hacia atrás. Quath cerraba el paso a Cermo y Killeen, moviéndose con sorprendente rapidez. Extendió una pierna retráctil y frenó el pie de Cermo, haciéndole tropezar. Detuvo a Killeen tumbándolo de un rudo golpe.

Toby estaba asombrado, pero no redujo la velocidad. Salió del parque y se internó en las atestadas calles.

Una fuga tiene dos etapas: la primera consiste en distanciarse del perseguidor; la segunda en distanciarse del episodio, para que nadie sospeche que uno es la presa.

Toby cogió atajos donde pudo, saltó sobre un edificio bajo poniendo los servos al máximo, y corrió por tres calles sin haber trazado un plan. La gente se reía y le gritaba, pero parecía suponer que era un excéntrico, no un ladrón en fuga. Se relajó y tuvo la presencia de ánimo suficiente para saludar a los curiosos, sonriendo, como si lo suyo se tratara de una travesura. No tardó en volver a caminar a paso normal, y nadie pareció fijarse en él.

Atravesó un mercado al aire libre sin que nada llamara la atención salvo su tamaño. Respiró más tranquilo. Su extraña angustia se disipó.

Descubrió que había andado en círculos, siempre hacia la derecha. Entrenamiento de la Familia. Regresar para localizar al perseguidor. Uno podía decidir cogerlo por sorpresa, aunque había que hacerlo antes de que el perseguidor se diera cuenta. O bien seguir el rumbo contrario, asegurándose de cubrir las huellas.

Pero en una ciudad no había huellas… a no ser que Toby hubiera causado una conmoción en la muchedumbre y eso lo delatara. Killeen y Cermo tenían dificultades para comunicarse con aquellos enanos, sobre todo en su actual estado de ánimo. Así que tal vez le quedara un cierto margen de tiempo.

Había ido a parar detrás del parque. Una persecución tiende a alejarse del punto de partida y habitualmente nadie piensa en volver a él. Lo había aprendido jugando en las calles polvorientas de Ciudadela Bishop, y más tarde, mientras esquivaba a los mecs. Ahora esperaba que su padre no se diera cuenta de su maniobra. Inquieto, miró a su alrededor antes de ponerse al descubierto. A fin de cuentas, últimamente Killeen había jugado con él a su antojo.

No había rastro de Killeen ni de Cermo. Ni gritos ni precipitación. Se apoyó contra un edificio, mirando hacia el parque, que estaba a una manzana de distancia.

Era sólo una victoria momentánea. La Familia podía registrar la ciudad hasta encontrarlo.

Captó una señal conocida en el comunicador. Quath, por lo visto, había jugado al mismo juego en su infancia, si así llamaban las miriapodia al período en que eran pequeñas. Pero Toby no la veía por ninguna parte.

‹He ofendido a tu padre. Me entristece que la situación haya llegado a este extremo›.

La enorme silueta estaba encima de él, aferrada al borde de un edificio, oculta en las sombras. Nadie la había visto.

—Dado que mi padre ha actuado de esta forma, no había alternativa.

‹Aun así, crea corrientes de amargura entre nosotros›.

—La libertad empieza entre las orejas, patas pegajosas. Tenía que atenerme a lo que sabía. Lo mismo hiciste tú. Gracias.

‹Actué para mantener las posibilidades entre vosotros›.

—¿De veras? ¿Crees que tenía que devolver a Shibo?

‹No puedo opinar sobre un asunto tan específico de tu especie›.

—Vamos…

‹Mis aptitudes no alcanzan vuestras sinfonías cerebrales›.

Toby se apoyó en la pared mientras Quath descendía por el gris edificio de cerámica, que temblaba con la tensión.

—Últimamente yo no he oído mucha música, insecto. Sólo ruido.

‹Es tu inconsciente tratando de hablar›.

—¿Cómo lo sabes?

‹Sólo las criaturas que carecen de dicha estructura mental pueden verlo con claridad›.

—¿Tú no tienes pensamientos inconscientes? Me refiero a impulsos, cosas que surgen cuando no estás pensando en ellas.

‹Todos los aspectos de mí están delegados en submentes. En tu especie, la mente está constituida por una suma de segmentos sobre elementos más arcaicos. No es mi caso. Vuestra improvisada construcción es típica de un phylum que no se ha automodificado en lo fundamental›.

—Tal vez nos gusta ser como somos.

‹Cuestión de gustos. Para mí, un [intraducible], tu relación con Shibo es comprensible. La delego en mis subyoes. ¿Es así para ti?›.

—Humm. —Toby recordó los momentos sensuales, profundos y turbadores—. Pues no.

‹Estás demasiado cerca, demasiado [intraducible] para juzgar›.

—¿Conque no puedo plantearme con claridad este asunto? ¿Por eso estoy tan confundido? —Se sentía exhausto, y no sólo debido a la carrera. Deslizó la espalda por la pared hasta quedar sentado en el callejón y estiró las piernas.

‹Miles de impulsos se mueven y chocan en el escenario abierto de tu mente. Algunos se ocultan entre bastidores y desde allí gritan. Son tus mentes reprimidas y cómplices, y no puedes consultarlas directamente, como yo›.

—¿Por eso sentimos tanto…?

‹¿Dolor? En cierto modo, pero no creas que yo no conozco las colisiones internas. Puedo hablar con todas mis submentes, lo cual alivia algunos de los padecimientos más fuertes›.

—Y nosotros no podemos.

‹Os halláis a vosotros mismos en la acción. Las capas más profundas de vuestra mente estratificada hablan a través del cuerpo›.

Toby se preguntó si alguna vez sabría qué emociones tormentosas lo sacudían en la superficie de un profundo y turbulento mar interior. Se encogió de hombros.

—En ese caso, tal vez me sienta un poco mejor si hago algo más que quedarme apoyado en mis posaderas, esperando a que Cermo no me sorprenda.

‹Admito no tener ni idea de lo que puedes hacer. Tal vez he actuado precipitadamente al cerrarles el paso. Quizá haya empeorado tu posición en este grave asunto›.

—Oye, de no ser por ti me estarían sacando los chips espinales. —Toby se incorporó, sintiéndose más aliviado, mejor consigo mismo.

‹Aun así, cuando te capturen, no podré…›.

—Como decía mi abuelo, cerebro de insecto, ánimo. Viviremos para mear sobre las tumbas de nuestros enemigos. —Le resultaba extraño estar dando ánimos a Quath.

‹Debió ser un hombre fuerte›.

—Eso forma parte del linaje. Tenemos a muchos más como él. —Se sintió bien al decirlo, aunque ni siquiera estaba seguro de que fuera así. A lo mejor ningún hijo llegaba a saber tal cosa.

‹No sé adonde conduce este rumbo›.

Quath movió las piernas, luego activó sin esfuerzo los impulsores, aleteando en el aire. Algunas personas miraron hacia arriba, sorprendidas, y se alejaron. Estaban acostumbradas a toda clase de exotismos, pero Quath ya era demasiado.

—Yo tampoco. Pero no podemos quedarnos aquí. Eres un poco llamativa y yo soy un hombre buscado.

‹¿Entonces?›.

—No sé. El Argo entró por la puerta principal y nos estaban esperando. ¿Este lugar tiene alguna puerta trasera?