El amor también está en el cerebro

Si están claras las razones evolutivas del amor y encontrar pareja es tan fundamental para la selección sexual -e incluso para la selección natural-, resultaría sorprendente que la evolución no hubiera previsto un órgano específico para ello.

Se ha sugerido que las preferencias mostradas por una pareja dada, a largo plazo, se deben a los circuitos de la vasopresina, que, de alguna manera, conectan con los circuitos de la dopamina, por lo que un animal asociará a una determinada pareja con una sensación de recompensa.

En los humanos, a esas zonas se las podría calificar de «sustrato neuronal del amor puro». El azar quiso que se unificaran los circuitos para identificar la pareja elegida y los circuitos del placer, y que de ahí naciera el amor irresistible.

El nivel de felicidad aumenta a partir de una edad avanzada. No se trata, únicamente, de que el paso de los años haya ampliado inusitadamente el archivo de datos y recuerdos para adquirir un poder metafórico cada vez más acrecentado, sino que las últimas sensaciones de bienestar, para poder transformarse en emociones, habrán requerido experiencias más ricas y complejas que las anteriores.

Los mayores de sesenta y cinco años son más felices -como demuestran las encuestas- por un doble motivo: el mayor tamaño del archivo que sustenta la capacidad metafórica, así como la lógica codificación y sofisticación de las últimas experiencias amorosas para que puedan superar a las primeras.

En investigaciones recientes con determinados insectos y mamíferos se ha comprobado que un gen controla el comportamiento sexual. Vistas en su conjunto, las nuevas pruebas demostrarían, de manera irrefutable, que comportamientos sexuales innatos tienen una base genética muy fuerte. Y cuando se constatan comportamientos innatos, es muy arriesgado descartar que no están modulados por circuitos cerebrales, al igual que ocurre con otras partes del organismo.

El estudio de los circuitos neuronales del amor arroja dos conclusiones básicas: estamos hablando del cerebro primordial, cuyo origen se remonta a millones de años, y en modo alguno de un sentimiento moderno, como puede haber dado a entender la literatura sobre el amor. El amor romántico es, por encima de todo, la eclosión de un vínculo de apego y dependencia diferenciado que fluye en los mecanismos cerebrales de recompensa.