CAPÍTULO VEINTITRÉS

DEAN
DÍA 33
Traducido por kiiariitha
―¡Hay un NIÑO en el MALETERO ―dijo Astrid, luchando por liberar su cinturón de seguridad y abrir la puerta.
Prácticamente me caí del auto.
Niko estaba alcanzando frenéticamente el tablero, tratando de encontrar el botón para abrir el maletero o el mando o lo que sea.
Tiró de él y thonk, el maletero se levantó y yo resbalé alrededor del parachoques y allí había una niña pequeña. Una niñita con el cabello negro enmarañado por el sudor. Tenía la piel color caramelo y ojos marrones grandes. Usaba un vestido de suéter y zapatitos blancos.
La niña nos vio a Astrid y a mí parados allí y estalló en llantos.
Astrid avanzó y tomó a la niña en sus brazos.
Astrid me miró. ―Una caja de jugo. Ahora.

* * *
Agarré una caja de jugo mientras Niko rodeaba el auto.
―Whoa ―dijo él.
―Sí ―respondí, poniendo la bombilla dentro y entregándosela a Astrid.
La madre enloquecida (ahora fallecida) de esta niña había hecho un nido para su pequeña en el maletero del sedán.
Había mantas y dos o tres tacitas para bebés.
También había un paquete grande de pañales dejados a un lado.
―¿Estamos cerca? ―preguntó Jake, tropezando con nosotros. Entonces vio―. Hey, ¿quién trajo al bebé?
Le palmeó la espalda a la niñita. Ella se alejó de él y lloró mucho más fuerte.
―Mamá ―dije, asintiendo hacia el maletero para que él pudiera ver el nido de cama.
―Wow. Eso es… eso es…
―¿Triste? ¿Horroroso? ¿Trágico? ―ofreció Astrid mientras balanceaba a la pequeña niña.
―Suerte que la encontramos a tiempo ―dijo él.
―Está bien, está bien ―dijo Niko―. Necesitamos pensar. Necesitamos salir de la carretera y pensar.
―Necesito cambiarla primero ―dijo Astrid.
Obtuve un olorcillo de la niña. Sí. Había que cambiarla.

* * *
Astrid sostuvo a la niña en su regazo y manejamos a la siguiente parada de camiones, quince kilómetros por la carretera.
―¿Cuál es tu nombre, cariño? ―le preguntó Astrid, pero la niña no estaba hablando. Quizás aún no podía hablar. Era difícil saber cuántos años tenía. ¿Quizás dos? ¿Quizás menos?
En el asiento trasero, recogí uno de los álbumes de fotos que habíamos lanzado detrás de los reposacabezas. 
El álbum comenzaba con la mamá que habíamos visto enormemente embarazada, siendo abrazada por su esposo. Algunas de esas fotos cursis del vientre desnudo con el hombre colocando sus manos reverentemente sobre su estómago gigante y redondeado.
Luego había fotos de la sala de espera del hospital. Padres dando vueltas. Dos familias, una negra, una blanca, esperando con expresiones de excitación nerviosa. Algunos niños mayores jugando alrededor con cigarros de chicle.
Allí estaba el padre, sonriendo ampliamente, llegando a darles las noticias.
Allí estaba la madre, sosteniendo al pequeño bebé chillando.
Muchas fotos de un niño mayor sosteniendo al recién nacido. ¿Un primo? ¿Un hermano?
Algunas fotos embarazosas dando de mamar. 
Y en medio de muchas, muchas fotos de esta niña vestida con muchos atuendos lindos, algunos de los cuales consistían en cintillos, tutús, y/o orejas de animales, estaba el anuncio del nacimiento de la niña:
¡Nuestra pequeña ha llegado!
Rinée Lea Manning
Nacida en 14 de mayo de 2022 a las 11:56 p.m.
3.430 kg y 50.8 cm.
―Hay un anuncio de nacimiento aquí ―dije―. Su nombre es… ¿Rin-ee?
―¿Rin-ee? ¿Cómo lo deletreas? ―preguntó Astrid.
Lo deletreé, completo con el acento.
―Apuesto que se pronuncia “Renée.” ¿Tu nombre se pronuncia Renée, cariño? ―le preguntó Astrid a la niña.
La niña asintió y con una voz muy suave y tranquila dijo: ―Winée. ―Fue la primera palabra que habíamos obtenido de ella. 

* * *
Niko se metió en el estacionamiento de la estación de servicio. Era una de esas grandes, con un montón de cadenas de restaurantes de comida rápida en el interior. Había un montón de autos agrupados en los espacios cercanos a la estación. Quién sabría la cantidad de comida que había para encontrar en el interior.
Niko aparcó en el extremo más alejado del estacionamiento, lejos del resto de los autos, cerca del lugar donde termina el asfalto y comienza una pequeña zona boscosa.
Todos nos bajamos del auto.
Se sentía bien estar al aire. La tarde se estaba volviendo dorada, pronto seria hora de cenar, si podíamos permitirnos algo. 
Astrid se apoyó en el auto, la niña se retorcía para bajar. 
―Está bien, está bien ―dijo Astrid.
La niña fue directo hacia un charco a tres metros de distancia.
―Yo la cuido ―le dije a Astrid. Ella parecía necesitar un descanso.
Rinée me miró con recelo. Cuando le ofrecí mi mano para sostenerse, se marchó enseguida lejos de mí y se dirigió hacia el charco. 
―¿Qué vamos a hacer? ―Astrid le preguntó a Niko.
Rinée saltó en el charco, salpicando sus piernas con lodo.
―¡Ew! ―dije con una sonrisa―. Qué asco. 
―¡Asco! ―repitió ella.
―No podemos continuar con ella ―dijo Niko―. Tiene que volver.
―No podemos volver a Vinita ―discutió Jake―. ¿Qué pasa con la corriente?
―Quizás se fue por ahora ―dijo Astrid con tristeza.
―¡Asco! ―gritó Rinée, chapoteando de nuevo.
Se inclinó para tocar el agua con sus manos. Eso era muy asqueroso para mí.
Me incliné y la levanté.
Ella giró su cabeza hacia arriba, como si fuese a llorar. Giré a mí alrededor, dándole vueltas en el aire. Se rió.
―Má ―dice ella.
―¿Más? 
―¡Má etas!
Más vueltas. Está bien. Rinée puede hacer que sus deseos se escuchen. Eso será de gran ayuda. La giré de nuevo y su risa estalla, como un sonido de campana. Oh, era un sonido dulce. Me reí con ella.
―Tenemos que devolverla, Jake. Ella tiene un papá. Probablemente esté muy preocupado.
―¡Probablemente esté muerto! ―gritó Jake―. ¡Seamos sinceros!
Su cara se volvió toda roja y luego estalló en sollozos.
―Al igual que su madre. Ella estaría viva ―lloró―. Estaría viva si yo sólo hubiera sido… inteligente, más rápido, no lo sé, MEJOR, podría haberle disparado a ese tipo y ella estaría viva.
Astrid cruzó hacia él y lo abrazó.
Él sollozó en su cuello.
Puedo manejar esto, pensé. Ella es su amiga. Lo está consolando.
Entonces él le tomó la cabeza, su hermoso cabello rubio, muy corto, y la besó.
―¡Abajo! ―exigió Rinée. La dejé deslizarse de mis manos hacia el piso, donde comenzó a bailar en el charco de nuevo.
Astrid empujó a Jake, despacio y luego más fuerte. Él se tambaleó hacia atrás.
―¡Jake! ¿Qué sucede contigo? ―dijo ella.
Pero, ¿ella no se había quedado un momento?
Había dejado que la besara.
Caminé hacia el bosque, mis manos en puños.
―¿Dean? ―llamó Astrid―. ¡Dean!
Al diablo con ella. Al diablo con ambos.

* * *
Ni siquiera había un buen árbol donde sentarse y pensar. Éstas eran malezas, con basura estropeada en lugares de raíces.
Me tambaleé hacia el bosque hasta que no puede ver a ninguno de mis “amigos,” o el estacionamiento. Por fin encontré un árbol lo bastante grueso para apoyarme.
Pensé en Alex. Dejé a mi hermano, a quién quiero mucho, para así poder mantener a Astrid a salvó. Había tomado este riesgo―un gran riesgo―¿para qué? ¿Qué sucede si ella y Jake regresan? Ella tiene el derecho de hacerlo, después de todo. No estamos casados. 
Había dejado a mi hermano por nada.
Maldije mi estupidez fuerte y claro. 

* * *
Niko vino y me encontró un rato después. Él tenía el arma que Jake le había quitado al camionero con él. 
―Hey ―dijo. 
Asentí hacia el arma. ―¿Yendo de cacería?
―No… Mira, creo que me adelantaré solo ―me dijo―. Voy a entrar para ver si puedo conseguir un aventón.
―Está bien ―dije.
―Si no puedo conseguir aventón, quizás me robé un auto ―dijo, hablando más para sí mismo que para mí―. Si llego a eso, supongo que puedo caminar.
―Bueno, quizás deba ir contigo ―murmuré.
Niko me miró, completamente sorprendido. Apartó su largo cabello castaño de sus ojos.
―Me refiero, si Astrid quiere estar con Jake, entonces tengo que dejar que se tengan el uno al otro. Sólo estoy en medio. Y tú puedes necesitar mi ayuda.
―Dean ―dijo Niko―. Ésa es la cosa más estúpida que te he oído decir, de verdad.
Escuché chillidos distantes de la risa de Rinée. Probablemente Jake estaba haciéndola girar ahora.
―Tú amas a Astrid, sé que lo haces. ¿Por qué la dejarías con Jake?
―Porque… porque ella me ama. Algo. Me ama algo. No por completo, como la amo yo a ella. Y sé que necesita tiempo y ha pasado por mucho, pero quizás nunca me ame como la amo a ella.
Froté la parte trasera de mi mano sobre mis ojos.
―Soy patético. Dejé a Alex porqué pensé que tenía que protegerla. Pero, ¿qué sucede si no termina con ganas de estar conmigo? Nunca lo demuestra. Ni siquiera actúa como si fuera mi novia la mayor parte del tiempo. 
―Dean, ¿sabes lo que es el amor? ―me preguntó Niko.
Miré hacia arriba.
Era una pregunta algo estúpida. La clase de pregunta que consigue que un chico sea golpeado, pero conocía a Niko. Él podía ser raro a veces.
―El amor no es como te hace sentir la persona o lo que hace por ti. Es lo que sientes por esa persona ―dijo él. Se quedó de pie allí, iluminado con el atardecer.
Yo estaba algo atónito.
―El amor es cómo te sientes por la otra persona. Todo lo demás son sólo detalles ―dijo él.
Deje descansar mi cabeza contra el tronco flaco del árbol.
―Así qué, ¿la amas?
Asentí.
―Entonces deja de preocuparte por Jake y deja de preocuparte por hacer que ella te amé de la misma manera y sólo haz tu trabajo.
―¿Estás diciendo que mi trabajo es amarla?
―Y mantenerla a salvo.
―He estado actuando como un idiota ―dije.
―Sí, más o menos.
Me puse de pie. Niko me entregó el arma.
―Debes tenerla. Ese tipo O puede estar aún por los alrededores. Debes tenerla para mantener a salvo a Astrid.
―¿No la quieres?
Sacudió su cabeza.
―Soy una amenaza menor si no cargo un arma, creo ―dijo él.
Su perfil estaba enfrentándome ahora y estaba pensando en algo.
Niko Mills. Estaba aquí, salvando mi trasero de nuevo.
―Buena suerte ―le dije, extendiendo mi mano.
―Igualmente ―dijo―. Nos vemos en Red Hill Road, en New Holland, Pensilvania.
―Red Hill Road, New Holland, P-A.

* * *
Niko y yo caminamos juntos de regreso al auto.
Astrid estaba sacando algunas cosas del auto. Había colocado en el estacionamiento el ventilador, la caja con los platos, la planta de interior, y otras cosas que obviamente pensó que no necesitábamos. Rinée estaba ocupada cavando con una cuchara en la planta, sacando muy lento la tierra hacia el asfalto y tocándola con la parte posterior de la cuchara.
―Dean ―dijo Jake, poniéndose de pie―. Soy un idiota. Soy un imbécil. Tienes que perdonarme.
―Está bien ―dije―. Puedo ver cómo sucedió. Sólo olvidémoslo.
Me acerqué hacia Astrid.
―¿Estás bien? ¿Seguro? ―me preguntó Astrid en voz baja―. Estoy tan enojada con él.
―¿Sabes qué? He estado actuando como un idiota celoso. Lo siento ―le dije―. Estoy mejor ahora.
Astrid lucía aliviada. Tal vez un poco impresionada.
Aplaudí.
―Llevemos a este bebé con su papá.
Rinée miró hacia arriba y aplaudió con sus manitos, imitándome.

* * *
Astrid abrazó a Niko por un buen y largo rato cuando nos despedimos.
Jake le estrechó la mano.
Yo lo estreché en un gran abrazo.
Todos prometimos que nos veríamos pronto. Dios, cómo deseaba que fuese cierto.

* * *
Luego manejé con Jake del lado del acompañante.
Astrid y la pequeña durmieron juntas en el asiento trasero, el cuál ahora era más espacioso ya que Astrid había tirado todo.
Para la cena teníamos batidos de proteínas.
Había exactamente 217 dólares entre todos nosotros. Lo dividimos por la mitad—una mitad para Niko y la otra para nosotros. Sentí que Niko debió recibir más, ya que nosotros nos llevábamos el auto, pero él insistió en la mitad.
Quisimos hacer que nuestros 108 dólares duraran lo más que pudieran.
Tuvimos que poner gasolina en la estación. Eso había sido raro.
El encargado tuvo que llamar a un número de 0-800. Me hizo darle mi número de seguro social a una señora malhumorada, quién informó al encargado que mis créditos para la semana ya habían sido usados.
El encargado me miró como si yo fuese basura.
Alguien había hackeado mi cuenta y había usado todos mis créditos, y yo fui tratado como basura.
La cuenta de Jake, con su suerte, estaba completamente intacta.
El chico nos dio la medida completa de los créditos de gas disponibles de Jake, el cuál era la mitad del tanque.
Eso nos llevaría de regreso a Vinita y un poco más.
―Hey ―me dijo Jake en el auto―. ¿Recuerdas aquella vez que nos drogamos? ¿En la tienda?
―Sí ―dije―. Fue bastante divertido.
―Hombre, qué no daría por un par de Obezine ahora, ¿cierto?
―Supongo.
―Si estuviésemos asentados. Ya sabes, a salvo ―dijo Jake.
―Lo sé.
Sabía que él estaba ansiando otro trago de esa botella de whisky. Astrid la había escondido en el maletero, la había visto hacerlo y vi que Jake también la vio. 
Pero en lugar de pensar en lo adicto que era, y meterme en todos sus asuntos, sólo dejé a Jake ser Jake.
El sol se escondió y la carretera se volvió oscura.
Después de un rato Jake se quedó dormido.
Había manejado cerca de una hora cuando me percaté de algo.
Desperté a Astrid.
―Chicos, si regresamos ahora, no sabremos quién está allí. No seremos capaces de ver. El tipo O aún podría estar fuera.
―¿Qué quieres hacer? ―me preguntó Astrid.
―Creo que debemos encontrar un lugar donde estacionarnos y dormir en el auto.
―Está bien ―dijo ella, bostezando.

* * *
Me moví a la siguiente salida y estábamos de una carretera de campo. Campos de maíz se alzaban a la altura de la rodilla en cada lado. La tierra era llana―bastante llana.
Busqué una especie de lugar oculto donde esconder el auto. Algunos árboles rompevientos altos rodeaban una pequeña granja arriba en el camino. Pero no quería acércame demasiado a la casa de alguien. Pensarían que tramábamos algo. 
No estaba seguro a dónde ir.
Todos en el auto estaban dormidos.
Sólo conduje un poco. Eventualmente vi una granja y luego, un poco más lejos de la granja, un camino de tierra que parecía ser alguna clase de camino de acceso. Había algunos árboles allí.
Viré hacia el camino y estacioné el auto en la hierba, entre dos pinos.
A pesar de esto, nadie se despertó.
Los tres estaban exhaustos―uno por ser borracho, una por estar embarazada, una por estar encerrada en un maletero por cuatro horas. Gracias a Dios que Astrid escuchó al bebé cuando lo hizo.
Salí.
El aire estaba completamente calmado. 
Tomé mi traje y mi mascara, sólo para estar seguro. Estaba bastante seguro que el silbido de advertencia me daría tiempo suficiente para prepararme.
Una lechuza estaba llamando y el aroma de los pinos era muy fuerte en el aire frío.
A veces, por un momento, tus sentidos pueden contarle una historia a tu cerebro. Puedes olvidarte de los desastres y sólo oler el aire fresco del campo por un momento.
Me senté contra uno de los árboles largos.
Unos minutos después, Astrid vino a mí.
―¿Crees que el aire está bien? ―me preguntó.
Levanté mi máscara. ―Sólo para estar seguro.
Sacó la suya del asiento trasero y luego se sentó a mi lado.
―¿Rinée está bien? ―pregunté y me interrumpió con un beso.
La luna se había levantado y sus manos estaban en mi rostro, y me besó suavemente. Un beso de disculpa. Bebí la vista de sus grandes ojos, sus labios color rosa, ese hueco en la base de su garganta.
―Fuiste bastante genial con ella hoy ―me dijo Astrid.
―¿Te sientes bien? ―pregunté―. ¿Algún calambre?
Sacudió su cabeza.
―Estoy algo cansada, eso es todo.
Se apoyó en mí y miramos hacia el cielo nocturno.
―¿Recuerdas cuando dijiste que “es un verdadero bebé” cuando estábamos viendo el ultrasonido?
―Sí ―dije.
―Me siento así todo el tiempo. No puedo creer que tenga un verdadero bebé creciendo dentro de mí. Bajo mi piel. ¡Un pequeño ser humano! Y va a salir y seré una verdadera madre. Es surrealista.
―Serás una mamá estupenda ―dije, sonando como un cliché. 
―Bah, ¡quién sabe! ―se rió―. Pero tú serás un gran padre.
Cerré mis ojos.
Pensó en nosotros como familia. Lo hizo.
Necesitaba absorber eso, para recordarlo la próxima vez que Jake me vuelva loco.
―¿Tienes más nombres en mente?
Astrid no dejaba que Jake, yo o cualquiera supiera sobre los nombres que estaba escogiendo para el bebé.
―Ferdinand, si es niño ―dijo, con el rostro erguido―. O quizás Algernon.
―Es lindo. Llámalo Algae para abreviar.
Nos reímos juntos, bajo un dosel de ramas de pino y sobre ellos, las estrellas.