CAPÍTULO QUINCE

DEAN
DÍA 33
Traducido por gisgirl18
En el vestíbulo había una de esas pizarras negras de borrado en seco de las que se escriben con marcadores de neón.
Estaba escrito en letra rellena:
¡Bienvenidos a Denny’s!
¡No tenemos verduras o frutas excepto enlatadas!
No hay descafeinado  ¡Ni sodas! ¡Pero tenemos leche!
¡Y hacemos lo mejor para hacerlo un gran día!
―A ellos sí que les gustan los signos de exclamación ―dijo Astrid irónicamente. Había un tono de nerviosismo en su voz.
―Estamos bien ―dije―. Nadie tendrá razón alguna para preguntarnos qué hacemos aquí.
―Es algo temprano para que nosotros estemos afuera, ¿no crees? ―respondió ella.
―Hemos estado toda la noche de fiesta ―dijo Jake, poniendo su brazo alrededor de ella.
―Ésa es una forma de decirlo ―dijo ella con una risa.
Rodé los ojos, y empujé para abrir la segunda puerta.
Adentro estaba concurrido. Casi, casi se podía olvidar que había habido una gran emergencia nacional.
Meseras en uniforme llevaban jarras de cristal con café (no descafeinado) a mesas ocupadas.
Pero había unas cuantas diferencias notables.
Había una sección de la pared cerca del baño que estaba cubierto de trozos de papel pegados con cinta o clavados a la pared. Por encima de él, un letrero hecho de tres hojas de papel de computadora pegadas juntas decían:
Viajes Compartidos
También había un gran letrero pegado sobre la caja registradora:
AVISO: Los precios se establecen según el menú impreso. Informe cualquier discrepancia con la línea directa del aumento ilegal de precios.
Se listaba un numero 888.
―Buenos días a todos ―nos saludó la mesera rubia artificial. Sus raíces estaban muy, muy crecidas―. ¿Quién va a pagar esta mañana?
Debimos parecer sorprendidos porque ella se rió.
―Sin ánimos de ofender, chicos. Sólo tenemos que ver el dinero por adelantado.
―Oh, sí, claro ―dijo Jake. Rebuscó para sacar algo de su bolsillo.
―¿Todos quieren café?
Astrid sombríamente dijo que sólo tomaría leche, pero Niko y Jake pidieron café y yo también. Yo como que quería pedir chocolate caliente, pero sabía que Jake iba a hacer una broma estúpida.

* * *
Cuando regresó con nuestros cafés, nos dio las opciones. Ella dijo que podíamos tener huevos, tostadas francesas, pan tostado regular, panqueques, o avena. Demasiado para mi tortilla española y el waffle belga de Niko. Niko y yo pedimos huevos y tostadas. Jake y Astrid ordenaron tostadas francesas. El café estaba aguado y amargo, pero puse un montón de leche y azúcar en él. Lo hice bebible.
Por supuesto, Jake tuvo que mirar a mi café y hacer un sonido de desaprobación.
―Mi Abuelo bebía su café negro, mi papa bebe su café negro y yo lo bebo negro.
Imagínense si hubiera ordenado el chocolate caliente.
―¿Soy yo, o el acento de Texas de Jake volvió mil veces más fuerte desde que aterrizamos? ―les pregunté a Niko y Astrid.
―¿Se pueden callar los dos? ―dijo Astrid.
―Lo siento. ―Puse mi mano atrás de su cuello. Ella me quitó de encima, poniendo su mano en su vientre.
―El bebé está haciendo volteretas allí ―dijo.
―A ella le encanta Denny's, al igual que a su papá ―dijo Jake.
¿Mencioné que Jake piensa que el bebé es una niña? Y yo estoy seguro de que es un niño. Inserte ironía aquí.
Apreté mis dientes y miré hacia el otro lado. No iba a caer.
―Voy a ir a ver la planilla de viajes ―nos dijo Niko.
Y salió de la butaca.
Astrid se recostó y cerró los ojos.
Jake y yo nos sentamos ahí en silencio, tratando de no vernos a los ojos.
Antes de las catástrofes, recuerdo sentirme excluido, viendo grupos de niños de mi escuela secundaria juntos, sentados en cabinas iguales que ésta, riendo y bromeando entre sí en una manera áspera y jocosa. Parecían conocerse tan bien. Ahora estaba sentado en una cabina con los mismos niños que había visto con envidia y estaba tan familiarizado con ellos como cualquier persona podría estarlo, pero todo era diferente ahora.
Durante un minuto, un corto minuto, sentí la injusticia de todo. Deberíamos estar sentados allí después de una larga noche de fiesta. Jake me debería molestar sobre el café y yo debería llegar con algo sarcástico que decir en respuesta y todo el mundo se debería reír y Astrid debía de poner su cabeza en mi hombro. Pero el mundo en que podría haber sucedido había sido borrado. Quemado, gaseado y arrasado.

* * *
La mesera trajo nuestra comida y Niko regresó a la cabina.
―Hay un camión que va a Kansas City ―dijo emocionado―. Eso está cerca de Mizzou.
Empezó a palear los huevos a su boca. No parecía importarle que no hubiera mantequilla o mermelada para la tostada.
Astrid y Jake tenían cada uno una botella de jarabe de arce para sus porciones de tostadas francesas.
No importa, comimos y estábamos encantados por la comida.
―Dice efectivo o trueque ―continuó Niko―. Si vamos allí, estaremos muy cerca.
―Hey, viejo, ¿cuál es el plan para sacar a Josie, de todos modos? ―le preguntó Jake.
―Voy a ir a las autoridades y mostrarle la carta al editor y ver si puedo sacarla por el camino más fácil ―dijo Niko―. Pero en caso de que no me dejen hacer eso, también voy a mirar por los alrededores, para ver si puedo encontrar una manera de forzar la entrada.
Jake estaba sentado mientras escuchaba. No parecía del todo dispuesto, pero Niko no se dio cuenta.
―Me imagino que hay entregas. Tienen que llevarles comida y suministros, como en Quilchena. 
Me refiero, piensen en ello. ¿Quién estará vigilado por alguien que quiera entrar?
―¿Qué pasa si te quedas atrapado ahí con ella? ―dijo Astrid―. ¿Qué pasa si no puedes salir?
Niko tomó un sorbo de su café.
―Entonces voy a estar con ella y puedo mantenerla a salvo hasta que ella sea liberada. ―Se limpió la boca con su servilleta.
―Mientras ustedes terminan de comer, voy a ver si puedo encontrar al camionero.
―Espera ―dijo Jake―. Espera un minuto. Tenemos que discutir el plan por un segundo.
Niko parecía sorprendido. —Sé que hay algunos aspectos que son vagos, pero ustedes saben que ninguno de ustedes necesita ir conmigo a sacarla de Mizzou. Quiero decir, esto no está en ninguna versión del plan.
―Bueno, yo no diría eso ―protesté―.Quiero decir, obviamente Astrid no puede ir, pero yo puedo ir a ayudarte―
―Yo pienso que no deberíamos ir contigo en absoluto ―interrumpió Jake.
Niko lo miró sorprendido. Todos lo hicimos.
―¿Qué quieres decir? ―preguntó.
―Mira, estamos sólo a unas cuantas horas de donde vive mi mamá. Su lugar no es un palacio, pero es lo suficientemente agradable. ―Se volvió hacia Astrid―. Y es seguro. Yo sé que estaría súper contenta al conocer a su nieta. Nos hará un lugar allí para vivir con ella. Su nuevo esposo es bastante agradable. Ellos se asegurarían de que tuvieras un buen doctor ―le dijo a Astrid―. Creo que deberías tener una familia que cuide de ti.
Jake Simonsen. Siempre jugando algún tipo de ángulo. Intentando beneficiarse.
―Estoy seguro de que yo, para empezar, sería muy bienvenido allí ―dije―. Aquí está su hijo perdido. He aquí la madre de su hijo. ¡Y aquí está su novio! 
―Tú podrías ir con Niko y luego regresar por Astrid cuando sea seguro ―dijo Jake.
―¿Cuándo vas a entender que lo que tenemos con Astrid es una cosa seria?
―No creo que tú lo entiendas. Nunca podré tener otro hijo. Lo que los compuestos me hicieron es irreversible. Este bebé es mi bebé ―dijo Jake. Sus ojos azules eran de pedernal y serios. Su boca se formó en una línea.
―Es mío, también, si recuerdo correctamente ―dijo Astrid.
―Sólo estoy diciendo, quiero lo mejor para ti y el bebé, y Dean quiere llevarte a una misión de rescate condenada al fracaso.
La camarera rellenó nuestros cafés.
―Jake, siento que seas un tipo B, que nunca podrás tener hijos. En verdad lo siento. Pero eso no significa que serás un buen padre. Solamente porque sea tu única oportunidad no quiere decir que realmente sirvas para el trabajo.
―¡Púdrete, Grieder! ―gruñó Jake.
―¡Chicos, por favor! ―dijo Astrid.
―Tenemos que hablar de esto afuera ―dijo Niko―. La gente nos está mirando.
Mi sangre estaba latiendo en mis orejas. Tal vez esto era. Tal vez deberíamos dejarlo salir de una vez por todas.
―¡Si realmente la amaras, irías a casa con tu mamá y me dejarías llevarla a salvo a la granja!
―Dejaré a Astrid sobre mi cadáver ―escupió él.
―Así es cómo me siento ―le contesté.
―¡CHICOS! ¡Ustedes no pueden pelear por mí de esta manera! ¡Ustedes no deciden dónde voy o lo que hago! ¡Sólo porque estoy embarazada no me hace una propiedad!
Una mujer bronceada con demasiado maquillaje levantó su taza de café.
―Tú díselo, cariño.
―Yo voy con Niko ―continuó Astrid―. Ustedes hagan lo que tengan hacer.

* * *
Fui al baño, y me salpiqué agua helada por la cara.
Me miré en el espejo.
Parecía mayor, más grande. Menos de dos meses habían pasado desde la tormenta de granizo que lo empezó todo, pero hubo grandes cambios escritos en mi cara y cuerpo.
―¿Te sientes diferente? ―le pregunté Astrid un día, en el campo de golf. 
―¿Qué quieres decir? ―me preguntó. 
―Como... más fuerte ―le contesté.
―No lo sé ―había dicho―. Mi cuerpo se siente tan raro, es difícil decir que cosa es qué.
Yo no sabía cómo sacar el tema, los cambios que había experimentado en mi cuerpo. Mis músculos se habían llenado de alguna manera durante el tiempo en el Greenway, como si estuviera en esteroides. Cuello, brazos, pecho, todo nervudo como el infierno antes, ahora realmente tenía tono muscular.
Yo no estaba seguro de si era cierto efecto residual de los compuestos, o si fueron los semi-esteroides que Jake me había convencido de tomar después de que casi aplastara mi cara. Pero sólo los tomé un par días.
Había algo más: mi vista. 
Estaba arreglada. Curada. Yo había llegado al Greenway con lentes, miope. Mi visión era lo suficientemente mala que mis padres habían comenzado un fondo Lasik para mi regalo de cumpleaños número 18. Pero desde los compuestos, veía bien. Realmente, mi visión era perfecta.
Tenía que ser un beneficio al estar expuesto a los componentes.
Me preguntaba si eso era lo que los científicos de la Armada estaban investigando.
También me preguntaba sobre el bebé de Astrid. La forma en que el primer médico en Quilchena dijo que era demasiado desarrollado para un bebé de cuatro meses y medio. Y luego Kiyoko había dicho lo mismo, dos semanas más tarde. ¿Era el bebé más fuerte y más grande debido a la exposición de Astrid?

* * *
Me incliné más cerca del espejo. Mi nariz tenía un bulto en ella, donde Jake la había roto. La ruptura me hacía ver más duro. Quizás guapo, incluso. Cuando me miro en el espejo espero ver el tipo de rostro de alguien de bajo-peso-sin-embargo-también-hinchado que me había devuelto una mirada sin esperanza durante mis dieciséis años. Mi nuevo reflejo mostraba fuerza. Y sin embargo... era difícil ver a ese tipo a la cara durante demasiado tiempo.
Yo era sospechoso, incluso para mí mismo.
Tal vez eso es lo que pasa cuando matas a alguien. Tal vez nunca seré capaz de mirarme a mí mismo de nuevo.
Entró Jake.
―Niko consiguió un transporte ―me dijo―. Así que termina con tu tratamiento de belleza.

* * *
Podría no gustarme el camionero. Que se presento a sí mismo como Rocco Caputto. Ése era su verdadero nombre. No veo como a alguien podría gustarle ese tipo. Rocco era de estatura media, muy delgado, con las articulaciones flojas y desgarbadas. Trataba de ser duro, lo cual es tonto, porque parecía tan amenazante como Batista. Tenía un bigote espeso y un acento a lo pandillero de Jersey que era casi caricaturesco. 
―¿Llevarlos a los cuatro a Kansas City? Cien dólares por adelantado por cada uno de ustedes. Comemos cuando yo digo que comemos. Nos detenemos cuando yo digo que nos detengamos. Y si alguno de ustedes intenta cualquier cosa, mi pequeño ayudante aquí les ayudará a cambiar de opinión.
Se echó hacia atrás la cazadora para mostrar una gran pistola en una funda debajo del brazo.
Realmente era un arma demasiado grande para un hombre tan pequeño.
―No vamos a darle ningún problema ―dijo Niko, en un tono conciliador.
―Pero no tenemos cuatrocientos dólares, ninguno ―dijo Jake.
―¿No? Aw, qué pena.
―Podemos darle cien―
Jake interrumpió, terminando la frase de Niko. ―Veinticinco. Podemos darle ciento veinticinco en total.
Jake debe haber asumido que Niko no era el negociador más astuto. Probablemente estaba en lo correcto. Niko era demasiado honesto para un tipo como Rocco.
―¿Ciento veinticinco por cuatro niños? ―se quejó el camionero―. ¡Oh, Vamos!
―Ningún problema ―dijo Jake―. Alguien nos podrá llevar. Kansas City ni siquiera está cerca de donde queremos ir.
Jake se volvió y se dirigió de nuevo hacia el restaurante. Lo seguimos como perros en su manada de lobos.
―Oh, por amor de Dios ―dijo Rocco Caputto―. ¿Ustedes tienen créditos de gas?
―Probablemente ―dijo Jake―. No hemos utilizado ninguno esta semana. ¿Verdad, chicos? ―Se volvió y todos negamos con la cabeza.
―Ciento veinticinco y todos sus créditos de gas, y andando ―dijo Rocco.
―Pero, ¿podemos caber todos? ―pregunté. No sé, por las películas parecía que había un asiento para el conductor y tal vez podrían caber dos personas al lado de él, en la parte delantera. Yo no quería viajar por cuatro horas en la parte de atrás con lo que sea que estuviera transportando.
―¡¿Si cabes?! ―se rió―. ¡Evidentemente nunca has montado en un Clase Freightliner Century! ¡Tengo literas en la parte de atrás! Si caben.

* * *
Era cierto. La cabina del camión tenía un asiento del conductor y el asiento del pasajero, y luego detrás de él había una pequeña área de descanso, con una cama y una litera desplegable sobre ella.
―Miren aquí ―dijo, señalando los gabinetes―. Aquí es donde guardo mi ropa y puse bolsitas en este cubículo aquí para que vaya a mi bote de basura. Tengo un refrigerador y guardo mi comida y un reloj de alarma e incluso me dieron una pequeña mesa aquí. Sólo no vayan a buscar en mis cajones. En especial, usted, señorita.
―Créame, no voy a buscar en sus cajones ―dijo Astrid.
Yo amortigüe una risa.
Ella me guiñó un ojo.
Tuve que reconocérselo a Rocco Caputto. Su cabina estaba limpia. Realmente organizado y ordenado.
―No vayan a hacer un desastre. Por ciento veinticinco, es mejor que dejen este lugar exactamente cómo lo encontraron.
Se metió en el asiento delantero y comenzó a hacer los preparativos para irnos.
―Vamos a bajar la litera y, Astrid, puedes descansar un poco ―sugirió Niko.
Ésa fue una buena idea. Se veía desgastada. Los círculos azules bajo sus ojos parecían más pronunciados de lo habitual.
―Está bien ―ella estuvo de acuerdo.
―Uno de ustedes puede sentarse conmigo ―dijo Rocco―. Y los otros dos pueden sentarse en la litera de abajo.
Me ofrecí para ir al frente. De ninguna manera quería yo estar sentado en una cama con Jake.

* * *
El camión rugió por la autopista.
Me acomodé en el asiento del pasajero. Era muy cómodo el tapizado en un material tan suave. Muy acolchonado. Existía el riesgo de que me quedara dormido.
―Viajar a Kansas City toma unas once horas ―me dijo Rocco―. Paramos por combustible y luego voy a Chi-town.
―¿Qué estás transportando? ―Le pregunté, haciendo conversación.
―Productos enlatados. Vegetales y otras cosas ―respondió—. Desde la ola, la comida va al este. Ningún alimento viene del oeste, eso es seguro. Llevo suministros, el correo, gente, de todo.
―¿Qué se siente volver allí?
Condujo en silencio durante un rato, y luego dijo: ―Está jodido. Está jodido a lo grande, Sam.
Le habíamos dado nombres falsos. Idea de Niko. Yo era Sam. Astrid era Anne. Niko había dado el nombre extrañamente impropio de Phillip y Jake era Buddy, que encajaba perfectamente.
¿Niko quería ser secretamente un Phillip? ¿Quería cambiar su conducta seria de todo-negocios a ser alguien que vestía pantalones a cuadros, comía pâté y, no sé, era bueno en el bádminton?
Creo que en el tiempo que conozco a Niko, él ha hecho tal vez cuatro chistes. Ninguno de ellos graciosos. No era un Phillip.
―Perdí a mi mamá ―me contó Rocco―. Se la llevó la corriente. Ella estaba en sus ochenta, y, no sé…
Esa admisión incomoda me hizo sentir mal por el tipo.
―Siento mucho tu perdida ―dije. Tal vez tendría que revisar mi opinión sobre él.
Se relajó en su asiento y miró los espejos laterales.
Íbamos a setenta y cinco, fácil.
―Yo transporto personas, es lo que hago. Mucha gente quiere salir de la costa este e ir al oeste. A cualquier lugar. Cualquier ciudad con electricidad y agua corriente. Las personas han renunciado a encontrar a su gente. Renunciado a sus casas, la mitad de las casas se llenaron de humedad o tienen aguas residuales en el sótano. La gente sólo quiere salir. Los refugiados están en todas partes y todos ellos tratan de conseguir otro lugar.
Yo no había pensado mucho en lo que sería la vida en Pennsylvania. Tal vez el tío de Niko no nos quiere, después de todo. Tal vez la granja antigua ya estaba llena de refugiados. 
Rocco interrumpió mis pensamientos. ―¿Sabes con qué me pagan en ocasiones?
―¿Con qué? ―le pregunté.
―Trasero ―se jactó.
Me tomó un segundo darme cuenta de lo que quería decir.
―Sí. Chicas y mujeres en todos los tamaños y formas. Gente que tiene que llegar a donde tienen que estar.
No. No era posible que te gustara Rocco Caputto.

* * *
Después de una hora, me cambié con Jake.
Niko estaba apoyado contra la pared de la cabina, medio dormido. Astrid estaba dormida en la litera de arriba, con la espalda vuelta hacia fuera.
―¿Quieres acostarte pie con cabeza? ―le pregunté a Niko―. Tal vez podríamos dormir un poco.
Fue un poco raro estar en la estrecha litera con Niko. Y un poco asqueroso estar acostado en la cama en absoluto, al pensar en lo que el camionero había hecho allí con las pobres refugiadas, pero estaba cansado.
En la parte delantera, Jake y Rocco se llevaban muy bien, lo cual no me sorprendió en absoluto.
Antes de que me quedara dormido, oí a Jake preguntar a Rocco sobre las corrientes.
―Ya te digo de qué se trata. Es la limpieza. Tienes FEMA y quién sea que está ahí, limpiando la zona de la explosión y barriendo las nubes de polvo y todo el mundo está en un manojo de nervios. He estado por toda la zona y no he visto nada —dijo Rocco—. Esto es lo que pienso, los campos de refugiados son mucho dinero, MUCHO dinero para la gente que los maneja. Ellos no quieren que la gente vaya a casa. ¡Piensa en ello!
―¿Y el Ejército, sin embargo? Quiero decir, todos llevan los trajes de protección. Incluso truequeamos por uno para nuestro amigo. ―Un pequeño latido aquí mientras Jake recordaba el nombre falso de Niko―. Phillip. Lo viste.
―Fuiste engañado, mi amigo —se rió el camionero―. Esos trajes son publicidad, nada más. Échales un vistazo. Son finos como el papel. Todo para aparentar.
―¿En serio? ―dijo Jake.
Yo no creo eso. ¿Por qué el Ejército haría ese gasto?
―Supongo que nos timaron ―dijo Jake.
―Le sucede al mejor de nosotros ―admitió Rocco.
―Hey, me preguntaba, ¿por qué lo llaman Kansas City si está en Missouri? ―preguntó Jake.
―Ahora, ésa es una buena pregunta ―dijo Rocco―. Medio Oeste. Son todo un montón de retardados.
Sí, se llevaban muy bien.