CAPÍTULO DOCE

JOSIE
DÍA 32
Traducido por anadegante
―Te tomaste el tiempo suficiente, pero conseguiste limpiar el desastre ―dijo Venger.
Como si pudiera ver la mancha en la noche oscura. Como si la mancha no se hubiera secado hace dos horas.
El último turno había regresado de la cena. Había sonado la alarma de las nueve.
―Regresa a tu habitación, ahora ―me ordenó―. Las luces se apagan en un momento.
No pude levantarme, no al principio. Mis articulaciones estaban demasiado heridas, demasiado frías.
Me arrastra y me pone de pie, e incluso entonces, no puedo mantener mis rodillas firmes y soportar mi peso.
Venger me libera y me tambaleo, tratando de no caerme de nuevo.
Una pequeña chispa de consciencia debió haber capturado su corazón negro y canceroso porque sus ojos parpadean hacia los míos, y se aleja.
―Tal vez esto parece fuera de lugar para ti ―dice―. Pero cualquiera que te vio limpiando aquí sabe que no tolerare desobediencias de ninguno, hombre, mujer o niño.
No había nada que podías decirle a un hombre tan estúpido que piensa que el castigo publicitado a una chica de quince años le ganaría respeto ante los ojos de las personas.
Y tengo cosas más importantes en las que pensar.
Hay un toque de queda y se supone que todos deben estar encerrados con llave en sus cuartos antes de las 9 p.m., y usualmente lo estaban. Pero desde los motines, algunas de las puertas no funcionan bien.
Existe la posibilidad de que tropiece con algunos animales en el pasillo de los hombres.
Venger abre la puerta de enfrente para mí y la mantiene abierta.
Supongo que vacilo.
―Adelante ―dice él―. Todos están encerrados por la noche.
―Pero algunas de las cerraduras están rotas ―digo.
―Oh, por el amor de Dios. ―Venger toma mi brazo y me empuja a través del vestíbulo.
En el vestíbulo de entrada, donde los coeditores habían checado su correo y se habían reunido para ver en vivo los eventos de la ficha grande, hay dos tipos que se ven desagradables y que están sentados en cuclillas contra la pared, intercambiado un cigarrillo.
Venger me empuja y dice: ―Ustedes dos dejan a esta chica en paz, sólo está de paso.
Ambos me miran. Uno de ellos sonríe.
―Sí, señor ―dice el otro. Veo que perdió sus dos dientes superiores. Me voy al borde del pasillo mientras Venger se da la vuelta para irse.
Si éstos son los únicos dos tipos―puedo correr más rápido que ellos…
Esperan hasta que Venger se ha ido.
El flaco repugnante abre la boca. Espero a que me diga algo feo.
En lugar de eso le grita: ―¡CONEJO! ¡Conejo en el pasillo!

* * *
Mi corazón empieza a martillar y la adrenalina a bombear. Mis articulaciones de inmediato se lubrican. Los músculos están listos para brincar. Sangre O viene a mi rescate.
Gracias, compuestos de guerra biológica―la inyección de energía para mejorar en los deportes que llevo en mi ADN ahora y por siempre.
Me deslizo a la carrera por el pasillo.
Los dos detrás de mí vienen pesadamente gruñendo como muertos vivientes.
―¡Conejo en el pasillo! ―repite el primero.
La mayoría de las puertas están cerradas, y por dentro escucho a los hombres sacudiendo las palancas, tratando de salir.
Pero hay algunas puertas abiertas y varios hombres vienen frente a mí desde sus cuartos dando bandazos.
Uno de ellos es sudoroso y calvo, y mueve sus enormes manos como si ya estuviera atrapada por ellas.
―Despacio, chiquita ―arrulla.
―Déjala en paz ―dice un hombre que sale de otro cuarto frente a mí―. Sólo es una niña.
―Cállate, Patko ―gruñe uno de los hombres detrás de mí.
El hombre llamado Patko agarra al más pequeño de los dos tipos frente a mí y ése es mi momento para empujar hacia adelante.
Dos por detrás, uno al frente, y otro viniendo ahora por el pasillo―ellos me rodean como un enjambre.
Tipo calvo. Codo en el estómago. Pisar fuerte hacia abajo en la espinilla.
El perdedor raro de ojos saltones desde el frente del vestíbulo. Golpazo en la nariz hacia adentro. Sangre saliendo a borbotones.
Un gusano flaco con el torso desnudo acercándose a mí y agarrándose de la cintura de mis pantalones.
Me jala hacia su cuerpo, presionando su ingle en mi trasero. Hombres pululando detrás de él y arrastrándome hacia atrás.
Muevo mis caderas y agarró las partes masculinas del gusano y tiro duro.
Grita y cae. Me doy la vuelta y una mano me está sosteniendo. Hago palanca hasta soltarme y me trepo sobre el hombre gigante calvo que está en el piso delante de mí.
Liberada, me lanzo hacia adelante, casi a las escaleras, casi.
Luego sale Brett, el adolescente de los Hombres de la Unión, por delante de mí. Dios me ayude, por delante de mí y me preparo para golpearlo con mi cuerpo.
Sonríe y se hace a un lado.
―Ve, Josie, ve ―dice mientras paso volando. Golpeo la puerta de la escalera.
Está cerrada, está cerrada, está cerrada, por supuesto, está cerrada.
Ahora moriré, espero que rápidamente, pero de repente la puerta se abre.
Mario y Lori están ahí y tiran de mí cerrando de golpe la puerta después de pasar. La mano de alguien está ahí, y un pie, y cierran de golpe la puerta de nuevo, más fuerte; los miembros se retiran y se cierra bien la puerta.
Lori me jala hacia ella, sollozando, y nos hundimos en el suelo.

* * *
Mario y Lori me ayudan escaleras arriba.
Con la adrenalina desgastada ahora, me siento como una muñeca de trapo.
―Dios mío, dios mío, dios mío. ―Está repitiendo Lori.
―Ese hijo de puta ―Mario echa humo―. Te puso una trampa. ¡Ese monstruo!
―No lo sé ―digo. Alguien me había golpeado en la mandíbula, me estoy dando cuenta. Es doloroso.
Llegamos a nuestra habitación. Todos los chicos están esperando en la puerta.
Me ven y explotan en lágrimas.
―Lo siento, Josie, lo siento tanto ―Aidan llora y me abraza. Heather y Freddy se le unen.
―¡Alto, alto! ―gruño―. No sientan pena por mí. ¡No! ¡SUÉLTENME!
Es demasiado. Sus abrazos son demasiado. El miedo me atenaza―me ahogo―dañaré a los niños.
Los empujo lejos.
―No se aferren a mí. ¿Entendido? No me importan y no los quiero. ¡A ninguno de ustedes!
No miro sus estúpidas caras para ver cómo se sienten.
Estoy muerta, ¿no lo ven? Soy carne muerta. Soy un cebo, un conejo, arrojada a los lobos para mantenerlos a raya.
No quiero AYUDA. ¿De un puñado de NIÑOS?
Me alejo de todos ellos, incluso del leal y amable Mario y me encierro en el baño.

* * *
Dejo correr el agua en la bañera.
A veces está caliente. Usualmente está al menos tibia.
Esta noche está caliente y eso significa vapor. Aleluya.
Tomo nuestro trozo de jabón. Voy a usar un poco. Voy a usar mi parte de la espuma esta noche.
Me doy cuenta de que estoy temblando y me siento en el inodoro antes de caer.
―¡Hey! ―y un golpe en la puerta.
―Déjame sola ―digo.
Siento bilis en mi garganta. Empiezo a respirar lentamente.
―Sí, sí, lo sé, eres demasiado dura para necesitar ayuda. Y a ninguno de nosotros se le permite hablar contigo o tratar de ayudarte o incluso gustarnos ―dijo Mario sarcásticamente―. Pero necesitas ver algo.
Abro la puerta un poco.
―¿Qué?
Desliza hacia mí una hoja de papel de periódico en cuartos.
LOS 14 DE MONUMENT, se lee en el título. Es una carta al editor.

* * *
Lo lograron.

* * *
Me alegro de que el agua este corriendo porque lloro.
Siento alegría por ellos, los extraño y siento pena, una lástima mortal por mí misma y me siento enojada conmigo misma por sentir tanta pena por mí misma.
Presuntamente estoy muerta. Mi nombre está abajo del de ellos. Separado. Claro que lo está.
Recuerdo nuestros tiempos en el Greenway. Todas las cosas chistosas que los niños hacían. Como Chloe siempre estaba cabreando a los otros niños y como de pequeños y preciosos eran los gemelos. Las historias de Max y las sonrisas de Ulises sin los dientes delanteros. Y lloro por estar extrañando el estar encerrada en un supermercado.
No había sabido lo bueno que era antes de quedar atrapada dentro. E incluso no había sabido lo bueno que era cuando estuvimos encerrados.
Ahora mi vida completa antes del cierre de sonido metálico de las puertas alrededor de las Virtudes parece como un cuento de hadas.
Lloro ante la voz de Alex, exponiendo la historia como un pequeño hombre de negocios. Tratando de que el editor del periódico mordiera.
Alex habría sabido que la carta era la mejor manera de encontrar a sus padres.
Desde que no teníamos TV, ni radio, aquí en Mizzou, los periódicos eran como el dinero. Se distribuían, codiciaban, se pedían prestados y se prestaban. Debía ser lo mismo en todos los campamentos.
¿Y ya habrán encontrado a sus padres? Lloro por eso también.
¿Todos ellos se han encontrado con sus padres y yo estoy atascada en Mizzou?
Muerta. Alex supone que estoy muerta.
Extiendo la mano de la bañera y alcanzo del piso mis vaqueros mugrientos. Busco dentro del bolsillo y saco una nota de Niko.
La leo una última vez.
Después lo rasgo en pedazos.
Meto mis manos dentro del agua y las abro, dejando que las piezas floten en el agua.
Estoy perdida, Niko. Meto mi cabeza bajo el agua. Para ti estoy perdida para siempre.
Los pedazos de papel suben a la superficie. Espuma de confeti.
Mis rodillas sangran en el agua del grifo gris y lloro como la estúpida huérfana que soy.