CAPÍTULO DIECISIETE

DEAN
DÍA 33
Traducido por SoyAdictaAPatch♥
Me desperté con el chirrido de los frenos y la voz fuerte de Rocco.
―Parada número dos. Vinita, Oklahoma. Despierten. Nos vamos en quince minutos.
La parada número uno había sido tres horas antes en Durant, Oklahoma.
Habíamos gastado veinticinco dólares en cuatro sándwiches de jamón y medio litro de jugo de naranja. Nuestro dinero no estaba durando lo que habíamos esperado...
Nos quedarían noventa y dos dólares luego de pagarle a Rocco Caputto.
―Voy a entrar, chicos. Los veo dentro ―nos dijo Jake.
Jake salió con Rocco mientras el resto nos despertábamos.
Astrid gimió somnolienta desde su litera desplegable. ―¿Ya llegamos? ―preguntó bromeando.
Me estiré entre los dos asientos delanteros, donde había un poco más de espacio.
Los surtidores de gas para las plataformas grandes estaban apartados del resto de la gasolinera/mini-mercado.
Vi a Jake conversar con Rocco mientras caminaban hacia el mini-mercado. Sabía que Jake no compartía la forma de ver el mundo de Rocco. Sólo estaba llevándose bien con él para hacernos el viaje más fácil ganando la confianza de Rocco. Jake se podría llevar bien con cualquiera. Eso había salvado nuestra vida en Greenway cuando los cadetes invadieron nuestra tienda. No debería envidiarlo.
Pero lo hacía. Realmente no quería que Jake hiciera nada correcto o bueno. Quería que lo arruinara una y otra y otra vez hasta que Astrid entendiera que él era el perdedor. Quería que ella viera que él era poco confiable, machista, idiota y fanfarrón.
¿Era eso tan malo? (Ya sabía que lo era).
―¿Quieres que te ayude a bajar? ―le pregunté a Astrid. Estaba sentada sobre la litera, con los pies colgando por el borde frotándose la cara con las manos.
―Siento que podría seguir durmiendo durante un año ―dijo, bostezando.
―¿Algún otro calambre? ―le pregunté.
Sacudió su cabeza.
―Me siento tiesa, realmente tiesa, pero ningún calambre.
―¿Quieres que te vaya a conseguir un bocadillo así puedes seguir durmiendo?
―No, necesito hacer pis.
Niko vino adelante conmigo, hurgando en su mochila. Sacó algo de dinero. 
―Sólo compremos una gran botella de agua. Es más barato si compartimos ―dijo.
Volví atrás para ayudar a Astrid a buscar los puntos de apoyo ubicados en el costado del remolque.
―Sabes ―dijo―. Tengo hambre de nuevo. Estoy famélica. 
―Podemos conseguirle a Astrid un bocadillo, ¿no Niko? ―dije, justo cuando él dijo―: ¿Chicos?
De repente un silbido fino y alto atravesó el aire. Parecía venir desde el interior de la cabina del camión.
Entonces Niko gritó. ―¡CHICOS!
Astrid y yo dimos un paso adelante y miramos por el parabrisas. 
La luz era extraña, como lo es antes de una tormenta eléctrica. Luego lo vi.
Una masa negra, deslizándose por el suelo. Luego en el cielo, moviéndose, retorciéndose. Se movía como un conjunto de luces de estrella. Arriba y abajo, planeando y asentándose y esparciéndose, luego se contraía.
Una nube negra viviente―tal vez del tamaño de un campo de fútbol.
Niko estaba sacando su traje. Gracias a Dios que todavía lo tenía atado alrededor de su cintura.
―¡Sus trajes! ¡Sus trajes! ―balbuceó.
―¿Las ventanas están cerradas? ―preguntó Astrid.
¿Dónde está mi mochila? La estaba usando de almohada.
―¿Quién sabe? ―gritó Niko.
―¡Las máscaras primero! ―dije.
Nuestros visores, con sus boquillas con filtro de aire, estaban arriba de todo del paquete.
Le alcancé el suyo a Astrid y me puse el mío. El caucho se sentía raro en mi boca, pero igual tome un respiro. 
Filtrar el aire era lo más importante para Astrid y para mí. Pero para Niko era más importante ponerse el traje y sellarlo, sino él iba a tener ampollas y quemaduras.
Astrid y yo nos enfundamos los trajes, empujándolos hacia arriba. ¡Me di cuenta que el silbido venía de los trajes! Había un pequeño resquicio de plástico, del tamaño de una moneda de diez centavos, en la solapa y ahora estaba chillando y emitiendo una luz roja brillante.
La corriente estaba haciendo su camino a través del vecindario detrás de la gasolinera, planeando y buceando, acercándose.
Niko cerró su máscara. Estaba a salvo.
Vi la luz roja de traje ponerse verde y el silbido se apagó.
Astrid ya tenía el traje puesto, estaba metiendo sus pies en la zapatilla. Uní su máscara con el traje.
―¡Quieta! ―le dije. Su luz se puso verde.
Era mi turno.
―¡Tenemos que buscarlo a Jake! ―gritó Astrid. No tenía puesta su boquilla todavía.
―¡De ninguna manera! ―dijo Niko―. Jake está bien. ¡Está en la tienda!
La corriente estaba rodeando el mini-mercado, ahora, y estaría sobre nosotros en un segundo.
Subí mi traje y Astrid cerró mi máscara. Verde.
Por la ventana del costado los vi a Jake y Rocco corriendo hacia nosotros, perseguidos por remolinos de hollín negro.
Y vi, detrás de ellos, un hombre fuera del mini-mercado con un arma. 
¡BANG! ¡Los estaba apuntando a ellos! Debía ser AB, ahora paranoico y volviéndose loco.
La corriente estaba golpeando el parabrisas con un silbido.
Lo vi a Rocco tropezar. ¿Le habían dado?
Me saqué el filtro de la boca para poder hablar. ―¡Voy a ir a ayudar! ―grité―. ¡Quédense aquí!
Antes de que Niko me detuviera, abrí la puerta y corrí hacia Jake y Rocco.
Rocco no había caído por el tiro. 
Él estaba ampollado.
Tal vez si lo lleváramos dentro del camión―y lo vi a Jake detenerse y volver hacia Rocco.
¡BANG! El hombre con el arma disparó lejos de nosotros. Vi la bala chispear contra el cartel de la tarifa del combustible diesel.
Jake estaba inclinado sobre el cuerpo de Rocco. Había sangre. Un montón de sangre. Teníamos que llevarlo adentro, rápido.
―¡Te ayudo! ―grité, las palabras deformadas por la boquilla.
Pero Jake no lo estaba ayudando a Rocco. Estaba deslizando el revólver fuera de la funda del hombro de Rocco. 
Jake tomo el arma y disparó hacia el hombre del mini-mercado. El BOOM del arma fue sorprendentemente fuerte, a ese alcance.
―¡Ayúdame a llevarlo adentro! ―le grité a Jake.
―¡Ya es tarde! ―me respondió y vi que tenía razón.
Rocco ya estaba muerto, el polvo cubrió su cara y sus brazos. Su cuerpo estaba empezando a burbujear.
La bilis subió por mi garganta. Pero luego Astrid y Niko estaban allí.
―¡Les dije que se queden adentro! ―les grité.
¡BANG! El guardia nos volvió a disparar y Jake le disparó a él.
―¡Vamos! ―gritó Jake.
¡BANG! El guardia disparó una vez más y surgió una luz tremenda. Una bola de fuego surgió del surtidor de gas al lado del camión y luego el sonido un WHOOOOOSH-POW de una explosión mientras el tanque de gasolina debajo del suelo explotaba.
Tan pronto como nos pudimos levantar, corrimos.