CAPÍTULO VEINTIUNO
DEAN
DÍA 33
Traducido por
PauEchelon
El viento había cambiado y ahora la corriente golpeaba el
parabrisas.
Astrid encendió el limpiaparabrisas.
El polvo negro estaba extendido como una capa sobre el
cristal, después se limpió. Se pegó, se limpió, se pegó, se
limpió.
Miré las partículas de la nube que se habían pegado a la
ventana lateral. Cada una era diminuta. Motas pequeñas de polvo―y
cada una un pequeño cuadrado perfecto. Mucho más pequeñas que un
grano de arena. No cúbicas, planas. Muerte plana y negra, partida
en partículas.
Más allá de la ventana, estábamos pasando por las calles de
Vinita. Vimos fuegos, gente viniendo, gritando fuera de sus
casas.
A través de la oscuridad, tamizando la tormenta de arena la
gente moría e intentaban salvarse unos a otros en cada calle.
―Tienes que dar la vuelta ―dijo Jake―. Volver a la
autopista.
Astrid se detuvo abruptamente, conduciendo el coche a la
acera.
―No puedo respirar ―dijo, sus palabras saliendo torpemente de
su boquilla―. Voy a vomitar.
Hizo saltar su boquilla dentro de su traje de
cremallera.
―¡No es una buena idea, Astrid! ―dijo Niko, claramente
preocupado.
―¡Voy a vomitar! ―gimoteó. Empezó a desabrochar su
traje.
Me incliné, en el asiento delantero y paré su mano.
―¡Astrid! ―dije―. Mírame.
Su cuerpo y su cara estaban completamente cerrados dentro del
traje.
Miró hacia arriba a través de las viseras transparentes de
nuestros dos trajes, se concentró en mis ojos.
―Respira ―le dije―. Está bien. Hay suficiente aire en el
traje. Respira.
―¡No la dejes que se quite el traje! ―añadió Jake.
―Se va a poner bien, Jake ―dije sin romper el contacto visual
con ella. Mantuve mi voz firme―. Sólo respira, Astrid.
Puede que suene tonto, pero este espacio, justo aquí, esta
conexión entre nosotros, era la base de nuestra relación. Ella
sabía que podía contar conmigo para contenerla. Sí, era un completo
nerd que estaba enamorado de ella y que éramos una pareja extraña.
Pero ella sabía que estaba aquí por ella y eso significaba
algo.
¿Qué nos estábamos diciendo el uno al otro, a través del
plástico?
Ella: Estoy asustada.
Yo: Lo sé.
Yo: Te quiero.
Ella: Lo sé.
Después: Y va a estar bien.
Astrid se puso de nuevo su boquilla y se acomodó en su
asiento. Intentó limpiar sus lágrimas, usando los guantes del
traje, pero en realidad no funcionó.
―Estás aplastando mi pierna, viejo ―se quejó Jake.
Volví al asiento trasero.
―Debería conducir otro ―dijo Astrid. Y Niko y ella se subieron
uno sobre el otro para cambiar de lugar.
No nos atrevimos a abrir las puertas―no con la nube
acribillando el auto cuando cambió el viento.
* * *
Niko nos metió en la autopista, dirección norte.
Cuando el aire estuvo limpio, sentimos que era seguro
quitarnos las máscaras.
Astrid puso la cabeza entre sus manos. No necesité ver sus
hombros temblando para saber que estaba llorando.
Estaba sentada delante de mí así que pasé mi mano sobre el
asiento y le di una palmadita en el hombro.
―Eso fue horrible ―le dije.
―Esa pobre mujer ―dijo Astrid con voz ahogada.
―¡Deberían avisar a la gente! ―dijo Jake, esforzándose por
mantener su voz―. ¡Todo el mundo piensa que son rumores, pero las
nubes son reales!
―Es el ejército ―dije―. Deben mantener la historia en privado.
Pero, ¿por qué?
―Para evitar que la gente entre en pánico ―dijo Niko, con los
ojos en la carretera―. Para evitar la evacuación.
―¿Por qué harían eso? ―preguntó Jake.
―No lo sé ―dijo Niko―. Tal vez porque no hay ningún lugar a
donde ir.
* * *
Jake y yo tuvimos que movernos un poco y reorganizarnos para
ponernos cómodos en el asiento trasero.
―Esa pobre mujer estaba loca ―dijo Jake. Y era cierto. Había
cargado una selección totalmente extraña de artículos para el hogar
en su asiento trasero.
Había:
Un ventilador giratorio.
Una caja de tamaño industrial de galletas Goldfish, el cuál
Jake comenzó a comer inmediatamente.
Cuatro álbumes de fotos gigantes, con la fecha
2019-2023.
Un juego de cables de arranque y, Dios, estaba pensando en el
futuro, cadenas de nieve para los neumáticos.
Una gran caja/kit de cosas de maquillaje.
Un paquete de seis batidos de proteínas y una variedad de
bocadillos.
Dos botes sin abrir de pelotas de tenis.
Una planta de interior.
Una caja de platos que se habían roto cuando los tiró en el
coche.
―¡Y mira, mira! ―graznó Jake―. Mamá estaba planeando para el
futuro.
Blandía una botella de whisky medio llena.
La descorchó y tomó un trago.
―Por Dios, Jake, ―dije.
―¿Es realmente una buena idea? ―preguntó Niko.
―Acabamos de ver morir a Rocco Caputo. Casi nos disparan y
después casi explotamos en un camión. Vimos morir a una pobre mujer
loca que no conocíamos. Vimos a un hombre cortar su cuerpo en
pedazos con un cuchillo de cocina. Creo que emborracharse es una
idea GENIAL. Realmente lo creo.
Y empezó a tragar. Whisky directo de la botella. Ugh.
―Es suficiente ―dije―. Dame la botella.
―¿Quieres?
―No, voy a guardarla.
―¡No eres mi maldita niñera, Geraldine! ―gritó
Jake.
―¡Silencio! ―espetó Astrid.
―¡Ya la escuchaste! ―dije, quitándole la botella.
―¡Cállense los dos! ―gritó ella―. He OÍDO algo.
Los cuatro nos quedamos en silencio.
Todo lo que podía oír era el zumbido del motor y el ruido
sordo de mis propios latidos.
―No importa ―dijo ella. Se relajó en su asiento.
Jake tomó otro trago de la botella y después masticó un puñado
de Goldfish.
―¿No te importa que Jake se emborrache? ―le pregunté a
Astrid―. ¿No te molesta?
―Ojalá pudiera emborracharme ―dijo. Sonaba miserable.
―Me pregunto si podremos llegar a Missouri con este tanque de
gasolina ―dijo Niko―. Tenemos tres cuartas partes del tanque.
Me senté y miré por la ventana.
Kilómetros de tierras secas pasaron borrosas.
―Me hubiera gustado salvar a esa mujer ―dijo Astrid.
―Lo sé ―le dije.
Astrid se estiró y encendió la radio. Las emisoras FM y XM
estaban caídas, pero había algo de ese AM raro y borroso que
podíamos escuchar. No había nada en la radio sobre la nube.
―Hey, Astrid ―dijo Niko―. Sé que probablemente es inútil,
¿pero probarías el GPS?
Me moví en mi asiento, poniéndome cómodo.
Sostuve en mi regazo lo que parecía una pecera vacía. Parecía
que la alfombra del suelo estaba húmeda―algo mojado presionado
contra mi pierna, aunque la humedad no se filtraba a través de la
pernera de mi traje de seguridad.
A lo mejor había un pez muerto aquí en alguna parte.
Miré por la ventana y después de unos minutos me di cuenta de
que mis manos seguían temblando.
―¿No crees que deberíamos advertir a la gente? ―Astrid le
preguntó a Niko en voz baja.
Jake tomó otro trago de whisky.
Podía jurar que sus ojos estaban rojos. Podía jurar que estaba
llorando ahí, mirando por la ventana.
―No podemos salvar a todo el mundo ―dijo Niko―. Pero todavía
podemos sacar a Josie de Mizzou, si tenemos suerte.
* * *
Sabía que debía dormir pero no pude.
Conducimos durante un par de horas, poniendo kilómetro tras
kilómetro entre nosotros y Vinita, Oklahoma. Las carreteras estaban
limpias―sin mucho tráfico.
Nos bajamos los trajes, anudándolos a la cintura como lo
habían hecho los soldados.
Cogimos parte del discurso semanal del Presidente
Booker:
Compatriotas, la historia nos juzgará por como manejamos
esta serie de crisis devastadoras. Todos aquellos que están en
posición de ayudar deben preguntarse: ¿Estoy haciendo lo
suficiente? ¿Puedo extenderle la mano a un sobreviviente más?¿Puedo
conformarme con menos, así los que están en extrema necesidad
puedan vivir? Y para todos ustedes que se han encontrado sin hogar,
y han perdido su amada familia y amigos—les digo esto: Su gobierno
no se ha olvidado de ustedes. Cuidado médico. Comida. Agua. Asilo.
Estamos trabajando para proporcionarte esto. Y una vez que hayamos
recuperado la estabilidad, comenzaremos a reconstruir. Viviendas.
Industrias. Propósitos. Vamos a superar este desastre, trabajando
juntos, sacrificando mucho sin olvidar que América es más fuerte
que nunca, la unión hace la fuerza. ¿Divididos? ¡Nunca!
Y después empezó a sonar el himno nacional.
Nada sobre las nubes.
¿No lo sabía? ¿Era eso posible?
Si la Red estuviera funcionando, todo el mundo lo sabría.
Habría imágenes, vídeos y alarmas en todo el mundo en línea.
Pero sólo el gobierno tenía acceso a la Red ahora.
Eso me hizo sentir miedo. ¿Qué más nos estaban
ocultando?
―Van a acusar a Booker ―resopló Jake―. Las nubes. NORAD. La
forma con la que ha manejado todo.
―No, no lo harán ―me burlé―. ¿Quién te ha dicho eso?
―Rocco.
―¿En serio? Era un idiota derechista―
―¡Hey! ―dijo Jake, presionando un dedo en mi pecho―. No hables
mal del muerto.
Y sostuvo mi mirada por un momento. Su cabeza vaciló mientras
trataba de mirarme a los ojos.
Después levantó las manos y se echó a reír, intentando oponer
su tono serio.
―Sólo estaba bromeando, viejo ―dijo―. A veces pienso que eres
un poco corto, Dean. Una verdadera manta húmeda―
―Oh, Dios, cállate, Jake ―dijo Astrid desde el asiento
delantero.
―Déjame terminar, ahora, déjame terminar ―dijo arrastrando las
palabras―. Pero después veo que no eres tan tarado. Ahí. ¿Ves?
Tenía algo bueno que decir.
Me reí. Algunos cumplidos.
No contesté. A lo mejor se quedó dormido. Estaba lo
suficientemente borracho. Demonios, a lo mejor se cayó del
coche.
―¿Alguien quiere una galleta? ―pregunté―. También hay una caja
de Golden Grahams y algo de puré de manzana para niños.
También lancé algunas cajas de zumo al asiento
delantero.
Comimos, conducimos. Niko dijo que estábamos por lo menos a
cuatro horas de Mizzou, aunque necesitaríamos gasolina antes de
llegar.
Todavía teníamos nuestros créditos de gasolina, lo que sea que
eso significara. Me di cuenta de que también seguíamos teniendo
nuestro dinero. Nunca le habíamos pagado a Rocco.
Niko nos animó a que durmiéramos.
* * *
Supongo que me dormí porque me desperté con Astrid
diciendo:
―¡Ahí! ¡Lo escuché otra vez! ¿No lo oísteis?
―Yo no he oído nada ―dijo Niko apagando la radio.
―Para el auto ―ordenó Astrid.
―¿Qué pasa? ―pregunté.
―Sólo frena, Niko. Ahora mismo.
Niko se salió a la cuneta y apagó el motor.
Esperamos. Jake roncaba. Empecé a preguntarle a Astrid sobre
el sonido fantasma pero me interrumpió, levantando la mano. Tenía
la cabeza ladeada.
Y después lo oí.
Unos golpes suaves y silenciosos. Viniendo de detrás de
mí.
Y un lamento:
―¡Mami!