CAPÍTULO CATORCE

JOSIE
DÍA 33
Traducido por SwayneMari
En la mañana, Mario está pendiente de mí debido a la carta.
―Imagínate cuando esos reporteros descubran que estás aquí ―dijo Mario. Por primera vez desde que llegamos, sus ojos están brillando otra vez.
Eso me recuerda a los largos días que pasamos en su refugio antibombas. Él hablaba, planificaba y frotaba sus manos, tan feliz había estado anticipando el rostro de Niko cuando nos reuniéramos. O cuán bueno iba a ser para mí cuando localicemos a mis padres. 
A veces parece que mi futuro es la única cosa que mantiene andando a Mario Scietto.
Ahora él tiene ese mismo fuego de nuevo. Quiere obtener la atención de los reporteros. 
―Nosotros podríamos distraerlos y tú empiezas a hablar. Deberías decir: “¡Soy Josie Miller, del artículo sobre los Catorce de Monument!” Tan alto como puedas. Una vez que ellos descubran que estás aquí, van a publicarte. Una noticia de interés especial, absolutamente. ¡El poder de la prensa! ¡Se te cree muerta! Ellos aman esas cosas. 
Los niños están escuchándonos. Freddy está rebotando en la cama que comparte con Aidan. Lori está trenzando el cabello de Heather.
Mi cuerpo se siente como si hubiera sido arroyado por un camión de reparto. Duele por todos lados. Mis rodillas están en carne viva. Las siento pegarse a mis jeans. Mis nudillos son un asco, ya infectados alrededor de los bordes.
―Y no te preocupes por lo que pase contigo ―continúa Mario―. Voy a mantener a Venger lejos tuyo hasta que atrapes la atención de uno de esos reporteros.
―No puedes ―digo. 
―Demonios, claro que puedo ―sigue―. Tal vez los niños yo podamos crear una distracción. 
―¡Sí, sí! ―ellos están de acuerdo. 
―Tal vez pueda caerme y hacer tropezar a alguien y luego estar como: “¡Estoy herido! ¡Alguien ayúdeme!" ―sugiere Aidan. 
―¡No, no, ya lo tengo! ―Freddy interrumpe―. ¿Alguien puede vomitar a voluntad?
―¡Cállense! ―grito―. Nadie va a ayudarme a hacer nada. 
Mario alza sus manos para discutirlo. Él sabe que protestaré.
―No es porque no quiera ayuda o me estoy haciendo la dura ―digo cortándolo―. Mira, anoche Venger me amenazó.
Sólo diciendo su nombre, mi estómago vacío se tensa en un nudo de alarma.
―Él dijo que si doy un paso afuera de la línea, me enviará lejos para algún tipo de examen médico. No sé por qué la tiene tomada conmigo, pero lo hace.
Mario me mira, su boca fija en una línea rígida. 
―Y si me ayudan, él podría hacérselo a ustedes. Podría enviarlos lejos. No ―continúo―. Lo que vamos a hacer es pasar desapercibidos, Mario, “Mirar hacia abajo. Parecer tontos.” Voy a jugarlo de manera segura. No voy a provocar a Venger. Y vamos a pasar juntos por esto. Y si es que tengo una oportunidad completamente segura de hablar con alguien, lo haré. ¿Está bien, chicos?
Miro a Mario.
Él está estudiándome, tratando de entenderme.
Estoy fingiendo mi interés en el grupo. Fingiendo un nuevo deseo de proteger a los niños. Fingiendo. No hay manera de que vaya a dejar que Mario consiga ser asesinado tratando de hablar con los reporteros en mi lugar.
―Ya sabes ―dice Mario rascándose la cabeza―. Lo mejor sería tratar de hablar con una de las damas de la cafetería. Les gusto. 
―¡Tal vez puedan pasar una nota de contrabando! ―dice Lori.
―¡Sí! ―grita Freddy.
Bien, déjenlo halagar a las damas del almuerzo.
Tal vez pueda funcionar.

* * *
De camino al desayuno, tenemos que pasar por el pasillo de los hombres y yo casi me echo a correr. 
Los hombres ya han salido, pero aún así, mi corazón se acelera por estar ahí.
Lori toma mi mano.
No quiero sostener su mano congelada, pero lo hago.
También vemos a Venger, en el patio, hablando con algunos guardias. 
Mantengo mi cabeza gacha. Sin hacer contacto visual.
Él puede pensar que me intimida.
Eso está bien. Lori aprieta mi mano.
Trato de caminar como si no me estuviera cayendo a pedazos. 

* * *
Mientras entramos a Plaza 900, Brett se acerca cautelosamente a mi lado. 
Mi abuela solía llamar a los niños como él “desgalido”—desgarbado y escuálido. Torpe, de seguro. 
Y el pequeño bigote andrajoso no está ayudando a su estilo.
―Hey ―dice.
―Hey ―me obligo a decir de vuelta. 
―¿Puedo hablar contigo un minuto?
Mario lo escudriña con una pregunta reflejada en sus ojos. 
Me encojo de hombros.
—Los alcanzaré ―le digo a Mario.
Tengo la guardia alta. Él me va a pedir algo. ¿Qué quiere Carlo?
Brett me hace un gesto hacia un lado, cerca de los baños, donde podemos hablar.
―Realmente sabes cómo moverte ―dice. Su manzana de Adam subiendo y bajando mientras traga. ¿Está nervioso?―. Pensé que acababan contigo anoche.
Me encojo de hombros. 
―¿Qué es lo que quieres? ―pregunto. Mi boca está seca.
―Mira, ésta es un forma rara de decirlo, pero deberías estar conmigo. Como, ser mi novia.
Debo haberle disparado una mirada sobresaltada, porque se ruborizó.
―Puedo protegerte. Los Hombres de la Unión y yo. No es una idea tan estúpida. 
―No, no. No es eso ―tartamudeo, haciendo tiempo mientras mi cerebro trata de entender esta situación bizarra.
Lo que es bizarro es que el niño se ve sincero. Se está acariciando su bigote patético.
―Es sólo que… ¿siquiera me has mirado? ―le pregunto―. Parezco un zombi.
Sonríe. 
―Para mí te ves muy bien.
Pone su mano en mi hombro y me jala contra su cuerpo.
No puedo evitarlo, lo alejo. Codeo sus costillas y me empujo lejos de él. Mi corazón está latiendo con fuerza. 
―No seas así ―dice.
―Lo siento ―mascullo―. Es sólo que… No soy…
Y luego oigo llegar a otro Hombre de la Unión.
―Ten cuidado, Brett. Ella muerde ―ríe Carlo.
―Serás su almuerzo, hombre ―bromea.
El rostro de Brett se pone todo rojo.
Todo pasa en cámara lenta y con mis ojos trato decir: lo siento. Espera. Claro que no puedo “estar con él.” Pero tal vez…
¿Tal vez podríamos ser aliados? ¿Amigos? ¿Es absurdo?
Pero la luz en sus ojos se apaga. Se tornan planos y duros.
―Tú pierdes, conejo ―dice.
Me encorvo contra la pared y él se reúne con su grupo.