EPÍLOGO
Oliver y Fanny se casaron y establecieron su ho-gar en el maravilloso y siempre bello Hawthom Park. Sus verdaderos amigos, aquellos que los apreciaban y respetaban de verdad, se alegraron mucho de la unión; jamás tuvieron en cuenta el tamaño de la cuna de la reciente señora Hawthorne, puesto que la frescura de su carácter, su infinita amabilidad y el inmenso amor que profesaba a su esposo obligaban a obviar la humildad de sus orígenes.
La señora Hawthorne, por su parte, jamás regresó a Hawthom, entre otras cosas porque jamás dio el brazo a torcer, ni aceptó los indeseables orígenes de su odiosa nuera. Basta decir que la conducta de la señora fue recompensada con soledad y abandono durante el resto de su amarga vida, que su existencia resultó en un asunto lamentable, por completo desastrado, con una calidad de vida muy inferior a la que había conocido.