CARTA 51

Voyeour?

 

Estuve caminando por el pueblo, sin prisas… no está lloviendo, por lo menos hoy no, aunque el cielo se muestra borrascoso; Sabes…vi algunas paredes de adobe, de esas casonas viejas que permanecen como testigos fieles de una historia, vi que esas paredes de adobe se desgastan en las partes superiores, apenas son perceptibles algunas de las huellas evidentes de la lluvia, la erosión deja sus pasos implacables.

 

Sabes mi querido Adán, creo que esas paredes de adobe se parecen un poco a nosotros, un poco a las personas, con ese desgaste capilar en la coronilla, con esas marcas en la frente, refugio de las tempestades, de las travesías, de los despedazados aislamientos del día a día que habitamos, en el que…permanecemos.

 

Pensativa contemplo los incontables Adanes y Evas que pasan por la vereda recorriendo la luz y la sombra, recorriendo los matices con ese movimiento pendular, nos cruzamos interminablemente, a veces con las córneas nubladas, con esa carnosidad de las cataratas oculares no nos vemos, sólo pasamos las páginas de la vida, sin ver realmente la fragancia de los días, toda ella se transforma, no es lo mismo.

 

Sabes…me han dolido las plantas de los pies, como no tienes una idea, será que el contacto con esas piedras del camino tantas veces pisados, no van conmigo, esas piedras pienso rebosan virilidad, me lastiman con indolencia, se muestran negligentes, casi podría decirte que esas piedras obscenamente se empeñan en herir mis pies tan frágiles, como ese papel aluminio que sirve para recubrir las parrillas de la estufa, que a la menor frivolidad se despedaza y se vuelve inútil.

 

Mis mancillados pies son martillados en cada paso, como la carne que se golpetea a un solo ritmo acechante para ablandarla, para hacerla un poco más comestible, una especie de complemento para marinar la carne mortal, tal vez, para darle una oportunidad antes de darle el golpe de gracia, ¿Por qué se dice el golpe de gracia? No será más bien un golpe de desgracia, tal vez, la cafeína está pigmentando estas volátiles ideas.

 

Cada Adán y cada Eva retornamos irremediablemente a este ciclo, contrario, silencioso, titubeante, audaz, devorador a lo largo del tiempo, el tiempo, ese tiempo más allá de palabrerías vanas, colma los sentidos de la vida, indefensos regresamos a esa génesis primigenia, a ese ciclo de opciones que se encuentra latente, latente en cada uno de nosotros, en cada uno de “los otros”.

 

La lluvia… la lluvia me agrada, parece lavarme de todo, ¿Hasta del pecado original? ¿De la culpa de las Evas? No tengo tiempo para estar pensando en eso, ni siquiera me voy a poner a hurgar de nuevo en esa insensatez, dejaré que la lluvia se deslice sobre mi cuerpo, que importan unas cuantas gotas, o un chubasco en el que la oscuridad se desvanezca, que me redima, que me indulte, que me desagravie, que me queme, que me purifique…Mi corazón se escucha como una danza, con ese ritmo monofónico, como esas sonajas utilizadas para las danzas, ¿lo recuerdas? Aquel día que fuimos a…y había una danza, tuve miedo, ese ritmo reiterativo hurga tal vez en mis miedos, mis miedos subterráneos, ver aquellas máscaras, aquellas ropas extrañas, un baile demoniaco, al menos me lo pareció, hui… ¿cómo se dice? Como alma que lleva el diablo…salí apresuradamente de allí, pero no para que me llevara el diablo, sino para que no me llevara.

 

Volviendo a ese tema de la obscenidad, ¿Te has fijado en esas miradas de algunos hombres?… Esas miradas torvas que te desnudan parecen recorrerte estrepitosamente con lascivia y dejarte totalmente expuesta, totalmente a su merced, a su deseo mal logrado, ¿Son cómo se dice? ¿Vouyeristas? Me parece que sí; ellos disfrutan de ver, pero más bien diría que realizan todo el acto sexual, con la sola mirada descarada, libidinosa, desagradable, cínica, impúdica, penetrante que te escanea hasta lo más profundo de tu ser, al menos eso sentimos las Evas, al menos eso siento yo Eva María.

 

¿Vouyeristas? Todos somos un poco así, un poco mirones. Déjame convencerte antes de que me desaparezca como ese rehilete de letanías que parecen un murmullo en el viento; las miradas de cada uno de nosotros recorren los horizontes, los cuatro puntos cardinales del orbe, miradas de todos tipos, miradas atónitas, persuasivas, melancólicas, contraídas, agradables, dominantes, reprimidas, iluminadas, hostiles, absurdas, inocentes, ofendidas, depredadoras, consumidas, amenazantes, diluidas, profundas, agredidas, indecisas, clandestinas, nerviosas, desconfiadas, perversas, inflexibles, fervorosas, desteñidas, inexpresivas, confusas, sarcásticas, modestas, insatisfechas, evasivas, desconcertantes, ausentes, transparentes…¿y tú mi querido Adán, cómo es tu mirada?

 

Ahora que lo recuerdo, creo que a veces las Evas somos como esos insensatos insectos que van a la luz, a sabiendas de que la hipnotizante luz que los atrae, finalmente acabará con su vida, algunas, algunas de nosotras les damos pie a… como decimos aquí…aquí en mi pueblo… les damos pie para…¿Para qué decirlo? ¡Ya te imaginarás! e irremediablemente ¡La dulce y fatal tentación!, con las consecuencias ya sabidas, pero no creas que es ese final de cuento de hadas que todos recordamos. No mi querido Adán, el tormento…oh perdón…la felicidad apenas está comenzando.

 

Me marcho cálido compañero de mis noches; las frías sábanas de mi cama me llaman, los grillos están cantando su melodía entre las hierbas, está humedad que trasmina, constantemente, enfría hasta el algodón de mi realidad, creo que tendré que preparar un pequeño café, por la prisa de que no se me olvidara nada y escribirte, no puse la cafetera, me voy mi querido y hermoso hombre en mi mente, la efervescencia del sueño no será descuartizada por el café, destinatario inconfundible de mis desvaríos, nos encontraremos, nos encontraremos otro día.

 

Tu absurda Eva de todos los días.

 
Cartas a Adán
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