Sabes mi querido Adán, hoy salí a conversar con mi amiga Julie, bromeando y platicando de todo un poco, salió a colación una frase que me dijo acerca de ella, algo que ella piensa sobre sí misma, dicen que la verdad se asoma a hurtadillas en la charlas de café, no lo sé tal vez haya algo de razón. El caso es que Julie decía que ella era “La motosierra” que no dejaba ningún tronco en pie, haciendo alusión al órgano sexual masculino claro está.
En ese momento me pareció gracioso, pero ahora que lo reflexiono un poco más, creo que es negativo que una mujer se denigre así misma, pues si otras personas la escucharan, no tardarían en hablar sobre ella, decir que es una mujer licenciosa, sin el menor pudor, una indecente, y otros tantos adjetivos más que no vale la pena mencionar, te los dejo a tu criterio, pero ya te los imaginarás, ya sabes cómo son “los otros”, siempre entremetiéndose en la vida privada de los demás.
A veces pienso que no tienen vida propia y se tienen que apelmazar a las vidas de los demás, para no sentirse ausentes, para sentirse un poco vivos, adheridos a esa manía de enjuiciar a quienes los rodean con el mismo rigor, me pregunto ¿Acaso ellos han hecho una introspección de sí mismos con ese mismo rasero?
Tal vez es sólo una expresión, esa que mi amiga se inventó sobre sí misma, para burlarse un poco de lo que los hombres pueden hacer; déjame te lo aclaro un poco, ellos pueden divertirse sexualmente sin tapujos, sin remordimientos, afirmando su presencia, afirmando su masculinidad… su hombría, estremeciéndose con cuerpos ajenos, dibujando falsos besos, la aventura de la noche guarda sus secretos, por los siglos de los siglos.
Ojalá pudiéramos liberarnos completamente como ustedes los hombres, pero el destino de las mujeres está predestinado, y marcado por ustedes como un campo arado; nosotras tenemos grilletes invisibles que nos sujetan al piso tan fuerte como la propia fuerza de gravedad, utopía soñada por miles de Evas, tal vez en el aquí y el ahora, o en el ayer, en los ayeres.
Pero, sabes dudo mucho que en el largo plazo podamos lograrlo nosotras las Evas, ¿Por qué te digo esto? Simple y sencillamente porque son pocas las mujeres que se atreven a romper los moldes de adobe, aunque sean incomprendidas, su esencia etérea siempre las acompaña, se niegan a someterse a “los otros” al menos de forma voluntaria, verdaderamente me parece admirable que existan mujeres con semejante fuerza y coraje, para luchar en contra de todo el mundo; pero son las menos.
También lo dudo porque los hombres son toscos, su entrega es simplemente carnal, sin comprometer sentimientos, para ellos sólo somos receptáculos de su pasión insana; nosotras somos un poco más complicadas, entregamos el corazón en un instante, el pensamiento parece diluirse cuando escuchamos las empalagosas palabras de ustedes los Adanes, que estremecen nuestra sensibilidad, que se precipita con avidez en las texturas de mi piel.
La sensibilidad de la que te hablo, no creas que es un rótulo mal gastado para nosotras las Evas, nos afecta inevitablemente, es como una inscripción interior, oculta tal vez en el código genético de nosotras las mujeres, este rótulo se interpone como una barrera entre la realidad y lo que percibimos con todo nuestro ser, avanza lentamente como un malestar y aunque no lo queramos nos habita.
Podemos llorar lastimosamente, reír como un suave rocío matinal, o dar una sonrisa de desaprobación, sentirnos mal por cualquier palabra que nos ofende, decir una cosa esperando que los demás interpreten las mil posibilidades ocultas en nuestros mensajes, por tanto la sensibilidad interviene cada instante de nuestros vidas, por más que lo queramos negar, somos así.
Admirables me resultan las Evas de la noche que ululan entre los hombres consumiéndose sin palabras, sólo basta un gesto, para que todos los tonos de su talento sean echados a andar en el lecho, intimidad engañosa, ¡Pero qué importa! ¿A nadie le importa verdad? Para los hombres son simples pecados veniales, sin mayor consecuencia, bastará rezar sólo un poco para quedar absueltos.
Los pronombres personales hacen acto de presencia, los nombres reales son evadidos, la ficción lícitamente imperfecta es benevolente, Adanes y Evas remarán en Camastros; antes de un suspiro todo habrá terminado, la mujer no dirá nada, si acaso unas cuantas palabras para saciar el ego de su hombre de la noche, pero nada más; y él, él se limitará a entregarle el precio de un trozo de su salario, todo por un bocado de tibio licor entre las sombras del placer que repta vacilante, antojable, apetecible, rodeado de cierta peligrosidad. ¡Pero, qué importa!
Ella, Ella es una Eva domesticada, de esas que abundan, no son de nadie, no tienen un dueño del todo, y sin embargo sirven a todos, Ellas son como flores silvestres que son arrancadas y tiradas por allí hasta marchitarse, belleza efímera que dura sólo un instante, belleza qué es aprovechada por unos cuantos, sólo unos cuantos…
Ellas y Ellos, no tienen miedo, parecen disfrutar de esos minutos, de esas migajas de placer, sin hacerse daño del todo, disfrutan de la tentación, del deleite pasajero, sin angustias, sin ataduras, hedonismo al extremo, que protege sus corazones de la zozobra, utilizando todo su cuerpo para sobrevivir, el silencio es habitual en sus vidas ¿El amor? Ha sido aniquilado, ¿A quién le importa esa utopía? Ellos y Ellas, no creen en esa mentira primigenia, tal vez no en esos encuentros.
Sabes… finalmente reconozco que admiro a mi amiga “La motosierra”, por atreverse a andar en las alturas graciosamente, sin compromisos grabados en un papel, sin exigencias, sin presiones de ningún tipo, una mujer perfectamente funcional en un mundo disfuncional, ojalá que la caída desde las alturas no sea muy estrepitosa, por el momento que disfrute al máximo esos instantes.
Con mucha euforia me despido mi querido Adán, creo que ha sido una de las cartas más gratificantes que te he escrito, y ni siquiera he necesitado del café o del cigarrillo para mantenerme serena, y así poder explicarte estas ideas que hacen sus rondines continuos en mi cabecita semidesértica, pues a veces es tan difícil que emerjan las ideas, se niegan, me evaden un poco, coquetamente me sonríen y echan a correr, esperando tal vez que las persiga y logre capturarlas entre estas líneas.
Tu Eva somnolienta de todos los días.