Mi muy estimado Adán, empiezo a escribirte a ti mi fiel amigo, hombre primigenio, punto de referencia de los cuatro puntos cardinales del orbe. Voy a escribirte tanto como la vida me lo permita, así debe ser, qué más quisiera que contarte aventuras extraordinarias, pero soy una más de esas Evas común y corriente como cualquier otra, superflua, inexplicable, tratando de ser un poco auténtica.
Te pido seas mudo testigo de mis andanzas en el mundo, sé todo un caballero y guarda mis secretos, no me importa que los demás no me escuchen, escribirte a ti me sirve como excusa para expresar todo lo que siento y que no me atrevo a decir a quienes me rodean, hay vivencias tan íntimas que no quisiera que ojos ajenos exploraran estas líneas que redacto para ti.
Te escribo escondida entre cuatro paredes, en las noches cuando la luna despliega sus alas por el azul nocturno, cuando siento que me ahogo, con esta pesadumbre que recorre toda mi columna vertebral, que me digan loca, ¿Qué mujer no lo está? Tal vez en mi persona aplica el viejo adagio que dice que “de genio, poeta y loco todos tenemos un poco”.
Existe de por medio el enorme deseo de escribir y despojarme por algunos instantes de mis añejas ataduras, sociales, psicológicas e ideológicas, no quiero parecer dramática, pero tampoco puedo cruzarme de brazos, quiero tener la posibilidad de dar a conocer mi punto de vista no tengo miedo de hablar, al menos hablarte a ti en estas líneas.
Puedo desnudarme ante ti con la seguridad de que esto sólo es metafórico, muero y renazco cada amanecer, escucho historias todos los días, cuchicheos de mis coterráneas, pienso diferentes cosas que a veces no puedo explicar, sólo tú tienes la sensibilidad especial para capturar mi esencia, para tomarla, estrujarla, y beberla; contártelo a ti es abrir una ventana que no da a ningún lado, el sendero será largo, te pido ayuda mi pequeño cómplice aventurero, furtivo ladrón de mis secretos, sé un flujo perenne que me ayude a despejarme de las impurezas.
Madrugada tras madrugada construiremos este espacio donde otro hombre no pueda penetrarlo, sólo tú y yo nos encontraremos de manera ocasional, de manera secreta caminaremos en el anonimato para los demás, con el alma etérea, escondiendo nuestras cartas en lo más profundo de la casa, tomaremos un aromático café que disimule la pesadez de mis ojos, que me inunde y pueda despabilarme para dialogar contigo.
Pernoctaremos juntos entre las mullidas almohadas, rondaremos juntos las sombras y tinieblas de la noche, a las que temo, llámame con tu mente, dime que estás esperando escuchar mi voz, eso me haría feliz, las mujeres tenemos tantas ganas de hablar, tenemos incrustado en los huesos ese cáncer atroz de decir algo, quien mejor que nosotras para analizar el mundo interno, quien mejor que un buen escucha.
Me hace daño desvelarme, las huellas de la noche no son anónimas, dejan honda marca en mis ojos, tan es así que parezco un mapache por las mañanas con los ojos inflamados, el cabello revuelto es una evidencia más de mis devaneos contigo, sumado a esto el desgano para levantarme a la hora acostumbrada, y ese deseo de bostezar constantemente, incluso suspiro sin saber por qué, no importa, obligaré a mi cuerpo a obedecer, a velar en las sombras, a susurrarte al oído tímidamente.
No quiero que seas mi paño de lágrimas, tampoco conmoverte y que vengas a abrazarme, tan sólo quiero un amigo que si bien no pueda comprenderme del todo sea un buen oyente, nadie ha estado demasiado tiempo conmigo para conocerme y entender un poco de mí, me preocupa que este ejercicio catártico sea interceptado por ojos indiscretos, esta ventana es sólo tuya y mía, de nadie más.
Pero tal vez no hay de qué preocuparse, probablemente estas letras morirán antes de ver la luz, las polillas desintegrarán el papel, y las ideas aquí vertidas ni siquiera tendrán la bendición de ser amortajadas para durar un poco más, pero yo seguiré viva, sórdidamente viva, anulando las náuseas de la culpa, mitigando el dolor punzante con paliativos, cayendo en mi propia trampa, moriré inexorablemente bien lo sé, nadie se queda de muestra para repoblar al mundo, pero espero que falte mucho tiempo para que esto ocurra, aunque nadie tiene la vida asegurada.
Adán, mi hermoso efebo, te voy a pedir un favor muy grande, no sabotees mis planes, limítate a escucharme, no digas nada, sólo escucha y guarda silencio; no importa que tengas deseos de contradecirme, de darme un consejo, esta relación es clandestina bien lo sé, serás como un amante secreto, testigo silente que diluye su mirada en mis ojos, en mi cuerpo, en mi alma, conóceme hasta lo más último, recorre enérgicamente con tus manos mis pensamientos y después déjame soñar, sin compromiso, sin ataduras…
Tu Eva María convencional.