Te escribo mi querido Adán, desde esta atmósfera líquida que me invade, en espirales me zambullo, la salina frescura me reconforta, hago castillos de arena, actúo como una niña con esa familiaridad primitiva camino de puntitas sobre la arena intentando no quemar la planta de mis pies; empiezo a construirlos con mis torpes manos, creo que estar aquí es estar en mi elemento, en este elemento amniótico que me, ¡me calza tan bien! Verdaderamente creo que puedo alimentarme sumida desde aquí hasta la superficie.
Atornillada en la arena, me depósito, dejo que el peso de mi cuerpo caiga completamente, el pecho y la espalda absorben el sol como amigas oportunistas como si en eso se les fuera la vida, la membrana solar se desplaza sobre mi epidermis, aspiro el aire tan puro, que casi me aplasta tanta pulcritud, el color tostado me sienta bien, me siento ligera, como si las bocanadas de oxígeno me permitieran prescindir de las sombras, de mis demonios; tal vez la sal tenga algo que ver, creo que la purificación no está acoplada del todo con sus almas, y le rehúyen.
Las bocanadas de oxígeno se cuelan en mi nariz, casi puedo decir que esta aromática salinidad, me está inundado, tanto que me duele un poco tanto aire que se desborda en todo mi cuerpo, que despeina mis enmarañados rizos, desbocado corre de aquí para allá con excesiva excitación, mi vocecilla interior parece claudicar un poco, ahuyento mi conciencia herida…ahuyento mis demonios con sal…
Creo con fervor que estoy en perfecto equilibrio. ¿Me preguntó el mar o la mar? Tal vez existan muchas voces que lo llamen en un tono masculino, pero yo difiero, más bien es la mar, es como una dama, sumamente complicada, simple en ciertos momentos, dotada de una inenarrable belleza, asfixiante bomba embravecida, tímida mujer benevolente, prolongada habitante de las profundidades, sometida superficie embebida en la presión, vanidosa mujer que contempla el horizonte, descarnada sirena ululante de las noches, burbujeante tejedora de collares de espuma, desconcertada rebelde, impredecible medusa del limbo, viscosa paradoja de los marineros, aplastante tímpano de las caracolas, desnudez voluptuosa sin remedio.
No lo sé, tal vez esa posición de la mar, con la cintura suelta, en posición horizontal, atrevida gracia, víctima y victimaria olvidadiza, se bambolea permanentemente como al ritmo de un corazón emocionalmente inestable, sean señas evidentes de que realmente el mar es una mujer, ¿Será que acaso estando tan cerca de ella me siento más segura? He comprobado concienzudamente que estando junto a ella me siento como volver a casa, conectada con mi mundo subterráneo, es halagador sentirme acompañada, desintoxicada al límite, como un agradable y sencillo paréntesis.
Mis estúpidos vacíos los he olvidado, al menos momentáneamente, ni siquiera he necesitado la intoxicante fumarola, estoy cautiva en esta riquísima alfombra de vidrios molidos desmesuradamente, mis dibujantes pupilas profetizan emocionantes cuarzos multicolor puestos en los horizontes taciturnos, observo, sólo observo, hombres y mujeres electrizantes, audaces, distraídos, pasando las horas sumidos en los tragaluces aguamarinos, bordados de tonos grisáceos, violetas, y un color oro carmesí, ni siquiera he sido capaz de juzgarlos o intentar diseccionar sus acciones, lo cual es decir bastante de mí, ya me conoces.
Satisfactoriamente sumida en el silencio, contemplándome, asimilándome, refugiada las veinticuatro horas en la tripulación de la calma, no quise pasar la oportunidad de comentar contigo este hermoso momento de plenitud que estoy experimentando, he dejado de torturarme un poco, me causa un poco de remordimiento ya sabes no tiene nada de extraño, el bullicio es casi inexistente, la semidesnudez rítmicamente bronceada se agita, ¡pero no me importa! Sólo me importa en este momento descansar la conciencia, es algo que no me está pareciendo dificilísimo sino todo lo contrario.
El barniz grisáceo, después ocupará su lugar inalterablemente, reptando entre mi lecho, pero por lo pronto no me preocuparé por eso, en serio su hostilidad y su presencia no son para nada entrañables, la única presencia que extraño de verdad es la tuya, ya vez he tardado demasiado tiempo en escribirte, pero dame unos segundos, lo pospondré un poco más, hasta que me desvíe de esta ruta y regrese empujada de forma irremediable a las costas de siempre, alineada entre los anzuelos moribundos en el fango, y las redes que atrapan siempre ese cardumen imperfecto de las soledades.
Seguimos en contacto, pronto, al menos eso espero querido amigo.
Tu Eva, enclavada en la arena.