Mi querido Adán, te escribo esta noche, aspiro profundamente el cigarrillo, como si fuese una especie de oxigenación, las colillas se acumulan por aquí y por allá, tengo la mala costumbre de tirarlos al piso, sólo las cenizas permanecen en ese recipiente hecho para tal fin, apesadumbrada, agitadas entre siluetas oscuras que se contonean en las cortinas de la ventana.
Sabes…equivocarse es de humanos, qué más quisiera yo que no cometer equivocación alguna, no tiene sentido andar por el mundo negando nuestras equivocaciones, y sin embargo lo hacemos, tal vez por eso miedo a “los otros”, una especie de guardianes de nosotras las Evas, no queremos dar nuestro brazo a torcer, mostrarnos con nuestras desnudeces interiores, lo externo…lo externo es apetecible…pero aquello que no se ve, aquello que nos habita, eso…eso es cosa de nosotras.
Me equivoco al escribir, cometo errores ortográficos inconscientes, involuntarios, pero la esencia…la esencia parece subsistir en cada una de mis cartas, todos tenemos nuestros abismales secretos, esa es tal vez parte de la naturaleza humana, quiero decir que somos un poco evasivas con esa ventana interior, de fragilidad discurre, cantando silenciosamente; esa nuestra cruel condición.
Los acentos tienen sentido, efectivamente, algunos creen que no tienen la menor importancia, que son nimiedades, la tecnología tienen algo de culpa, además de nuestro anodino impulso por escribir sin ton ni son, como un sonsonete, con tal de que se entienda el mensaje, no importan las fibras de la gramática, según dicen los que saben, aquellos briosos corceles hereditarios del mundo virtual niegan recalcitrantemente que éstos sirvan para algo más que provocarles banales dolores de cabeza.
Condenan a que muera la gramática con crueldad, con esa antorcha encendida para quemarla en la pira de libros…libros de gramática y otros menesteres, “los otros” no le encuentran sentido a las palabras, su sentido no es conquistado, soberbiamente se enseñan a su manera, la rendida ignorancia los habita, el breve cielo de su léxico es tan corto como un centímetro, una mirruña, insignificancia que opaca la experiencia de escribir, la experiencia de entender, de hacerse entender.
Tal vez, sólo tal vez como la gramática es mujer, sólo por eso merece…¿el desprecio?, el Adán, bárbaro tirano, se empeña en ensombrecer su cielo de nosotras, amagar su voz, desdeñar sus finezas, poseerla a medias, hacer de su desdicha…locura, amargar nuestro sonoro horizonte, engendrar sin goce alguno, para ninguno…delito consumado en pos de la prole.
Y mis acentos, ¿dónde están mis acentos? Creo… creo mi querido Adán, que los he perdido como esas monedas que caen en la arena sin tintinear si quiera, los acentos se han engarzado en las alas de la libélula que pasa en el atardecer, en el deber de mis desvelos, en la calma anidada, en la enmohecida prisión, en la atrevida crueldad de la sepultura, de esta sepultura en vida, en este laberinto llamado instinto de supervivencia.
Los acentos se han desvanecido como notas en el cuaderno pautado en el cual derramé café uno de esos días, y quedaron manchones negros, revueltos con huidizo café, pero esto, esto sólo en las primeras páginas, en las últimas, casi todo ha desaparecido, se han pegado las hojas, se han atribulado tanto que lo escrito se ha suspendido en el aire, ha volado como alma etérea.
Pobrecillos acentos, ¿Quién los necesita? ¿Quién necesita pedazos de un rompecabezas inservible? El libre albedrío los quiebra, como esas nuevas tapaderas de vidrio de las ollas de batería de cocina que se caen y se convierten en polvo de estrellas, apenas y pueden hacerte daño, más bien ninguno. Quisiera mi querido Adán, preguntarle a las Evas, a las otras Evas, si ellas también… ¿Han perdido sus acentos?
Pero tú y yo mi querido Adán, no perdamos nuestros acentos, disculpa mis recurrencias, disculpa mi “lapsus brutus, de esta carta, de otras cartas, de nuevas cartas, la intoxicante nube de humo que te hace daño, mis ausencias rebosantes, mis rebeliones dilatadas; sigue escuchándome, sigue recibiendo mis cartas de una a una, de vez en vez, aunque te cuente una y mil veces mi mundo al revés…
Tu Eva sin la sílaba tónica.