CARTA
4
Sobre el amor verdadero
A veces envidio esas relaciones enfermizas de eterno noviazgo, de esos que duran seis años o más, pero al final creo que no es simplemente una relación de manita sudada sino más bien la definiría como amasiato o un concubinato sin el lastre del matrimonio, simple y llanamente placer carnal mutuo.
Inexplicablemente algunas de estas mujeres tienen la gracia de ser consortes, sí es que a eso se le puede llamar suerte, aunque creo que cada quien habla según sus experiencias, otras tantas pierden su tiempo, su juventud y otros menesteres en un hombre que las abandonaría a la primera oportunidad, sin el mínimo viso de remordimiento.
Cada minuto debe valer la pena, puedo aceptar eso, es más casi lo creo con firmeza, sin embargo me está cansando llevar este antifaz cada día de mi vida, las llaves de mi corazón las lancé a un abismo, donde nadie pueda encontrarlas para que nadie pueda hacerme daño, sin embargo no soy de piedra, siento, soy una enamorada empedernida, me hago la disimulada para evitar que alguno se fije en mí.
Prefiero no demostrarlo abiertamente, y así evitar tanto como sea posible ser lastimada por el amor, soy vulnerable, predecible en muchos sentidos, pero el amor cosa inexplicable, aún en este siglo sigue siendo vigente el tema, tratado por filósofos, escritores en prosa y verso, cantantes, etc., amor quimera extraña, elixir agridulce que deambula en mi presencia, danza, invitándome a entablar una relación.
Sólo un amor ha sido el más puro y ha trascendido hasta el más allá, y te hablo del amor entre Romeo y Julieta, quien no quisiera un amor tan sublime, que no llegó a consumarse de manera carnal, no se contaminó con la indecencia de las caricias clandestinas, en este sentido el amor verdadero se instaló en dos corazones, en dos almas hechas la una para la otra; como te habrás dado cuenta soy una lectora apasionada de los romances.
Dicen que encontrar el amor verdadero es sumamente difícil, el hombre y la mujer se cruzan, él buscando a su mujer ideal y ella igualmente buscando a su hombre perfecto; lo que pasa es que ni uno ni otro se miran porque sólo ven la superficie, la fachada, porque su capacidad de observación no puede profundizar a sus sentimientos. Siempre he pensado que por fuera la persona puede lucir hermosa pero la podredumbre puede estar anclada en el corazón de cada persona.
La personas somos como unas manzanas endulzadas, por fuera parecemos apetitosas, antojables, la brillantez de la faz externa puede ser engañosa, pero el paladar experto puede darse cuenta del engaño; o como un puñado de manzanas ordenadas en un exhibidor sugerentes con ese tintineo de luz que parece convidarnos a morderlas prolongadamente, a deleitarnos en ese ensueño que endulza nuestro gusto, sin embargo al igual que ocurre con las manzanas barnizadas de azúcar por fuera, en su parte interna no siempre son tan apetitosas como aparentan, es un mero espejismo, que al final nos convencen de que es mucho más real algo sencillo, algo más franco, alejado de esa fantasía enraizada en el interés, y aunque parezca insignificante, la experiencia final puede resultar bastante insospechada.
Mi querido Adán, tengo la terrible idea que me abstrae en esta contemplación un tanto voyerista; creo que obsesivamente nos perdemos en el supuesto paraíso del Amor, pero el Amor es una pócima que embrutece al hombre y a la mujer, para hacerlos víctimas de sus instintos, bandidos de la sensualidad, comensales del infierno; en el que paso a paso llegarán a los bordes del delirio, con movimientos estáticos pretenden dar marcha atrás, pero es inevitable, la tibieza los atrapa, la aproximación de otro cuerpo inconscientemente los hace descender a las convulsiones de tormentosas relaciones, si bien al principio pueden parecer felices, el miedo, la angustia, la desesperación, y los celos permanecen latentes tanto en uno como en el otro.
Muchas veces el hombre y la mujer no se presentan tal como son, más bien al interactuar son fieles espejismos que nos envuelven, ¡Sí lo sabré yo! Al igual que otras tantas mujeres que nos embarcamos en una relación sólo por la envoltura del hombre, muchos son sólo eso, por dentro son una podredumbre maloliente que más valdría no haber conocido jamás hombres de este tipo; el desencanto rompe los sueños incluso de la más dura de las mujeres.
Hemos aprendido a vivir con disfraces, con caretas, ridículamente la mentira reina en nuestras vidas con las más diferentes facetas que puedas imaginar, nos presentamos en la iglesia con un falso arrepentimiento, nos damos golpes pidiendo perdón para sentirnos un poco menos culpables y después continuar en el camino de la perdición, decimos mentiras blancas que no dañan a nadie, o para que el efecto nocivo sea menor para quienes amamos; animamos a nuestros hijos, a nuestras parejas y conocidos a emprender sus sueños aunque en el fondo sepamos que no van a conseguir nada, sonreímos falsamente a quienes en el fondo no nos caen nada bien, con frenesí lo hemos aprendido a lo largo de los siglos sin que nada nos impida beber la falsedad, lo hemos llamado actuar diplomáticamente.
¿Qué le vamos a hacer? No tenemos un radar de mentiras, además que tal vez se dañaría muy rápidamente pues en muchos cuadrantes encontraría millones de usuarios de la mentira, la esencia perversa de este cáncer mora el alma de manera tormentosa, es lamentable, pero es una mortificante verdad, quisiera sentirme libre de sus cadenas pero te mentiría si te digo que me he librado de ella.
Espero no aburrirte con esta palabrería mi alma gemela, mi ensueño que me mantiene viva, estoy apesadumbrada con ganas de dormir, mañana será un nuevo día para aprender, para esquivar las miradas penetrantes de los hombres, para tratar de mantenerme alerta y dilucidar entre la realidad y la ficción, me despido de ti soñando estar en tus brazos, pues soñar, soñar no cuesta nada.
Tu soñadora Eva.