CARTA 19

Envidia

 

Hola, mi querido Adán, Hoy quiero hablarte sobre la envidia; se envidia aquello que no tenemos en nuestra vida, puede ser algo material o algo más sublime, como mujer que soy puedo decirte que he envidiado muchas cosas materiales, bolsos, automóviles, el tono de un labial que parece atrapar la luz tornasol del caparazón de un escarabajo, joyas de todos los precios, incluso el marido de una de mis amigas, siento culpa, claro que sí.

 

Actitud fastidiosa acompañante esporádica de mis días; pero la envidia no perdona a nadie, nos habita, está a un lado de nosotras, es uno más de esos demonios que hacen salir de nuestra alma, ese deseo que nos hace enfrentarnos a nuestros deseos más profundos, un tanto insanos en algunas ocasiones, desazón con trampa.

 

Nos aventuramos a correr riesgos, observar con el rabillo del ojo, a envidiar en el silencio la belleza de mi amiga Paula que parece no envejecer jamás, o la hermosura del cuerpo de Cristina, la estatura, la delgadez estancada en el cuerpo de Rebeca desde los dieciocho años, la melodiosa voz de Isabel que convence al más granuja de los hombres, y que encanta con las notas que rítmicamente tocan las canciones de moda, la receta familiar de ese delicioso platillo que prepara Elizabeth y que se niega a compartirme por completo, por qué por más que intento seguir los pasos y elementos que me dice de la receta, algo falta…algo que la hace diferente.

 

Envidio también la suerte de algunas Evas, al menos aparentan ser felices, sonríen, parecen el retrato perfecto del amor encarnado, esta sensación de encontrar el amor a primera vista…estoy en desacuerdo pues muchas de las veces su corazón ya está ocupado; termino por convertirme en una persona abominable, con una ansiedad que repta sobre todas las células de mi piel; soy un poco adicta al café, pero ni su consumo inquebrantable me aleja de este deseo que hierve en mi interior, desde que tengo memoria creo que es una realidad cosida en mi columna vertebral.

 

Envidio a las mujeres capaces de salir adelante sin ningún hombre a su lado, a aquellas que son llamadas al servicio a la humanidad por sacrosanta vocación, a aquellas que lucharon lado a lado con sus esposos, a aquellas que supieron luchar contra las corrientes adversas de su tiempo, a las escritoras divinas constructoras de mundos posibles, de mundos en los que podemos deleitarnos y disfrutar placenteramente; la abnegación y sumisión de algunas Evas, casi podría asegurar que se ganaron el cielo con semejante sacrificio y devoción, sin esperar nada a cambio.

 

Soy bastante indecisa, al darme cuenta de esta envidia que me habita, me doy cuenta también de que la autenticidad es tal vez aquello que más anhelamos, somos pequeñas cabecillas que vamos despacio mascullando ideas, deseos ingratos, olvidándonos un poco de nosotras mismas, de lo que tenemos en nuestra vida para desear lo ajeno, a veces…a veces es necesario, cuando apenas la felicidad es una mirruña tan insignificante como la cabeza de un pequeño alfiler.

 

Evas creativas, llenas de energía, presumidas incorregibles, sencillas planificadoras de los días, aventureras de la rutina, olvidadizas soñadoras, tranquilas hojas en otoño, perfectamente imperfectas; envidiamos, simplemente lo hacemos, creo que no podemos evitarlo, no tengo excusas mayores que mortales sinrazones envueltas de femineidad, nos permitimos el capricho de envidiar, tal vez es de los pocos caprichos que no necesitan de grandes sumas de dinero para ser satisfechos, bueno sólo algunos, otros requerirán un esfuerzo sobrehumano para que nuestras pupilas puedan palparlos.

 

Soy una ratera, sí mi querido amigo, tal como lo oyes, soy una ratera porque hago a ratos lo que más me agrada, en especial conversar contigo, tejiendo estas ideas que se me confunden, ya vez, hago una puntada mal y tengo que desbaratarlo todo, cómodamente tendida sobre mi cama con un vestido de algodón holgado, el ajetreo se me escapa de las manos, cuando llego contigo a éste nuestro paraíso terrenal, el tiempo fluye a otra velocidad, pareciera que el tiempo se detiene junto a ti, y sin embargo los párpados apenas pueden sostenerse en pie, envidiando tu esencia mi querido Adán, me despido.

 

Tu Eva María siempre insatisfecha.

 
Cartas a Adán
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