CARTA 10

Amnesia

 

Ya han pasado seis meses desde que te escribí la última carta, quiero empezar por contarte lo que me pasó el día de hoy por la mañana; caminaba por la calle e intentaba concentrarme en los pendientes; el bullicio a mi alrededor taladraba mi cerebro, se asemejaba a un millar de abejas zumbando a toda potencia; caminaba con premura avanzando pero en realidad no sé a dónde iba, me perdí, me hice la loca, pensando que los demás se darían cuenta de que estaba perdida en esa multitud que me estresa.

 

Caminaba por la calle escuchando mi voz, mezclada de fragmentos de conversaciones ajenas, cosas del pasado que me destruyen y pensando en nuestras conversaciones por medio de las cartas; alcancé a ver un atisbo de luz y recordé como volver sobre mis pasos por el camino correcto, es ridículo que una se pierda en una ciudad tan pequeña, pero eso sucede cuando nuestro pensamiento se encuentra absurdamente deshilvanado de nuestro ser, uno y otro cada cual deambulando por rumbos opuestos; sin embargo saber que tengo a ti, estallido emocional que me habla, me hace saber que estoy a la deriva, un poco ausente, pero viva, ¿Sabes que eres tú, verdad?

 

Estoy divagando tal vez, ya me conoces con esta sensación tan absoluta de vacío, desvariando enredada entre el suelo y el subsuelo de mi ser, efímera, frágil, cayendo en mis propias trampas, eclipsada en este camino paralelo de dolor que crea la rutina y la desesperanza, no habrá consuelo para mí en esta noche que te escribo. Pendo de un hilo en este lúgubre veneno, por eso te escribo mi eterno amigo de la oscuridad.

 

Soy un hija tuya, atada a la noche, inadvertida pero intentando seguir con vida, estoy dando la última calada a un cigarrillo, ya sé que en cada bocanada se me va un poco de mi vida, nunca lo he dudado, pero es un placer que me reconforta, es más podría confesarte que es el único placer del día, “Matamos lo que amamos”1 esa es una verdad recalcitrante que nos mencionaba Rosario Castellanos, así es, incluso nos matamos a nosotras mismas a pesar de amarnos, nos hacemos daño disimuladamente, infieles a nuestra conciencia, es algo que parece absurdo y sin embargo ocurre con más frecuencia de la que te puedas imaginar.

 

Soy una imprudente en el mundo de los hombres, melancólica pienso en las Evas que murieron hace millones de años, danzando en el riesgo con sus hombres que las maltrataban en palabra, obra y pensamiento, hundidas, agazapadas respirando esa sensación de adrenalina en que parecía que la vida se les escapaba como agua entre los dedos, con ojos desorbitados se hicieron ceniza morada, se fueron a descansar llenas de agonizantes sensaciones, moribundas sobre sus mullidas almohadas, ciegas de tanto llorar se embarcaron en ese sueño sin alegría, mudas en ese camino de dolor donde la lengua fue petrificada, transfiguradas totalmente en los silencios nocturnos, entumecidas en el frío del tiempo fueron repitiéndose en las sucesivas reencarnaciones, yo, yo soy una más de esas repeticiones.

 

En la actualidad, yo sólo soy una de ellas, una sobreviviente, que he sido capaz de salir a flote de esa resaca horrible, no estoy curada de ese tóxico sentimiento que me coge algunos días profundamente como una droga, imágenes transitan por mi cabeza como alucinaciones dolorosas, mensajeras del ayer que consiguen deshacer mi mundo en un instante, es tanto el dolor que me acompaña asfixiándome; me arrastro con ánimo lastimero, e insignificante me depósito sobre mi lecho con una pesadez que me calcina.

 

Te preguntarás ¿Qué hago yo con toda esa carga en esos momentos? Cubro mi cuerpo, dormito en esa posición fetal para sentirme protegida, intento regresar al origen y multiplicar ese instante hasta la millonésima potencia, posteriormente con esa fuerza trato de avanzar a tientas y demostrarme a mí misma que soy capaz de transgredir la información residual del pasado, al menos un poco, creo que no le doy tanta importancia, aunque a veces es inevitable.

 

Odio a los hombres un poco, como ya te habrás dado cuenta, no a todos claro está, pero algunos son tóxicos inmaduros, sádicos, descarados, obsesivos, celosos, arrogantes, compulsivos, agresivos, rencorosos, misóginos incorregibles, rasgos atractivos para algunas que gustan del sadomasoquismo pero no para mí que lo aborrezco, ¿Podrá parecerte anormal? Ni yo misma lo sé, algunas no se cansan de la letanía de golpes que les suministran como una ferviente oración aceptada por propias y extrañas, tal vez a manera de indulto permiten ser receptáculos de la purificación, disolviéndose en exhalaciones, hincharse y ascender acrisoladas en ese dolorosísimo tormento cuadriplicado, sometidas al escarnio que asfixia un poco a sus almas descarnadas.

 

Creo que estúpidamente nosotras las Evas, nos volvemos adictas, domesticamos nuestro ego para actuar en consecuencia con lo que los demás esperan que hagamos, cual si fuese una receta para la felicidad de cuentos de hadas en el cual finalmente nos amargarnos agonizando en el intento, tal vez esa ansiedad de ser dominadas lo traemos en las venas desde los primeros tiempos de la creación, acostumbradas ya a esa esclavitud que metaboliza el veneno hasta el alma de nuestras células, para finalmente volvernos frívolos retratos tan ennegrecidos que al pasar el tiempo es difícil adivinar las siluetas de lo que un día fuimos.

 

Tal vez estoy equivocada, es tan polémico y agresivo decir algo porque no conozco a todo el mundo, pero a ti mi querido Adán, puedo decirte todo esto; puedo adivinarme en las otras, en las demás, tengo una extraña sensación cuando me enfrento al espejo, definitivamente sería diagnosticada como una esquizofrénica al borde de las realidades paralelas; hasta yo misma he llegado a creerlo con cierto recelo; sabes…pongo un espejo frente al espejo y puedo verme un millón de veces, en muchas dimensiones, y me preguntó ¿Qué piensan las demás Evas? ¿Qué harán en sus vidas? ¿Qué harán del otro lado del espejo?

 

Tantas preguntas y ninguna respuesta, me conformo con intentar buscar contestaciones, mirando a la nada, prometiéndome a mí misma besar los sueños, aferrarme a la taza de café que tengo entre mis manos; disipar el humo del cigarrillo, sacudir un poco la rutina, amanecer desconcertada, sin muchas respuestas pero con nuevas preguntas, ser fiel a mí misma aunque esto conlleve intentar volar como Ícaro y calcinarme en la oscuridad, vencer un poco la inconsciencia y caer estrepitosamente sin una red de protección.

 

Desafío un poco la claustrofobia que me habita, enfrento las situaciones de manera casi redundante, no me la paso llorando por todo utilizando el sentimentalismo como arma secreta para todos los problemas, trato de enfrentar lo que me pasa tratando de llegar a un equilibrio, me preocupa mi salud mental y trato de avanzar sin mirar el pasado muchas de las veces, salir del agujero con cautela, sin deprimirme me engancho a mi realidad actual, me deprimo pero no por el pasado, sino por el presente.

 

Es un disparate que te lo diga, pero no me puedo sacudir del todo de mi pasado, sería una mitómana si te digo eso, tengo la voz cantante, de eso no hay duda, rondo por la realidad donde todo está al revés, es incomprensible este mundo de cabeza que rueda entre mis neuronas, es hora de despedirme por el momento, después, después será tiempo de continuar esta conversación, hasta pronto mi ingenioso Adán.

 

Con el afecto de siempre, Tu envenenada Eva.

 
Cartas a Adán
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