Lavar los trastes y cumplir con mis labores domésticas no son mi único fin, mi querido Adán, claro que no, tengo muchos más sueños fuera de estas cuatro paredes, puedo parecer encadenada, atada de pies, pero un túnel delicioso es mi pensamiento, un pasillo que recorre los cuatro horizontes, chispa divina que suspira, que se niega a la resignación.
Puedo cerrar los ojos y casi por arte de magia me olvido del aquí y el ahora, susurrar pensamientos, plasmar mis deseos en el aire, filtrarme entre la tierra, empezar otro cuento, leer un nuevo libro, serpentear por los cuatro puntos cardinales con mi curiosidad al hombro, romper los paradigmas impuestos por “los otros”, sentirme culpable, dar un paso en falso más allá de los límites permisibles para nosotras.
Es bastante irritante que muchos Adanes sigan pensando que mi mente es una zona en blanco, desértica, abandonada; más bien nuestra mente es una terrible madeja de hilos enredados, un poco de inquietud, sueños barnizados de felicidad, crujidos de insatisfacción, obligaciones descuidadas, otro poco de lengua que serpentea por aquí y por allá, olvidos somnolientos, ojos vigilantes, sonrisa traviesa, ilusión extrema, susurros transparentes, sexto sentido a la décima potencia, corazón abrigador, suspiros dulces, coraje vagabundo, multiplicado con un cordel de lágrimas y un sinfín de hilos más que no me alcanzaría el papel para explicarte todas las ideas que danzan con suavidad diseminándose a lo largo y ancho de nuestro cuerpo, del cuerpo de nosotras las Evas.
Todo el mundo quiere saber un poco de nosotras, pero antes de empezar se dan la media vuelta, al principio parecen sedientos de conocernos, se agitan tratando de dilucidar nuestras maneras de ser, de pensar y de actuar, las cuales pueden ser todas ellas contradictorias; fastidiados se dan por vencidos, su ceguera desesperante los hace claudicar en esta pesada y negra tarea; “otros”, “otros” sólo piensan que nuestro cerebro es minúsculo, casi microscópico, así que no cabe una sola idea coherente en ese miserable compartimento.
Creo que describir nuestro mundo interior es como caminar dentro de una sustancia insondable, espesa, extraña, bamboleante, ni siquiera yo puedo entenderme en mis propias ideas, o en mis actos que muchas veces dejan que desear, burlonamente he aprendido a reír de mi misma, no ha sido fácil, pero ya llevo algunos kilómetros de ventaja, “otros”, “otros intransigentes” continúan devanándose los sesos intentando lo imposible.
Mi querido Adán ¿Cómo quieres que te responda a la difícil tarea de conocernos a nosotras las Evas? Tal vez lo más sensato sería decirte que somos un tornillo multiforme, espinas agitadas en la faz de la tierra, almas que se mecen cruzando los umbrales de los sueños, danzamos en el perfume del viento, burbujeamos frenéticamente a la orilla del delirio, dotadas de una gelatinosa conciencia que nos tritura y amenaza con desplomarse, pero que se dice a sí misma: “soy una guerrera”, ni yo misma puedo explicarme, ni creo que otra Eva pueda hacerlo, por eso tengo que desconcertar a los demás, para que no adivinen la fragilidad de mi rareza.
¡Soy pensante!… nadie puede negarlo, aunque como todo en la vida hay sus deshonrosas excepciones a la regla, no todo puede ser perfecto, hay algunos especímenes femeninos que dejan mucho que desear en sus razonamientos, es más se podría decir que son idiotas, pero son unas cuantas, tal vez una por cada millón de personas, así que no te preocupes, pareciera que el cerebro no carbura muy bien que digamos, cómo si les faltara combustible a su telaraña cerebral para que las neuronas hagan la sinapsis correspondiente, parecen bobas, ilusas, como abstraídas en un mundo imaginario; lo malo es que no pueden reivindicarse por más que lo intenten.
Soy una parlanchina de primera, se me ha pasado el tiempo volando, me arrojé como una desquiciada en el papel, y con agilidad inesperada creo que he tejido un texto bastante lindo, pero estos trastos…estos trastos siguen aquí, creo que se han multiplicado, tratando de encontrar refugio en este espacio, ya vez, finalmente tendré que hacerme a la idea de cumplir con esta tarea a regañadientes, no sin antes exclamar que en mi próxima reencarnación no quiero que me toque ser mujer nuevamente, después te seguiré contando otra idea que pueda tocar, abrazar y disgregar en un nuevo viaje en estas noches de ensueño.
Tu inquieta y pensante Eva.