CARTA 16

Lujuria

 

Mi muy estimado Adán, podría decirse que se ha vuelto una costumbre provocar al pensamiento y dejar huella de la imaginación fantasiosa, toneladas de ideas que se cuelan en mi ser, trato de poner las cosas en su lugar aunque no creas que es tan fácil, las cosas parecen tener vida propia y moverse; me asombro, me reinvento, abro los ojos, observo, analizo, escudriño en mi alrededor, habrás notado que últimamente te escribo religiosamente con la memoria un poco menos a la deriva.

 

Estoy tratando de averiguar ¿Qué es lo que significa SALIGEP?, y creo que he dado con la pista, como habrás visto, ya voy en la tercer letra, cruzando las noches, oscilando entre los cuadrantes de mi minúsculo universo, antes de que esta memoria olvidadiza se desperdigue en la hondonada; pienso bien lo sabes, no seas como esos hombres que creen que tenemos el cerebro en blanco, desierto, devastado, incapaz de procesar y articular ideas y pensamientos propios.

 

Lujuria caníbal clandestina, pagana actitud que me corrompe doblándome como una caña de azúcar. Lujuria, apetito, vicio, secreto cómplice, bien sé todos los males que causa, y sin embargo absurda y testarudamente me dejo llevar por tus enredos, tienes una labia que me convence y la conciencia inevitable víctima de mis holgazanes escrúpulos me abandona, con espasmos lastimeros los escrúpulos intentan desacreditar mis acciones, me reprueban, acusan concienzudamente mis pasos.

 

Con tinta indeleble me agobia el penitente pensamiento condenatorio que desdeña este viaje a la aventura, intento detenerme, no lo dudes; muchas veces logro mi cometido, otras tantas caigo en el terrenal abismo, el infinito precipicio, soy humana, abandono la raída costumbre de intentar no sentir nada, pero esta avidez se gesta en mis entrañas, y se puebla de sueños y castillos en el aire de caballeros andantes, de amores trascendentales, de horas de arrebato donde el deseo se expande sin reserva alguna.

 

Mi querido Adán, la lujuria, es una serpiente errante que hurga en las preciadas palpitaciones del ancestral fruto; anguila que estremece los puntos cardinales de ese mapa que me cubre, y que degusta perezosamente, me pierde en las tinieblas difusas de la carne, en esta debilidad me corrompe…a veces puedo disimularlo y alejarme de ella, sabiendo que tarde o temprano me tendrá en sus fauces, en esta existencia que nos habita. Yo intento calcinar mis temores inspirados en “los otros…los otros…siempre los otros”, no siempre lo consigo, al menos adormezco un poco.

 

En este anímico letargo me arropa, mientras la brújula en forma intermitente recorre la tierra prometida, aún es tiempo de detenerme en algunos momentos, pero más que la indulgencia, necesito de este encuentro sin reservas, obsesión compulsiva que te siembras en mi interior, magnificas el placer al límite, desatas dos millones de veces el fuego interior que me consume, no puedo calcular la energía que se entreteje en mi epidermis, el ritmo del corazón palpita cadenciosamente, con paso firme encabeza el ritmo de la vida.

 

El olfato se agudiza en esos momentos, la lengua de fuego reacciona al menor contacto, el magnetismo de los cuerpos cuaja las dos almas, dos soledades, dos mundos con distinto diámetro y grosor, asimétricos, pero al fin y al cabo compatibles en esta atmósfera carnal, miradas que se entretejen, que en el silencio se dicen más que la medida acostumbrada, sensaciones que recorren la hambrienta y ciega piel, mientras que los oídos sensibles receptores capturan la delgada capa de balbuceos que me seducen, que me sacuden y me embriagan maravillosamente.

 

Ningún sentido está ajeno, todos colaboran en la armoniosa melodía que circula entre dos cuerpos, la conciencia se dispersa y le cede el lugar de honor al sentimiento, la cercanía del hombre y la mujer, antes ajenos, los torna cómplices fieles de esta devoción, el llamado de la naturaleza es imponente, nada pueden hacer más que dejarse llevar por este oleaje, la carne…la carne es débil, ¿No te parece?

 

El tormento puede ser amenazante, pero la insistencia universal de este fruto prohibido es deliciosamente saludable, ¿No sé quién inventó que es una manzana? Pero lo sea o no lo sea, el fruto finalmente aparece alineándose frente a los ojos de los hombres y de las mujeres, no importan las funestas consecuencias, me someto a la leyes del cuerpo, el castigo divino se difumina, la muerte anunciada puede asustarme pero orgullosa aceptaré las consecuencias, que el estallido exclame en la hondonada, mientras conservo en mi rostro una sonrisa luminosa.

 

Los ancestrales miedos me visitan, intentan nuevamente contaminar el desenfreno en que estoy sumergida, sin embargo no…no puedo retroceder en mis convicciones, que el cielo se derrumbe, que colisionen las órbitas, que la aventura de la vida continúe, las tragedias sucederán, aunque actúe con prudencia, nada puedo hacer, por evitar que caiga en esta frecuencia, en esta fragancia embriagadora e irracional que nos envuelve a nosotras Evas de carne y hueso y a ustedes Adanes faltos de una costilla.

 

Seguiré pensando en la siguiente letra, describirla tal vez me cueste un poco de trabajo, que el olvido no reaparezca, que la espera no se alargue demasiado, la atmósfera grisácea no me puede desalentar, mis ojos atentos se levantarán impacientes; abandonaré un poco el tedio que se yergue a mi lado e inmóvil empezaré a escribirte otro día; los rincones de la mente se me están nublando ya, es hora de despedirnos, apagaré la luz del vestíbulo, es hora de evadirme en la tierra de los sueños.

 

En la profundidad de siempre, te escribiré pronto, minucias, nada envidiables, pero resueltamente seguiré hurgando en mi interior, bordando estas hilazas de cordura.

 

Tu Eva cómplice en tus noches de desvelo.

 
Cartas a Adán
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