Ya lo sabes tú mi querido Adán, que la migraña me acompaña muchos de mis días, como un episodio cuajado que me inflama, es tan extenuante, no puedo recibir la luz directamente, ¡no la soporto!, quisiera librarme de este crónico dolor de cabeza que me turba, que me azota como una alergia ultrajante, que me habita ponzoñosamente.
Adoro la oscuridad, la pasividad, la espiral que recorro en las penumbras con el café y el cigarrillo, pero ella es una infame enemiga que me agravia con severidad, con sus brazos adustos parece exprimirme el cerebro, tiende el anzuelo desde mi nariz, es una bajeza esto que hace conmigo ¿no te parece? Pescarme desde la nariz, sacudir mis ojos y desterrar mi cerebro, que se vuelve desértico, las ideas no germinan, sólo mis demonios hacen de las suyas.
Ingrata viajera femenina, malvada e indolentemente se acerca a mí, traicionera que me invade cuando parece que tengo más lucidez, pareciera que está acechándome como una fiera a su presa, creo que tiene forma de hombre, impía viene en el día y me domina, hace que retroceda sobre mis pasos, sin inmutarse me deja inerte.
Y busco…busco consuelo en medio de la oscuridad, a tientas puedo ubicar cada uno de los contactos eléctricos Por si los necesitara; palpo las paredes, puedo sentirte…a ti mi querido Adán, mi desahogo inventado, mi dulce inclinación, mi esquivo y benigno confidente, cómplice dichoso ¿Qué podría yo hacer sin ti en el día a día?
Cuando me duele mi cabeza, no puedo pensar nada, me siento ajena, parece que mi vocecilla interior emigra permanentemente y sólo tengo esa ansiedad ingrata para desvanecer este dolor recalcitrante, que me salpica, que me hace nudos, que me hace aproximarme, detenerme, retroceder, sólo durmiendo su cobarde actitud parece ceder, ¡pero no, no es cierto! está allí, latente, esperando que me confíe, que baje la guardia,
El sueño reparador, espléndido, perfecto, vigoroso me envuelve, me arrulla en sus brazos, y entonces…entonces me aparta de las garras de esa ¡maldita migraña! Bendito Morfeo, torbellino de alas firmes, adhesión en el limbo, generoso diván que me susurra tiernamente, su voluptuosa sombra me va sedando entre brocados de plata.
Pierdo la razón en este ensueño, pero no me importa, lo que me importa en este momento es descansar, descansar al máximo, con tal atrevimiento que pareciera pereza, bueno tal vez esta pequeña sospecha beba en el vaso de la certeza, ¿cacofónico?, disculpa un poco, que te parece…en el vaso de la convicción, o en el vaso de la certidumbre, tú…tú elige el que mejor te plazca.
Todos morimos un poco en el sueño ¿no te parece? Tenemos ese rostro tan incólume, un gesto suave casi placentero, si no fuera por los ronquidos, parecería que estamos faltos de alma, nuestras pupilas inertes, superfluas, aplanadas en la profundidad del sueño, el mundo subterráneo aparece, se hace presente en algunos de nosotros, en algunas de nosotras, yo…yo pocas veces recuerdo mis sueños…sólo últimamente parece que la devoradora conciencia me deja unos cuantos vestigios de ello…
Sueño…benevolente, brisa sin aldabas, desagravio para la conciencia, dádiva divina, prisión sin cerrojos, descanso inmerecido, vestigio de inmortalidad… ¿en serio? Ahora que lo digo, ahora que lo escribo, estoy segura de que tiene un poco de todos estos ingredientes, la confusión enajenante parece diluirse…diluirse en este sueño.
El viento mensajero de la luz se cuela en mis sueños, en nuestros sueños…en los sueños de Adanes en los sueños de las Evas, si la vida carcome sus sueños reales…sus sueños despojados…sus sueños carcomidos; pero el sueño…el sueño de cada noche es la ondulante ventana que da rienda suelta a nuestros deseos más profundos, en los sueños de cada noche no nos rendimos, en ellos podemos jugar nuevos papeles, nuevos roles, nuestros sentidos dormidos confeccionan una y mil historias para liberarnos del tedio, de la opresión… “de los otros”, de…
Pero hoy, hoy mi querido Adán, hoy no tengo migraña, sólo quise recordarla, sólo quise hacer memoria, y platicar de ello contigo, las letras…las letras se están adormeciendo conmigo, parecen como esas gallinitas que por las tardes se trepan a un árbol para descansar, nos vemos pronto, en nuestra próxima carta…
Tu adormecida Eva.