Las horas fugitivas ruedan parsimoniosamente, titubeo un poco tamborileando mis dedos sobre la mesa antes de comenzar a escribirte, no sé qué escribir, o tal vez solamente tengo que oxigenar un poco mis ideas, me complico la existencia, suspirando, creyendo en quimeras que se desvanecen entre el humo de una hirviente taza de café.
Sabes, no puedo confiar mucho en los hombres a excepción de ti claro está; creo que constituye uno de los grandes errores de las mujeres, pero de manera inequívoca dejaremos que nos mientan una y otra vez, algunos de ellos son sólo unos aficionados tratando de lograr la efectividad en este difícil arte, otros tantos se vuelven unos sádicos expertos en averiguar los secretos de esta enigmática tarea.
No creo que sea una coincidencia, que las expertas en el juego de la farsa somos nosotras, fingir tiene poca importancia, no vamos a ser excomulgadas por fingir un poquitín, titubear un poco para responder a un hombre, para hacerle caso, para hacer de algo trivial lo más interesante del mundo, podemos jugar varios papeles y roles protagónicos y de hecho los hemos desempeñado, por ejemplo hemos sido heroínas, malvadas, cautelosas brujas, divinas embusteras, esclavas mutiladas, sublimes amantes, bandidas persistentes, hechiceras consumadas, noctámbulas vampiresas, abnegadas madres, Evas traicioneras, extravagantes pensadoras, etc.
Creo que cuando la monotonía nos invade la honestidad sale sobrando, por ello la mentira se cuela por nuestra alma, sobre todo cuando la regla del juego es que sólo uno de los dos gane sin importar las formas, llámalo confianza, orgullo, deseo, seguridad, el caso es que puedes manipular a alguien siempre y cuando tenga un poco de interés en ti, cruzar unas miradas, balbucear unas palabras, sonreír tímidamente, y es el punto de partida para iniciar la jugada de ajedrez, donde cada movimiento cuenta para vencer al contrincante.
La adrenalina brindada por el juego recorre a los hijos e hijas de Eva de pies cabeza como un escalofrío, la lucidez, la inteligencia y la astucia cuentan para que la embriaguez cauce efectos que se intensifican, para alquilar un corazón, lograr un placer momentáneo, Adanes y Evas nos arriesgamos con las posibilidades aún en contra nuestra, quiero decir sin importar que la mentira esté en el aire y pueda casi palparse.
Sabes mi querido Adán, pienso que nosotras regularmente creemos que podemos tener una mejor amiga y que nos podemos contar todo, pero no lo considero del todo cierto, muchas de ellas nos tienen cierto recelo, y déjame que te diga que somos unas tumbas profanadas pues al contarnos un secreto, esperamos al primero que quiera escucharnos para desahogarnos y hacer partícipes a los demás de lo que se nos ha confiado.
Las mujeres somos buenas hablando de los demás, en mi caso mucho de lo que a ellas les pasa es mi reflejo, me veo ellas, en su piel, en sus zapatos, en sus problemas, ellas y yo somos todas la misma Eva, en diferentes épocas, con distintos matices, pecadora, tentación para Adán, pero al fin y al cabo la misma mujer, omnisciente, omnipresente, semejante, distinta, ambivalente…
Tal vez esperabas que me refiriera a mí misma ya mis congéneres como la misma cosa, pero no somos cosas, somos seres humanos con deseos, anhelos e intereses propios, estoy harta de que nos cosifiquen, de que nos hagan a un lado, que nos releguen a tareas domésticas ¿Qué acaso seguimos en la época de las cavernas? ¿Tengo que estudiar una licenciatura para dedicarme a la limpieza del hogar?
Y mientras tanto los hombres poseen la única cualidad que vale la pena, que es la de la omnipotencia, todo lo pueden y nosotras, nosotras debemos conformarnos. Ni siquiera enfundados en sus costosos trajes de diseñador, perfumados y ataviados con las últimas tendencias de la moda, o con el corte de pelo según el estilo actual, pueden librarse de este atributo de su naturaleza; finalmente todos los hombres son lo mismo noventa y nueve punto nueve instinto y el resto actividad emocional, los hombres son de pocas palabras y pasan directamente a la acción, si sabes a lo que me refiero.
Si acaso dicen más palabras es porque quieren engañarnos o llevarnos a la cama, habrás de seguro escuchado que detrás de un gran hombre hay una mujer, y efectivamente siempre vamos detrás de ellos para levantar todo lo que tiran al suelo, lo que dejan mal puesto, para tratar de enmendar sus errores y para que no digan tonterías inconvenientes; y los más granujas, pagan sus culpas con regalos costosos para nosotras, un gran trato tácitamente aceptado.
Creo que la mayoría de ellos son unos niños jugando a ser mayores, la sociedad los perdona, los juzga a la ligera, o de plano ni siquiera son juzgados, el resto de los hombres los venera, los convierte en héroes, en personajes importantes, en príncipes azules, pero la mujer es juzgada, quemada en la hoguera de la indiferencia, del olvido, remitidas a las vicisitudes del hogar, pocas mujeres han logrado trascender, muy pocas, mujeres excepcionales, mujeres que se negaron a subyugar su existencia.
No hablo con nadie, siento que nadie logra comprenderme, estoy deprimida tal vez no sea novedad para ti decirte esto, pero déjame explicarte que hay una razón, el hombre y la mujer se hicieron para estar juntos, para complementarse, pero yo no encuentro ninguno, bueno ningún hombre que valga la pena para iniciar una relación, ¿Para sentirme acompañada? ¿Para hacernos la vida imposible? Tal vez, la impaciencia me mantiene ocupadísima, pensando cosas nada saludables.
Mi querido Adán, si hay alguien que puede sacar ventaja son ustedes los hombres, a pesar de tener virtudes y defectos, tantos como nosotras, para ustedes hay más opciones, oportunidades y posibilidades para los sujetos del sexo masculino, que no tienen que estar encadenados a las leyes de la naturaleza, porque digo esto porque ustedes a pesar de que envejezcan y les salgan canas, se hacen más interesantes, tienen mayor experiencia, por el contrario una mujer de edad que pase de los treinta y ocho años es considerada casi una mujer de la tercera edad, un artículo de segunda mano y eso es letal para nuestra autoestima que se va a los suelos, y nos denigra como personas, divina verdad recalcitrante repetida hasta el hartazgo.
La sociedad los defiende a ustedes a capa y espada, no importa que mientan mi querido Adán, a ustedes les son perdonadas las faltas sin el estigma de la culpa, o el ser prejuzgados por todo el mundo, es más casi podría asegurar que la mentira los vuelve exitosos, un poco de esa malicia que brilla en sus ojos los torna interesantes, pero nosotras tenemos que cargar esa pesada loza sobre nuestros hombros, se nos juzga, aunque algo tenga de verdad, nadie es virtuoso en un cien por ciento, al menos eso es lo que yo creo, ¿O tú qué opinas?
El calor del verano hace estragos en nosotras, nos escondemos del sol bajo la sombra de las casas, o bajo las alas de algún árbol perdido en la selva inundada de hierro y cemento; me retraigo como caracol herido mientras los niveles de aburrimiento me habitan, la muestra palpable de este hecho es que he comenzado a tararear una canción que escuché en la radio, esto sucedió cuando me estaba dando una ducha con el agua fría cayendo sobre mi cuerpo; estoy tan falta de ideas que tal vez divague en la totalidad, me enloquece la ridícula idea de quedarme vacía por dentro y no tener nada que decirte después.
Estoy a punto de olvidarme de los malos ratos, de los momentos de dolor vividos, admitiré que te debo gran parte de mis cambios, ahora intento sacudirme a la gente que no vale la pena, aprovecho mi tiempo dedicándolo a mi persona a estar en paz conmigo misma, a hincarle el diente a la comida que me gusta sin arrepentimiento aunque después tenga que caminar un poco más para bajar esos kilitos de más que no nos gustan a las mujeres, pero sobre todo he tratado de abandonar el chismorreo de las lenguas viperinas.
A menudo pienso que floto, cierro los ojos y creo que puedo levitar, pero bien sé que es sólo un escape a todo lo que siento, sentirme ligera, sin el peso de los años, de lo que diga la gente de mí, libre de culpa de comer, pero dejemos estos problemas de lado, lo que quiero decirte es más importante que estas trivialidades.
Estoy dudando seriamente sobre la capacidad mental del ser humano para pensar y reflexionar sobre lo que le conviene y aquello que le hace daño, pues de manera repetida caemos en la misma tentación, creemos las mismas mentiras, nos negamos a creer que nos engañan aunque la evidencia diga todo lo contrario, es increíble que mi mejor amigo no crea que su mujer lo engaña, dice que le tienen envidia que por eso le inventan cosas, pero qué puedo hacer yo, abrir la boca y quedar como una mentirosa, perder su amistad por querer abrirle los ojos, no lo creo, ya el tiempo dirá que ocurre en esa relación.
Me doy cuenta también que las mujeres somos capaces de engañar a nuestros “mariditos” sin el menor remordimiento y hacernos las víctimas para lograr nuestro cometido, el arte del engaño es una deliciosa travesura ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? No lo sé, creo que esta carta era una revoltura de ideas, pero tenía que contárselas a alguien.
Tu disgustada Eva de siempre.