Capítulo 99

Amy le había llamado la noche anterior, de forma totalmente inesperada. No habían estado en contacto desde que se mudó a Londres y la había echado de menos más incluso de lo que podía haberse imaginado. Sin embargo, la alegría al oír su voz había durado poco.

- Su voz sonaba tan triste por teléfono -dijo Guy.

- ¿Así que vas a dejarlo todo e ir a Londres a verla? -dijo con incredulidad Cheryl.

- Sí -respondió Guy. Francamente, estaba preocupadísimo por ella, por más que asegurara que se encontraba bien. Desde luego no lo parecía. Se alegraba de que le hubiera llamado cuando se encontraba baja de ánimo, pero era una tortura estar tan lejos de ella y ser incapaz de hacer nada útil para ayudar.

Su recepcionista movió los ojos en círculos.

- Tiene que ser amor.

- Debe de serlo -coincidió.

- Bien hecho -dijo con una sonrisa-. Ya era hora -Cheryl se apoyó en la mesa-. ¿Te das cuenta de que va a haber un montón de clientes muy enfadados este fin de semana?

- Sí -dijo él-. Pero ya es hora de que mire por mí. Stephen y la población de hámsteres de Scarsby pueden, estoy muy seguro, apañárselas sin mí durante un par de días.

- ¿Eres tú de veras? -le picó-. ¿O has sido abducido por unos marcianos que te han hecho un transplante de cerebro?

- Soy realmente yo; el nuevo yo.

- En ese caso deberías ponerte en marcha o, si no, te pasarás el fin de semana entero en medio del tráfico -Cheryl se puso en pie y le abrazó-. Más vale que regreses.

- Te veré el lunes por la mañana -la tranquilizó Guy-; muy temprano.

Tenía el ánimo y el corazón ligeros mientras saltaba al Range Rover y se dirigía hacia la autopista. Hacía años que no iba a Londres; cinco años para ser exactos. Había salido corriendo de la ciudad después de romper con Laura y nunca había mirado atrás desde entonces. Las luces de la gran ciudad ya no tenían atractivo para él y se preguntaba si sería diferente ahora que iba a ver a Amy y a los niños. No podía creerse lo mucho que los había echado de menos las semanas que llevaban fuera. ¿Cómo iba a soportar su ausencia a largo plazo?

Era cierto que la llamada de Amy le había preocupado. Parecía al borde de las lágrimas y daba la impresión de que regresar a su antiguo trabajo no había sido tan bueno como esperaba. A los niños no les gustaba su nueva escuela y, según Amy, hasta Hamish no estaba siendo Hamish. Sólo Milly Molly Mandy, al parecer, permanecía como si nada en medio del trastorno. Pero así son los gatos.

Guy había estado toda la noche despierto, preocupado por ella, cosa que le convenció de que debía meterse en su papel del caballero andante. Cheryl se había visto apropiadamente impresionada y sólo esperaba que Amy sintiera lo mismo. Ciertamente pareció aliviada cuando la llamó la mañana siguiente a primera hora para decirle que pensaba ir a verla directamente.

Aún estaba oscuro, había permanecido en medio del tráfico durante horas y hacía rato que había desarrollado una visión a larga distancia. Qué diferente era esto de entretenerse por las líneas verdes de Los Valles. Había olvidado que tamaña cantidad de coches existiera realmente.

Encontrar el piso de Amy fue bastante fácil, pero no tanto encontrar un sitio para aparcar. Para su frustración, un cuarto de hora después de haber llegado aún estaba dando vueltas a la casa. Le dieron ganas de dejar el coche en medio de la carretera. ¿Cómo se las arreglaba la gente hoy en día? En ese momento tuvo suerte y se apretó en un sitio que en realidad no pensaba que fuera lo bastante grande para el Range Rover. Cuando por fin estaba llamando al timbre de Amy le parecía que estaba hecho un cromo, pero oír el frenético ladrido de Hamish le subió su decaído nivel de energía.

El bloque de pisos parecía deprimentemente lúgubre y le resultaba difícil imaginarse a Amy y a los niños teniendo una vida familiar cómoda en este lugar desolado. Entonces Amy abrió la puerta y su sonrisa casi le partió el corazón. Estaba pálida y demacrada, tan mal como cuando Jem acababa de morir y quiso cogerla entre sus brazos allí mismo, en el descansillo. En lugar de ello, sólo dijo: «Hola».

Afortunadamente Amy fue menos reticente.

- Has podido venir -dijo mientras le abrazaba. Tenía los músculos agarrotados y tensos por las horas de conducción y el cuerpo de ella resultaba suave y cálido y muy agradable contra el suyo-. Me preocupaba mucho que tuvieras un viaje horrible.

Había sido bastante horroroso, pero no quería molestarla con estas pequeñeces ahora.

- Me alegro de verte -dijo y le resultó alarmante oír su propia voz rota por la emoción.

Antes de que ella pudiera decir nada más, los niños salieron escopetados y se lanzaron contra él. Jessica saltó a sus brazos diciendo:

- Hola, hola.

- Tus mayores fans también te han echado de menos.

- Y yo os he echado de menos a todos.

- Odiamos Londres -dijo Jessica con candidez-. Queremos irnos a casa.

Y él quería llevárselos a casa, de vuelta a Helmshill Grange, pero se preguntaba si Amy alguna vez se dejaría convencer.

Hamish está tirando abajo el sitio.

- Ssshh, perro -digo mientras abro un poco la puerta de la cocina-, tranquilízate, por amor de Dios, o harás que nos echen a todos.

Sujeto su correa mientras da botes para ir a saludar a Guy.

- No se admiten mascotas -le digo a nuestro recién llegado invitado-, ahora veo por qué.

Cada movimiento de la poderosa cola de Hamish destroza algo, eso sí, sin intención alguna. Aunque debo decir que esto es lo más animado que he visto a nuestro sabueso desde que llegamos aquí. Si soy sincera, puedo decir lo mismo de mí y de los niños.

Estoy tan contenta de haber llamado a Guy esta semana y de que no haya resquemor entre nosotros. No esperaba que viniera corriendo, pero he de reconocer que estoy muy contenta de que lo haya hecho.

Hamish escapa de mi agarre y salta para darle a Guy su más cordial versión perruna de abrazo, consistente en pasarle la nariz por el trasero. Guy se agacha para enredar con él y a punto está de ser derribado. Hamish está fuera de sí de pura excitación y deberíamos sacarle a dar un paseo porque, si no, pronto habrá un charco en mi ya asquerosa alfombra.

- Hola, chico -le dice Guy mientras le acaricia las orejas; y luego a mí-. Tiene buen aspecto.

- Ha estado como un alma en pena toda la semana -le digo; como lo hemos estado todos nosotros-. Le has animado un montón -y también al resto de nosotros. Pero no expreso en alto esta opinión.

Sienta tan bien ver aquí a Guy, aunque resulte un poco raro. Su chaqueta encerada y su camisa de cuadros parece extrañamente fuera de lugar en la ciudad y, en nuestro piso enano, se diría que es más alto de lo que recordaba. Parece más un veterinario de campo de libro de lo que yo le había visto y por alguna razón eso me hace reír.

Pasa las manos por los flancos de Hamish.

- Parece que la pierna está soldando bien.

- Cojea un poco -le digo-, pero no parece que le moleste mucho.

- Puede que el fijador le esté molestando -sugiere Guy-. Puede que por eso esté un poco bajo de moral.

- Creo que está aprisionado en este lugar -digo bajando la voz para que los niños no puedan oírme-, ¿y quién puede culparle?

Guy mira a su alrededor. No dice nada pero sé que está de acuerdo con mi percepción.

- Lo he arreglado con Serena para que venga esta noche a cuidar de los niños y que así podamos salir. Espero que tengas ganas después de conducir tanto.

- Genial -dice Guy. Mira su chaqueta-. He traído ropa de ciudad también para no avergonzarte.

- Nunca me sentiría avergonzada contigo -después me sonrojo por haber sido tan directa al cruzarse nuestras miradas-. Encenderé el hervidor y te enseñaré tu cuarto.

- Vas a dormir en mi cama -dice Jessica con orgullo, dejando claro que estaba escuchando nuestra conversación.

Voy a poner a la niña en mi cama, para que Guy pueda usar su habitación. Sólo espero que mi hija no dé tantas vueltas como acostumbra porque entonces no podré pegar ojo durante las próximas noches.

- Tienes que compartir la cama con una colección de peluches, me temo.

- No hay problema -se ríe y no puedo creer lo mucho que he echado en falta ese sonido.

- No es muy grande -le digo mientras le enseño la habitación de Jessica que es una caja de zapatos. Su cara adopta una expresión de preocupación.

- ¿Sois felices aquí? -pregunta.

- No -reconozco-. Estoy bastante triste -ya no digo nada más porque esas lágrimas estúpidas amenazan con entrar en acción una vez más-, pero por ahora está bien. No pienso quedarme aquí para siempre -y antes de volver a la riada de lágrimas digo-: Te dejo para que te instales -y me retiro rápidamente a la cocina.

Quito a Milly Molly Mandy de la mesa de la cocina, enciendo el hervidor y preparo té mientras Guy está en el baño. Aparece justo cuando estoy echando la leche.

- Necesito sacar a Hamish antes de irnos si te parece bien.

- No me importaría estirar las piernas un poco.

Nos miramos por encima de las tazas humeantes.

- Me alegro mucho de verte. No esperaba que vinieras tan rápido.

- A Cheryl también le pilló por sorpresa.

Nos reímos.

- Eres consciente de que vamos a ser la comidilla del salón de té Poppy's la semana que viene. Y lo que no sepan, se lo inventarán.

- Eso es bastante cierto -Guy bebe su té caliente a sorbos-. Alan me ha dado recuerdos para vosotros.

- ¿Cómo está?

- Bien -entonces me mira y me pregunta-: ¿Echas de menos Helmshill?

Asiento con la cabeza y la tristeza se apodera de mí.

- Más de lo que me gustaría admitir.

El sueño de Jeremy
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