Capítulo 67
Guy se detuvo en Helmshill Grange. Alan estaba en el patio atendiendo a las cabras. El veterinario saltó del Range Rover y se acercó a él.
- Veterinario -dijo Alan en forma de saludo y se tocó la gorra.
- Hola, Alan. ¿Cómo va todo?
- Sin novedad.
- Parece que ha hecho un trabajo estupendo -francamente, apenas parecía el mismo sitio. Todo estaba reluciente y en el empedrado del jardín se podían tomar sopas. Guy se preguntaba si podría llevarse a Alan para que hiciera algún trabajito en su casa, que en estos tiempos parecía un poco abandonada. Su casa era demasiado grande para una sola persona, pero ganaba un pastón en la clínica y no sabía qué otra cosa hacer con el dinero. Viviendo en Helsmhill no necesitaba un guardarropa de diseño, un reloj reluciente ni un deportivo. Sentaba bien tener la liquidez suficiente para poder ayudar a Amy cuando lo necesitaba.
El hombre erguido y anciano se echó para atrás para contemplar el fruto de su trabajo.
- Sí.
En estos tiempos era difícil encontrar a alguien que se tomara tan en serio su trabajo.
- ¿Está contenta la señora Ashurst?
- Supongo que sí -dijo tras encogerse de hombros.
- ¿Todavía cree que lo paga la Unión Europea?
Asintió con la cabeza.
- Sí.
- Bien, bien -no es que le fuera a impresionar saber que en realidad era él quien pagaba a Alan y no la UE. En ese momento Guy se dio cuenta de que el coche de Amy no estaba en el sendero de entrada-. ¿No está por aquí?
- Se ha ido a Londres -le informó Alan-; con los mozos.
- ¿A Londres? -qué raro que no se lo hubiera comentado. A Guy le parecía que en los últimos tiempos la cercanía entre ellos se había intensificado, pero quizá estuviera equivocado.
- A ver pisos -dijo Alan-. ¿Sigo haciendo esto aunque ella se marche? -señaló los alrededores con la mano para indicar el trabajo que había hecho en el patio y en la casa.
- Sí -dijo Guy con un suspiro-, esperemos que consiga convencerla de que es buena idea quedarse.
Alan emitió un gruñido.
- ¿Quiere que me lleve a Hamish en la ronda? Voy de camino a la casa de los Cadugan para castrar a uno de sus caballos y no les importará que lo lleve -en estos días de fiebre aftosa y Dios sabe qué más, cada vez menos granjeros querían que llevaras a tu perro en las rondas. Lo que antaño fue la norma ahora estaba desapareciendo lentamente. Pero desde que Robbie murió, la verdad era que Guy echaba de menos la compañía de un perro durante su jornada.
- Es un buen perro -Hamish se tumbó sobre la espalda, con las patas abiertas y enseñando la tripa para que se la rascaran. Alan la frotó vigorosamente con el pie-, aunque un poco tontorrón.
- Creo que realmente le gustas.
Alan se encogió de hombros ante el cumplido.
- Vamos, Hamish. Alan tiene trabajo. Hoy vendrás conmigo -se dio una palmada en el muslo para animar al perro-. ¿Cuándo vuelve la señora Ashurst?
- Mañana por la noche.
- Entonces me llevaré a Hamish a casa -dijo Guy-, para evitarte problemas.
En realidad, Alan parecía un poco decepcionado, pero Guy estaba seguro de que la cosa sería diferente cuando aquel letal rabo-martillo estuviera destrozando todos los adornos impolutos en la casa de Alan.
- Vamos, perro -dijo Guy-. El animal permaneció decididamente junto a los pies de Alan.
Guy lo agarró por el collar, pero Hamish no quería moverse.
- Vamos, chico -dijo Alan y chasqueando los dedos condujo a un Hamish en adoración hasta la puerta trasera del coche de Guy. El hombre no miró a Guy a los ojos. Hamish saltó dentro, se tumbó y enrolló la cola a su alrededor.
Alan no sólo había mejorado Helmshill Grange sino que había hecho lo mismo con Hamish. Guy miró al perro con cautela; ojalá durase.
Antes de deslizarse en el asiento del conductor, Alan sacudió un dedo en dirección al lugar donde Daphne, Doris y Delila pastaban alegremente.
- Una de las viejas ovejas está preñada.
- Imposible -dijo Guy.
Alan se encogió de hombros.
- ¿Quieres verlo?
El veterinario asintió y regresó hacia el campo. Alan agarró a Delila, siempre la más rápida de las tres, y Guy se inclinó para palparle el abdomen. Estaba preñada con toda seguridad.
- El embarazo está bastante avanzado -dijo Guy-. Debió de tener un interludio romántico justo antes de llegar aquí.
El señor Steadman asintió.
- Eso me parece a mí.
- Bien, bien -dijo Guy-. Los milagros existen -sólo esperaba poder obrar otro y convencer a Amy de que no volviera a Londres.
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