Capítulo 37
Después de las bebidas de chocolate en el Poppy's, Guy llevó de nuevo al coche a Tom, Jessica y Hamish. Los niños habían superado su timidez inicial y charlaban animadamente con Guy como si lo conocieran de toda la vida.
Sacó el Land Rover de Scarsby y lo condujo hacia el campo de nuevo. Iban a visitar a Monty y Gill Boycott, clientes suyos desde que empezó con la clínica. Monty era uno de los jardineros de la televisión de la nueva hornada, un personaje que se había mudado a esta zona cinco años atrás y había sido un recién llegado al mismo tiempo que Guy, de forma que se había establecido un vínculo natural entre ellos. Monty y Gill habían comprado la vieja granja Radley's Farm, con una extensión de veinticinco acres, que mantenían como una granja de exhibición principalmente porque con bastante frecuencia las cámaras de televisión aparecían por allí y grababan escenas de Monty realizando actividades agrícolas y ganaderas en su tierra para su programa de televisión en horario de máxima audiencia de la cadena ITV.
Los Boycott tenían dos hijos: Oliver de nueve años y Ellie, de siete. El plan era que Tom y Jessica dieran una vuelta por la granja y echaran una mano mientras Guy realizaba algunas revisiones rutinarias a los animales de Monty. Después, Gill les daría uno de sus legendarios almuerzos y a media tarde, cuando los niños de los Boycott regresaran del colegio, los cuatro chicos podrían jugar a sus anchas durante un par de horas. Perfecto.
La casa de los Boycott tenía más de mansión que de granja: una casa de estilo georgiano, bellamente proporcionada y con doble fachada, con más gracia y elegancia que los típicos edificios de piedra de la zona. Era evidente que la granja Radley había sido siempre una granja próspera y los Boycott habían seguido la tradición. Incluso el jardín estaba podado con precisión clínica, lo que suponía un agradable cambio respecto de algunas propiedades en las que se aventuraba y en las que resultaba difícil precisar dónde terminaba la pocilga y dónde empezaba la vivienda.
El césped frente a la casa estaba inmaculado, cortado en tiras uniformes, con los bordes llenos de languidecientes plantas caducas y de estoicas plantas de hoja perenne, plantadas como sólo lo haría un jardinero de la televisión. En un rincón, un roble majestuoso, aún aferrado a sus hojas doradas, completaba la escena, digna de una postal, con sus ramas extendidas. Magníficos macizos de plantas y flores, en plena floración, flanqueaban ambos lados de la puerta principal.
Monty y Gill salieron a saludarles cuando Guy aparcó detrás del Mercedes 4x4 estacionado frente a la casa. En la parte trasera del coche los ojos de Jessica se habían abierto de par en par de pura sorpresa.
- ¿Crees que nuestra casa podría parecerse a ésta algún día?
- Yo diría que sí -dijo Guy; con un montón de pintura, mucho trabajo y mucho dinero. Pero sin duda Helmshill Grange tenía el potencial para ser un hogar tan magnífico como éste.
- Me gustaría -dijo Jessica sin aliento mientras bajaban del coche.
Monty palmeó con fuerza la espalda de Guy.
- Me alegro de verte, viejo amigo.
- Yo también -Guy contempló el Mercedes con envidia-. Me gusta tu nuevo coche.
- Pensé en darme un capricho -dijo con orgullo-. Me lo entregaron la semana pasada; es un cacharro potente y de lo más confortable.
- Te estás ablandando con la edad -le picó Guy.
- Quizá luego lo saquemos a dar una vuelta, para quemar rueda un rato como de chavales.
- Genial.
- Esos chavales con sus juguetes; ¿no merezco una visita? -le regañó Gill mientras le abrazaba-. No te dejas ver el pelo.
- Lo sé -dijo con aire de disculpa-; estoy muy ocupado.
- No demasiado ocupado para traerte a los niños de otras personas, por otra parte.
Sonrió ante la deducción.
- Estoy ayudando a una amiga.
- Lo sabemos todo acerca de la encantadora viuda Ashurst -susurró y en respuesta a su mirada confundida dijo-: Ayer hablé con Cheryl. Entre frase y frase me puso al día de todos los detalles.
- Me temo que Cheryl tiende a inventarse parte de los detalles -hizo que los niños se adelantaran-. Éste es Tom -dijo- y ésta Jessica.
- Bien, encantada de conoceros a los dos -dijo Gilí-. Espero que lo paséis bien aquí. Más tarde vendrán mis hijos y podréis jugar todos juntos.
Tom y Jessica sonrieron tímidamente.
Gilí enlazó su brazo con el de Guy y llevándolos hacia la casa les preguntó.
- ¿Queréis té?
- Acabamos de tomar un chocolate con magdalenas en Poppy's -confesó.
- Espero que hayáis dejado hueco para el almuerzo.
- Seguro.
- Entonces vayamos directamente a la granja -dijo Monty-. Me gustaría que echaras un vistazo a las nuevas ovejas Suffolk que acabo de comprar.
- En cuanto saque al perro -dijo Guy-; es un poco revoltoso, pero creo que se portará bien.
Sacó al perro del coche, que inmediatamente se puso a dar botes en círculo tratando de quemar la energía que había acumulado en veinte minutos de trayecto en coche.
- Ya veo a qué te refieres -soltó Monty-. Tiene un aspecto estupendo, sin embargo.
- Es nuestro perro -dejó caer Jessica.
- Pues tenéis mucha suerte -le dijo Monty.
- También tenemos un gato -aventuró a decir ahora que se había lanzado a hablar-. Se llama Milly Molly Mandy.
- Venid a ver nuestros animales -dijo Monty-. Os gustarán -deslizó el brazo sobre el hombro de Tom y cogió de la mano a Jessica.
Guy sonrió para sí mismo. Con los Boycott no había sitio para la timidez. El día estaba resultando un gran éxito. Quizá lo repitiera si Amy le dejaba.
- Vamos, chico -le dijo a Hamish-. Lo único que tienes que hacer es comportarte por hoy y todo será perfecto.
Una frase que más tarde lamentaría.
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