Capítulo 62

Cuando regreso del cementerio, Serena está pelando patatas. Levanta la vista de su tarea.

- Tienes la cara llorosa, ¿estás bien?

Asiento con la cabeza.

- Me ha dado una buena llorera; sentía lástima de mí misma.

Mi hermana deja las patatas, se limpia las manos y viene a darme un abrazo.

- Lo estás llevando muy bien.

No estoy tan segura de ello.

- Métete un poco de bebida para el cuerpo -veo que por su parte ya se ha abierto una botella para ayudarse a pasar el tiempo mientras hace las tareas de la cocina-. Eso hará que te sientas mucho mejor.

Vierte vino en una copa para mí y sé que no debo desobedecer a mi hermana mayor, de manera que le doy un buen trago. El vino es suave, frutal y muy bienvenido. De hecho, hace que me sienta mejor.

- ¿Dónde están los chicos?

- Los he machacado en Operación; sí, señor -da un puñetazo en el aire para celebrar su éxito, cosa que me hace sonreír-. Ahora están viendo un DVD, no me acuerdo del título.

- Prepararé las zanahorias -abro el cajón en busca de otro delantal.

Serena vuelve al fregadero.

- Ah, has tenido dos llamadas mientras estabas fuera.

Levanto las cejas con interés.

- ¿Ah, sí?

- Una de Guy diciendo que va a devolvernos a Hamish, de manera que le he pedido que se quede a cenar -me echa esa mirada de «¿qué te parece?».

- ¿Y va a venir?

- Dentro de una media hora más o menos.

- Qué bien. A los niños les va a gustar.

- He pensado que también te pondría una sonrisa en la cara a ti -añade.

No pico el anzuelo

- ¿De quién era la otra llamada?

- Gavin no sé qué -el corazón deja de latirme por un momento-. Hay un post-it en la nevera y gira la cabeza para leerlo.

- Morrison -le digo.

- Eso.

- ¿Qué quería?

- No lo sé. Dice que le llames.

- ¿Ahora?

- Es tan buen momento como otro cualquiera, supongo.

Despego el post-it y lo estudio. El número solía estar en los de marcación rápida de mi móvil cuando trabajaba para él. Lo borré ceremoniosamente cuando se portó como el culo conmigo. Sentada en la mesa de la cocina observo el número. ¿Qué querrá ahora?

Antes de que el valor me abandone, marco el número. Tras una llamada Gavin contesta.

- Hola, Gavin -digo, tratando de mantener firme la voz-. Me has llamado.

- Aquel programa del que te hablé -ladra por el teléfono-. Nos acaban de dar el visto bueno, así que parece que después de todo se va a hacer. Estabas la primera en mi lista. ¿Te apetece?

- ¿Un trabajo? -digo.

Se ríe.

- Sí, un maldito trabajo. Te dije que te conseguiría algo bueno.

¿Me dijo eso en algún momento? Yo creo recordar que más bien me dijo que me fuera a la mierda.

- El sueldo es un poco peor, pero las condiciones son las mismas. Sería un contrato de un año. ¿Estás lista? ¿O estás feliz todo el día cubierta de boñiga de vaca hasta las rodillas?

Tengo ganas de mandarle a la mierda. Me ha tratado tan mal, pero cómo podría mirarle el diente al caballo regalado. Fui yo quien sacó a relucir la posibilidad de ese programa de arte con él. ¿Cómo podría rechazarlo ahora? ¿Por qué iba a querer hacerlo? Esto es la confirmación que necesito de que estoy haciendo lo correcto. Siempre supe que para volver a la rutina tenía que regresar a Londres. Gavin Morrison me acaba de lanzar un salvavidas.

- Sí, sí; claro que estoy lista -no puedo apartar la alegría de mi voz-. He vendido mi casa. ¿Cuándo quieres que empiece?

- En febrero o así.

- Eso me vendría estupendamente.

- Bien, bien -dice Gavin-. Haré que los de Recursos Humanos te manden los papeles. Bienvenida a bordo de nuevo, Amy.

- Gracias; muchas gracias.

Cuelgo el teléfono y me vuelvo hacia Serena.

- He conseguido un trabajo, de nuevo en la BTC.

- Fabuloso -abandona las patatas de nuevo y viene a dar vueltas por la cocina conmigo.

- ¡Tengo trabajo! -el corazón me late fuerte en el pecho. He regresado a la fila de los «empleables» y no sabes lo estupendo que es.

El sueño de Jeremy
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