Capítulo 42
Tardo cinco horas en llegar hasta la estación de Scarsby, lo que me da mucho tiempo para pensar en nuestra difícil situación en el tren. Cuando me bajo en la estación, estoy cansada y desanimada y otra vez a punto de llorar. Me gustaría que Jem estuviera aquí. Me gustaría poder comentar esto con él. Pero si estuviera aquí no estaríamos metidos en este lío.
Tom, Jessica y Guy están de pie, por más que sean las diez de la noche y mañana tengan colegio. Pero estoy loca de contenta de que hayan venido todos a recogerme, cosa que aumenta mis ganas de llorar. Esperaba volver a casa en taxi y éste es un lujo inesperado y bienvenido. Los niños corren hasta mí, les rodeo con los brazos y pronto rompo a llorar. ¿Cómo diantres voy a cuidar de mis hijos como es debido si no soy capaz de controlarme a mí misma?
Guy está quieto, esperando, con aspecto tímido.
- Gracias -le digo-. Ha sido un detallazo que vengáis a buscarme. Eres muy amable.
- Pensé que te resultaría muy difícil encontrar un taxi a estas horas de la noche -dice-. ¿Has tenido un buen día?
- No -digo sacudiendo la cabeza y en tono bajo para que los niños no lo oigan-. Te lo contaré después.
Mientras nos dirigimos hacia el coche pregunto.
- ¿Y vosotros? ¿Lo habéis pasado bien?
- Estupendamente -dice Guy en tono animado-. Hemos tenido un día fantástico, ¿a que sí, niños?
- Sí -corean como corresponde.
- ¿Los dos habéis sido buenos?
Mis hijos asienten con convicción.
- He hecho una nueva amiga -me cuenta Jessica con excitación-. Se llama Ellie y tiene siete años. Tiene un pony que se llama Copo de nieve y me ha dejado montarlo.
- ¿De verdad? -levanto una ceja en un gesto interrogativo a Guy y él asiente.
- Me gustaría tener un pony -anuncia Jessica-. Son guays.
Bueno, pienso, en lugar de un pony tienes un perro loco y una gata asesina en serie.
- ¿Ningún problema con Hamish?
- No -dice Guy, sin mirarme a los ojos-; ni uno solo.
- Ha arrancado a tiras el mejor césped de los señores Boycott -me cuenta Jessica alegremente. Le podía haber dicho a Guy que no confiara en ella para guardar un secreto. Si su hermano la ha apodado «Bocazas» es por algo.
- ¿Eso ha hecho? -vuelvo a levantar la ceja en dirección a Guy.
- Sólo estuvo cazando topos un rato -dice Guy con firmeza-. Simplemente seguía sus instintos naturales.
- ¿No sería por casualidad el césped de Monty Boycott, el jardinero de la tele, verdad?
- Fue muy comprensivo -dice Guy-. No hubo daños.
- ¿No tengo que pagar ningún desperfecto?
- No. En absoluto.
Vamos hacia el Range Rover y pese a lo alterada y exhausta que estoy me doy cuenta de que la parte frontal está más aplastada que esta mañana. Me quedo de pie y lo estudio. Los dos faros están rotos y hay una muesca bastante grande en el parachoques.
- ¿Os habéis dado un golpe?
- Sólo un golpecito -responde Guy-. Nada de lo que preocuparse…, no estábamos dentro del coche en ese momento.
- También lo hizo Hamish -dice Jessica con un suspiro teatral-. Levantó el freno de mano del coche de Guy y lo estampó contra el coche de los Boycott.
Esta vez mis ojos se encuentran con los de Guy y estoy segura de que ve el fulgor de mi mirada. Yo por mi parte desde luego veo la cautela en los suyos.
- Parece que en vuestro día de juegos habéis dejado huella.
- Mujeres -soltó Tom-. No tenías que decirlo, Doña Bocazas.
- Oh -Jessica se lleva la mano a toda prisa a la boca cuando su cerebro hace el click correcto. Mira con aire de disculpa a Guy-. Perdón.
Él tiene la elegancia de reírse.
- Me alegra no ser la única que no puede controlar a Hamish.
- Entrenar a ese perro va a ser la misión de mi vida.
- ¿Se enfadaron mucho los Boycott?
- Por el jardín no, sorprendentemente -me cuenta Guy-, pero el choque del coche contra la casa puso un poco a prueba su paciencia.
- Apuesto a que sí.
- Nos han invitado a volver a ir a jugar -suelta Jessica.
- Mientras no llevemos a Hamish -añade Tom.
Pobre Hamish, pienso, le basta visitar a alguien una vez para que nadie quiera que vuelva. ¿Qué voy a hacer con él?
- Parece que tu día ha discurrido con tanta suavidad como el mío -le digo a Guy con una sonrisa-. Espero que no haya sido un tormento. No te preocupes, no te volveré a pedir que cuides a los niños. Dejaremos de darte la lata antes de que te des cuenta.
Nos metemos en el coche. Hamish está sentado en el asiento de atrás, atado firmemente al cinturón de seguridad. Se le cae la baba y el coche apesta a perro. Ladra alegremente cuando me ve. Qué condenadamente latoso es.
- Amy -dice suavemente Guy cuando nos sentamos uno junto al otro-. A pesar de todo, hoy me lo he pasado realmente bien. Los niños son fantásticos y todos hemos disfrutado mucho. Me encantaría hacerlo otra vez, y pronto; antes de que os vayáis.
Una vez dicho eso arranca el coche y salimos del aparcamiento. Sinceramente, me alegro de que no espere una contestación, porque no sabría qué decir.
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