Capítulo 77

He llamado a Guy, que a su vez ha llamado a Alan y ahora están los dos aquí.

- Parece que han cogido al perro y se han ido -digo, consiguiendo controlar las lágrimas.

- No pueden haber ido lejos -dice Guy en un tono tranquilizador-. Con el tiempo horrible que hacía anoche -y entonces veo que los dos hombres intercambian una mirada preocupada que me hace ponerme a llorar de nuevo. Mis niñitos podrían estar ahí fuera.

Serena y yo nos pusimos las botas y los abrigos gruesos en el momento en el que supimos que Tom y Jessica estaban en paradero desconocido y hemos realizado una búsqueda exhaustiva por todos los cobertizos y establos por si estuvieran todavía por las proximidades o acurrucados y a salvo detrás de una bala de paja o algo así. ¿Cuántas veces los niños perdidos aparecen dormidos detrás del sofá o debajo de la cama? Merecía la pena echar un vistazo, pero no han aparecido por ninguna parte.

Tom ha dejado su móvil sobre la mesa de la cocina. Para una vez que lo necesito para una emergencia y está ahí completamente inservible. Cuánto lamento ahora no haber cedido a los ruegos de Jessica de que le comprara un teléfono, con la excusa de que es demasiado joven. Seguro que su reputación de niña a la última le hubiera impedido dejárselo en casa.

Hay mucha nieve reciente, de forma que no se ven huellas que salgan de la granja y que nos pudieran servir de pista sobre adonde pueden haber ido.

- Todo esto es culpa mía -le explico entre lágrimas a Guy-. Cuando volvimos de la iglesia anoche Hamish había destrozado la casa.

- Parece que es su especialidad -dice, enigmáticamente.

- Esta vez había hecho un trabajo especialmente bueno -suspiro-. Se había comido el pavo, tirado abajo el árbol de Navidad y medio comido la mayor parte de los regalos. Perdí completamente los nervios, lo encerré en el cobertizo y les dije a los niños que Hamish tendría que irse.

Aprieta los labios.

- Parece que ellos tenían otros planes.

- ¿Dónde creían que iban a ir con él? ¿Pensaban que realmente soy tan desalmada? -mis ojos coinciden con los de Guy y recuerdo el día en el que le pedí que acabara con Hamish. Dios, ¿cómo pude hacerlo? Menuda idiota.

- Estamos perdiendo un tiempo valioso -dice Guy-. ¿Adónde van cuando salen a jugar al páramo? Es probable que se hayan dirigido hacia allí.

- Normalmente se quedan bastante cerca de la casa.

- Quizá se desorientaron en medio de la nieve. Es fácil que ocurra -Guy se pasa los dedos por el pelo-. ¿Quieres que hagamos un barrido inicial antes de llamar a la policía o quieres que la llamemos directamente?

- ¿A la policía? -eso hace que parezca mucho más grave-. No creerás que se los ha llevado alguien…

- No, no -dice Guy-. Pero me preocupa el tiempo que hayan podido pasar fuera y si están bien abrigados.

- Sus botas y abrigos no están -y al menos deberían tener los guantes y los gorros consigo porque siempre insisto en que los guarden en los bolsillos.

- ¿Tienes alguna idea de a qué hora pudieron marcharse?

Sacudo la cabeza.

- Serena y yo nos acostamos justo pasada la media noche; fui a verlos y parecían profundamente dormidos. Después, me tomé algunas copas -unas cuantas, en realidad. Qué mal me siento por ello ahora-. Me quedé despierta una hora más -no es necesario que le diga a Guy que estuve llorando sobre la almohada-. Después ya no puedo decir más porque me dormí en cuanto puse la cabeza en la almohada -no exactamente el sueño de los justos, sino el sueño de los cabreados.

- Pueden llevar fuera la mayor parte de la noche.

Me muerdo las uñas, nerviosa.

- Eso no es bueno, ¿verdad?

Guy tiene la cara sombría.

- Cuanto antes los encontremos, mejor.

- Oh, Dios -digo-. Nunca me lo perdonaré si les ha pasado algo.

- No te preocupes -me dice-. Los encontraremos sanos y salvos.

No puedo hacer nada salvo desear que sea verdad y rezar por ello.

El sueño de Jeremy
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