Capítulo 58

Cuelgo el teléfono y me vuelvo hacia mi hermana.

- La he vendido -le digo.

- Imposible -me suelta Serena-. ¿Hay alguien lo bastante loco como para quedarse esta casa?

Asiento con la cabeza, incapaz de pronunciar palabra. Me tiemblan las piernas.

- ¿Has conseguido un buen precio?

- Uno que no está mal -regresaremos a Londres para vivir en una caja de zapatos, pero eso es lo que quiero, ¿no?-: Diez mil libras por debajo del precio que pedía, pero ya se sabe que quien paga, manda.

- ¿Cuándo se mudan?

- Quieren que me vaya para finales de enero.

- Eso llevará bastante trabajo.

- Al menos significa que podemos pasar aquí las navidades.

Serena parece confusa.

- ¿Por qué ibas a hacer eso? Puedes alquilar un sitio inmediatamente. Pensaba que querías salir disparada de aquí.

Eso pensaba yo también.

- Puedes empaquetar todas tus cosas, de todas formas -me aconseja mi hermana-. Tenemos que prepararte un sitio en la ciudad y en cuanto eso esté organizado puedes regresar. No importa que este lugar permanezca vacío durante unas semanas. Te puedo ayudar en la parte monetaria hasta que te den el dinero de la casa. No hay nada que te retenga aquí.

- No -digo con una cierta tristeza-; supongo que no.

Voy hacia la ventana y miro hacia fuera, hacia los páramos. ¿Qué pensaría Jem de mi partida inminente? Dejaremos atrás la casa y la vida que tan rápidamente empezó a gustarle.

- ¿Te alegras por mí? -pregunto en voz alta.

- Claro que sí -contesta mi hermana, sin darse cuenta de que realmente no hablaba con ella.

Las nubes están bajas y quietas, como enfurruñadas. No oigo nada, salvo el débil frotar de los árboles contra la brisa. Qué diferente va a ser Londres. Voy a tener que acostumbrarme de nuevo al ruido, el humo y los lugares llenos de gente. Fuera, en el jardín, veo a los niños jugando. Hay un viejo castaño de Indias al final del jardín, cerca del huerto, y alguien ha puesto un columpio. En este momento Tom está balanceándose arriba y abajo mientras Jessica corre a su alrededor haciendo círculos con los brazos extendidos y el pelo al viento. Se lo han pasado bien aquí, estoy segura, pese a la tragedia. Van muy abrigados y al verlos tan monos y tan regordetes en sus plumas me dan ganas de abrazarlos. Sé que han sentido mucho la pérdida de su padre, pero lo han llevado con tanto estoicismo que estoy orgullosa de ser su madre.

- Debería decírselo a los niños -le digo a Serena.

- Hazlo y yo pondré agua a hervir -dice-. Tomaremos un té para celebrarlo.

Me pongo las botas de agua y el abrigo y salgo. El día es fresco y seco y los pollos están fuera y picoteando por ahí aunque el frío no les gusta. Habría que ponerles una bombilla en el gallinero que prolongara las horas de luz y que les evite la versión gallinil de la tristeza por falta de sol, o algo parecido. Tengo que consultarle a Guy y ponerme manos a la obra. No quiero que mis chicas se echen a perder, por así decir, ahora que por fin se han recuperado. En ese momento pienso que ya no tengo que preocuparme por nada de eso porque estaré fuera de aquí más deprisa de lo que se tarda en decir «Londres» y que los pollos deberán resignarse a su suerte.

Daphne, Doris y Delila balan de contento cuando me ven llegar. ¿Es una impresión mía o Delila está más gorda? Quizá esté tomando más heno que el resto. Es un poco abusona con la comida cuando llega la hora de cenar. No soporto la idea de que los Gerner-Bernard no quieran a mis viejas chicas, pero en realidad no hace tanto que yo tampoco las quería. Si sólo pudieran conocerlas y descubrir sus pequeñas cosas divertidas, estoy segura de que ellos también llegarían a quererlas. Aquí me paro en seco: no sabía que yo hubiera llegado a quererlas. Pensaba que las veía como una molestia, como lo son Stephanie y Blob, las cabras, los pollos cabeza hueca, la gata asesina y ese maldito perro.

Hablando del perro, es raro que Guy no lo haya traído todavía. O bien a Guy no le importa que le destroce la casa o a estas horas Hamish está enterrado en el patio. Consulto el reloj. Ya es hora de que llame a Guy y le diga que no hay moros en la costa y que el chucho del demonio puede volver a casa. También le tengo que decir al encantador veterinario que pronto nos iremos de aquí. No es una conversación que arda en deseos de tener, del mismo modo que tampoco estoy deseando decirles a los niños que una vez más vamos a levantar el campamento.

Dejo de frotar las orejas de las ovejas y cuando Jessica me ve corre a mi alrededor y me rodea la cintura con los brazos.

- Me encanta este sitio -dice, sin aliento-. Yo y Tom hemos estado volando la cometa por los páramos. ¡Hemos ido a todas partes!

- Tom y yo -le corrijo mecánicamente.

- Tom y yo -me imita y hace una mueca.

Nos quedamos de pie viendo en silencio a las viejitas ovejas comer hierba. El sol invernal es ahora un disco bajo y lechoso en el cielo pero todavía puedo sentir su calor en la cara. Deslizo la mano sobre los tiernos hombros de mi hija y pregunto:

- ¿Cómo te sentirías si volviéramos a Londres?

Jessica hace un agujero en el frío suelo con la bota.

- Al principio quería -admite-, porque esto me parecía raro, pero ahora prefiero este sitio. ¿Podemos tener unos conejos? A Christopher le gustaría.

- Puede que no sea posible. Mamá tiene que conseguir un trabajo ahora que papá se ha ido y realmente no nos podemos permitir quedarnos aquí.

- Oh -Jessica no parece demasiado convencida.

Tom viene corriendo hasta nosotras. Tiene las mejillas rojas por el ejercicio y puedo decir sinceramente que nunca ha tenido un aspecto más saludable. Mi hijo se inclina sobre mí, demasiado frío pata dejarse hacer un arrumaco completo.

- Acababa de preguntar a Jessica qué le parecería volver a Londres -Tom se revuelve en mi costado-. ¿Qué piensas tú?

- No sé -musita.

- Si volvemos a Londres los dos podréis volver a ver a vuestros antiguos amigos -les digo en tono alegre.

- Nos gustan nuestros amigos nuevos -me cuenta Tom.

- Bueno, pero vuestros nuevos amigos podrían ir a visitarnos siempre que quisieran.

- Pero no lo harían -puntualiza Tom-, igual que ninguno de nuestros viejos amigos ha venido aquí. La única persona de Londres que hemos visto aquí es la tía Serena.

¿No es odioso que los niños se pongan cien por cien lógicos?

- Papá también está aquí -dice mi hijo con suavidad-. No podemos darle la espalda.

Se me llenan los ojos de lágrimas.

- Nunca le daremos la espalda a papá -le digo-; dondequiera que vayamos papá estará con nosotros porque vosotros siempre recordaréis las cosas que solía hacer con vosotros y cómo era.

- ¿Por qué no podemos recordarlo aquí en lugar de en Londres?

- Cariño, ojalá lo pudiéramos hacer, pero he intentado encontrar trabajo aquí y no he conseguido nada. Cuidar de esta casa y de los animales cuesta un montón de dinero y nosotros simplemente no lo tenemos -odio tener que poner todas estas cosas de adultos sobre sus hombros, cosas con las que no deberían entrar en contacto a su tierna edad-. También os gustaba nuestra antigua casa.

- ¿Vamos a volver allí?

- No, ahora viven allí otras personas, pero encontraremos un sitio bonito.

- ¿Podemos quedarnos aquí el verano y luego irnos?

- La cuestión es -digo- que mamá ya ha vendido la casa. Unas personas muy simpáticas han querido comprarla para que nosotros podamos ir a casa.

Jessica rompe a llorar.

- Creía que ésta era nuestra casa.

No estoy segura de poder contestar a eso.

- Si nos vamos a Londres -dice sorbiendo las lágrimas-, ¿podemos llevarnos los pollos, las ovejas y las cabras?

- Y a Milly Molly Mandy.

- ¿… y a Milly Molly Mandy? -inquiere.

- Y a Hamish -añade mi hijo-. No podemos dejar a Hamish. ¿Quién más iba a quererlo?

Cierto, ¿quién sino nosotros iba a quererlo? Una de las principales razones por las que quiero irme es para ver desaparecer a ese maldito perro. Eso y el hecho de que no tenemos dinero, claro.

- No estoy segura de que vayamos a tener un jardín -admito-. Puede que tengamos que mudarnos a un piso pequeño.

Los dos parecen alarmados ante la noticia. Los ojos de Tom vagabundean significativamente por la gran extensión de los páramos.

Me inclino y los acerco hacia mí. No me importa que a Tom no le guste que le abracen, porque le voy a abrazar en cualquier caso.

- Os gustará regresar a Londres -les aseguro-. Tú podrás ir a tus clases de ballet de nuevo -le digo a Jessica-; ¿te acuerdas de lo mucho que las echabas de menos?

Le tiemblan un poco los labios ante eso pero después se saca un as de la manga.

- Pero Guy dijo que aquí podía aprender a montar en pony.

Gracias, Guy.

- Esperad y veréis -los aprieto contra mí de nuevo-. Será maravilloso.

Tom y Jessica se miran el uno al otro con tristeza.

- Será para bien -les digo-; os lo prometo -y cruzo los dedos esperando no haber prometido demasiado.

El sueño de Jeremy
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml