Capítulo 19

- ¿Con quién estabas en Poppy's? -Cheryl se apoyó contra la pared de la sala del personal y cruzó los brazos.

- ¿Cómo lo sabes? -preguntó Guy mientras se lavaba las manos para las consultas de la tarde.

- Soy el oráculo que todo lo ve y todo lo sabe -le contestó.

- Entonces, ¿por qué tienes que preguntarme?

- Aquí las noticias vuelan. Era la recién llegada, la señora Ashurst.

- Realmente lo sabes todo, ¿no?

Volvió a sonreír.

- ¿Significa eso que me vas a subir el sueldo?

- No.

- Llegas tarde a la cura -le reprendió la recepcionista-. Debes de haberlo pasado bien. Nunca llegas tarde a las curas.

- Lo siento. No volverá a ocurrir.

Era cierto que la sala de entrada estaba llena de gente sentada con cajas de cartón y jaulas portátiles en el regazo, deseosos de traerle sus mascotas. Gracias a Amy Ashurst se le había acumulado el trabajo. De todos modos había sido una forma muy agradable de irritar a los clientes y a la recepcionista.

- Entonces, ¿qué?, ¿es maja?

- Es un encanto -dijo Guy. Más encantadora de lo que quería explicar-. También lo son su marido y sus hijos.

Cheryl arrugó la nariz.

- Lo sé, lo sé.

No había muchas cosas que Cheryl no supiera. Había sido su recepcionista desde que comprara la clínica cinco años atrás y también desde entonces había hecho lo posible por emparejarle con todas las mujeres de Scarsby y alrededores, fueran apropiadas o no. Una vez tuvieron una conversación delicada sobre si él era o no gay. Cheryl insistía en que hoy por hoy nunca se sabe y realmente no había una floreciente comunidad de gays en Scarsby, al menos que ella supiera. Así que una vez confirmado que él era un hombre de pelo en pecho a pesar de su falta de interés en citarse con sus poco fiables amigas, Cheryl había redoblado sus esfuerzos por hacer más interesante su vida amorosa. A veces deseaba haberse inventado un novio llamado Cecil, ya que eso habría hecho su vida mucho más fácil. El haberse casado recientemente y tener un hijo no impedía a Cheryl seguirle mirando con ojos amorosos de vez en cuando, cosa que Guy encontraba muy embarazoso. Su empleada favorita definitivamente tenía debilidad por él y con frecuencia se preguntaba si su agudo interés en buscarle pareja no obedecería al deseo de alejar la tentación.

- La señora Todd está aquí con su minino calvo.

- Ya te lo he dicho otras veces, Cheryl. Es un gato sin pelo, un gato esfinge, y eso de minino calvo suena demasiado parecido a… bueno, mejor no entremos en eso.

- Lo que sea -le hizo una sonrisa forzada-. Está vomitando por todas partes, el pequeño monstruo. Te está esperando en la sala uno, lleva unos diez minutos ahí.

- Voy enseguida.

La señora Todd era una de las clientas que no siempre iba a la clínica por problemas de salud de su mascota. Se ponía ropa con estampados de leopardo y kilos de perfume. Su gato tenía problemas con demasiada frecuencia, casi siempre menores. La señora Todd no era el único caso, ya que había varios clientes de ese tipo. A veces, en Scarsby, las amas de casa tenían que crearse su propia diversión.

La consulta está metida en una tranquila calle trasera, cerca de Duggley's, una ferretería en la que puedes comprar desde un cacharro de plástico por unos céntimos hasta un tractor de diez toneladas. La clínica veterinaria había terminado siendo demasiado trabajo para el anterior propietario, que se había alegrado de retirarse tras toda un vida mirando en los traseros de los caballos. El precio fue justo; el momento, el adecuado y Guy compró el refugio que buscaba en las colinas. Nunca lamentó la decisión de comprar la clínica. Bueno, sólo algunas veces, en el silencio de la noche cuando no tenía a quién agarrarse. Pero se las apañó perfectamente con todo eso del amor perdido, o al menos eso creía. Guy alejó de sí toda duda.

El trabajo era ahora su refugio. La clínica era un hervidero. Su éxito no se limitaba a las amas de casa aburridas de Scarsby, sino que a través de los años se había ido ganando el renuente respeto de los granjeros del lugar. No está mal para un blando hombre del sur. Había pedido un préstamo enorme para comprar el escáner más moderno y además tenía un ayudante nuevo y muy capaz, Stephen, quien básicamente llevaba la clínica cuando él estaba por ahí atendiendo el ganado, encantando a ganaderos picajosos que suponían que su único propósito era robarles el dinero, duramente ganado.

Era una buena vida; una vida apropiada para él. No tenía que dar cuentas a nadie, salvo, por supuesto, al director del banco; y a Cheryl, y ocasionalmente a la señora Todd, que estaría molesta con él por haberla tenido esperando. Tendría que sacar a relucir sus mejores modales profesionales.

- Dicen que es muy pija -le dijo Cheryl a sus espaldas-, esa señora Ashurst.

- No -corrigió Guy después de pensarlo un poco. Amy Ashurst tenía un montón de cualidades, cualidades que suscitaban en su interior emociones que creía desaparecidas hacía tiempo, pero pija no era una de ellas.

Cheryl entornó un poco los ojos y adoptó un aire inquisitivo.

- Te has quedado muy pensativo…

Su mente volvió de repente a la clínica.

- Sólo estaba pensando en el minino calvo -dijo de modo ambiguo.

El sueño de Jeremy
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