Capítulo 84

- Ahora sólo nos queda esperar -dice Guy- pero parece que va a estar bien.

Alan y Guy han transportado a Hamish a la cocina en una jaula grande de alambre. Está tendido dentro de ella con un aspecto bastante alegre a pesar del artilugio de metal que tiene en la pata rota y golpea incesantemente con la cola contra las barras de su prisión temporal. Tiene justo el aspecto que debería tener: listo para salir y destrozar la casa en cuanto pueda.

- Gracias a Dios -tengo ganas de tirarme al suelo de puro alivio. Los niños se vuelven locos, se amontonan junto a él y le animan, fracasados mis anteriores intentos de que se queden en cama bien tapados y descansando. Para ser sincera, estoy agradecida de que no parezcan afectados por su terrible experiencia.

Es por la tarde y todos estamos sentados en la cocina, acurrucados junto al horno y esperando noticias. Y tras una larga espera se han unido a nosotros Alan, Guy y la estrella del momento, Hamish. Espero no estar hablando demasiado pronto, pero ahora por fin nuestras celebraciones navideñas pueden empezar, frase que es el pie habitualmente para que el techo se venga abajo o que un meteorito impacte en el patio. Me paro un momento, en tensión, pero estoy aliviada de ver que no ocurre nada. Es increíble lo bien que sienta.

- Alan ha sido una enfermera estupenda -le pica Guy.

Alan Steadman se sonroja y se mira los pies.

Por más que Alan no deje traslucir fácilmente sus emociones parece agotado por efecto de los acontecimientos del día y su cara agrietada está más pálida de lo normal. A pesar de eso insistió en salir él a ocuparse de los animales, poner a cubierto a los pollos para la noche y atender tanto a las ovejas, incluida la embarazada, como a las cabras y a Pork Chop.

Me permito soltar una lagrimita y Guy me da un abrazo.

- Gracias.

- Me alegro de haber podido ayudar -dice. Guy también parece exhausto y me digo que ya va siendo hora de que me ponga a preparar esas tortillas antes de que todos caigamos rendidos.

- Tengo que hacer una confesión -Guy mira con aire inocente a Alan-. Hay también un pequeño visitante aquí si tú lo aceptas.

Suena mi alarma interna, pero sé que no puedo negarle nada. Ha salvado a mis niños y a mi perro, así que aunque haya traído una maldita boa constrictor gigante de visita sonreiré y le daré la bienvenida.

Sale a su coche y regresa con una jaula en la que hay un erizo dentro.

- Éste es Fluffy -nos dice, y por supuesto los niños entran en éxtasis.

El erizo es extraordinariamente mono, pero aún le miro con desconfianza.

- ¿No están plagados de pulgas?

- Éste está libre de pulgas y casi entrenado para vivir en casas -Guy activa todo su encanto-. Sería una estupenda mascota.

- Oh, mamá -trina Jessica-, ¿nos lo podemos quedar?

- No tendrías que hacer nada -añade Tom, viendo que ése es un factor que contribuye a la permanencia de nuestros animales.

- Por ahora -digo, evasivamente. Puede que Guy sea el salvador de la humanidad, pero le mataré por esto. ¿Cómo vamos a quedarnos con un erizo?

Así que mi hija deja salir a Fluffy de la jaula, que rueda como un mini tanque por el suelo de la cocina. Milly Molly Mandy entorna los ojos y le escupe.

- Alan, siéntese cerca del fuego -le indico-. No le puedo agradecer lo suficiente lo que ha hecho por nosotros.

Le beso en la mejilla y le abrazo calurosamente y esta vez sucumbe a mi gesto.

- ¿Quiere beber algo? Estoy segura de que se lo ha ganado.

- Gracias, maja -dice y le sirvo un vaso de Selbie Strong, una cerveza rubia de la zona que según Guy es su bebida favorita. Se quita la gorra y se estira en el sillón, disfrutando del calorcito. Milly Molly Mandy ojea su regazo codiciosamente y salta, antes de arrellanarse para encontrar el lugar más cómodo y ovillarse con un ronroneo de contento.

Pongo un poco de champán para el resto de nosotros, incluso dando un dedo del espumoso a Tom y Jessica en el fondo de las dos copas.

- Por Hamish -digo-; para que se ponga bueno pronto.

- Por Hamish -todos brindamos y levantamos nuestras copas. El destinatario de nuestros buenos deseos aúlla su aprobación.

Me trago el champán mientras pienso que yo también me lo he ganado.

- Prepararé la cena -digo-; apuesto a que todos estáis muertos de hambre -hay murmullos de asentimiento por todas partes.

Los pollos han estado ocupados, así que afortunadamente hay huevos suficientes para unas tortillas enormes para todos. También tengo un trozo de queso de la zona, que podemos rallar y añadir al huevo.

En un esfuerzo por apartar de mi mente el trauma del día, paso parte de la tarde preparando la mesa de Navidad en el cenador, de forma lujosa, con mi vajilla de porcelana buena y las copas de cristal que he desempaquetado por primera vez, aunque sé que tendré que volver a empaquetarlas inmediatamente para la mudanza. Hay un radiador estratégicamente situado para terminar con el último resquicio de frío que pueda quedar. Ya hay una sartén llena de patatas dorándose en el horno de hierro, además de un montón de verduras haciéndose al vapor en la parte de arriba del quemador. Voy hacia la mesa de la cocina, cojo el bol y empiezo a romper los huevos recién puestos en tandas de tres. Un momento después aparece Guy.

- ¿Puedo ayudar? -pregunta.

- Has hecho más que suficiente -le respondo, agradecida-. Te toca descansar y dejar que te cuide.

- ¿Y qué pasa contigo, Amy? -me posa suavemente la mano sobre el hombro y puedo sentir su tibieza atravesando mi suéter-, ¿quién te va a cuidar a ti?

- Estoy bien -le aseguro. Pero la voz me sale más temblorosa de lo que me habría gustado. Me giro para verle y estamos apenas a un palmo. Puedo sentir el calor de su aliento en mi cara.

- No lo hubiera podido soportar si os hubiera pasado algo a ti o a los niños.

- Gracias a ti estamos todos bien.

Pienso que si estuviéramos solos, si no estuviéramos en medio de una habitación llena de gente, podría cogerme entre sus brazos y besarme. En lugar de eso me mira tristemente y dice:

- Te echaré de menos cuando te vayas, Amy Ashurst. Te echaré de menos más de lo nunca sabrás.

Y tengo la horrible sensación de que yo sentiré exactamente lo mismo.

El sueño de Jeremy
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