Capítulo 65
Un hombre alto y delgado está de pie en mi puerta trasera. Lleva una elegante chaqueta de tweed y una corbata; en las manos agarra fuerte la gorra y se nota que le resulta incómodo mirarme a los ojos. Hamish se está volviendo loco a mi espalda, entusiasmado ante la perspectiva de dar al visitante un mordisco de bienvenida.
- Me envía el veterinario -dice lacónicamente.
- Ah. Usted será el señor Steadman.
- Sí.
- No se hace una idea del gusto que me da que haya venido a ayudarnos -una sensación de alivio me recorre aunque el pobre hombre no haya hecho nada todavía. Aparto a Hamish con la pierna mientras le agarro del collar-; no me las apaño demasiado bien.
- Sí. Eso dijo el veterinario.
Mi nuevo ayudante es un hombre que sigue siendo guapo pese a su piel cuarteada, estropeada por el clima, y que en su época tuvo que ser un tío bueno, estoy segura. Va tan limpio como la patena y todo su cuerpo rezuma calma y contención. Es difícil imaginárselo levantándose a cantar en un karaoke o sencillamente frecuentando uno. Parece que no sonríe con facilidad, pero el señor Steadman me gusta.
- ¿Cómo quiere que lo hagamos? ¿Quiere que demos una vuelta para que le muestre el lugar, o le hago una lista?
- Dígame lo que quiere que haga, señora, y me pondré a ello.
- Ni siquiera sé por dónde empezar. Usted probablemente sepa más de estas cosas de lo que yo vaya a saber nunca -cómo podría empezar a explicar que estoy exhausta del mero hecho de sacar a los animales del establo, alimentarlos, meterlos de nuevo, sacarlos, alimentarlos, sacarlos, alimentarlos, limpiar los establos, meterlos de nuevo para que puedan ir cagando por los sitios que acabas de limpiar.
- Déjemelo a mí -dice.
- Me cuesta creer que me hayan dado una subvención para todo esto.
Alan Steadman se mira fijamente los pies.
- Me llevo al perro si le parece bien.
- Está loco -le digo al señor Steadman mientras trato de separar la nariz de Hamish de mi ano-; muy loco. No conseguirá hacer nada con Hamish alrededor.
- Vamos, chico -Alan Steadman emite un silbido agudo. Hamish, con aspecto confuso, se escabulle de mi lado y se echa al suelo a los pies de Alan.
Me he quedado sin habla.
Antes de que pueda obligar a mi cerebro a decir nada, el señor Steadman se va, con Hamish humildemente un paso por detrás de él, la viva estampa de la obediencia. Tengo que estar viendo alucinaciones.
- Manténgalo alejado de las ovejas -le grito para informarle-; le gusta tratar de copular con ellas; y con las cabras también -y con cualquier cosa que respire, o incluso con cosas que no respiran.
El señor levanta una mano como respuesta, pero no se da la vuelta. Les veo atravesar el jardín, mi perro incontrolable y lunático con aspecto de ser un concursante ejemplar de «Un hombre y su perro».
Guy tenía razón en que mi nuevo salvador es hombre de pocas palabras, pero estoy eternamente agradecida de que esté aquí.
Milly Molly Mandy está sobre la mesa de desayuno, lamiendo los restos de leche de mi bol de cereales. Se queja con un maullido exagerado cuando la aparto de la mesa. ¿Los niños también van a querer que nos llevemos al gato? Claro que sí. Esto se va a convertir en una verdadera pesadilla. Tom y Jessica seguían muy silenciosos esta mañana mientras tomaban el desayuno, pero espero que poco a poco se hagan a la idea de regresar a Londres.
Debería empezar a pensar en empaquetar parte de las cosas, tomarme mi tiempo en el proceso de meter nuestro hogar en cajas por segunda vez. La sola idea me da pavor. Ardo en deseos de volver a Londres, regresar al trabajo y estar en el meollo de nuevo, pero al mismo tiempo me aterroriza. Sospecho que he bajado mucho el ritmo desde que estoy aquí. Me costará un poco volver al ritmo rápido. Mientras me quedo allí de pie vacilando y tratando de ponerme a la tarea, oigo el crujir de los neumáticos sobre la gravilla, así que me dirijo hacia la puerta, contenta de que me interrumpan. Estoy aún más contenta (posiblemente más de lo que debería) de ver que el coche aparcado es el de Guy.
- Hola -digo mientras salgo a saludarle. Fue estupendo tenerle aquí anoche. Es una compañía excelente.
Después de la cena, Jessica le convenció de que le leyera un cuento. Cuentos para chicos guays puede que no sea el libro favorito del veterinario pero realizó su lectura con un entusiasmo impresionante. Creo que mi hija ahora es su mayor fan. Guy también ayudó a Tom con los deberes. En realidad no creo que mi hijo necesitara ayuda, pero se estaba sintiendo un poco dejado de lado. Parece que echa más de menos a Jem, o quizá es que no lo oculta tan bien como ella.
Guy sale del Range Rover de un salto.
- No te enfades. Es únicamente una medida temporal.
- ¿Qué?
Da la vuelta hasta la parte trasera del vehículo y abre la puerta.
- ¿Se ha presentado Alan Steadman esta mañana? -pregunta por encima del hombro.
- Sí, está aquí. De alguna forma le ha lanzado un embrujo a Hamish y lo ha convertido en un perro como tiene que ser en lugar de en un derviche que da vueltas.
- Entonces no tendrás que hacer nada -promete Guy.
- ¿Respecto a qué?
Saca del maletero un cerdo pequeño, con aire disgustado y que no cesa de retorcerse. El veterinario y el cerdo me miran ardientemente.
- Respecto a Pork Chop.
- Oh, no -digo.
- Será por un par de semanas; máximo un mes -dice Guy demasiado rápido-. Será muy fácil encontrarle un nuevo hogar. ¿Cómo podría nadie dejar de enamorarse de esta adorable cosita?
- Yo no me he enamorado -digo y después me ruborizo. Para que me sienta aún peor, Guy también se ruboriza.
- Es un cerdo vietnamita tripón -me informa Guy. Es negro y tiene un morrito muy mono, piernas gordezuelas y por supuesto una tripa que dan ganas de abrazar. Y aunque yo pueda resistirme a los obvios encantos de la criatura sé de dos chicos muy impresionables que no podrán.
- Me lo han traído esta mañana. El dueño lo compró cuando era un cerdito muy pequeño, creyendo que no crecería. El pobre Pork Chop ha pasado toda su vida en el minúsculo jardín trasero de un adosado y ahora se han hartado de cuidarle -Guy deja al cerdo en el suelo-. Ojalá la gente se lo pensara mejor antes de comprar estos animales.
Tengo muy claro que no quiero animales, pero a pesar de todo parece que no paro de adquirirlos por defecto.
- Alan lo puede juntar con las ovejas -dice Guy-. Estará bien y no creará problemas.
A mí me parece que trae consigo un montón de problemas. El cerdo gruñe y se acerca a mí para olisquearme los pies; incluso me obsequia con una sonrisita porcina. Oh, Dios. Los niños lo van a adorar. Se me cae el alma a los pies. Como si no fuera a tener suficientes problemas para sacarles de aquí, espera a que conozcan a Pork Chop.
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