Capítulo 76

Cuando me levanto la mañana de Navidad estoy mucho más calmada. La noche anterior no paré de llorar y ahora es como si las emociones se me hubieran agotado y tuviera una perspectiva más clara de lo que ocurrió. Si no fuera tan penoso y tan dolorosamente caro podría ser capaz de ver el lado divertido del golpe destructivo del huracán Hamish. Quizá en los años venideros. De acuerdo, no hay pavo ni regalos, pero a fin de cuentas es una cuestión menor. Cosas peores pasan en la mar. No ha habido víctimas que lamentar.

Mi estallido de ayer tenía que ver con eso. Todo no se debía a la locura navideña de Hamish, sino que el estrés se ha ido acumulando, el trabajo, el traslado a Londres, la preocupación de cuidar a los niños yo sola, el hecho de que la vida nunca va a volver a ser la misma. El comportamiento vil de mi perro fue sólo la gota que colmó el vaso. He intentado que todo fuera perfecto y mira… No voy a seguir con eso; pero tengo que admitir que tras un buen desahogo verbal y una buena llantina me siento mucho mejor. Ahora simplemente estoy avergonzada y tendré que aplicar un programa de reparación de daños.

Las gallinas, afortunadamente, no se dan cuenta de que es un día especial así que hay un montón de huevos. Unas tortillas podrían funcionar para Navidad. Tomaré mucho champán y todos nos reiremos de corazón de esto. No pienso dejar que nos estropee el día.

Milly Molly Mandy está ovillada a los pies de la cama, dormida y babeando en mi edredón favorito. Está claro que mi inusual estallido no le ha afectado demasiado.

- Buenos días, Mils -le digo y saco un pie fuera del edredón para acariciarla-. ¿Te apetece un poco de pavo?

Abre un ojo, me dedica una mirada glacial y vuelve a cerrarlo. Ha vuelto a la normalidad.

Ésta es la primera vez en muchos años que me he despertado sola el día de Navidad, pero me siento bien. Acaricio el lado de la cama de Jem aunque se encuentre vacío. Aún está aquí con nosotros cada día y siempre lo estará; lo sé. En lugar de lamentarme por lo que he perdido, debería enumerar mis bendiciones ya que estoy sana, soy relativamente feliz y tengo dos niños maravillosos que hacen que mi vida valga la pena. Puede que yo no sea la mejor madre del mundo pero mis hijos a pesar de mis defectos se están convirtiendo en unos chicos responsables y maravillosos que no me dan ni un solo problema.

Miro el reloj y veo que son casi las ocho, aunque todavía es de noche. Esto demuestra que Tom y Jessica están creciendo. Normalmente a estas horas estarían levantados y en nuestra cama, pidiendo los regalos, sacándonos a rastras de nuestro sueño. O quizá se han quedado en la cama porque saben que estas navidades no habrá regalos.

Me siento fatal por haber explotado de esa manera. Aquello fue inaceptable y tengo que pedir perdón de inmediato. Ese maldito perro es mi perdición, lo juro, pero parece que estoy condenada a tener que admitirlo como un miembro más de la familia. Tendré que asegurarme de que Hamish pasa mucho tiempo en el cobertizo para que considere lo estúpido de sus métodos, pero como es Navidad ya noto que mi resolución se debilita.

Me estiro y bostezo y salgo de la cama preparándome para los rigores del día. Cuando todavía hay un poco de paz y tranquilidad, me cuelo en la ducha y jugueteo con el agua caliente, reviviendo mi cuerpo cansado. Esperemos que quede agua caliente para cuando Serena se levante; me doy cuenta de que sólo esperarlo no es un sentimiento muy navideño, pero por otra parte, mi hermana tiene agua caliente de sobra los otros 364 días del año, cosa que yo no.

Después de ducharme y vestirme, bajo a la cocina y empiezo a preparar el desayuno; algo ligero porque no quiero estropear el almuerzo. Entonces recuerdo que el almuerzo no va a ser el previsto. Sólo Hamish y Milly Molly Mandy van a disfrutar los restos del pavo. Al menos los cruasanes y las napolitanas de chocolate deberían rellenar el hueco hasta entonces. Sólo espero que las gallinas hayan sido prolíficas en su producción y compensen las carencias en materia de aves, ya que no quiero tener que meter a dos de ellas en el horno.

Los silbidos del hervidor de agua me anuncian que el agua está lista, así que cojo la taza de manzanilla para Serena. Se acaba de despertar y aún está disfrutando de la cama.

- No creas que puedes quedarte mucho tiempo ahí -le advierto-, ya que en el momento en que los niños se levanten tu vida dejará de pertenecerte.

- Lo estoy deseando -dice-. Gracias a Dios que no tuve tiempo de poner mis regalos para los niños debajo del árbol. Al menos algunas cosas escaparon al tornado Hamish. Todavía les queda algo que abrir.

Anoche tardamos siglos en arreglar el desastre del salón, pero enderezamos el árbol, que no parece demasiado afectado después del desastre. Con un poco de cuidado nos las hemos apañado para dejarlo con un aspecto muy cercano a su antigua gloria, aparte del hada mordisqueada. Cuando los niños se fueron a la cama bajamos furtivamente los regalos de Serena y los escondimos bajo el árbol.

- Eres un cielo -le doy a mi hermana un cálido abrazo-. Feliz Navidad. Pasemos un día estupendo juntas.

- Mmmm -dice-. Será maravilloso. No soy una gran fan del pavo, de todas formas.

- No me digas… -digo con una risa-. Me he esforzado mucho en hacer que todo sea perfecto.

- Tómate unas cuantas copas, relájate y no te preocupes. Todos tus invitados deberían estar agradecidos, sirvas lo que sirvas. Estoy segura de que de no estar aquí pasaríamos la noche solos y llorosos.

- ¿Crees que debería despertar a los niños ya? No es propio de ellos estar hasta tan tarde en la cama, aunque realmente nos acostamos tarde -y Jessica estaba aún llorando cuando se fue a la cama, pienso, sintiéndome culpable-. Voy a avisarles.

Primero me dirijo al cuarto de Jessica. La mañana es oscura y penumbrosa y fuera la nieve sigue cayendo y ahora es muy espesa. Me muerdo el labio con nerviosismo. Guy lo tendrá fácil para llegar hasta aquí porque puede venir andando, pero espero que Alan no tenga ningún problema para llegar a Helmshill en su coche. Seguramente las carreteras se estarán empezando a volver intransitables, aunque quizá la gente que vive aquí está más acostumbrada a estas condiciones. En lo que a mí respecta, estoy feliz de que vayamos a pasar el día aquí, recogidos, sin necesidad de aventurarnos fuera, bajo los elementos.

- Vamos, dormilona -digo al entrar en la habitación de Jessica. Está completamente cubierta por el edredón, sepultada como un lirón. Me siento en un lado de la cama y sacudo el bulto-. ¿No quieres ver si ha venido Papá Noel?

Siento un escalofrío y aparto el edredón de un tirón. Debajo del cobertor, en lugar de Jessica hay una pila ordenada de ositos Teddy y muñecas.

- Serena -grito y corro por el hall hacia la habitación de Tom, con el corazón latiéndome con fuerza. Ya desde la puerta descubro que el bulto de la cama no es mi hijo. Seguro que eso también es una pila de peluches-. Oh, Dios -digo en voz inaudible-. ¿Dónde demonios están?

Miro desde la ventana de Tom al patio e inmediatamente veo que la puerta del cobertizo donde encerramos a Hamish está completamente abierta y sacada de sus goznes. Parece que mis hijos han puesto en marcha una operación secreta para liberar al maldito perro.

- ¿Qué pasa? -Serena aparece detrás de mí; se está poniendo la bata y tratando de alisarse el pelo. También ella mira por la ventana y bosteza-. ¿Dónde es el fuego?

Me giro hacia ella, con los ojos inundados de lágrimas y suelto de forma abrupta:

- Los niños han desaparecido.

El sueño de Jeremy
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