El viernes no me atreví con toda la movida
de los padres y eso, pero no quiero que te vayas a Berlín sin
preguntártelo. ¿Cuando regreses te apetecerá quizá ir al cine o a
dar una vuelta o a tomar una Coca-Cola conmigo, Lucía? Vaya, si te
apetece y eso. Eric.
Los ojos de Lucía no daban crédito. Miró a Frida sin comprender nada. Frida la miró a ella asintiendo:
—Te está pidiendo salir —le susurró entonces al oído.
Lucía volvió a leer el mensaje para ver si eso era cierto. Cuando fue a decir algo, se le quedó encallado en la garganta. Estaba totalmente paralizada.
—Lucía… —Frida la cogió del brazo y la movió para asegurarse de que no se había convertido en estatua.
De pronto, salieron sus primeras palabras:
—Le gusto —dijo y cogió un poco más de aire—. Le gusto de verdad.
Tuvo que responder corriendo el mensaje con lo primero que le vino a la cabeza. Aunque tampoco necesitaba pensarlo mucho:
«¡Sí, saldré contigo! Lucía».
Apagó el móvil y se acomodó en su asiento con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando el avión comenzó a moverse, cogió la mano de Frida. No por miedo, no era nada de eso… No creía que el despegue le provocara más hormigueo en la tripa del que ya tenía… Poco a poco, notó como la pista de aterrizaje se alejaba y ella ascendía y ascendía hasta alcanzar las nubes… Aquellas iban a ser las mejores vacaciones de toda su vida.