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Al acabar la semana, Lucía no podía creer que Bea siguiera enfadada con ellas. Los días iban pasando y nada. Era como si estuviera viviendo un reality sobre cambios radicales.

Desde que se marchó del ensayo, se había dedicado a evitar a las chicas en todas partes. Cada vez que se cruzaban en su camino, ella giraba la cara en otra dirección; dirección en la que normalmente estaba Marisa con su séquito. Parecía que en pocos días se habían hecho amigas inseparables. Un día Raquel hizo el gesto de saludarla, ¡y Bea hizo como si no la viera! Por si fuera poco, también las había bloqueado en el Tuenti…

Ya no la veían ninguna mañana antes de entrar en clase, ni tampoco en los descansos. Marisa había cogido por costumbre pasar el rato sentada en su mesa, hasta que sonaba el timbre y volvía a su clase. La hora de la comida era otro drama, pues Bea se sentaba en el centro de la mesa de las Pitiminís, como miembro honorífico. Todo era demasiado insólito, demasiado imposible de creer...

imagen El sábado tuvieron que anular el ensayo que habían previsto, pues la buhardilla era suya. Era además el sábado de Carnaval, fiesta que las chicas habían celebrado juntas desde que se conocían. Con el ajetreo del baile, no habían preparado disfraces, pero su plan para ese año era sencillo: pintarse unas ojeras y los labios rojo sangre, ponerse pelis de vampiros en la buhardilla, e hincharse a palomitas y chuches hasta empacharse. También eso tuvo que anularse porque Bea seguía sin hablarles…imagen

Lucía pasó el finde con su padre. Aitana se portó como una buena hermana y no se despegó de ella en los dos días, como si supiera que estaba preocupada. Lucía estaba blanda y la dejó quedarse en su habitación mientras reproducía el CD de Justin una y otra vez. La pequeñaja llegó a darle alguna que otra idea aprovechable, y acabó aprendiéndose la canción de memoria, como nueva fan de Justin. Pero ella ya dudaba de que pudieran seguir con el baile... y con el Club de las Zapatillas Rojas.

El martes de Carnaval su colegio competía con otros del barrio en un concurso de disfraces. Pero solo era cosa de primaria y básica, y ellas ya estaban en la ESO.

Por la mañana, después del recreo, Frida entró en la clase poniendo el grito en el cielo. Contó que se acababa de cruzar con Bea en los lavabos. Aprovechando que parecía estar vacío, había intentado hablar con ella pero Bea había puesto los ojos en blanco (gesto muy pitiminiano) y le había pedido que se marchara. Enseguida salió Marisa de uno de los lavabos para echarla también. Por suerte, Frida decidió cerrar el pico, si no, se hubiera armado la gorda. Lucía estaba empezando a perder la paciencia, porque veía que el enfado de Bea era totalmente desproporcionado y les estaba haciendo daño a todas.

En el comedor, al verla sentada junto a sus nuevas amigas, en la otra punta, algo estalló dentro de Lucía.

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—Esa tía es lo peor, como un pulpo que manipula todo con sus tentáculos —soltó Raquel.

—Después de todo lo que nos ha hecho… ¿Cómo se puede hacer su amiga?

Lucía estaba pensando en todos los insultos que les había dirigido la Pitiminí. También en su última hazaña, la de robarle a Eric, que ya no había ninguna duda de que fuera cierta: los rumores decían que incluso la madre de él la adoraba y se la llevaba de compras. Parecía que las malas noticias no venían solas…

—Aquí hay gato encerrado... —anunció Frida—. Tenemos que hablar con ella cuando la otra no esté delante.

—Pues sí, porque Marisa le está comiendo la cabeza, seguro. Cuando se propone algo, hace lo que sea… —advirtió Susana.

Había oído por ahí que Marisa consiguió que un profesor expulsara a una compañera solo porque no quiso dejarle copiar en un examen. Y había mil historias como esa.

—Pero Bea tampoco es tonta —protestó Lucía—. Además, he oído que va a hacer un trabajo de tecno con una de las Pitiminís, lo que significa que tendrán que quedar fuera del colegio. —Lucía se quedó paralizada antes de seguir suponiendo—: ¿Se la llevará a nuestra buhardilla también?

imagen gritó Frida como si hubiera visto un fantasma o algo peor—. No sigas por ahí. Seguro que se lo ha inventado todo Marisa —insistió Frida.

—Sí, yo también lo creo. Se aprovecha de que Bea está dolida con nosotras. Por las bromas, porque no le salen los pasos… —dijo Susana.

—Entonces hablaremos con ella hoy mismo.

Lucía vio como Marisa le pasaba el brazo por los hombros a Bea y los pelos se le pusieron como escarpias.

—Nos vemos en el olivo —anunció antes de coger su bandeja y marcharse de allí.

Cuando las demás terminaron su comida, se reunieron en el recreo y trazaron un plan. Bea estaba siendo abducida por las Pitiminís y no podían quedarse de brazos cruzados…

—Frida y yo nos encargamos de hablar con ella —anunció Lucía de pie delante de todas, que la miraban expectantes sentadas en el suelo.

Alzó el dedo en el aire para dar énfasis a lo que estaba a punto de anunciar.

—Vosotras tenéis que entretener al Chorreras, ¿vale? —señaló a Raquel y a Susana.

Ellas aceptaron la misión.

El plan era el siguiente: diez minutos antes de la hora correrían a las clases. Disimulando en el pasillo, esperarían a que Marisa dejara a Bea a solas, que sería justo cuando sonara el timbre. Entonces entraría Lucía a hablar con ella, y las demás se quedarían fuera para que cuando llegara el profe de música pudieran frenarlo. El Chorreras era bastante majete y le gustaba que le hicieran preguntas de su asignatura. Cuando explicaba algo no tenía prisa en acabar. Así seguro que Lucía y Frida contarían con tiempo suficiente de hablar con Bea.

Pero sonó el timbre y Marisa seguía sin moverse de la mesa de Bea. Se estaban poniendo histéricas…

—¿Qué leches hace? No nos va a dar tiempo de nada… —se quejó Lucía entre dientes.

Al fin, oyó cómo se despedía de Bea con «Nos vemos luego». Un momento después pasaba por su lado con una sonrisa que iba, literalmente, de una oreja a la otra.

—Perdedoras —soltó, y siguió caminando hacia su clase.

Lucía se mordió la lengua y se centró en lo que iban a hacer. Advirtió a las demás que estuvieran atentas y cogió a Frida del brazo para entrar en la clase C.

—Bea —la llamó para que levantara los ojos del libro de texto que acababa de abrir.

Bea las miró como si no las conociera. En lugar de echarse a llorar o soltar alguna sensiblería de las suyas, solo les preguntó qué querían, muy bordemente.

—¿Qué narices te pasa? —le preguntó Lucía.

—¿Por qué? Solo he cambiado de amigas —respondió la otra en un tono indiferente.

—¡Pero qué parida! —se le escapó a Frida—. ¿Esas, amigas?

—Mejor que otras, sí. Ya tenéis nuevas amigas, no me necesitáis… —resolvió Bea.

Les explicó muy serena que las amigas que antes tenía la dejaron de lado y se reían de ella, y por eso había cambiado. Después volvió a su libro de texto, como si Lucía y Frida fueran transparentes. Y cuando Bea levantó la vista y les preguntó, toda con falsa inocencia, si querían algo más, pues Lucía… explotó:

—Solo eres una pardilla... —dijo sin morderse ya nada.

Le soltó todo lo que le venía a la cabeza, sin ni siquiera pensarlo: que era una celosa rematada y que si no sabía encajar las bromas no era culpa suya. Le habló de lo harta que estaba de sus chorradas, y de que nunca se había enfadado porque era una buena amiga, pero que motivos tenía todos los que quisiera. ¿Cómo podía irse con Cruella?, le preguntó varias veces.

Cuando ya no le quedaba nada más por decir, se quedó callada. Y Bea también. Sus ojos estaban acuosos, y Lucía sintió pena por ella. Quiso darle un abrazo como los de antes, pero recordó que Bea ya no la quería como amiga. Al levantar la vista, toda la clase la miraba. También Jaime, el amigo de Eric. Manu y Quique comenzaron a cuchichear señalándola descarados con el dedo. De pronto, sonó la voz del Chorreras, que entraba justo para empezar su clase. Raquel y Susana no habrían podido entretenerlo más:

—Creo que hoy somos más de los que deberíamos...

Lucía salió de allí corriendo y Frida la siguió. Sentía una mezcla de dolor y rabia que no sabía si conseguiría quitarse de encima algún día.

 

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De: Marta (lapoetisamarta@hotmail.com)

Para: Bea (doremi@hotmail.com), Frida (arribaFrida@hotmail.com), Lucía (let’sdance@hotmail.com)

Asunto: ZR4E

Adjunto: paz.jpg

 

Chicas:

¿Sabéis cómo se dice en alemán hacer las paces? Sich wieder versöhnen. ¡Con lo fácil que es darse la mano y ya está! A ver si esto os inspira.

Miss u,
ZR4E